"En la página nueve del semanario económico de referencia en el mundo, The Economist,
nada sospechoso por otro lado de tentaciones heterodoxas, y publicado
el pasado día 30 de agosto de 2014, se puede leer el siguiente extracto
que me permito traducir al castellano:
“En las últimas semanas a los
países de la eurozona les está entrando agua en el barco una vez más. Su
Producto Interior Bruto (PIB) colectivo se estancó en el segundo
trimestre: Italia recayó en la recesión, el PIB francés fue plano y
hasta la poderosa Alemania sufrió una inesperada y sustancial caída en
la producción (…) entretanto, la inflación ha disminuido hasta alcanzar
niveles peligrosamente bajos, de alrededor del 0,4 por ciento, muy por
debajo del objetivo de cerca del 2 por ciento del Banco Central Europeo,
alimentando miedos entorno a que la zona en su conjunto caiga presa de
una deflación persistente”.
En efecto, siete años después del estallido de la
crisis de los títulos hipotecarios de alto riesgo en los Estados Unidos
de América, la Unión Europea sigue siendo incapaz de superar
definitivamente la crisis económica con un claro relanzamiento del
crecimiento y del empleo, con lo que ello supone de desafección al gran
proyecto europeo de paz y estabilidad continental y de auge de
peligrosos populismos a derecha e izquierda, que amenazan con devolver a
los europeos al período de Entreguerras. (...)
Solamente
la expansión que se ha desarrollado de finales de los noventa a finales
de los dos mil ha supuesto un paréntesis en esta tendencia secular de
estancamiento económico, demostrándose por otro lado su insostenibilidad
al basarse en una colosal burbuja financiera.
Éste es por tanto el gran reto de la Europa unida, pues sin crecimiento y
bienestar la paz social e internacional está amenazada. (...)
Pero
el mensaje que el BCE está mandando a los líderes europeos y en
concreto a la canciller de Alemania es más profundo aun. Le está
diciendo que la política monetaria no da más de sí y de que es necesaria
una nueva política fiscal que impulse el crecimiento.
Mientras tanto,
la señora Merkel sigue repitiendo el mantra del ajuste con fe religiosa,
como si con ello se conjurara la tozuda realidad, línea política que
parece compartir el presidente del Gobierno español a cambio de una
presidencia del Eurogrupo, que en cualquier caso no estará vacante al
menos hasta el verano de 2015. (...)
Lo que es evidente es que en escenario de crisis de la demanda agregada
en el que los Estados no tienen margen de maniobra fiscal, es
responsabilidad de la Unión Europea desarrollar una política
anti-cíclica. De ahí que la sociedad civil organizada haya propuesto a
través de la Iniciativa Ciudadana Europea el New Deal 4 Europe, un
programa de inversiones públicas a financiar por los impuestos del
carbono y a las transacciones financieras internacionales (...)
En
definitiva, Europa necesita un nuevo Plan Marshall para iniciar una
nueva etapa de crecimiento y bienestar económico. Y la Comisión Europea
no necesita el permiso de Alemania para llevarlo a cabo, pues tiene la
capacidad de emitir deuda pública como en su día hiciera la Comunidad
Europea del Carbón y del Acero en los años cincuenta. (...)
La
puesta en marcha del plan de inversiones anticrisis y su financiación
con deuda e impuestos comunitarios es la prueba del nueve. De ello
depende la pervivencia del proyecto de integración europea y la
definitiva superación de los fantasmas del pasado."
(Domènec Ruiz Devesa, Sistema Digital, en Jaque al neoliberalismo, 12/09/2014)
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