"¿Cómo analizar la nueva ola de tensiones comerciales que se apoderó del planeta en 2025? Para comprender mejor los desafíos, el Laboratorio sobre Desigualdades Mundiales acaba de publicar un estudio histórico sobre los desequilibrios comerciales y financieros mundiales desde 1800 ("Intercambio Desigual y Relaciones Norte-Sur. Evidencia de los Flujos Comerciales Mundiales y la Balanza de Pagos Mundial, 1800-2025", disponible en inequalitylab.world y wbop.world).
Varias conclusiones emergen claramente. En general, la idea de un libre comercio espontáneamente equilibrado y armonioso no resiste la prueba de los hechos. Desde 1800 se observan desequilibrios masivos y persistentes, así como una tendencia repetida de las potencias dominantes a abusar de su poder para imponer los términos de intercambio que les convienen, en detrimento de los países pobres. La novedad de la crisis actual reside en el hecho de que Estados Unidos está perdiendo el control del mundo y se encuentra en una situación de fragilidad financiera sin precedentes. Esto explica la agresividad del poder trumpista. Ceder a los dictados – como acaban de hacer los europeos en cuanto a los presupuestos militares (en gran parte transferencias a la industria de defensa estadounidense) o la fiscalidad de las multinacionales – es, sin embargo, la peor de las estrategias. Es hora de que Europa salga de su languidez y se alíe con las democracias del Sur para refundar el sistema comercial y financiero al servicio de otro modelo de desarrollo.
Recordemos en primer lugar que la magnitud de los flujos comerciales nunca ha sido tan alta como hoy. El total de exportaciones (así como de importaciones) alcanza actualmente alrededor del 30% del PIB a nivel mundial, de las cuales el 7% corresponde a materias primas (agrícolas, mineras y fósiles), el 16% a bienes manufacturados y el 7% a servicios (turismo, transporte, consultoría, etc.). En comparación, los flujos comerciales rondaban el 7% del PIB mundial en 1800, el 15% en 1914 y el 12% en 1970 (de los cuales el 4% correspondía a materias primas, el 5% a bienes manufacturados y el 3% a servicios). El aumento observado entre 1970 y 2025 es vertiginoso en todos los ámbitos – con una huella material y daños ambientales de los que apenas empezamos a ser conscientes. A menudo se señala que el comercio mundial se ha estabilizado como porcentaje del PIB mundial desde la crisis de 2008. Es cierto, siempre y cuando se especifique que se trata de una estabilización al nivel más alto jamás observado en la historia.
Pasemos a los desequilibrios. El hecho básico es bien conocido: Estados Unidos ha tenido entre 1990 y 2025 un déficit comercial anual promedio (bienes y servicios combinados) del orden del 3-4% de su PIB. Los excedentes del país en servicios son demasiado pequeños para compensar los enormes déficits en bienes manufacturados. Este hecho a veces suscita incredulidad: ¿cómo puede la potencia dominante estar permanentemente en déficit comercial? En realidad, es la norma histórica. De 1800 a 1914, las potencias europeas –el Reino Unido a la cabeza– se encuentran en déficit comercial permanente. Los excedentes en bienes manufacturados y en flete son significativamente inferiores a los inmensos flujos de materias primas procedentes del resto del mundo (algodón, madera, azúcar, etc.), aunque estas últimas se pagan escasamente. Entre 1880 y 1914, las principales potencias del continente (Reino Unido, Francia, Alemania) registraron un déficit anual promedio del mismo orden que Estados Unidos entre 1990 y 2025 (3-4% del PIB).
La diferencia es que las potencias europeas poseían entonces posesiones exteriores que les reportaban anualmente flujos gigantescos de ingresos – el equivalente al 10% del PIB para el Reino Unido y más del 5% para Francia. Esto les permite financiar ampliamente los déficits comerciales mientras continúan acumulando créditos en todo el planeta.
Por el contrario, los activos externos de Estados Unidos nunca han generado ingresos suficientes para compensar sus déficits, por lo que el país se encuentra hoy con una deuda externa de una magnitud sin precedentes. La potencia militar dominante podría verse obligada a pagar flujos de intereses considerables al resto del planeta de forma sostenible, lo que nunca se ha visto en la historia. Es el origen del nerviosismo de los trumpistas y de sus desesperados intentos por extraer riquezas del resto del mundo, si es necesario por la fuerza.
Uno de los argumentos utilizados para justificar estas extorsiones es que el país proporcionaría un bien público mundial de forma gratuita: una moneda estable y un sistema financiero sólido. El resto del mundo acumula, por lo tanto, activos en dólares –deuda pública y títulos bursátiles–, lo que encarece el billete verde y alimenta el déficit comercial estadounidense. En realidad, el dólar ya le ha reportado a Estados Unidos mucho más de lo que debería. El argumento merece, no obstante, ser meditado, tanto más cuanto que puede conducir a soluciones muy diferentes de las de los trumpistas.
En la práctica, los enormes excedentes de los países petroleros en las últimas décadas se explican sobre todo por el hecho de que lograron imponer una triplicación de los precios en la década de 1970 y que el resto del mundo siguió consumiendo combustibles fósiles a pesar de las consecuencias futuras. Los excedentes industriales chinos, japoneses o alemanes se explican en parte por salarios demasiado bajos y por una opción de atesoramiento en el extranjero alimentada por un sentimiento de fragilidad frente al sistema financiero internacional y la ausencia de un activo de reserva mundial.
Ante los desequilibrios mundiales, la respuesta correcta sería la implementación de una moneda común indexada a las principales divisas, lo que permitiría tanto escapar del dólar como mejorar los términos de intercambio para los países pobres, todo ello con el fin de financiar un modelo de desarrollo más equilibrado y sostenible. Esperemos que la brutalidad trumpista al menos permita acelerar esta toma de conciencia."
(
No hay comentarios:
Publicar un comentario