"La caída de las bolsas estadounidenses ha sido interpretada, desde ambos lados del espectro político, a partir de visiones que se ajustan a sus narrativas previas. Para unos, muestra la debilidad de las decisiones de Trump y anticipa su fracaso; para otros, forma parte del deseo de la actual administración, ya que es necesario un periodo de recesión antes de que comiencen a recogerse los frutos.
Las bolsas caen por distintos motivos. Hay lecturas que subrayan que se está ante una corrección que era esperable, ya que los precios no resultaban sostenibles. Otras señalan la falta de confianza que genera Trump, ya que no se percibe cómo un enfoque liquidacionista sobre la economía puede transformarse en algún momento en crecimiento a largo plazo. Una tercera visión apunta que esta debilidad no se mantendrá en el tiempo y que los índices bursátiles volverán a subir. Morgan Stanley es más optimista: en una nota enviada a sus clientes esta semana señalaba que esta caída puede ser útil si se produce un repunte amplio que dependa menos de unas pocas megacorporaciones tecnológicas, lo que comenzaría a notarse a finales de este año y durante el próximo.
Pero, más allá de las causas, conviene subrayar los efectos de un mercado bursátil más débil, y hasta qué punto dificulta o conviene a los propósitos declarados por la administración Trump.
En primera instancia, EEUU necesita que, en esta reorientación de la economía, el dólar refuerce su papel como moneda de reserva y que los capitales sigan fluyendo hacia EEUU. La primera consecuencia de esta caída es que afianzará el mercado de bonos del Tesoro, y a un interés más bajo. La segunda es que, si los valores ya no resultan tan fiables, también habrá inversión que se canalice hacia vías que prometan mayor rentabilidad.
Los caminos para el capital
Una de ellas es el crédito privado. Es el sector que está brillando en Wall Street y el que ha producido una nueva cohorte de multimillonarios. Dado que los bancos no suelen conceder préstamos a las pequeñas y medianas empresas, y estas tampoco pueden financiarse mediante el mercado de bonos, suelen recurrir a compañías que aportan el dinero que necesitan, a menudo mediante un interés bastante más elevado del habitual.
La deriva de capital hacia empresas de crédito privado que prestan a la economía productiva es un aspecto beneficios para Trump
‘Bloomberg’ señala cómo las firmas del sector han triplicado sus activos, ya que los inversores institucionales y los particulares con recursos han encontrado en él una alternativa inversora: es un ámbito lucrativo. Compañías como BlackRock están entrando en ese terreno y ha adquirido recientemente varias empresas de crédito privado.
La administración Trump pretende ganar un músculo productivo que resulta indispensable y para eso necesita inversión. La deriva de capital hacia empresas de crédito privado que prestan a la economía real es un aspecto que resulta beneficioso para ese propósito.
La pelea del sector tecnológico
El segundo ámbito en el que una teórica huida del capital de bolsas hacia nuevos espacios de rentabilidad viene bien a la administración Trump está relacionado con una pelea que tuvo recorrido electoral. El apoyo en la campaña electoral de los empresarios tecnológicos que provenían del venture capital, como Peter Thiel, Marc Andreessen, Alex Karp o Palmer Luckey (entorno del que procede Elon Musk) partía de una defensa expresa de sus intereses. Las grandes tecnológicas habían copado el mercado tecnológico, y los inversores tenían mucha dificultad para hacer crecer sus empresas, ya que las big tech poseían el suficiente poder como para limitar su recorrido, cuando no para acabar con ellas. Las grandes figuras del sector inversor atacaron a las firmas consolidadas con la pretensión de cambiar ese equilibrio de fuerzas, y Trump les respaldó. La caída de las big tech en bolsa favorece los propósitos del venture capital, ya que pueden prometer rentabilidades más altas a los inversores, pero también porque afirman respaldar intereses estadounidenses.
Así lo asegura Chris Brose, presidente y director de estrategia de Anduril, para quien “la innovación tecnológica no tiene mucho valor si no se combina con la producción a gran escala… Y nos comprometemos a invertir capital privado, anticipándonos a las necesidades, para desarrollar la capacidad industrial que Estados Unidos y sus aliados necesitan con tanta urgencia”.
Los magnates del venture capital que apoyaron a Trump han introducido una mentalidad diferente en su administración
Las mismas críticas a la ineficiencia y a la falta de innovación que produjo la concentración tecnológica en las big tech se repiten en el sector de defensa, muy ligado a la tecnología. Las grandes firmas han copado los contratos con el Pentágono, lo que lleva a la ineficiencia, ya que los incentivos provocan que las compañías intenten rentabilizar al máximo los productos que venden en lugar de volcarse en la innovación. Nuevas empresas amparadas por el capital riesgo podrían aportar el salto adelante que la industria de defensa estadounidense precisa. Para eso se necesita que más recursos fluyan hacia ellas y la caída de las bolsas puede ayudar en esa tarea. Los magnates tecnológicos que apoyaron a Trump han introducido una mentalidad diferente en su administración.
El privilegio estadounidense
La reindustrialización que promete Trump se asienta fundamentalmente en tres sectores: la tecnología, la seguridad y la energía. En este tercer campo también hay actores interesados en que exista una renovación. La conversación entre Daniel Yergin, vicepresidente de S&P Global y uno de los más reputados expertos en energía, y Larry Fink, CEO de Blackrock, la principal gestora de activos del mundo, es ilustrativa al respecto. En ella, Fink insistió en que “la combinación de inversión privada y el pragmatismo energético de Trump puede generar un crecimiento de entre el 3 y el 3,5 % del PIB anual de EEUU”, lo que traería el efecto añadido de “reducir el déficit en 37.000 millones de dólares”.
Fink percibe una oportunidad en este contexto para el private equity, y también para su empresa. Según el CEO de BlackRock, “los mercados de capital han proporcionado a Estados Unidos una gran ventaja en el escenario mundial” y es algo que su país debe aprovechar especialmente: “Si eres una startup con una buena idea, puedes conseguir capital en Estados Unidos. Probablemente no lo consigas si eres una pequeña empresa india”. Sería importante, asegura que “se redujeran requisitos regulatorios” para canalizar más capital hacia el sector.
Para hacer grande a EEUU, Fink cree que Trump debe hacer grande su sector energético, por lo que se hace necesario que ese flujo de capital sea animado mediante la rapidez en la concesión de permisos y medidas que favorezcan la disponibilidad de mano de obra.
La posición de BlackRock es relevante, no solo por su enorme capacidad de movilizar recursos, sino porque era una firma que había apostado por los criterios ESG, lo que incomodaba al entorno de Trump. El hecho de que ahora perciba oportunidades de crecimiento y que señale la posición del presidente estadounidense como pragmática, subraya cómo las posiciones de la nueva administración están consiguiendo más apoyos de los que eran esperables.
En todo caso, en los tres sectores prioritarios para Trump, la tecnología, la seguridad y la energía, existen actores que aspiran a canalizar nuevas inversiones. En este sentido, que el capital se fije menos en los mercados de valores y busque nuevos ámbitos de rentabilidad, puede resultar conveniente para una administración que ha declarado que priorizará tanto la reindustrialización como la recuperación de sectores estratégicos. De modo que no se trata tanto del momento concreto que vivan las bolsas, sino de seguir los movimientos del capital para valorar hasta qué punto Trump conseguirá o no sus propósitos."
(Esteban Hernández , El Confidencial, 17/03/25)
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