"(...) El miércoles pasado, 29 de octubre, el primer aniversario de la DANA, empecé el día sentada en un plató de televisión escuchando a una víctima que milagrosamente salvó la vida aquel fatídico día. Belén, que tiene casi mi edad, que tiene una melena salvaje canosa larguísima, que vino a la tele sin vestirse de domingo y hermosa, sin querer saber más de lo que sabe, sin exhibir su dolor, sin entender de política ni pretenderlo, contó sencillamente que se fue a casa algo antes de cumplir su horario porque su jefe les dijo que mejor así porque estaba lloviendo mal, que de repente el agua empezó a entrar en el coche y que ese coche, que sentía como su lugar seguro en mitad de la tormenta endiablada, empezó a moverse solo, a flotar incontrolable y que el agua no dejaba de entrar y entrar. Entonces, bloqueada, en shock por lo que estaba viviendo, por lo rápido que ocurría todo, vio a un señor subido al techo de una furgoneta que le gritaba que saliera como él por la ventanilla, que se subiera encima. Sal, sal, sal. Nunca olvidará a aquel hombre anónimo que fue el que hizo el milagro, el que le salvó la vida.
Escuchándola pensé que aquella era la mejor metáfora de lo que esperamos de las instituciones en las emergencias, que también pueden verse sobrepasadas. Al menos tienen que ser las que nos griten que salgamos del coche, las que nos avisen sobre lo crucial y trascendente que podemos hacer para salvar el pellejo en situaciones desesperadas y las que distribuyan todas las ayudas que haya.
Si las instituciones no sirven para eso es que no sirven y cuando es así es mejor que los que están al frente se vayan por dignidad, pero sobre todo para preservar la fe en el sistema, que es lo único que lo sostiene. Cuando eso pasa, o se va quien está al frente o la gente se va del sistema. Es tan obvio y sencillo. Es tan dramático cuando no pasa.
Virginia Ortiz, una de las tres familiares de los 229 muertos homenajeados que hablaron en el funeral de Estado laico que se celebró en Valencia esa tarde, ante las más altas autoridades y toda España, lo dijo desde el atril con sencillez, convicción y paz, con la credibilidad incuestionable de quien se sostiene y razona a pesar del dolor inmenso: "El poder siempre ha sido nuestro".
Y me quedé colgada de su verdad y de por qué ese poder a veces lo puede todo y otras no.
¿Será que la torpeza de Carlos Mazón de no haber parado de mentir y mentir, de desmentirse y volver a mentirse encima sin descanso, de insultar a las víctimas y a la inteligencia colectiva, han nutrido ese poder que ha ido creciendo y creciendo hasta estar a punto de derrocarlo?
¿Será que como sus culpas son incomparables han encontrado más seguimiento continuo en los medios y eso ha mantenido ese poder en crecimiento? ¿Será que los medios públicos han estado más activos en este caso, no le han quitado el foco o que esto ha sucedido en otra fase política? ¿Será que los familiares valencianos lo han peleado con más ahínco? ¿Será que este drama nos pilló a todos menos traumatizados?
¿Por qué él, con 229 ahogados encima, está al borde del precipicio e Isabel Díaz Ayuso, con 7.291, nunca lo estuvo?
El coraje de los valencianos que han estado, están y seguirán manteniendo la movilización que hará caer a Mazón se merece un aplauso gigantesco. Una ovación infinita hasta que consigan la justicia mínima que reclaman.
No ocurrió lo mismo con los 7.291 ancianos de los protocolos de la vergüenza de Madrid que su presidenta dejó morir ahogados y solos, sin asistencia sanitaria, sin nadie que les diera la mano, teniendo camas vacías en los hospitales privados y muchos médicos en el hospital de campaña milagro de Ifema, al que solo enviaban a los enfermos poco enfermos.
Entonces también "el poder siempre fue nuestro", pero ¿no lo ejercimos?
¿Nos tragamos aquello porque en otras comunidades autónomas también hubo ciertos abandonos de mayores no explicados?
¿Será que no somos tan poderosos? ¿Será que los medios de comunicación lo son más de lo que merecen y los de Madrid, financiados por su Administración, la apoyan incluso en lo imperdonable? ¿Será que entre todos permitimos el olvido?
A pesar del lustro transcurrido, a pesar de que el tiempo lo anestesia todo, me confieso incapacitada para digerirlo. La impotencia y la pelea de los familiares que todavía luchan en los tribunales, sus relatos grabados en mi cerebro me acompañan y vuelven y vuelven preguntándome sobre nuestro poder, presunto o no."
(Marta Nebot , PÚBLICO, 01/11/25)
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