26.2.25

En Alemania ha ocurrido lo mismo que en muchas de las elecciones recientes, las formaciones que estaban en el gobierno caen y las que están fuera suben... han ganado los dos partidos de derechas: la CDU y AfD suman prácticamente el 50% de los votos... Sin embargo, un pacto con la AfD supondría romper la arquitectura ideológica desde la que la UE se ha construido, algo a lo que la CDU no se quiere arriesgar... El segundo plano, el económico, es crucial, porque es donde Europa se juega el futuro... Para que Alemania tuviera opciones reales de crecimiento, necesitaría apoyarse en la UE, y avanzar muy decididamente hacia la unión de los mercados de capital, la unión fiscal y el refuerzo del mercado interior, y hacia una política de inversión muy intensa, financiada a través de eurobonos, para desarrollar las capacidades europeas. Del mismo modo, tendría que ser más atrevida a la hora de defenderse de los aranceles de Washington y contestar imponiéndoselos a las empresas financieras y tecnológicas estadounidenses, así como aumentando los impuestos que pagan... pero la derecha conservadora alemana no solo se ha mostrado hostil con el impulso integrador en la UE, sino que ha adoptado posiciones que tienden hacia un nacionalismo más alejado de Europa... los programas de la derecha contemporánea han penetrado en el centro de Europa. Las amenazas para la UE no solo vienen de las derechas trumpistas (Esteban Hernández)

 "A veces conviene dar un paso atrás para tomar perspectiva, y las elecciones alemanas son uno de esos casos. La interpretación más extendida subraya que el motor de Europa se ha enfrentado con éxito a la amenaza trumpista, lo que ha generado un alivio importante en la Unión Europea. Pero, antes de llegar ahí, convendría constatar algo más modesto, porque en Alemania ha ocurrido lo mismo que en muchas de las elecciones recientes: los partidos que formaban la coalición del gobierno han perdido voto; algunos mucho, como los socialdemócratas, otros lo suficiente como para convertirse en irrelevantes, caso del FPD, el Ciudadanos alemán, y otros menos de lo que hubieran merecido, como los verdes. Por el lado contrario, han subido el partido mayoritario de la oposición, la CDU, y el partido más antisistema, la AfD, así como la izquierda de Die Linke. En resumen, las formaciones que estaban en el gobierno caen y las que están fuera suben. Es algo usual: los votantes no están satisfechos con la gestión de sus países y eligen nuevas opciones.

El segundo elemento objetivo es que han ganado los dos partidos de derechas: la CDU y AfD suman prácticamente el 50% de los votos. Ambos comparten muchas creencias, ya que son partidarios de los recortes en el gasto público y de las rebajas de impuestos, apuestan por eliminar prestaciones sociales y normativas regulatorias (y demás elementos típicos de las derechas neoliberales), y su perspectiva sobre la inmigración no está alejada. Les diferencian varios elementos, y el principal es la posición sobre Ucrania y sobre la Unión Europea, que es su gran ámbito de choque. Aquí llega el primer enredo para el próximo canciller, Friedrich Merz: con sus socios tradicionales, los de la gran coalición habitual, pueden darse acuerdos más sencillos en lo que se refiere a la UE, al papel de las instituciones y a la guerra de Ucrania; con la AfD sería más fácil acordar aspectos económicos, desde gasto público hasta impuestos, e incluso sobre la inmigración.

Sin embargo, un pacto con la AfD supondría romper la arquitectura ideológica desde la que la UE se ha construido, algo a lo que la CDU no se quiere arriesgar. Y menos ahora: AfD está estrechamente ligada a la derecha trumpista y Merz ha afirmado que se debe poner fin a la dependencia de Washington, después de décadas de estar íntimamente vinculado a la esfera de seguridad estadounidense. Según el próximo canciller, Alemania debe emprender su propio camino, como lo debe hacer la UE, frente a los EEUU de Trump.

Esta afirmación, de la que parte la idea de que, en Alemania, la democracia europea ha vencido a las tentaciones autoritarias de la derecha trumpista, debe ser matizada, cuando no radicalmente matizada.

El centro de la partida

La partida entre Washington y Bruselas se está jugando en varios niveles. Desde luego, el político es uno de ellos, con el crecimiento de las derechas populistas y las extremas en Europa, y con su intento de cambiar el eje en Bruselas. El deseo de Patriotas y ECR de llevar al Partido Popular Europeo hacia una coalición que rompa la tradicional unión de PPE con socialdemócratas y liberales es evidente. La afinidad de ambas formaciones con Washington es innegable.

Para que Alemania tenga opciones reales de crecimiento, necesitaría una UE más integrada. Nada hace pensar que apueste por ello

El segundo plano, el económico, es crucial, porque es donde Europa se juega el futuro. El momento alemán es especialmente difícil, por los cambios en los equilibrios geopolíticos, la creciente influencia china, la pérdida de la energía barata que provenía de Rusia y la declarada animadversión de Trump hacia la UE y hacia Berlín a causa de su déficit comercial. Los anunciados aranceles, que están por concretarse, supondrían un freno relevante a la economía europea, como son los intentos de la administración Trump de que la industria germana se reubique en EEUU. Para que Alemania tuviera opciones reales de crecimiento, necesitaría apoyarse en la UE, y avanzar muy decididamente hacia la unión de los mercados de capital, la unión fiscal y el refuerzo del mercado interior, y hacia una política de inversión muy intensa, financiada a través de eurobonos, para desarrollar las capacidades europeas. Del mismo modo, tendría que ser más atrevida a la hora de defenderse de los aranceles de Washington y contestar imponiéndoselos a las empresas financieras y tecnológicas estadounidenses, así como aumentando los impuestos que pagan, como sugirió Enrico Letta. Mario Draghi ha insistido repetidamente en que se tome esta vía integradora, pero sin apenas suerte.

Merz no se ha mostrado hasta ahora partidario de ninguna de estas medidas, por lo que es complicado que ahora dé pasos en esa dirección. Y si no lo hace y decide invertir únicamente en su propio país, estará poniendo las bases para que la UE se debilite de manera acelerada. Justo ese es el proyecto de Trump, paradójicamente.

La diferencia respecto de Ucrania

Merz, como otros líderes europeos, difiere sustancialmente de Trump en lo que se refiere a Rusia, pero se hace difícil ver cuál es el punto de divergencia en concreto. El presidente estadounidense quiere que los europeos gasten más en defensa y se hagan cargo de la seguridad del continente; los líderes europeos afirman que eso es justo lo que harán, aunque, añaden, con la intención de tomar distancia de EEUU. Sin embargo, asumir en solitario responsabilidades económicas y militares en la seguridad posbélica en Ucrania, que es lo que pide Trump, es una manera extraña de independizarse, especialmente si reforzar su defensa pasa por comprar armas a Washington.

Europa carece del poder que necesitaría para buscar una resolución distinta en Ucrania

Sin duda, la UE y muchos miembros de la OTAN prefieren que la guerra con Rusia siga hasta la derrota de Putin, mientras que Trump quiere parar la guerra ya, pero tampoco las divergencias parecen ir más allá de la declaración de intenciones. Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, acaba de afirmar queseguir adelante sin Estados Unidos no es práctico en el corto plazo”. Y aunque los europeos quisieran, carecen hoy de las capacidades militares que podrían equilibrar el frente. Y así podría ser en el futuro: un informe del think tank Bruegel estima que “una disuasión europea creíble –por ejemplo, para impedir un rápido avance ruso en el Báltico– requeriría de una potencia de combate mayor que la que tienen actualmente las fuerzas terrestres francesas, alemanas, italianas y británicas juntas”. De manera que Europa carece del poder que necesitaría para buscar una resolución distinta en Ucrania.

Además, hay asuntos importantes en la agenda internacional en los que los principales países europeos y EEUU coinciden. En Oriente Medio, un foco muy relevante, que lo será aún más en los próximos tiempos, el apoyo alemán a Israel ha sido incondicional, como el de Francia, Italia o Reino Unido. Trump ha dado su respaldo a Netanyahu repetidamente.

El poder financiero

En tercer lugar, es muy difícil que Alemania se desvincule financieramente de EEUU, y no solo por el hecho de que el dólar sea la moneda de reserva, sino por la elevada interconexión entre su país (como en Francia, Reino Unido, Italia o España) y los circuitos financieros de Wall Street. No solo por el hecho de que gran parte del ahorro europeo está situado en esa esfera, sino porque los inversores estadounidenses tienen participación o son los dueños de buena parte de las firmas europeas. Merz fue uno de esos facilitadores que ayudaron a los acuerdos para que las empresas europeas, y particularmente las alemanas, fueran adquiridas por compañías estadounidenses. Incluso llegó a publicar en plena crisis financiera una alabanza del libre mercado, que tituló ‘Atrévete a ser más capitalista’.

Las elecciones se pueden leer de muchas maneras, pero no se puede obviar el peso que tienen las derechas y el declive de las izquierdas

Merz trabajó durante cuatro años para la empresa con más peso entre las cotizadas europeas, BlackRock, un auténtico gigante con grandes intereses en Alemania y en el continente. Fue, según asegura su biógrafo, la época más feliz de su vida. Y de ahí saltó a la política para enfrentarse en el seno del partido conservador a la corriente de Merkel, que consideraba demasiado blanda. Sería muy extraño que Friedrich Merz, con todos estos antecedentes, fuera el político que optase por una Alemania y una Unión Europea con mayor autonomía estratégica respecto de Washington.

 De manera que quizá convenga regresar al principio, y constatar que las elecciones en Alemania las ha ganado la derecha, y que por tanto esa va a ser la opción ideológica que va a gobernar. La derecha conservadora alemana no solo se ha mostrado hostil con el impulso integrador en la UE, sino que ha adoptado posiciones que tienden hacia un nacionalismo más alejado de Europa. Ahora cuenta, además, con una fuerza a su derecha a la que no quiere dar espacio, pero que es el segundo partido en Alemania, y que le está empujando a ser más atrevido en la agenda que ya tenía. El contrapeso en el gobierno a esa derecha, que deberá ser el SPD, ocupará un lugar menor en la coalición y tendrá una capacidad de influencia escasa. En definitiva, las elecciones alemanas se pueden leer de muchas maneras, pero lo que no se puede obviar es hasta qué punto los programas de la derecha contemporánea han penetrado en el centro de Europa. Las amenazas para la UE no solo vienen de las derechas trumpistas."                 (Esteban Hernández , El Confidencial, 25/02/25)

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