22.3.25

J.D. Vance desvela en público el gran plan de Trump para recuperar la industria... intentarán concentrar en su país la industria de nuevo. Pero esto es mucho más probable que perjudique a los países aliados que a China. El propósito no es volver a fabricar muebles, ropa, juguetes o mascarillas en EEUU, sino apostar por los semiconductores, por la energía, por el armamento y, claro está, por la tecnología... pero las consecuencias de esta innovación a través de la tecnología señala un elemento paradójico para los trabajadores de su país... el impulso a lo tecnológico llevará a la destrucción de puestos de trabajo y el vicepresidente lo percibe de manera positiva... La cuestión es si esa pérdida de empleos en su país será compensada con la creación de puestos mejor pagados gracias a la industrialización, y si ocurrirá de manera suficiente como para impulsar el crecimiento... Los cambios sociales serán un elemento importante en estos tiempos turbulentos, como también lo será el disminuido papel que, probablemente, jugarán los países europeos (Esteban Hernández)

 "Andreessen Horowitz, la firma de capital riesgo, organizó esta semana la tercera cumbre sobre el dinamismo estadounidense, cuyo invitado estrella fue J.D. Vance. La presencia del vicepresidente en un entorno marcadamente tecnológico era relevante, y más en la medida en que Marc Andreessen y Ben Horowitz son parte de ese círculo al que pertenece Peter Thiel (el valedor de Vance en la administración de Donald Trump) que apoyó decididamente al presidente en su campaña. Mientras las grandes tecnológicas adoptaban posturas dubitativas, cuando no hostiles (con la obvia excepción de Musk), los magnates de la inversión tecnológica se volcaron con Trump.

La visita de Vance al encuentro organizado por a16z había levantado expectación en la medida en que en semanas anteriores se había hablado del enfrentamiento que estaba produciéndose entre los populistas centrados en los trabajadores que el vicepresidente ha defendido en numerosas ocasiones, y el entorno tecnológico del que Vance proviene.

Vance zanjó rápido esa discusión afirmando que "la idea de que los innovadores tecnológicos y los populistas inevitablemente van a enfrentarse es errónea". Ambos "comparten un enemigo común" y tienen el mismo camino de salida, "la innovación". En la medida en que regresen las industrias y que el ámbito tecnológico genere nuevas soluciones creativas, no desaparecerán trabajos, sino que aumentarán. Vance utilizó el ejemplo de los cajeros automáticos para señalar cómo una invención que se creía que iba a destruir puestos de trabajo ha acabado creando otros, porque los empleados de banca se dedican ahora a otras tareas y cobran más.

"Fabricaremos con nuestras empresas, nuestros trabajadores y nuestra innovación. No queremos que la gente busque mano de obra barata"

Con la combinación de industria e innovación puede salvarse esa brecha. Según Vance, "el gran plan de la administración Trump para organizar la gran recuperación de la industria manufacturera estadounidense es simple. Si están fabricando cosas nuevas e interesantes en EEUU les bajaremos los impuestos, les reduciremos drásticamente las regulaciones y les reduciremos el coste de la energía". El objetivo es incentivar la inversión dentro de sus fronteras, "con nuestras empresas, nuestros trabajadores y nuestra innovación. No queremos que la gente busque mano de obra barata".

Los dos errores

Este especial interés de la administración Trump por repatriar la industria parte de un análisis de los efectos negativos de la globalización sobre el que Vance fue muy expreso. Asegura que hubo dos grandes errores. El primero fue separar el diseño de la fabricación. En ese reparto internacional del trabajo en que se basó la era global, los países ricos se ocuparían de la parte alta de la cadena de valor, y los pobres se dedicarían a fabricar las cosas sencillas. Por supuesto, eso iba a significar que muchos empleos se destruirían, pero no habría problema, porque esas personas "podrían aprender a diseñar o, como dice una frase muy popular, aprender a programar".

"La mano de obra barata inhibe la innovación y es una droga a la que demasiadas empresas estadounidenses se volvieron adictas"

No fue así. Ocurrió al contrario. Los países en desarrollo recibieron todo aquello que Occidente les estaba aportando, como capital, conocimiento o know how, y copiaron con éxito aquello que otros inventaban. Más tarde, ya ni siquiera fue necesario que reprodujesen las innovaciones de otros, porque habían creado las suyas propias. Vance aseguró que "dimos por sentado que otras naciones siempre estarían detrás de nosotros en la cadena de valor, pero a medida que mejoraban en el extremo inferior de la cadena, también empezaban a alcanzarnos en el ámbito superior. Nos vimos presionados por ambos extremos". Ese fue el primer error de la globalización.

El segundo error consistió en apoyarse en la mano de obra barata, que "es una muleta que inhibe la innovación y una droga a la que demasiadas empresas estadounidenses se volvieron adictas. Es demasiado fácil fabricar un producto más barato en lugar de innovar". Esta adicción a reducir costes tuvo lugar de dos maneras, afirmó Vance: deslocalizando las fábricas a países que contaban con ella o a través de un "sistema de inmigración fraudulento". En definitiva, "todos los países, desde Canadá a Reino Unido, que importaron grandes cantidades de mano de obra barata se han estancado en su productividad".

Se creyó haber desactivado la tensión entre capital y trabajo, la llamada lucha de clases, pero ahora regresa como lucha de territorios

Vance describe con precisión el enredo que ha supuesto la época global. Fue una forma de generar más ingresos para las clases altas occidentales a partir de la externalización de la fabricación. Los problemas de los países desarrollados para abaratar el coste de la mano de obra desaparecieron, y las clases medias y las trabajadoras se empobrecieron mientras las cuentas de resultados eran cada vez mejores.

Pero, a cambio, se está pagando un precio que yace en la perturbación profunda que afecta a la política y la geopolítica. Aquello que se creía haber desactivado, la tensión entre capital y trabajo (la lucha de clases), regresa como tensión entre el capital y los territorios, como lucha entre Estados. China ya no es ese espacio en el que quedaba confinada la fabricación, mientras los estadounidenses se podían dedicar al diseño, sino que exige su participación en la tarta mundial de un modo cada vez más inevitable. La economía se transformó de forma favorable para Wall Street, pero con la consecuencia de que ahora EEUU debe enfrentarse a China, a Rusia y frenar el ascenso de los BRICS o intentar atraerlos a su esfera.

La advertencia a Europa (y a los trabajadores)

En ese escenario, la reacción estadounidense, como explica Vance, es la de intentar concentrar en su país la industria de nuevo. Pero esto es mucho más probable que perjudique a los países aliados que a China. El propósito no es volver a fabricar muebles, ropa, juguetes o mascarillas en EEUU, sino apostar por los semiconductores, por la energía, por el armamento y, claro está, por la tecnología. Este es el ámbito del que Vance espera un tipo de innovación que pueda extenderse a otras áreas. En su discurso, el vicepresidente lo explicaba de esta manera: "Participé en una conferencia en París el mes pasado. Mi mensaje a un grupo de directores ejecutivos y líderes extranjeros fue que debemos afrontar el futuro con valentía. No debemos temer a la inteligencia artificial y, sobre todo, quienes tenemos la suerte de ser estadounidenses, no debemos temer a las nuevas tecnologías productivas. De hecho, debemos intentar dominarlas".

La cuestión es si esa pérdida de empleos en su país será compensada con la creación de puestos mejor pagados gracias a la industrialización

La advertencia añadida para Europa quedó formulada de manera expresa: "Estamos encantados de tener estos días en EEUU a nuestros amigos de los Emiratos Árabes Unidos, varios líderes empresariales y gubernamentales, para reunirse con nuestro gobierno. Uno de los puntos que insisten constantemente —algo que, lamentablemente, muy pocos de nuestros aliados europeos entienden— es que si se quiere liderar la inteligencia artificial, hay que ser líder en producción de energía. Nosotros vamos a marcar el ritmo ahí y vamos a liderar desde el frente".

El segundo elemento relevante que puso de manifiesto Vance respecto de las consecuencias de esta innovación a través de la tecnología señalaba un elemento paradójico para los trabajadores de su país. Lo hizo refiriéndose al salario mínimo. Uno de los argumentos en contra era que, al aumentar su cuantía, algunas empresas optaban por automatizar sus procesos: "Un salario más alto en McDonald’s lleva a que existan más puntos de venta automatizados". Para Vance, independientemente de la opinión que los asistentes a su conferencia tuvieran del salario mínimo, "que las empresas innoven sin mano de obra barata es positivo". En otras palabras, el impulso a lo tecnológico llevará a la destrucción de puestos de trabajo y el vicepresidente lo percibe de manera positiva. La cuestión es si esa pérdida de empleos en su país será compensada con la creación de puestos mejor pagados gracias a la industrialización, y si ocurrirá de manera suficiente como para impulsar el crecimiento. Este es un elemento esencial para el éxito futuro del partido republicano, ya que la promesa que ha articulado, y que le ha llevado al gobierno, es la de generar un aumento significativo del nivel de vida de sus ciudadanos.

Vance fue muy sincero en su discurso. Convendría leerlo con detenimiento para comprender hasta qué punto estamos en una nueva época, y no solo en lo que se refiere a la geopolítica. Los cambios sociales serán un elemento importante en estos tiempos turbulentos, como también lo será el disminuido papel que, probablemente, jugarán los países europeos."

(Esteban Hernández , El Confidencial, 22/03/25)

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