12.12.24

Alemania huye hacia adelante: los problemas que genera el acuerdo con Mercosur... el gran beneficiado sería Alemania, el país bajo cuya sombra se ha tejido el acuerdo. Francia está en contra, y la tensión entre ambos supone una grieta más en unas relaciones deterioradas... En lo que se refiere al sector primario, la oferta de ayudas que permitan compensar las pérdidas no es la solución. Las firmas del sector no quieren subvenciones, sino hacer su trabajo. Empeorar sus condiciones y ofrecer a cambio cantidades del presupuesto no apagará los fuegos; quizá los encienda más, porque suena a indemnización por despido... el acuerdo también formula serias preguntas sobre la economía europea y el camino que debería seguir... Mientras los principales países adoptan posturas proteccionistas, ya sea por el camino de abrir mercados exteriores a sus productos, servicios y capital mediante la amenaza de aranceles, como es el caso estadounidense, o por el impulso estatal a sus empresas, como es el caso chino, la UE está en un lugar indeterminado en el que la única fórmula que conoce es la de insistir en el libre comercio... mientras los principales países utilizan el proteccionismo para captar industria y capital o para impulsar sus empresas, la UE no utilizará los aranceles para proteger su mercado (los empleará, como mucho, como mecanismo de represalia) y tampoco impulsará sus empresas mediante políticas estatales. No jugará con ninguna de las armas de los demás... Desde Coag advierten que, en el sector agroalimentario, los únicos beneficiarios del acuerdo con Mercosur serán las grandes corporaciones... la creación de monopolios y oligopolios, es el horizonte de futuro. Esas dinámicas suelen ser muy perjudiciales para consumidores y empleados, para los Estados y para el mismo mercado, que se ve seriamente perturbado por actores cuyo poder no pueden compensar... Alemania quiere encontrar nuevos espacios de exportación con los que evitar algo de lo que ha estado huyendo durante todos estos años: destinar sus continuos superávits a la inversión en su propio país y a fortalecer el conjunto de la Unión Europea... En el peor de los casos, el acuerdo con Mercosur, si llega a ratificarse, será un punto de fuga para no realizar, ni en Europa ni en Sudamérica, los cambios económicos necesarios (Esteban Hernández)

 "Muchos años después de lo previsto, se ha convertido en un lugar común asegurar que la Unión Europea no ha aprendido a hablar el lenguaje del poder. La afirmación suele referirse a la defensa, como acicate para una inversión mucho mayor en armamento, y a la tecnología, ya que la UE se ha quedado atrás respecto de las grandes potencias. Sin embargo, la necesidad de hablar con un lenguaje distinto va más allá de estos ámbitos: Europa se está quedando sin un sitio definido e influyente en el orden internacional.

Mercosur forma parte de un proyecto de recuperación de músculo, y por eso ha sido visto como esencial en Bruselas. El acuerdo lleva mucho tiempo negociándose, a menudo desde la desconfianza de los países americanos, especialmente de Brasil, que siempre ha creído que el Mercosur no llegaría a entrar en vigor a causa de las resistencias europeas, pero también desde la hostilidad de El Elíseo. En Europa, Francia y Polonia lideran la oposición a que el acuerdo se ratifique, mientras que Irlanda y Austria también muestran resistencias, y probablemente la clave esté en Italia. Meloni se ha posicionado de manera favorable al acuerdo siempre y cuando pueda establecer determinadas cláusulas de salvaguarda para su país. Quizá esta sea la fórmula que se utilice para que el acuerdo entre en vigor; la otra opción, la francesa, llevaría a su inaplicación.

Los beneficios

El acuerdo aporta varias ventajas de orden estratégico. En un momento en que EEUU presiona a Europa, un acuerdo de libre comercio con países como Brasil y Argentina será útil para compensar la pérdida de vitalidad de las exportaciones. Al mismo tiempo, permitiría reducir la dependencia de los minerales chinos y diversificar los proveedores en distintas áreas. La UE, además, podría ganar peso en América Latina, una zona geográfica donde China tiene una presencia significativa.

Hay sectores, como el automovilístico y el manufacturero, que saldrán beneficiados del acuerdo si entra en vigor. Son ámbitos importantes en la medida en que EEUU está apostando por la captación de industrias y capitales, y China por la expansión de su influencia y de sus empresas. La industria europea sufrirá tensiones que pueden verse compensadas por la apertura de los mercados sudamericanos.

Problemas menores y mayores

Por el lado de las dificultades, aparece la oposición de los sectores agrícolas de diferentes países, que ya han manifestado su total desacuerdo. Pero ese es el inconveniente menor. En primera instancia, el gran beneficiado sería Alemania, el país bajo cuya sombra se ha tejido el acuerdo. Francia está en contra, y la tensión entre ambos supone una grieta más en unas relaciones deterioradas. El viejo núcleo de la UE cada vez está más alejado, lo que implica no solamente la necesidad de nuevos equilibrios internos, sino una tendencia hacia la disgregación cada vez más acentuada en el continente. La debilidad institucional de una Unión construida alrededor de una moneda, sin estructura política que le permita actuar con la cohesión y rapidez de un Estado, le hace pasar por pruebas, como el Mercosur, que resultan complicadas de superar.

Las derechas extremas y populistas quieren un margen de acción nacional respecto de la UE, y el acuerdo ayudará a que crezcan

En segunda instancia aparece el elemento ideológico. La ratificación del Mercosur significará una bala más para las derechas populistas y extremas, y es probable que implique un crecimiento de esas opciones en el continente. Hay que insistir no solo en la repercusión electoral que pueda tener en cada país, sino en la mirada de conjunto: esas fuerzas tienen como objetivo recuperar la capacidad de acción nacional, esto es, la soberanía, y un acuerdo de estas características reforzará la urgencia, para muchos actores, de seguir caminos alejados de Bruselas. Por el lado americano, Milei ha formulado resistencias al acuerdo que van en la misma dirección que las derechas europeas.

Sin duda, y en especial en determinados ámbitos, el malestar social aumentará. En lo que se refiere al sector primario, la oferta de ayudas que permitan compensar las pérdidas no es la solución. Las firmas del sector no quieren subvenciones, sino hacer su trabajo. Empeorar sus condiciones y ofrecer a cambio cantidades del presupuesto no apagará los fuegos; quizá los encienda más, porque suena a indemnización por despido.

Ganar y perder al mismo tiempo

En lo que se refiere a Mercosur, no hay movimiento ganador. Mientras Bruselas puede percibir claramente las ventajas del acuerdo, los intereses nacionales divergen e incluso hay claras diferencias entre distintos sectores del mismo Estado. Pero más allá de la articulación deficiente de la UE, de sus tensiones entre países y de un creciente sentimiento anti-UE en poblaciones que apenas discutían las ventajas de la pertenencia, el acuerdo también formula serias preguntas sobre la economía europea y el camino que debería seguir.

Ante los desafíos que supone que supone la recomposición del orden internacional, la UE ha optado por redoblar la apuesta

La UE está en un momento económico complicado que no le permite desechar fuentes de ingresos, y el acuerdo es una de ellas, pero al mismo tiempo, cada paso que dé en el sentido de la apertura al exterior le llevará a desequilibrios internos más profundos. Lo que gana por una parte lo pierde por otra, y existe una falta de consciencia preocupante sobre ese punto.

Da la sensación de que ha decidido, frente a los problemas que supone la recomposición del orden internacional, redoblar la apuesta. Mientras los principales países adoptan posturas proteccionistas, ya sea por el camino de abrir mercados exteriores a sus productos, servicios y capital mediante la amenaza de aranceles, como es el caso estadounidense, o por el impulso estatal a sus empresas, como es el caso chino, la UE está en un lugar indeterminado en el que la única fórmula que conoce es la de insistir en el libre comercio. Lo afirma expresamente Von der Leyen: “Mientras otras potencias avanzan en la dirección opuesta, nosotros elegimos permanecer unidos en el escenario mundial, en pos de un comercio más libre y más justo”.

El punto de fuga

La UE necesita hablar el lenguaje del poder, y eso supone contar con fortalezas propias. Una parte importante de ellas se construye mediante una economía que mira hacia el interior en lugar de estar volcada hacia el exterior. Eso implica un énfasis especial en el capital productivo, en la inversión destinada a desarrollar capacidades internas. Esa es una lección olvidada por Europa durante las últimas décadas (y el mal alemán nace de este déficit). Ni siquiera ahora está entendiendo el momento: mientras los principales países utilizan el proteccionismo para captar industria y capital o para impulsar sus empresas, la UE no utilizará los aranceles para proteger su mercado (los empleará, como mucho, como mecanismo de represalia) y tampoco impulsará sus empresas mediante políticas estatales. No jugará con ninguna de las armas de los demás.

Alemania quiere encontrar nuevos espacios de exportación mediante los cuales evitar algo necesario: invertir en su país y en Europa

En segundo lugar, el tipo de economía que ha dominado en los últimos tiempos ha llevado a mecanismos de devaluación salarial para resultar competitivos, a la pérdida de tejido productivo y a la colocación de los capitales excedentes no en oportunidades en los territorios, sino en la esfera financiera, fundamentalmente ligada a Wall Street. Todo esto ha causado, además, una exposición demasiado perniciosa a las perturbaciones en las cadenas de suministro y a los mediadores que dominan las mismas. Buena parte de la inflación de este periodo es consecuencia de ese mal posicionamiento. Y, como efecto inevitable, no solo ha existido una mayor integración de las cadenas, sino una concentración de las mismas, que ha llevado a menos empleo, menos empresas y menos posibilidades comerciales. Desde Coag advierten que, en el sector agroalimentario, los únicos beneficiarios del acuerdo con Mercosur serán las grandes corporaciones, y probablemente tengan razón. Pero su aviso no se circunscribe a un ámbito concreto: la concentración, esto es, la creación de monopolios y oligopolios, es el horizonte de futuro. Esas dinámicas suelen ser muy perjudiciales para consumidores y empleados, para los Estados y para el mismo mercado, que se ve seriamente perturbado por actores cuyo poder no pueden compensar.

En este contexto, el acuerdo con Mercosur no suena a un instrumento para cambiar el paso europeo, sino a una vía de escape a través de la cual intentar que nada cambie. Alemania quiere encontrar nuevos espacios de exportación con los que evitar algo de lo que ha estado huyendo durante todos estos años: destinar sus continuos superávits a la inversión en su propio país y a fortalecer el conjunto de la Unión Europea. Mercosur espera que este acuerdo sirva para generar una seguridad jurídica que permita las inversiones, que es su objetivo prioritario, pero resulta dudoso que ocurra. Europa necesita inversión productiva de manera urgente, pero ni siquiera aquí están comenzando a promoverse. En el peor de los casos, el acuerdo con Mercosur, si llega a ratificarse, será un punto de fuga para no realizar, ni en Europa ni en Sudamérica, los cambios económicos necesarios para adecuarse a un tiempo que habla el lenguaje del poder. No es el primer paso para un renacimiento; suena más a una huida hacia adelante."                  (Esteban Hernández, El Confidencial, 11/12/24)

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