8.11.24

Muchos y muchas estadounidenses votaron en contra el balance económico de Joe Biden. Con demasiada frecuencia, los demócratas han negado esta realidad en nombre de halagadoras cifras de crecimiento... la economía fue el principal determinante del voto para el 39% del electorado... En los Estados que eligieron abrumadoramente a Trump, el derecho al aborto se vio a menudo reforzado en las urnas, lo que demuestra que su retórica reaccionaria no fue el principal motor de su victoria... en Missouri, en donde Trump el 58,5% de los sufragios, se votó por subir el salario mínimo y el derecho al aborto... La cuestión del nivel de vida ha estado en el centro de la campaña... Todas las encuestas mostraban que la mayoría de las y los estadounidenses tenían la sensación de que su nivel de vida se había deteriorado. Ahora bien, los economistas y los ejecutivos demócratas seguían aferrados a su fetiche estadístico... el premio Nobel de Economía Paul Krugman se dedicó a afirmar que los economistas tenían razón y la gente estaba equivocada... Trump insistió en la pregunta: “¿Vive usted mejor que hace cuatro años?” Y parte del electorado respondió a esa pregunta en las urnas... Esta situación refleja un hecho significativo en comparación con la década de 1990: el crecimiento ha cambiado de naturaleza. Ya no refleja tan claramente el bienestar social... las crecientes dificultades para producir el crecimiento conducen a su acaparamiento por una minoría con fines de acumulación. En otras palabras: un crecimiento mayor tiene un coste social creciente... el consumo de servicios sanitarios, servicios financieros y servicios de vivienda, al que podemos añadir el gasto en otros bienes no duraderos, que incluye el consumo de medicamentos, representó el 62,8% del crecimiento del consumo de los hogares... los precios de los alimentos se dispararon un 9,9% y un 5,8% respectivamente en 2022 y 2023... la gente ha tenido que multiplicar sus empleos para hacer frente a la situación... la situación económica de Estados Unidos es explosiva, y los demócratas se negaban a verla. Calificándola constantemente de fake news, consiguieron ahuyentar a una población que era crucial para su victoria. Kamala Harris intentó rectificar dejando de basarse en el historial de Biden, pero, obsesionada por ganarse el voto moderado, se negó a tener en cuenta la realidad concreta de los hogares. No les ofreció ninguna respuesta real porque no se planteó ninguna política alternativa ambiciosa. Por supuesto, resulta paradójico que Donald Trump, un candidato apoyado por gran parte de la casta de multimillonarios tecnológicos, se aproveche de esta desesperación... Trump fue capaz de movilizar un discurso protector, es lo que ha permitido a una parte de la opinión pública inclinarse hacia Trump, que además podía contar con su base de votantes racistas y reaccionarios... Más que nunca, la crisis profunda y estructural del capitalismo está produciendo monstruos políticos (Romaric Godin)

 "Muchos y muchas estadounidenses votaron en contra el balance económico de Joe Biden. Con demasiada frecuencia, los demócratas han negado esta realidad en nombre de halagadoras cifras de crecimiento. Han olvidado las dificultades cotidianas que experimenta la ciudadanía de a pie y pagan un alto precio.

La magnitud de la victoria de Donald Trump el 5 de noviembre de 2024 no puede explicarse sin comprender el factor económico y la forma en que los demócratas abordaron esta cuestión. Los 4 puntos ganados por el multimillonario neoyorquino entre las elecciones de 2020 y 2024 demuestran que una parte del electorado ha basculado hacia los republicanos durante estos cuatro años.

La pregunta entonces es qué determinó esta tendencia. En relación a ello, las primeras encuestas postelectorales confirman lo que se había percibido durante toda la campaña: la economía fue el principal determinante del voto para el 39% del electorado, según la agencia AP.

La hipótesis de un rechazo del balance económico de la presidencia de Biden también se ve confirmada por otros elementos, en particular por los resultados en los referendums locales. En los Estados que eligieron abrumadoramente a Trump, el derecho al aborto se vio a menudo reforzado en las urnas, lo que demuestra que su retórica reaccionaria no fue el principal motor de su victoria.

Mas aún, en Missouri, Estado en el que Donald Trump obtuvo 1,7 millones de votos y el 58,5% de los sufragios emitidos, el electorado no solo votó un 52% a favor del derecho al aborto, sino también un 58% a favor de aumentar el salario mínimo a 15 dólares la hora (desde los 12 actuales) en 2026

La cuestión del nivel de vida ha estado en el centro de la campaña. Pero los demócratas cayeron víctimas de una ilusión fatal en este tema: pensaban que el crecimiento económico les aseguraría la victoria. Se mantuvieron fieles a la famosa frase: ¡es la economía, estúpido!, acuñada por uno de los asesores de Bill Clinton en 1992 para explicar la derrota de George Bush padre. En aquel momento, el país atravesaba una recesión, y el candidato demócrata representaba una alternativa.

En 2025, los demócratas han invertido esa lógica. Si la recesión hizo ganar a Clinton, entonces en la oposición, en 1992, el crecimiento debería llevar a la victoria a lo demócratas en 2024. Las cifras hablan por sí solas: el PIB estadounidense muestra un crecimiento aparentemente insolente: un 2,5% en 2023 y todavía un 2,8% en tasa anual en el tercer trimestre de este año. Suficiente para provocar la envidia del resto del mundo, sumido en una lenta recuperación.

Los economistas próximos al Partido Demócrata se han deshecho en elogios por este crecimiento, logrado en un momento en el que el país experimentaba una elevada inflación; a pesar de los cual, la productividad repunto, los ingresos reales se incrementaron en un 11% en cuatro años y el desempleo se ha mantenido en mínimos históricos. O sea, un verdadero milagro que debía asegurar la victoria al partido del burro.

La cruda realidad del crecimiento
Sin embargo, el estado de ánimo de la ciudadanía estadounidense no coincidía con el entusiasmo de los economistas. Todas las encuestas mostraban que la mayoría de las y los estadounidenses tenían la sensación de que su nivel de vida se había deteriorado. Ahora bien, los economistas y los ejecutivos demócratas seguían aferrados a su fetiche estadístico: las cifras no mienten, así que eran los sentimientos de los votantes los que estaban falseados y manipulados.

Durante meses, e incluso recientemente, el premio Nobel de Economía Paul Krugman, columnista económico del New York Times, se dedicó a afirmar que los economistas tenían razón y la gente estaba equivocada. El sentimiento negativo sobre la economía no era más que el producto de la enésima fake news trumpista.

Pero el presidente electo no necesitó usar sus habilidades de mentiroso para convencer al electorado sobre la economía. Llevó a cabo su campaña insistiendo en la pregunta: “¿Vive usted mejor que hace cuatro años?” Y parte del electorado respondió a esa pregunta en las urnas.

Esta situación refleja un hecho significativo en comparación con la década de 1990: el crecimiento ha cambiado de naturaleza. Ya no refleja tan claramente el bienestar social. Esto se debe a dos razones. En primer lugar, las condiciones en las que se produce el crecimiento son más difíciles y a veces implican un deterioro de las condiciones de vida de los hogares. En segundo lugar, porque las crecientes dificultades para producir el crecimiento conducen a su acaparamiento por una minoría con fines de acumulación. En otras palabras: un crecimiento mayor tiene un coste social creciente.

La incapacidad de economistas y demócratas para aceptar esta realidad es lo que les condujo a los resultados del 5 de noviembre. Así pues, tras la supuesta buena salud del consumidor estadounidense que tanto entusiasma a la prensa económica, se esconden realidades menos alegres para el ciudadano y ciudadana medio.

Y ello, debido a quer aumento de los costes de las primas de seguros y de los alquileres no se incluye en la tasa de inflación, sino que se refleja en un mayor consumo, sobre todo de servicios. Se trata de una distorsión estadística que sugiere que los hogares estadounidenses se conforman con gastar una proporción cada vez mayor de sus ingresos en seguros médicos, alquileres y seguros de hogar.

Así, en 2023, el consumo de servicios sanitarios, servicios financieros y servicios de vivienda, al que podemos añadir el gasto en otros bienes no duraderos, que incluye el consumo de medicamentos, representó el 62,8% del crecimiento del consumo de los hogares. En el cuarto trimestre de 2024, la participación de estas cuatro partidas es menor, pero sigue representando el 39% del aumento del consumo.

Además de este aumento de gastos de primera necesidad, los precios de los alimentos se dispararon un 9,9% y un 5,8% respectivamente en 2022 y 2023, lo que supuso una presión aún mayor en la capacidad adquisitiva de los salarios. Como, al mismo tiempo, los puestos de trabajo creados han sido principalmente empleos a tiempo parcial en sectores de servicios donde las condiciones laborales son duras, la gente ha tenido que multiplicar sus empleos para hacer frente a la situación. Una gran parte de los estadounidenses tenía la sensación de tener que trabajar cada vez más para consumir cada vez menos. No se trata de fake news, sino de su vida real.

En realidad, lejos de la retórica triunfalista de los economistas, el crecimiento estadounidense era el reflejo de una sociedad en crisis. Porque no podemos olvidar que, a pesar del aumento del gasto sanitario, la esperanza de vida al nacer ha disminuido en Estados Unidos y ha quedado por detrás de otros países avanzados. Una realidad que el fetichismo económico ignora por completo.

Además, el crecimiento al estilo Biden se basa en dos pilares: el sector tecnológico, que es un crecimiento basado en la renta que alimenta aún más la sensación de restricción del gasto, y el gasto militar, un sector no productivo que, en el tercer trimestre de 2024, supuso el 21% del crecimiento total. Todo ello para alcanzar un crecimiento medio para los estándares de principios de la década de 2000.

Más desigualdad
El resultado de todo esto es un crecimiento cada vez más desigual. A pesar de la retórica prosindical de Biden y de las ocasionales victorias en ciertos conflictos laborales, como en la industria del automóvil el año pasado, la desigual distribución de la riqueza ha aumentado aún más. Uno de los signos de ello es el auge desmesurado de los mercados financieros, apoyado por el sueño de la inteligencia artificial y por el gasto público, pero concentrado en torno a un puñado de grandes empresas. En otras palabras: el déficit público ha beneficiado principalmente a los que poseen acciones y trabajan en las Big Tech. En otras palabras: a los más ricos.

Otra señal, basada en los datos de las tarjetas bancarias, es la concentración del gasto de consumo en torno a los hogares más ricos. Según Oxford Economics (sin relación con la universidad del mismo nombre), el 40% de las rentas más bajas representa el 20% del gasto con tarjeta de débito, mientras que el 20% de las rentas más altas representa el 40%. Una brecha sin precedentes que refleja otra realidad del crecimiento estadounidense: el o la  consumidora estadounidense es ante todo la gente más rica.

Así pues, la situación económica de Estados Unidos es explosiva, y los demócratas se negaban a verla. Calificándola constantemente de fake news, consiguieron ahuyentar a una población que era crucial para su victoria. Kamala Harris intentó rectificar dejando de basarse en el historial de Biden, pero, obsesionada por ganarse el voto moderado, se negó a tener en cuenta la realidad concreta de los hogares. No les ofreció ninguna respuesta real porque no se planteó ninguna política alternativa ambiciosa.

Por supuesto, resulta paradójico que Donald Trump, un candidato apoyado por gran parte de la casta de multimillonarios tecnológicos, se aproveche de esta desesperación, a pesar de que propone bajar aún más los impuestos a los más ricos y e incrementar los aranceles.

Pero hay que situarse en Estados Unidos. Trump ha sido capaz de movilizar tendencias muy arraigadas en el imaginario económico estadounidense, como la relación entre gasto público e inflación, en un sistema político bipartidista en el que los demócratas parecían haber renunciado a defender los intereses de la ciudadana y el ciudadano medio. Fue capaz de movilizar un discurso protector mientras los demócratas bailaban de las dificultades. Esto es lo que ha permitido a una parte de la opinión pública inclinarse hacia Trump, que además podía contar con su base de votantes racistas y reaccionarios.

A partir de ahora, los economistas producirán estudios en abundancia para explicar lo perjudicial que será la elección de Trump para el crecimiento y la inflación. Esto es indudablemente cierto. Pero debemos recordar que la economía no es sólo la víctima de esta elección, sino también la responsable del regreso de la extrema derecha al poder. Más que nunca, la crisis profunda y estructural del capitalismo está produciendo monstruos políticos."

( , Viento Sur, 06/11/24)

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