"Un reciente informe de FMI señala que España no recuperá el PIB del
2008 hasta el 2018, manteniéndose un paro en torno al 20 %.
Con tamaño
descenso del nivel de vida, las instituciones sufren una pérdida de
legitimidad y aumenta el descontento social, provocando manifestaciones,
huelgas, movimientos como el 15-M o el 25-N, y una variada gama de
protestas todavía por ensayar, que el Gobierno tratará de encauzar
endureciendo las medidas represivas, combinadas con pequeñas concesiones
y el anuncio permanente de que se saldrá pronto del túnel.
Al enjuiciar
los efectos sociales de la crisis, el hecho contundente que hay que
recalcar es que por perversos que sean para una buena parte de la
población, y por deslegitimado que haya quedado el sistema, no existe un
modelo alternativo que sea creíble y operativo.
Después de un tramo más o menos largo de protestas, incluso con
algunas acciones brillantes que logren llamar la atención, pero sin
resultados palpables, los caidos en el mayor desamparo tendrán que
buscar la forma de subsistir, bien al margen de la ley –aumento de la
criminalidad agresiva, acudiendo al engaño y la estafa, o refugiándose
en la economía sumergida– o bien, recurriendo a las propias fuerzas, con
nuevas formas solidarias de intercambio que llevan a cabo los
“autónomos de supervivencia”, una nueva categoría que habrá que
establecer.
Junto a la economía formal, se irá desarrollado una paralela, basada
en cooperativas de crédito, de producción y consumo, o simplemente en el
trueque de bienes y servicios, en definitiva, una “economía social y
solidaria”, que desde el interior del sistema, vaya creando redes
alternativas que resultan eficaces gracias a los modernos medios de
comunicación.
A muchos no les quedará otra salida que resistir en un
sistema paralelo de producir, intercambiar y consumir, incluso
utilizando una moneda propia, por rechazo a la oficial al servicio de un
capitalismo financiero meramente especulativo.
Se trata de reinventar
la economía productiva sobre una nueva base social que haya superado el
choque entre operarios y dueños del capital. En fin de cuentas se quiere
impedir que el trabajador, que el sistema ya no necesita, quede
degradado a mero consumidor sin recursos.
A la parte de la sociedad desalojada del sistema de producción, no le
queda más que el dilema que formuló Albert Hirschman, de oponerse
protestando (voice) o salirse (exit), si nada
consigue.
Como la rebelión y la protesta no van a cambiar el capitalismo
financiero establecido, no queda otra salida, que trasladarse a otro
país –la emigración vuelve a ser el destino de muchos españoles– o bien
encontrar acomodo en la economía alternativa, saliéndose del sistema.
Para muchos un sistema de producción alternativo resulta
imprescindible para sobrevivir, a la vez que es tolerable para el
sistema, al necesitar cada vez menos mano de obra."
(Ignacio Sotelo , El País, 3 DIC 2012)
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