"En junio de 2023, y durante ocho noches consecutivas, la rebelión de los banlieu en Francia produjo 24.000 incendios en la vía pública, 12.000 vehículos incinerados, 2.500 edificios dañados y 273 comisarías atacadas. El chispazo había sido el asesinato del joven Nahel por la policía en el municipio de Nanterre, aunque el fondo de la cuestión es el histórico racismo de la sociedad francesa.
Tarik Bouafia tiene 30 años, es hijo de inmigrantes argelinos y creció en las afueras de Lyon, en un banlieu, que suelen ser bloques de edificios rodeados de calles amplias, espacios desangelados, diseñados por urbanistas de mirada utilitaria. Buenos para albergar a la población trabajadora de clase baja y malos para que habite una persona que aspire a algo más que moverse hasta el lugar donde realiza su labor cotidiana.
Hoy
Bouafia vive en Lille y es Doctorando en Historia Contemporánea de
América Latina en la Universidad de la Sorbonne. Su mirada parte de la
vivencia en esa realidad, pero su reflexión la trasciende y aporta
elementos para que, quienes lo vemos desde lejos, podamos comprender el
fragmentado mosaico de la sociedad francesa actual.
Un año atrás Francia vivía una rebelión social en los suburbios. ¿Qué pasó en este tiempo transcurrido?
La
situación empeoró, el consenso neoliberal siguió vigente y la base
electoral de Macron es tan débil que no tiene otro mecanismo para
gobernar que no sea aplicar ciertos grados de violencia. Por eso, la
represión va en alza, no a la baja. Además, compite contra la derecha de
Le Pen y, para disputarse esos votos, una de las formas de hacerlo es
viendo quién es más partidario de la mano dura. A finales de 2023
implementó una ley en contra de la inmigración, una ley muy restrictiva
que fue votada por el partido de Macron con los votos de Le Pen y sus
diputados. Le Pen dijo que era una victoria ideológica. Lo que tenemos
es una tendencia de radicalización hacia la derecha.
¿Cómo se llega a esta situación donde una fuerza política racista puede gobernar Francia?
Hace
muchos años que hay una campaña de normalización del Frente Nacional
donde los medios retoman su agenda con temas como la inmigración, los
extranjeros, los musulmanes. La clase política en casi su totalidad
promueve esas ideas, ya que adoptó sus términos y utiliza los mismos
vocabularios. Inclusive adopta leyes que el Frente Nacional promovería
si fuera gobierno.
Hoy
lo que el sistema político visualiza como amenaza ya no es el Frente
Nacional, que está normalizado. La amenaza al sistema es el Frente
Popular y muy particularmente Jean Luc Melenchon. Mientras se normaliza a
Le Pen hay una campaña mediática constante y brutal contra Melenchon.
Macron ya sabe que va a perder y lo que quiere es que gane el Frente
Nacional, porque en términos económicos y sociales, es mucho más cercano
a él que al Frente Popular.
Después
de un año, Francia pasó de una rebelión social protagonizada por la
población racializada a estar en la puerta de la elección de un gobierno
que promueve el racismo, ¿cómo se explica esa contradicción?
Hay
que partir de la historia colonial de Francia para entender esa
continuidad entre la dominación colonial —afuera— y el tratamiento a los
musulmanes, los árabes, los negros y ahora a los hijos de los
inmigrantes —adentro—, porque proviene de los mismos espacios
geográficos, de la zona del no ser, como decía Franz Fannon. Personas
que nunca fueron consideradas ciudadanas. Ni siquiera eran consideradas
seres humanos. Francia trata de mostrarse como el país de los Derechos
Humanos y del Universalismo y en realidad es un país de un
particularismo excluyente e intolerante. Lo que ellos consideran
universal es su propia cultura, su propia civilización, su propia manera
de ver el mundo.
Hay textos jurídicos muy violentos en contra de los negros. El Código del Indígena que implementaron en 1881, en el momento de la gran expansión imperial después de la conferencia de Berlín, era muy importante, regía la vida de los indígenas en Argelia, en Túnez, etcétera. Ningún otro país generó un texto jurídico semejante. Es la continuidad del Código Negro de 1685 que tenía por objetivo una organización social basada en una jerarquía socio-racial en donde los colonos sean los dominantes. En eso Francia tiene una especificidad muy importante que se expresa hasta el día de hoy.
¿En qué otros aspectos se consolida esa identidad nacional?
La
afirmación de una comunidad nacional se apoya en una lengua, en una
frontera y dialécticamente —que significa también negativamente— esa
afirmación de una nacionalidad y de una superioridad francesa se hizo
contra el mundo colonial del Magreb considerado inferior, ese otro, esa
alteridad absoluta y radical, opuesta a la civilización francesa. Ese
esquema sigue estando muy vigente en el imaginario francés en las
representaciones sociales y raciales en Francia. El Frente Nacional, las
ideas que promueve, es un producto de ese imaginario y al mismo tiempo
un vector para su promoción.
¿Qué otros factores además del racial explican la evolución?
Se
combina con una situación social catastrófica. En la periferia de París
mucha gente vive en condiciones materiales de existencia muy precarias
que también tienen que ver con las políticas de privatizaciones, de un
Estado que va perdiendo presencia. Ese contexto social es explosivo. Si
hay una reivindicación permanente es la dignidad, que ya nuestros
abuelos y padres, cuando llegaron a Francia en los años 60 y trabajaban
en las fábricas, la reivindicaban. La dignidad entendida como la
exigencia de ser tratados como un ser humano y no como un perro. La
policía habla a los jóvenes considerándolos como una mierda. Y ese
sentimiento de no ser respetados y ser humillados explota en cualquier
ocasión. Por eso no fue extraño lo que pasó. Hubiera sido más asombroso
que no ocurriera.
¿Cuál es la composición social de los banlieu?
Un
perfil típico es una mujer que trabaja en limpieza —era el caso de mi
madre—, un hombre que trabaja en seguridad —obreros hay cada vez menos— y
jóvenes que trabajan mediante aplicaciones como Uber ya sea en
bicicleta, moto o auto. Hay pocos servicios públicos. Antes la atención
médica en estas zonas era accesible, hoy es cada vez más difícil. Las
escuelas públicas están saturadas con 40 o 45 alumnos por clase. Faltan
profesores y los profesionales de la salud no quieren tomar los puestos
porque los salarios son muy bajos
Se suele decir que esta población no está integrada.
El
propio concepto de integración ya lo dice todo porque quien se integra
en una sociedad es una persona que viene desde fuera, una persona que
viene del extranjero. Ese no es el componente principal en la rebelión.
Estamos hablando de jóvenes nacidos en Francia que son hijos de primera,
segunda o hasta tercera generación de inmigrantes, que ya no hablan el
idioma de sus padres. Sin embargo, como la herencia racista impregna
toda la vida social en Francia, yo que soy francés de nacimiento, que
hablo el idioma, fui a la escuela, hice deportes en este país, nunca
llegaré a ser un francés para ellos.
A la vez, hay personas con ascendencia árabe que toman la idea de la integración y quieren ser los mejores franceses: cantan el himno y dan nombres franceses a sus hijos, pero eso no cambia nada porque es una barrera étnica y racial, por lo tanto infranqueable. Entonces terminan decepcionados en ese intento de dar lo mejor de sí, porque llegan al centro de París y la policía los maltrata porque tienen cara de árabe o porque son negros.
¿Qué papel juega la policía en este proceso?
Es
cada vez más importante. Hoy los sindicatos de la policía tienen una
fuerza tremenda. Más del 50% de los policías vota al Frente Nacional. Es
uno de los síntomas más importantes de la radicalización autoritaria y
racista del Estado en estos años. Los atentados terroristas del 2015 se
usaron como excusa para medidas autoritarias que quedaron de modo
permanente y que las padecemos principalmente las poblaciones
racializadas.
La
policía concibe su trabajo como una misión de salvación de Francia en
contra de un enemigo interno, unos bárbaros que hay que civilizar. Eso
también se inscribe en la continuidad colonial. Hace unos años se
intentó abolir la práctica de inmovilizar a un detenido apoyando la
rodilla en la espalda. No se pudo hacer por la acción de los sindicatos
de la policía. Esa imagen explica la situación.
¿Por qué crees que revueltas semejantes no se suscitan en otros países europeos?
Hay
configuraciones distintas. Gran Bretaña, cuyo pasado también es
fuertemente colonial, tiene otro modelo hacia los inmigrantes distinto
al de Francia donde existe una obsesión islamófoba. Obsesión también
acerca de la laicidad, un odio a la religión, y a una intolerancia que
no se vive en países como Gran Bretaña o Estados Unidos donde se
promueve cierto multiculturalismo con canales de expresión y visibilidad
más importantes que en Francia.
¿Cómo se expresa la islamofobia?
Cuando
en 1905 surge la laicicidad, con una ley muy progresista, el proceso de
secularización e independencia del Estado frente a las autoridades
católicas y religiosas iba contra un enemigo muy fuerte. Pero a partir
de la década de los 90 y los 2000, ocurre lo que algunos autores
llamaron una revolución conservadora en la laicicidad, que en su sentido
original era progresista, y se convirtió en una reivindicación
ideológica reaccionaria en contra de la visibilidad de los musulmanes,
sobre todo de las mujeres musulmanas que llevan el velo. Esto empezó a
finales de los años 80 cuando algunos directivos impedían el acceso a
los colegios a niñas de 13 y 14 años que tenían velo. En ese entonces
hubo disturbios y hubo conflictos.
¿Por qué se genera esa distorsión del concepto de la laicicidad?
La
ley de separación de la Iglesia y el Estado decía que sus agentes —el
policía, el maestro, el enfermero— tenían que ser neutrales. Lo que
ocurrió es que, a partir de la visibilidad de los musulmanes,
invirtieron esa laicidad a los usuarios de los servicios públicos en
lugar de a los agentes estatales. Ahí hay un hito de cómo el concepto se
convirtió en una referencia ideológica que antes era convocada por
sectores progresistas en contra de la dominación y la autoridad
católica, y ahora es la bandera de la islamofobia y del racismo.
¿Las protestas del año pasado dejaron algún saldo organizativo que exprese a esos sectores sociales?
Eso
es lo que falta y es un problema. En la periferia y en los barrios se
carece de canales de expresión capaces de formular reivindicaciones y
programas, de plasmar una relación de fuerzas en contra de la policía y
del Estado. Bajo esa carencia es que existen innumerables revueltas que
no son canalizadas en el sentido de una transformación. El Estado
francés sabe la peligrosidad que constituye ese tipo de barrios y lo
peligroso que sería una organización masiva de esos jóvenes. Por eso
siempre trató de institucionalizar y canalizar la protesta a través de
organizaciones creadas desde el Estado.
En
siete años hubo cuatro manifestaciones masivas. En 2016 la conocida
como Nuit Debout, la de los Chalecos Amarillos en 2018, y en 2023 la
Reforma Jubilatoria y luego los banlieu. ¿Se podría trazar un denominador común entre ellas?
Algo
fundamental que las diferencia es la franja social a la que afecta. En
2018, cuando la policía reprime de manera brutal a los Chalecos
Amarillos —esa rebelión que viene del interior pero que llega al centro
de París—, muchos teóricos antirracistas en Francia trataron de
problematizar por qué los jóvenes habitantes de la periferia no se
levantaron a acompañarlos. Una de las cuestiones es la clara división
racial entre los blancos —aun si son pobres— y la gente de la periferia,
aunque ambos sufran las mismas consecuencias del neoliberalismo. Cuando
los Chalecos exhortaban a que luchen con ellos, los de la periferia
recordaron lo que sucedió en la revuelta de 2005, cuando los obreros
blancos no se solidarizaron. Algunos, incluso, condenaron dichas
revueltas. " (Pablo Gandolfo , Clarisa Busemi, El Salto, 30/06/24)
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