19.6.24

Terrestres: como revista de ecología política francesa, los acontecimientos electorales de esta semana son apremiantes. El aventurerismo de un Presidente desesperado (Macron), y la radicalización del escenario electoral están abriendo las puertas del poder a la extrema derecha. ¿Cómo podemos emprender acciones eficaces, en las urnas y en otros lugares? Los contratos subvencionados o una renta digna para los agricultores que, con todas sus imperfecciones, son susceptibles de abrir agujeros de ratón en el muro de la violencia económica... ¿No sería una actualización ecológica de las instituciones de seguridad social de 1946, una reivindicación en sintonía con las demandas y ansiedades del presente?

"EDITORIAL – Como medio de comunicación, y más aún como revista de ecología política, los acontecimientos electorales de esta semana son apremiantes. El aventurerismo de un Presidente desesperado y la radicalización del escenario electoral están abriendo las puertas del poder a la extrema derecha. ¿Cómo podemos interpretar lo que nos está pasando y emprender acciones eficaces, en las urnas y en otros lugares?

Más cerca de las luchas y experimentos políticos radicales que de los partidos establecidos, Terrestres lleva mucho tiempo interesada en desafiar al capitalismo e inventar alternativas concretas. Estas formas de oposición y confrontación con el orden social se expresan en dos tácticas de ruptura poderosas y plenamente legítimas: la huida (de los espacios dominados por el capitalismo) y la resistencia (contra las instituciones y los efectos del capitalismo).

Pero ahora nos ha golpeado una situación política que nos obliga a considerar lo que hemos estado descuidando: la política electoral. Porque junto a la huida y la resistencia, otras tácticas de lenta ruptura también forman parte del movimiento revolucionario de lo que el sociólogo Erik Olin Wright llamó «la erosión del capitalismo«1

Domesticar

En primer lugar, está la táctica de domesticar ciertos sectores del capitalismo. Esto implica el juego electoral e institucional, y la existencia de poderosas fuerzas de izquierda lo más radicales posible. Esta parte del trabajo político, por impura y a menudo frustrante que sea, quizá no deba descuidarse. Reformar la ley y doblegarla a la izquierda puede facilitar otras tácticas: desde la profundización de las normas medioambientales, que complementan la ocupación de una Zad, hasta la defensa de las conquistas sociales, los contratos subvencionados o una renta digna para los agricultores que, con todas sus imperfecciones, son susceptibles de abrir agujeros de ratón en el muro de la violencia económica y estatal, que conducen a otras vidas. 

Desmantelar

La segunda táctica que podría activarse e invertirse es la del desmantelamiento. Para Wright, el término no se refiere a acciones para «desarmar» infraestructuras, como las llevadas a cabo por movimientos como los Land Uprisings, sino al trabajo político que protege y profundiza las brechas existentes, aquellos espacios donde el capitalismo ha sido parcialmente desmantelado y donde ya existen otras formas de hacer un mundo común dentro del orden dominante. Pensamos ante todo en todas las seguridades sociales históricas, como tantas conquistas del mercado, a defender y actualizar en el presente. Pero esta táctica también nos invita a crear e inventar nuevos resquicios institucionales en el orden capitalista, a desmantelar los mercados y las instituciones.

Para Wright, una organización socioeconómica nunca es pura, y toda revolución exitosa consiste en actualizar una red de contrainstituciones que la preexisten, a diferentes escalas, ya se trate de instituciones de evasión, de domesticación, de resistencia o de desmantelamiento. Si no defendemos algunas de estas contrainstituciones, ¿no nos estamos privando colectivamente de una poderosa herramienta política para anclar nuestras propuestas y reflexiones políticas? ¿No sería una actualización ecológica de las instituciones de seguridad social de 1946, por poner sólo un ejemplo, una reivindicación en sintonía con las demandas y ansiedades del presente? ¿Qué podría ser más convincente, incluso desde una perspectiva electoral y programática? Desde este punto de vista, sumarse a la lucha contra el desmantelamiento implica luchar contra cualquier captura de la idea misma de seguridad común por parte de quienes sólo defienden su sentido xenófobo, autoritario y policial.

Componer

¿No habría que intentar mejorar los vínculos entre estas cuatro estrategias? Sería también una forma de remediar la falta de correlación entre el escenario electoral, cada vez más a la derecha, y la evolución real de la sociedad, que según politólogos y sociólogos se inclina sin embargo hacia una mayor inclusión e igualdad2, a partir de la toma de conciencia de la emergencia ecológica. Tal vez hayamos actuado y pensado demasiado en mantener una distancia casi sanitaria con respecto a las votaciones y los programas, como si el ámbito electoral y el trabajo político que conlleva fueran coto privado de las burocracias de los partidos.

No perdemos de vista a los poderes pre-fascistas y a los bollorizados medios de comunicación dominantes, que son criminalmente responsables de los acontecimientos de los últimos días. Ni tampoco a la izquierda partidista, que ha perdido su credibilidad cada vez que ha estado en el poder, y que es en gran parte responsable de su propia desaparición.

Sin embargo, también parece importante reflexionar sobre los límites de nuestras tácticas cuando nos aíslan de los componentes más institucionales de la izquierda, en particular de los sindicatos. Tras la amargura de los resultados y el vértigo provocado por la odiosa partida de póquer del ejecutivo, es esencial que las fuerzas de la izquierda levanten juntas la cabeza. Esto significa defender la unidad, aunque sólo sea como medida de higiene política elemental. Como nos recuerdan útilmente nuestros camaradas de la revista Contretemps, esta «unidad es una lucha3«, cuyo objetivo puede y debe ser «reconstruir una izquierda de masas sobre bases radicales», poniendo en marcha instituciones políticas más acordes con la sociedad y las movilizaciones.

En otras palabras, defender el sindicato significa también recordar constantemente al conjunto de la izquierda su horizonte revolucionario, es decir, ecologista, feminista, antirracista, decolonial, decrecentista y anticapitalista. Lo que significa también tener presente que, antes de luchar por las ideas, luchamos por desarmar los cimientos de un mundo bélico, desigual, autoritario, mercantilizado, con los más vulnerables y por la emancipación de todos, humanos y no humanos.

Tras la «convergencia de las luchas» y la «complementariedad de las tácticas», veamos la articulación de las estrategias, y las posibilidades de unirnos sin transigir. Sin dejar de librar nuestras luchas fuera del marco de los partidos y de la política institucional, tenemos que reconocer la necesidad de actuar amplia y urgentemente para evitar una catástrofe electoral, incluso si eso significa volver, junto a nuestros otros compromisos, a prácticas políticas que a veces hemos abandonado durante mucho tiempo: desde el simple voto hasta la participación activa en una campaña electoral. El antifascismo se combatirá tanto en las urnas como en la defensa concreta y autoorganizada de los territorios amenazados por la depredación capitalista.

Como editores de Terrestres, nos proponemos continuar y ampliar -pase lo que pase- nuestra contribución, por modesta que sea, a la vinculación de los conocimientos intelectuales y prácticos, las investigaciones y el compromiso que llevamos a cabo desde hace más de 5 años. Es un trabajo lento, paciente, exigente, a veces cruelmente desfasado cuando se contrasta con la urgencia y la tragedia de los acontecimientos actuales. Pero es un trabajo fundamental, que esperamos sea útil, y que pretendemos ampliar para empezar a pensar y alimentar todas las batallas contra la administración capitalista de la catástrofe, ya se libren en parlamentos, sindicatos, Zads, granjas o urbanizaciones.

Un espectro de resistencia para seguir diciendo juntos,

¡No Bassaran [lema habitual en la lucha contra las megabalsas impulsadas por el agronegocio francés], No Macadam, No Pasarán!" 

 Notas

  1. Erik Olin Wright, Stratégies anticapitalistes pour le XXIe siècle, La Découverte, 2020, cap. 3[].
  2. «Contrariamente a la retórica de RN, año tras año las encuestas realizadas por la Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos muestran que la aceptación de las minorías y los inmigrantes ha aumentado en los últimos treinta años, impulsada por la renovación generacional, los mayores niveles de educación y la creciente diversidad de la sociedad. Pero esto no se refleja en las urnas. Tampoco las expectativas de justicia social y dignidad en el trabajo que se reflejaron en las protestas masivas contra la reforma de las pensiones. En Francia, como en todas las viejas democracias, la participación electoral es decreciente y socialmente sesgada. (…) Al final, los votos proceden de un electorado más reducido, de más edad, más acomodado, menos diverso y más de derechas que el electorado potencial. Es una fuente de frustración y un enorme potencial electoral que, si se moviliza, podría cambiar el juego», Nonna Mayer, columna de opinión, Le Monde, 10 de junio de 2024, https://www.lemonde.fr/idees/ En la misma línea, véase también Vincent Tiberj, Le Mythe de la droitisation française, Presses universitaires de France, que se publicará en septiembre[].
  3. «La unidad es una lucha. Editorial en la revista Contretemps», 11 de junio de 2024, https://www.contretemps.eu/]"

 (Editorial Terrestres, 17/06/24, traducción DEEPL)

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