11.12.24

Caos en las cifras: el extraño caso del déficit presupuestario de Francia... Gracias a los conocimientos técnicos del Tesoro francés y a la relativa debilidad de los mecanismos nacionales de vigilancia, Francia logró convencer a la Comisión Europea de que sus cifras presupuestarias eran realistas, incluso cuando había claros indicios de que se había sobreestimado el crecimiento francés para justificar déficits públicos más elevados... La falta de supervisión externa e interna ha permitido tergiversar la situación presupuestaria de Francia... una década de normas fiscales estrictas no ha conseguido ni disciplina fiscal ni vigilancia fiscal (Camilla Locatelli, instituto Max Planck)

 "El 4 de diciembre, el gobierno francés se derrumbó tras la moción de censura contra el Primer Ministro Michel Barnier. La votación se convocó después de que Barnier recurriera al artículo 49.3 de la Constitución francesa para forzar la aprobación parlamentaria de un plan de financiación de la seguridad social sin someterlo a votación.

El Gobierno, que sólo llevaba tres meses en el poder, se encontró en una difícil encrucijada a la hora de aprobar un presupuesto. El déficit del país para 2024, previsto inicialmente en el 4,4%, se revisó posteriormente al alza hasta el 6,1%. Esta revisión planteó serias dudas no sólo sobre el estado de las finanzas públicas francesas, sino también sobre cómo era posible que el empeoramiento de la situación presupuestaria hubiera podido pasar desapercibido durante tanto tiempo.

Supervisión deficiente y previsiones optimistas

A los observadores internacionales puede parecerles extraño que las cifras presupuestarias hayan resultado poco fiables. Para los observadores franceses, sin embargo, es bien sabido que las estimaciones presupuestarias francesas han tendido a ser excesivamente optimistas en los últimos años. En varias ocasiones a lo largo de la última década, el Tesoro francés ha sobrestimado las previsiones de crecimiento, sobre todo en relación con el cumplimiento de los objetivos fiscales de la UE.

 Mi investigación doctoral se centró en esta cuestión. Descubrí que Francia consiguió escapar a gran parte de la presión de las normas fiscales de la UE durante la década de 2010 jugando con las estimaciones técnicas utilizadas por el sistema de vigilancia fiscal de la UE. Gracias a los conocimientos técnicos del Tesoro francés y a la relativa debilidad de los mecanismos nacionales de vigilancia, Francia logró convencer a la Comisión Europea de que sus cifras presupuestarias eran realistas, incluso cuando había claros indicios de que se había sobreestimado el crecimiento francés para justificar déficits públicos más elevados.

En 2012 se creó un organismo de supervisión, conocido como Haut Conseil des Finance Publiques (HCPF), para supervisar las cifras presupuestarias del Gobierno, tal y como exige el pacto fiscal de la UE, pero su capacidad e independencia han sido limitadas. La falta de supervisión externa e interna ha permitido tergiversar la situación presupuestaria de Francia. Una comisión parlamentaria está investigando cómo se ha llegado a esta situación.

¿Y ahora qué?

 Francia se enfrenta ahora a tres problemas principales. En primer lugar, los recortes fiscales a las empresas en nombre de la competitividad han reducido la base imponible. Durante su primer mandato, el presidente Macron supervisó una reducción del tipo del impuesto de sociedades del 33,3% al 25%, redujo las contribuciones fiscales obligatorias que pagan las empresas francesas y suprimió el impuesto sobre el patrimonio del país. Estos recortes fiscales solo tuvieron un breve impacto en el crecimiento, pero han reducido los ingresos. Como dijo Jean Pisani-Ferry, uno de los que desarrollaron este enfoque, en una entrevista reciente, «en principio, no era una mala estrategia, pero no funcionó».

En segundo lugar, el compromiso de Macron de gastar «cueste lo que cueste» durante la pandemia de COVID-19 llevó a una explosión del gasto público, financiado en parte a través del programa NextGenerationEU de la UE y sostenido por un gran plan de gasto interno llamado France Relance.

Aunque esto protegió a la economía francesa durante lo peor de la crisis, fue enormemente caro y se centró sobre todo en amortiguar a las empresas de los efectos más agudos y a corto plazo del choque. Este gasto no abordó los problemas estructurales de bajo crecimiento de la economía francesa mediante intervenciones a largo plazo, como la inversión pública a gran escala.

 En tercer lugar, tras dos décadas de confianza ciega de los mercados financieros, Francia experimenta ahora unos costes de endeudamiento más elevados. En septiembre, los bonos franceses se negociaron a un tipo de interés más alto que los españoles por primera vez desde 2008. En octubre, la agencia de calificación Moody's rebajó las perspectivas económicas de Francia de «estables» a «negativas».

A finales de noviembre, los costes de endeudamiento franceses habían alcanzado un máximo sin precedentes, cerca de los niveles observados en el punto álgido de la crisis de la deuda soberana y por encima de los de Grecia por primera vez. Esto refleja una pérdida de credibilidad de las finanzas públicas francesas ante los acreedores internacionales y dificultará aún más la salida de la crisis actual.

Lecciones para Europa

Estas cuestiones cayeron en el regazo de Barnier, que se enfrentó a la perspectiva de elaborar un presupuesto que pudiera abordar todos los problemas simultáneamente. Tuvo que encontrar una solución sin mayoría política y sin el apoyo de la oposición ni de extrema izquierda ni de extrema derecha. Intentó conseguirlo mediante un presupuesto de austeridad con planes para recortar el gasto público en 60.000 millones de euros. No es de extrañar que no lo consiguiera y que la crisis fiscal de Francia se haya convertido ahora en una crisis política.

 Sin embargo, el caos en torno al presupuesto francés también pone de manifiesto muchos problemas relacionados con el sistema de gobernanza fiscal de la UE. La lección de esta experiencia no es que la UE deba endurecer las normas para países como Francia, sino que una década de normas fiscales estrictas no ha conseguido ni disciplina fiscal ni vigilancia fiscal. Las normas de la UE tampoco han logrado crear credibilidad en los mercados financieros, que siguen siendo volátiles y ligados a la dinámica política más que a los fundamentos fiscales.

En un momento en que las previsiones de crecimiento para la mayoría de las economías de la Eurozona parecen sombrías y las normas fiscales de la UE vuelven a entrar en vigor (incluso para Alemania, principal defensora de unas normas más estrictas), la experiencia francesa debería impulsar una reevaluación de si la plena aplicación de estas normas es realmente la mejor manera de abordar los actuales retos económicos a los que se enfrentan las economías de la UE."

( Camilla Locatelli, instituto Max Planck, LSE Europp, 05/12/24, traducción DEEPL, enlaces en el original)

No hay comentarios:

Publicar un comentario