2.10.24

La inmigración apenas tiene impacto sobre el empleo y los salarios... los extranjeros son discriminados en el mercado laboral. A partir de ahí, es difícil concebir que alguien que sufre discriminación arrebate su puesto de trabajo a alguien que no la padece. A iguales competencias, los extranjeros no acceden a un empleo mas que si los nacionales dejan de cubrirlo... así pues, los extranjeros sólo encuentran trabajo si hay escasez de nacionales, y se concentran en determinados sectores... Un ejemplo típico es el de las niñeras, habituales en las ciudades donde abunda la mano de obra extranjera. De rebote, las mujeres autóctonas trabajan más, lo que incrementa sus salarios... Además son más jóvenes lo que se traduce en una contribución positiva a la población activa de esos países, algo crucial en nuestras sociedades envejecidas... el impacto de los inmigrantes es positivo en la economía francesa (Hippolyte d’Albis, Escuela de Economía de París)

 "(...) Entre los temores asociados a la inmigración, aquellos relativos al empleo y a los salarios son con frecuencia presentados como los más racionales. Así, en los primeros cursos de economía, se enseña que un mercado puede estar representado por una oferta y una demanda, y que conviene considerar los precios que se forman en dicho mercado como el resultado de su igualación. Transpuesta al mercado del trabajo, esa representación sugiere que la inmigración incrementará la oferta de trabajo y eso tenderá a rebajar su “precio”, es decir los salarios. Si los salarios son rígidos a la baja – en particular, si existe un salario mínimo interprofesional -, se supone entonces que la inmigración engendrará una oferta excesiva de trabajo, lo que se materializará en un incremento del desempleo. El temor a propósito de los salarios concierne, pues, a los trabajadores más bien cualificados de aquellos sectores abiertos a la contratación de personas extranjera

            Numerosos trabajos empíricos se han preguntado si ese razonamiento intuitivo se veía corroborado por los hechos. Los estudios más concluyentes han analizado algunos acontecimientos excepcionales, como la expulsión por parte del régimen de Fidel Castro de 125.000 cubanos que, entre abril y octubre de 1980, abandonaron el puerto de Mariel para refugiarse en Miami. El economista canadiense David Card ha demostrado que esta afluencia de extranjeros no tuvo repercusiones sobre los salarios ni el nivel de desempleo de la ciudad de acogida. Profesora de economía en la universidad Rutgers y anteriormente economista en jefe del Departamento de Trabajo de Estados Unidos desde 2013 a 2015, Jennifer Hunt se ha interesado, por su parte, al caso de los 900.000 repatriados de Argelia en 1962. Demuestra que este notable choque migratorio tuvo un impacto mínimo sobre los índices de paro y sobre los salarios en Francia.

            Estos estudios son célebres, puesto que su contexto histórico brinda unas muestras de grandes dimensiones, algo rarísimo en las ciencias sociales. En particular, la precipitación de las salidas observada en esos dos acontecimientos permite eliminar un sesgo estadístico importante con el que choca el análisis habitual de las migraciones: dado que los inmigrantes se dirigen prioritariamente hacia destinos donde el mercado laboral es pujante, resulta poco creíble interpretar de modo causal la correlación entre la inmigración y el desempleo.

            Sin embargo, las experiencias naturales engendradas por los refugiados cubanos y los repatriados de Argelia son al mismo tiempo antiguas y muy particulares. Permiten trabajos estadísticos solventes, pero no bastan para convencer. Así pues, han sido completadas por un vasto conjunto de estudios estadísticos que tratan de evaluar el efecto de la inmigración sobre el mercado de trabajo en números países y en distintas épocas, tratando el mencionado sesgo de la manera más apropiada posible. Por lo que respecta a Francia, el estudio más reciente ha sido realizado por los universitarios Gianluca Orefice y Giovanni Peri, que han analizado el conjunto de las contrataciones industriales entre 1995 y 2005. Los autores concluyen que el incremento de la proporción de trabajadores extranjeros en un determinado nicho de empleo comporta una mejora de la vinculación entre empresas y asalariados, compensando el esperado efecto negativo sobre el salario.

            A contrapelo de lo que sugiere el razonamiento basado en la oferta y la demanda, el consenso que emerge de los trabajos empíricos es que, globalmente, la inmigración tiene escaso impacto sobre el paro y los salarios. Podemos avanzar tres razones principales para que esto sea así. En primer lugar, los extranjeros son discriminados en el mercado laboral. A veces, por razones objetivas, como un conocimiento menor de la lengua o de las costumbres, pero en otras ocasiones también por pura xenofobia. A partir de ahí, es difícil concebir que alguien que sufre discriminación arrebate su puesto de trabajo a alguien que no la padece. A iguales competencias, los extranjeros no acceden a un empleo mas que si los nacionales dejan de cubrirlo.

Contribución positiva  

          Ese principio está, por otra parte, institucionalizado: para obtener un permiso de residencia por motivos de trabajo, es necesario que el futuro empleador demuestre la ausencia de la competencia demandada en su entorno laboral. El procedimiento a seguir está establecido a partir de una lista, confeccionada por la administración, de los oficios calificados como ”tensionados”, lo que justamente significa que se requieren candidatos para ejercerlos. La economista del trabajo Sara Signorelli ha demostrado recientemente que una reforma de 2008 de la lista, que favorecía la contratación de trabajadores extranjeros cualificados, apenas tuvo impacto sobre los salarios de los trabajadores nacionales.

            La segunda razón se desprende de la primera. Los extranjeros se concentran en determinados sectores de actividad. Un estudio del ministerio de Trabajo revela que, en 2017, los extranjeros representaban un 10% del empleo total, pero cerca del 39% del empleo doméstico, más del 28% de los empleos de vigilancia, el 27% de los obreros no cualificados de la construcción, el 22% de empleados de cocina, etc. En todos esos oficios, los salarios son sensiblemente inferiores a la media, y podríamos concluir, por un efecto de composición, que los extranjeros provocan la caída del salario medio. Pero eso equivaldría a ignorar que tales empleos son útiles y que, si no fuesen ocupados, los otros empleos serían sin duda peor remunerados. Un ejemplo típico es el de las niñeras, habituales en las ciudades donde abunda la mano de obra extranjera. De rebote, observamos que las mujeres autóctonas trabajan más, lo que incrementa sus salarios. Este tipo de externalidad engendrada por el empleo de los inmigrantes es típicamente ignorado por los estudios microeconómicos, que de hecho subestiman los efectos económicos positivos de la inmigración.

            La tercera razón extiende esta última a todos los efectos macroeconómicos de la migración. En particular, los inmigrantes son en general más jóvenes que el resto de la población de los países de acogida. Esta realidad demográfica se traduce en una contribución positiva de la inmigración a la población activa de esos países, algo crucial en nuestras sociedades envejecidas. Este efecto sobre el nivel general del empleo tiene un impacto favorable por cuanto se refiere a la creación de riqueza e incluso al equilibrio de las finanzas públicas. Y es en las economías más prósperas donde se dan los salarios más elevados."

 ( Hippolyte d’Albis profesor de la Escuela de Economía de París y vicepresidente de Círculo de Economistas. Lluís Rabell, blog, 29/09/24, fuente Le Monde, 27/09/24)

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