15.9.25

Por su falta de libertades individuales, a mí tampoco me parece deseable su modelo, pero China ha ganado la partida... así que, ¿por qué imitar su modelo? El objeto de la economía sea que el mayor número posible de gente viva de la mejor manera posible, y la variante capitalista china es muy superior a la del mundo occidental, tomado Estados Unidos de América (EUA) como ejemplo comparativo, en el que su pilar fundamental es el neoliberalismo, en el que la desigualdad es benéfica y que, por tanto, conviene impulsar la acumulación de capital por los más ricos sin que importe la situación de los demás... su culminación es el el modelo capitalista ruso, diseñado y construido desde sus orígenes por los neoliberales más fanáticos de occidente, y como en éste, los más turbios negocios particulares guían hoy la política de los Estados de Occidente... bajo el capitalismo la desigualdad tiende a ser extrema y creciente... En el tercio menos rico de cada población el capital personal de los chinos, en dólares y en paridad de poder de compra, es muy superior al de los estadounidenses.... El éxito de China se caracteriza por un lado, evitando que los desfavorecidos de abajo quedasen descolgados y, por otro, vigilando y controlando a las élites en la cúspide para evitar previsibles desmanes. En Rusia y Occidente la gran mayoría ha visto descender su estatus durante décadas y grandes porciones de la población han quedado en la ruina. En China, la inmensa mayoría de su población ha experimentado un continuado proceso de prosperidad... El neoliberalismo es un zombi peligroso que debiera ser enterrado cuanto antes para volver a poner en el centro la lucha contra la desigualdad. A ese fin, no es necesario, afortunadamente, establecer una férrea dictadura bajo un partido único como en China, sino simplemente aplicar políticas que eviten los abusos de las élites económicas y redistribuir los frutos de la actividad económica aplicando progresividad fiscal. Políticas que Occidente puso ya en práctica en tiempos mejores (Luis Molina Temboury)

 "A quienes no soportan el modelo chino debo anticipar que, por su falta de libertades individuales, a mí tampoco me parece deseable, pero como esto es buen espacio para el análisis económico paso a demostrar con datos lo sugerido en el título.

Consideraciones previas

Más allá de confusas definiciones, parece de pura lógica que el objeto de la economía sea que el mayor número posible de gente viva de la mejor manera posible. O sea que, aunque un tipo sea capaz de enviar cohetes a Marte, es necesario medir el bienestar material de todos y cada uno de sus compatriotas, no vaya a ser que en paralelo a su hazaña existan multitudes pasando penurias.

En segundo lugar, hay que aceptar el capitalismo. No es, desde luego, el mejor sistema económico posible, pero, salvado el inclasificable y poco envidiable modelo de Corea del Norte, capitalismo es lo que hay. La posibilidad de sustituir el capitalismo por un sistema alternativo no es objeto de lo que se explica aquí, sino un análisis de la realidad en que nos encontramos.

En tercer lugar, es importante tener en cuenta que no hay dos capitalismos iguales, y que sus variantes marcan la diferencia en el bienestar de la población de cada Estado. Rusia, China o Venezuela siguen hoy modelos tan capitalistas como el de Estados Unidos, o el de Suecia, que se explicaba aquí. Que en China el Partido Comunista dirija y controle su capitalismo no significa en absoluto que China tenga un sistema comunista. Lo que se intenta demostrar es que, en sus resultados medibles, la variante capitalista china es muy superior a la del mundo occidental, tomado Estados Unidos de América (EUA) como ejemplo comparativo.

Y, por último, hay que recordar brevemente el estado evolutivo del capitalismo por bloques, que comentaba en este otro artículo. Desde la irrupción del neoliberalismo capitalista en los años ochenta del siglo XX, todos los países de occidente se han ido sumando con más o menos intensidad a esa corriente ideológica, que propugna el mínimo Estado a través del libre comercio, la desregulación financiera, la desaparición de los sindicatos, la privatización de los servicios de salud, educación y protección social y de las empresas estratégicas.

El pilar fundamental del neoliberalismo es que la desigualdad es benéfica y que, por tanto, conviene impulsar la acumulación de capital por los más ricos sin que importe la situación de los demás, que teóricamente (mágicamente, más bien) se verán favorecidos por esa dinámica. Cuando alguna receta secundaria, como el libre comercio, contradice esa consigna principal se abandona sin reparo para practicar lo contrario, como estamos viendo ahora con los aranceles de Trump, que pretenden compensar las bajadas de impuestos a los ricos recaudando sobre el consumo a riesgo de proscritas subidas de precios. En Europa vivimos una situación similar con la política de austeridad, cuando se aplicaron estrictas regulaciones para que el pueblo llano pagase la deuda por la falta de regulación financiera que había provocado la crisis del 2008. Se pueden encontrar infinitos ejemplos, con los servicios de salud, educación, empresas estratégicas, servicios de emergencia, modelo energético, negocios de la guerra, política de salarios y fiscal… en los que la agenda neoliberal antepone la acumulación de capital hacia la cúspide al bienestar de la mayoría de la población y a cualquier otra consideración de sus propios postulados.

El problema principal del neoliberalismo es que su culminación no es el paraíso libertario que venden Trump o Milei, sino el modelo capitalista ruso, diseñado y construido desde sus orígenes por los neoliberales más fanáticos de occidente. Algunos economistas advertíamos hace largos años de esa indeseable estación de destino, pero a la vista del derrumbe político y moral de occidente, materializado en el genocidio sobre el pueblo palestino, la profecía resultaba optimista. Como ha denunciado la ONU, los más turbios negocios particulares guían hoy la política de los Estados de Occidente.

Enterrar el neoliberalismo es ya cuestión de emergencia, pero el hundimiento del capitalismo occidental poco tiene que ver con el pujante y exitoso capitalismo chino, como vemos a continuación.

Cómo medir el éxito o fracaso económico

Hay un medidor privilegiado del éxito o fracaso de la economía de los ciudadanos en el medio y largo plazo: la desigualdad patrimonial.

El patrimonio no son ingresos o rentas, sino capital o riqueza personal: lo que se tiene una vez descontado lo que se debe. O sea, que si alguien posee una vivienda hipotecada y quiere calcular su riqueza personal tendrá que descontar al valor de mercado de su vivienda lo que todavía le resta por pagar. La suma de las propiedades, descontadas las deudas, representa no solo el estatus actual sino también la historia pasada, pues el capital personal no puede tener su origen más que en ingresos, del salario, de una herencia o de cualquier otra fuente, que han sido ahorrados o acumulados en el tiempo hasta un momento concreto.

Y la forma mejor de medir el reparto del capital personal o patrimonio es a través de cuantiles, un método que consiste en ordenar primero la población por la variable que se quiere observar, en este caso la riqueza o patrimonio, para comparar porciones iguales. Por ejemplo, si las porciones son deciles, podremos comparar la riqueza del diez por ciento de la población que menos tiene, que sería el decil 1, con la del decil 10, el diez por ciento que más tiene, o con el resto de deciles intermedios.

Más preciso es observar la riqueza por centiles, dividida la población en cien partes iguales, pues la acumulación de riqueza bajo el capitalismo tiende a un modelo exponencial que sólo se puede empezar a intuir observando la riqueza del uno por ciento más rico, que abre una sima con el resto de porcentajes. Como se advertía aquí, la desigualdad sigue creciendo cuando se escala hacia arriba, por lo que es importante observar las particiones dentro del uno por ciento en tantos por mil, decenas de mil o centenas de mil de la población. Esas particiones no son relevantes por abajo (la pobreza es muy democrática), pero lo son donde se encuentran las élites económicas.

Compararemos, por tanto, la distribución de la riqueza o patrimonio mediante cuantiles y promedios en China y EUA tomando como fuente estadística los datos del World Inequality Database (WID), que, como se explicaba en el artículo referido anteriormente, es un recurso fiable. Los datos están en dólares USA (se han convertido los yuanes) y en paridad de poder adquisitivo. Ajustado, por tanto, el tipo de cambio con la cantidad de bienes que se puede comprar en cada país. Recordar primero que, aunque la desigualdad de EUA es superior a la de la UE e inferior a la de Rusia, destacado farolillo rojo, todos estos países se han incorporado antes o después al neoliberalismo, y todos ellos han seguido una dinámica similar: la acumulación desorbitada de las élites de arriba y el descuelgue del progreso de la mayoría.

La situación actual tras la incorporación de China al capitalismo

En el gráfico G.1 se representa el patrimonio promedio de los estadounidenses y los chinos en 1995 -con EUA ya entregado al neoliberalismo y China a su peculiar transformación capitalista- en comparación con 2023, el último año con datos disponibles.

En G.1 se observa el enorme éxito del desarrollo capitalista de China, cuya riqueza de los adultos per cápita en 1995 era 19,7 veces inferior a la de los estadounidenses y en 2023 solo 3,2 veces inferior. Los chinos han pasado de ser irrelevantes en la escena económica mundial a convertirse de largo en la primera potencia. Lo veremos después con datos ajustados a la población.

Pero, como los promedios pueden no ser significativos cuando el reparto es muy desigual, lo que ocurre en ambos casos, es preciso investigar la distribución de la riqueza por centiles, para lo que se han elaborado los gráficos G.2 y G.3.

En G.2 se visualiza el reparto del esfuerzo que el conjunto de los estadounidenses ha volcado en la actividad económica, ya sea cargando en un almacén, enseñando a niños en una escuela o invirtiendo en derivados financieros. También está contabilizado el producto de toda su historia anterior, por la revalorización aguda de una modesta vivienda, el fruto de una suculenta herencia o por una ruina sobrevenida. El gráfico es, por tanto, muy significativo del bienestar individual de los estadounidenses.

Para comparar con el reparto de la riqueza en China se ha elaborado G.3, convertidos los yuanes a dólares teniendo en cuenta el poder adquisitivo (en paridad de poder de compra), de la mejor manera comparable posible.

De G.3 se deduce que la riqueza en China sigue un reparto similar al de EUA, lo que confirma un modelo capitalista en ambos países. Bajo el modelo capitalista ruso la desigualdad es mucho mayor que el promedio y en el japonés bastante inferior, pero en todos los países capitalistas la riqueza se despega exagerada hacia arriba en el último centil.

La magnitud de la desigualdad por arriba en ambos gráficos hace muy difícil apreciar lo que ocurre en los dos tercios de abajo de cada población, lo que se consigue ampliando los gráficos y observando sus partes. Para ello, en G.4 a G.6 se representan los datos combinados de G.1 y G.2 bajo un eje de la misma magnitud y dividida la población en tres porciones de treinta y tres centiles cada una, dejando el peculiar uno por ciento aparte. El análisis ampliado de esta pequeña y última porción se hace porque, como se ha comentado, demostró Piketty y se observa en los datos de todos los Estados, bajo el capitalismo la desigualdad tiende a ser extrema y creciente.

Cómo están los ciudadanos de China y de EE. UU. divididos por tercios de población

En G.4 se observa la precaria situación en que se encuentra el tercio menos rico de la población de EUA. La mitad de ellos tiene patrimonio negativo, más deudas que propiedades. En China, sin embargo, ese primer tercio de la población está invariablemente mejor que sus homólogos de EUA. Solo en el primer uno por ciento de los más endeudados, ambas cifras se acercan, con un patrimonio negativo de 48.000$ entre el uno por ciento más pobre de los estadounidenses y -42.000$ en esa misma porción de los chinos; pero en todos los demás porcentajes los chinos están mucho mejor que los estadounidenses, cuya riqueza no comienza a ser positiva hasta el centil 18 de su población.

Comparativamente no hay color. Entre el tercio menos rico de cada población el capital personal de los chinos, en dólares y en paridad de poder de compra, es muy superior al de los estadounidenses.

Sobre el segundo tercio de población, entre los centiles 34 y 66, representado en G.5, la situación es muy diferente. A partir del centil 40 los estadounidenses poseen más patrimonio que los chinos, y la diferencia se abre hacia arriba. Los estadounidenses del centil 66 tienen en promedio 222.000 dólares, frente a los 74.000 de los chinos en ese mismo centil.

Esa ventaja de los estadounidenses se acentúa en el último tercio de la población, como se observa en G.6. Por ejemplo, en el centil 80, el valor promedio del patrimonio de los estadounidenses es 509.000 dólares, mientras que el de los chinos en ese mismo centil es 126.000 dólares, cuatro veces menos. Sin embargo, conforme se avanza en este tramo hacia arriba la diferencia relativa se acorta, lo que significa que los chinos mejor situados van ganando posiciones respecto a los estadounidenses a lo largo del tiempo (recuérdese que la riqueza o patrimonio son rentas netas acumuladas en el tiempo).

La situación del uno por ciento más rico y de la cúspide más arriba

En G.7 se observa que cada uno de los estadounidenses del uno por ciento más rico posee en promedio 17,1 millones de dólares frente a los 4,7 millones de dólares equivalentes en paridad de poder de compra de esa misma porción de los chinos. A diferencia de lo que ocurría con el 33% menos rico de cada país, donde los chinos están mucho mejor situados, queda clara la ventaja de ser rico en EUA respecto a China.

El gráfico G.7 presenta también datos de porciones más pequeñas de la población dentro del uno por ciento más rico. Por ejemplo, entre el uno por mil más rico de cada población los estadounidenses poseen en promedio aproximadamente 91 millones de dólares frente a los 26 millones de los chinos.

Y en lo más alto de la cúspide que se pueda conocer con los datos del WID, el uno por cien mil más rico, cada uno de los chinos posee, en promedio, cerca de mil millones de dólares equivalentes (939. 179.007 $), cuando los estadounidenses en esa porción poseen casi dos mil quinientos millones de dólares en promedio, 2,7 veces más.

Sin embargo, también se aprecia en G.7 que cuanto más se escala hacia la cúspide de la riqueza la diferencia relativa entre los ricos de ambos países se va acortando. Tal vez de ahí derive el nerviosismo de la élite estadounidense en el poder político, que tiene declarada una “guerra” a China en la que los estadounidenses de abajo y el conjunto de los chinos tendría poco interés, porque solo tienen que perder. Volveremos sobre este punto al comentar el gráfico G.9 y en las reflexiones finales.

El poder del capital de los ciudadanos de EEUU y de China

Hasta aquí hemos venido valorando posiciones relativas de la riqueza de los ciudadanos de China y de EEUU calculados sobre determinados porcentajes de cada población, pero hay que tener en cuenta el tamaño de cada población para apreciar su verdadero poder conjunto.

En el año 2023, al que se refieren los datos, los chinos multiplicaban por 4,2 a los estadounidenses (1.410 millones de chinos frente a 337 millones de estadounidenses). Como los datos del WID de los gráficos anteriores se refieren a la población de adultos (la riqueza conjunta de los hogares se ha repartido solo entre los miembros adultos de cada hogar) para el cálculo global hay que tener en cuenta que la proporción de adultos en China es superior a la de EUA: en el año 2023 los chinos adultos eran 4,4 veces más que los estadounidenses adultos (974 millones frente a 219). Con este segundo multiplicador no estaríamos infravalorando la riqueza promedio de los chinos adultos.

Haciendo los cálculos pertinentes se observa en G.8 que China supera ya holgadamente a EUA. Según datos del FMI, el PIB en dólares y en paridad de poder de compra de China ascendía en 2023 a 32,9 billones de dólares, siendo el de EE. UU entonces 26,9 billones. En términos de poder adquisitivo y de producción, por tanto, el “sorpaso” ya se había producido.

Pero lo significativo bajo el capitalismo, más que las rentas anuales o el PIB (ingresos o gastos), es el capital, esto es, la parte de los ingresos que no se ha debido gastar, que son propiedades ahorradas acumuladas y disponibles para invertir o disfrutar. Y aquí, la ventaja de China es muy superior. En conjunto y en todos los niveles sociales, como se observa en G.8.

La riqueza, capital personal o patrimonio de China en 2023, en paridad de poder de compra, era cerca de un 40% superior a la de EEUU (150,2 Bn$ vs. 107,8 Bn$).  Y si se observa el reparto entre la mayoría de abajo, la diferencia es abismal.

El primer 33% de la población china (los que menos tienen) posee en conjunto 3,6 billones de dólares en paridad de poder de compra. Esa misma porción de la población estadounidense suma deudas por valor de 650.000 millones de dólares.

Entre el siguiente 33% de la población según su riqueza (el tramo intermedio, todos ellos ya con propiedades positivas), la diferencia es enorme en su valor absoluto. Los chinos de ese estatus poseen propiedades por 15,2 billones de dólares frente a los 6,7 billones de los estadounidenses.

En el tercer 33% antes del privilegiado 1%, lo que sería la clase media y alta, la diferencia se acorta (86 billones de dólares frente a 64,2), pero en todas las porciones hacia arriba, los ciudadanos más influyentes para imponer sus políticas, los chinos vuelven a aumentar su ventaja, como se observa en G.9.

El uno por cien mil de los ciudadanos adultos de EEUU (los más ricos) en 2023 sumaba 5,5 billones de dólares, cuando en China poseía 9,1 billones, una cifra un 65% superior. Claro está que ese colectivo estadounidense eran solo 2.190 personas frente a 9.740 chinos, pero también hay que considerar que los primeros son un colectivo en feroz competencia por llegar a ser el más rico entre los ricos y los segundos están bajo la batuta vigilante y amenazante del Gobierno chino.

Resumen

El desarrollo económico mundial en los últimos cuarenta años tiene dos rasgos principales: el éxito apabullante de China, convertida hoy de largo en primera potencia mundial, y el declive continuado del mundo neoliberal, con Rusia en vanguardia, por delante de Estados Unidos y el resto de Occidente, todos ellos en suicida expedición a un cantado y estrepitoso fracaso por la cuestión irresuelta de la desigualdad extrema y creciente capitalista.

El hundimiento del modelo occidental se exterioriza hoy en la dificultad de frenar el cambio climático, la pobreza y precariedad de amplias capas de la población, el resurgir del supremacismo y la extrema derecha, el rearme y la verosimilitud de una guerra nuclear o el desprecio a los derechos humanos, encarnado todo ello, de momento, en el genocidio sobre el pueblo palestino, planificado y ejecutado por Israel y las élites occidentales a la vista de todos como cruel ejemplo del mundo que viene.

El éxito de China se caracteriza por haber sabido embridar la tendencia intrínseca del capitalismo hacia la desigualdad extrema y creciente actuando en dos frentes. Por un lado, evitando que los desfavorecidos de abajo quedasen descolgados y, por otro, vigilando y controlando a las élites en la cúspide para evitar previsibles desmanes.

En Rusia y Occidente la gran mayoría ha visto descender su estatus durante décadas y grandes porciones de la población han quedado en la ruina. En China, la inmensa mayoría de su población ha experimentado un continuado proceso de prosperidad.

Corolario

El neoliberalismo es un zombi peligroso que debiera ser enterrado cuanto antes para volver a poner en el centro la lucha contra la desigualdad. A ese fin, no es necesario, afortunadamente, establecer una férrea dictadura bajo un partido único como en China, sino simplemente aplicar políticas que eviten los abusos de las élites económicas y redistribuir los frutos de la actividad económica aplicando progresividad fiscal. Políticas que Occidente puso ya en práctica en tiempos mejores, cuando las patrañas ideológicas del neoliberalismo no habían hecho todavía su irrupción." 

( , Economistas frente a la crisis, 05/09/25, gráficos en el original)

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