"No parece aventurado decir que las horas transcurridas desde que se anunció la llamada telefónica entre Putin y Trump se han vuelto convulsas en todas las cancillerías del mundo y, en particular, en las occidentales. Parece cada vez más evidente que estamos ante un punto de inflexión histórico comparable al que se produjo en 1990, cuando Mijaíl Gorbachov, en la cumbre del COMECON celebrada en Sofía, anunció que la Unión Soviética ya no estaba dispuesta a financiar a pies juntillas los gastos de los países «hermanos» de Europa del Este, sentenciando así el «sálvese quien pueda» y el fin del equilibrio establecido en Yalta, que dividía Europa en dos: por un lado, la capitalista y, por otro, la comunista.
Que estamos viviendo algo similar a lo que vimos en 1990 se entiende no solo por las despectivas declaraciones de Trump, que en todo momento aclara que no considera a Europa un interlocutor creíble, sino también por las declaraciones del Secretario de Defensa, James Mattis, quien reiteró en la cumbre de la OTAN que los países europeos tendrán que pagar lo que les corresponde por la seguridad, y del vicepresidente, Richard Vance, quien en la Conferencia de Seguridad de Múnich se burló de la «democracia» europea, considerada carente de libertad y en completo declive. Incluso la nueva portavoz de la Casa Blanca, Caroline Leavitt, reacciona al comentario de Scholz sobre las conversaciones entre Putin y Trump sin Alemania y Europa diciendo de manera despectiva que el único lugar donde debería sentarse Alemania en estas conversaciones de paz es en el banquillo de los acusados. Probablemente esta última declaración es la más mordaz y despectiva, pero también la más sincera: Leavitt ha dejado claro de una vez por todas que la loca política de deflación impuesta a Europa por Merkel es la base del conflicto europeo, porque durante décadas ha empobrecido a muchos países europeos (entre ellos Italia y Grecia) enriqueciendo descaradamente a Alemania y, en consecuencia, convirtiendo a Berlín en el hegemón europeo, hasta el punto de desafiar a Washington invadiendo sus mercados de productos fabricados en Alemania. Una locura que desató la ira de Washington, que en respuesta hizo estallar la crisis de Ucrania para obligar a Europa a imponer sanciones contra Rusia que resultaron mortales para la propia economía europea.
Ahora Europa tiene que pagar la factura de una guerra atroz, tanto en lo que respecta a la reconstrucción de Ucrania como en lo que respecta a los futuros gastos de defensa, ya que Washington no pagará nada más. Además, la humillación pública de no haber sido invitados a la mesa de paz (por otra parte, el pavo que se sirve asado llega el último, en una mesa puesta y con los comensales sentados).
A todo esto, los europeos responden con una conferencia de emergencia que se celebrará hoy en el Elíseo y a la que asistirán Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, España, Polonia, Holanda, Dinamarca, Von der Leyen y Costa en nombre de la UE, y Rutte por la OTAN. Los pregoneros de los periódicos europeos han bautizado la cumbre con el ambiguo nombre (por cierto, de muy mal augurio) de Weimar Plus, mientras que los rusos ya llaman a esta cumbre «La Liga de los Don Nadie». La cumbre de los don nadie.
En cambio, el martes se celebrará en Riad la cumbre por la paz en
Ucrania, en la que muy probablemente participarán el secretario de
Estado Rubio y el ministro de Asuntos Exteriores Lavrov. A veces, el
lugar dice más que mil palabras: para decidir el destino de Europa se ha
elegido un país no europeo (sin europeos invitados a participar),
exactamente como cuando las potencias europeas del siglo XIX decidían en
Europa el destino de África sin que ni un solo africano participara en
el evento. No hay mucho que añadir."
( Giuseppe Masala , L'Antidiplomatico, 17/02/25, traducción DEEPL)
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