9.5.24

Cobertura sanitaria universal: ¿un fracaso de implementación o de estrategia? A medio camino de la fecha límite de 2030 para la Cobertura Sanitaria Universal, el mundo está muy desviado. Casi la mitad de la población mundial carece de acceso a servicios de salud esenciales, y una de cada cuatro enfrenta costos de atención médica devastadores... Es necesario organizar los servicios sanitarios como un bien público y no como una mercancía que se compra a un abanico de proveedores a través de mecanismos de libre mercado. Los gobiernos deberían tomar con cautela la idea de «cobertura sanitaria universal» y reconvertirla en «acceso universal» a servicios asequibles... Los mecanismos de financiación deberían basarse principalmente en los impuestos o la seguridad social, con una transición gradual hacia un sistema de pagador único que sea equitativo y sostenible. A medida que nos acercamos a la próxima Asamblea Mundial de la Salud, los miembros de la OMS deberían hacer de este cambio de paradigma una prioridad

 "El mundo se acerca a un plazo global -el año 2030- para evaluar la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y garantizar que todo el mundo, en todas partes, tenga acceso a la asistencia sanitaria esencial. Sin embargo, los avances parecen ir a un ritmo muy lento. Según el último informe de la OMS, casi la mitad de la población mundial, 4.500 millones de personas, seguía careciendo de acceso universal a servicios sanitarios esenciales en 2021. Peor aún, una de cada cuatro personas se enfrentaba a unos costes sanitarios abrumadores que podían empujarlas a la pobreza. Desde 2015, los avances en la consecución de la Cobertura Sanitaria Universal (CSU), u ODS 3.8, no solo se han estancado, sino que han retrocedido, afectando especialmente a las zonas rurales y de bajos ingresos, y agravando las desigualdades sanitarias dentro de los países.

Las garantías financieras y el acceso a los servicios sanitarios esenciales no han mejorado desde 2015 y, en muchos casos, se han deteriorado. La pandemia de COVID-19 complicó aún más las cosas, congelando los escasos progresos realizados en la cobertura de los servicios entre 2019 y 2021 y sumiendo a más personas en la pobreza. Aunque el informe de la OMS insta a los países a redoblar sus esfuerzos para ponerse al día, no explica por qué nos estamos quedando rezagados ni presenta un plan claro para cambiar la situación. Tampoco aborda cómo hacer que los medicamentos esenciales sean más asequibles y accesibles en el panorama político actual.

Una visión diferente 

La cobertura sanitaria universal se ha promovido como una estrategia de seguro sanitario de patrocinio público con compra estratégica de un paquete selectivo de servicios esenciales a diversos proveedores, incluido el sector privado a través de planes privados de seguro sanitario. Su estancamiento no es el fracaso de la aplicación de un concepto exitoso, sino el fracaso de la estrategia. El afán mundial por alcanzar la «cobertura universal» en lugar del «acceso universal» limita la financiación pública de la sanidad y, por tanto, minimiza la financiación real de los sistemas de atención primaria.

Así, limita la cobertura de los servicios esenciales entre las poblaciones más pobres y rurales de todo el mundo. Los limitados fondos públicos se desvían principalmente hacia el suministro de costosos diagnósticos, vacunas e intervenciones selectivas dominadas por poderosos grupos de presión, lo que paraliza los sistemas sanitarios públicos y fomenta indirectamente el crecimiento de sistemas privados no regulados y con ánimo de lucro.

El informe de la OMS presenta una nueva iniciativa en respuesta a la falta de financiación de la Atención Primaria de Salud (APS). La Plataforma de Inversión para el Impacto en la Salud es una nueva iniciativa de cuatro bancos: el Banco Africano de Desarrollo (BAfD), el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Islámico de Desarrollo (BIsD) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para proporcionar 1.500 millones de euros a países de renta baja y media en forma de préstamos en condiciones favorables y subvenciones para reforzar la APS. Aunque parece una intervención interesante para mantener el flujo de fondos esenciales en la APS, pasa por alto el hecho de que los préstamos agobiarán a estos países con deudas, teniendo en cuenta el actual nivel de endeudamiento.  En lugar de depender de la deuda para financiar la APS, la estrategia debería centrarse en la cancelación de las deudas y aumentar la financiación pública interna para reponer la APS. También debería aumentar la cobertura de los servicios sanitarios esenciales y el desarrollo de sistemas sostenibles.

Es necesario organizar los servicios sanitarios como un bien público y no como una mercancía que se compra a un abanico de proveedores a través de mecanismos de libre mercado. Los gobiernos deberían tomar con cautela la idea de «cobertura sanitaria universal» y reconvertirla en «acceso universal» a servicios asequibles, impulsados por el sector público, accesibles y descentralizados para garantizar la protección financiera de los miles de millones más pobres y vulnerables del mundo. Hay que reiterar que la APS no es una inversión financiable y que no deben promoverse los préstamos como medio para promover la APS o el «acceso universal».

Esto exige un cambio hacia proveedores de atención sanitaria pública que supervisen la prestación de la atención sanitaria, centrándose en garantizar la calidad, la eficiencia, la distribución justa de los recursos y la mejora de la salud de la población. Los mecanismos de financiación deberían basarse principalmente en los impuestos o la seguridad social, con una transición gradual hacia un sistema de pagador único que sea equitativo y sostenible. A medida que nos acercamos a la próxima Asamblea Mundial de la Salud, los miembros de la OMS deberían hacer de este cambio de paradigma una prioridad."                

(WHO-Watch Team , Peoples Dispach, 05/05/24, traducción DEEPL)

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