22.8.25

¿La base obrera de Trump se volverá en su contra? Trump aprovechó la rabia de la clase trabajadora. Todo lo que necesitó para atraer a los votantes que los demócratas habían abandonado hacía tiempo fueron algunas elucubraciones incoherentes sobre un país “quebrado” y la “carnicería” que unas élites egoístas e irresponsables le habían infligido a gente como ellos... Los demócratas esperan y rezan para que, cuando el dolor del Proyecto de Ley Grande y Hermoso de Trump empiece a hacer mella, los trabajadores lo abandonen... Como un Robin Hood para los ricos, Trump utilizó el mandato que recibió de los estadounidenses más pobres para recortar drásticamente los servicios sociales y médicos de los que dependen, mientras entregaba enormes dádivas a los estadounidenses más ricos. Yo también espero y rezo para que la base de la clase trabajadora de Trump se rebele contra un presidente que los ha traicionado tan fácilmente. Pero sospecho que no lo harán... para ello, Trump vende dos sueños entrelazados. Uno es el sueño de las cripto riquezas... Un segmento significativo de su movimiento MAGA, ciego ante los enormes riesgos de esta nueva variante de la mentalidad de “algo a cambio de nada”, sueña con futuras fuentes de ingresos no salariales. Puede que Trump les esté robando los cupones de alimentos y Medicaid, pero es el hechicero de formas mágicas de riqueza... El segundo sueño es el equivalente trumpiano del triunfo de Estados Unidos en la Guerra Fría, la creencia de que el mundo está pagando por el renacimiento de Estados Unidos... ambos pueden ser suficientes para proteger a Trump de la furia de su traicionada base trabajadora (Yanis Varoufakis)

 "ATENAS – El Partido Republicano de Estados Unidos es algo atípico entre las fuerzas políticas occidentales. Mientras que los demócratas estadounidenses, los conservadores británicos y los socialdemócratas alemanes abrazaron la austeridad en las últimas décadas en un intento equivocado de contener la deuda pública, los republicanos nunca buscaron realmente la reducción fiscal. Aunque los republicanos, desde Richard Nixon hasta Ronald Reagan y George W. Bush, hicieron campaña contra el “gobierno grande”, una vez en el poder inflaron los déficits con recortes fiscales para los ricos y nuevos gastos militares gigantescos.

Sin embargo, el objetivo de los republicanos seguía siendo austero en su núcleo moral. Los recortes del gasto público se centraron en el apoyo a la clase trabajadora dentro de unos presupuestos que inflaban intencionadamente el déficit en nombre de los ricos. “Matar de hambre a la bestia” significaba recortar los programas de bienestar social de Estados Unidos -al mismo tiempo que se pedía más dinero prestado en nombre de los ricos.

Desde este punto de vista, Donald Trump es la quintaesencia del republicano de posguerra. Aprovechando el atractivo de las Grandes Tecnológicas, las stablecoins, los bajos impuestos corporativos, la amenaza de aranceles y, como cada uno de sus antecesores, el poder inigualable del dólar para atraer capital extranjero, apostó a que el aumento del déficit lograría un objetivo republicano consagrado: provocar el suficiente frenesí de austeridad en el Congreso como para recortar la Seguridad Social y Medicaid.

Incluso para los estándares sin restricciones de la política de clase republicana, el Proyecto de Ley Grande y Hermoso de Trump es extraordinario. Una vez más, se sacrificaron los viejos pretextos para la austeridad (“responsabilidad fiscal”, “reducción de la deuda”) en el altar del verdadero objetivo: desmantelar el apoyo estatal a la mayoría mientras se enriquece a unos pocos.

Pero ahí es donde debe terminar la comparación entre Trump y los presidentes republicanos anteriores. Los llamados demócratas de Reagan -que, al igual que los partidarios de la clase trabajadora de Margaret Thatcher en el Reino Unido, mantuvieron a la derecha en el poder durante toda la década de 1980 y después- se beneficiaron de unos ingresos promedio más altos para los trabajadores que tuvieron la suerte de conservar sus puestos de trabajo en medio de pérdidas masivas de empleo. Pero no pudieron escapar indefinidamente de la degradación al precariado.

Tras el colapso financiero de 2008, el capitalismo estadounidense cambió para siempre. Mientras se rescataba a los bancos, cada vez más trabajadores con empleos seguros y de alta calidad se encontraban entre los “intocables” que se ganaban la vida a duras penas en trabajos de corta duración, baja remuneración y sin futuro. Mientras que Reagan y los Bush ganaron las elecciones porque los proletarios seguros votaron por ellos y los intocables directamente estaban demasiado desanimados para ir a votar, Trump ganó reuniendo a los intocables, que ahora incluyen un número creciente de proletarios hasta ahora seguros.

Con el telón de fondo del romance abierto de Bill (y Hillary) Clinton con Wall Street, los rescates bancarios de Barack Obama y la estrategia suicida de Joe Biden de decirle a la gente con dificultades que los demócratas habían conseguido una economía “excelente”, Trump aprovechó la rabia de la clase trabajadora. Todo lo que necesitó para atraer a los votantes que los demócratas habían abandonado hacía tiempo fueron algunas elucubraciones incoherentes sobre un país “quebrado” y la “carnicería” que unas élites egoístas e irresponsables le habían infligido a gente como ellos.

Los demócratas esperan y rezan para que, cuando el dolor del Proyecto de Ley Grande y Hermoso de Trump empiece a hacer mella, los trabajadores lo abandonen. El presupuesto de Trump ha sido, sin lugar a duda, el instrumento más desagradable de la guerra de clases desde los años de Reagan-Thatcher-Bush. Como un Robin Hood para los ricos, Trump utilizó el mandato que recibió de los estadounidenses más pobres para recortar drásticamente los servicios sociales y médicos de los que dependen, mientras entregaba enormes dádivas a los estadounidenses más ricos.

Yo también espero y rezo para que la base de la clase trabajadora de Trump se rebele contra un presidente que los ha traicionado tan fácilmente. Pero sospecho que no lo harán. La clase trabajadora estadounidense no se rebeló contra Reagan cuando sus perspectivas colectivas se hundieron mientras los ricos se hacían más ricos gracias al endeudamiento federal. ¿El motivo? Les vendieron dos sueños entrelazados: ganancias de capital sobre sus viviendas, impulsadas por la burbuja alimentada por la deuda de Reaganomics, que finalmente estalló con efectos devastadores en 2008; y un Estados Unidos resurgente y dominante a nivel global que se había desprendido del lastre de la guerra de Vietnam.

En la actualidad, Trump también vende dos sueños entrelazados. Uno es el sueño de las cripto riquezas, que refleja un novedoso asalto al bien común -una campaña para privatizar el dólar- que los anteriores presidentes republicanos ni siquiera podían imaginar por no existir la tecnología. Junto con el frenesí de la IA, esto ha desencadenado no solo una bonanza para Wall Street y Silicon Valley, sino también un nuevo optimismo entre la base trabajadora de Trump. Un segmento significativo de su movimiento MAGA (“Hagamos que Estados Unidos Sea Grande Otra Vez”), ciego ante los enormes riesgos de esta nueva variante de la mentalidad de “algo a cambio de nada” que llevó a la debacle de las hipotecas de alto riesgo, sueña con futuras fuentes de ingresos no salariales. Puede que Trump les esté robando los cupones de alimentos y Medicaid, pero es el hechicero de formas mágicas de riqueza con un aura “antisistema”.

El segundo sueño es el equivalente trumpiano del triunfo de Estados Unidos en la Guerra Fría. En Fox News, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, fue entrevistado sobre el reciente acuerdo comercial con la Unión Europea que, entre otras concesiones unilaterales a Trump, incluía el compromiso absurdo de la UE de invertir 600.000 millones de dólares en Estados Unidos para 2029. Cuando se le preguntó si esto equivalía a una “apropiación extraterritorial”, Bessent asintió diplomáticamente: “Creo que una buena explicación de eso es que otros países, en esencia, nos están proporcionando un fondo de riqueza soberana”.

En conjunto, la promesa de un árbol de criptomonedas y la creencia de que el mundo está pagando por el renacimiento de Estados Unidos pueden ser suficientes para proteger a Trump de la furia de su traicionada base trabajadora. Si es así, ¿quién cosechará las uvas de la ira cuando finalmente se descubra la estafa de Trump y la rabia acumulada haga surgir una nueva narrativa populista?"

(Yanis Varoufakis , Project Syndicate, 18/08/25)

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