18.3.24

Argumentos a favor del segundo mejor desenlace en Ucrania... Cuando la victoria total deja de ser una opción realista, el segundo mejor desenlace es evitar la derrota... Occidente debería reorientar su apoyo para ayudar a Ucrania a librar una guerra defensiva y cambiar los suministros de manera acorde. El objetivo final a largo plazo debería ser llegar a un punto en el que ambas partes se den cuenta de que tienen más que ganar si llegan a un acuerdo (Wolfgang Münchau)

 "Cuando Rusia sufrió sus primeros reveses en la guerra contra Ucrania en la primavera de 2022, la arrogancia reinaba en los círculos de la política exterior occidental. Los gobiernos occidentales prometían apoyo incondicional a Ucrania durante el tiempo que fuera necesario. Algunos exaltados incluso instaban a que Occidente declarara que el objetivo oficial era un cambio de régimen en Rusia.

Dos años después, la arrogancia se ha tornado en depresión. Rusia ha tomado ventaja en la guerra. Hace unos días, capturó la ciudad de Avdiivka, al noroeste de Donetsk. Los suministros militares occidentales a Ucrania se han agotado. El paquete de ayuda militar del Gobierno de Biden está atascado en el Congreso. Pero la sequía de suministros estadounidenses ya había comenzado el pasado otoño.

Los suministros europeos de munición también están por debajo de los objetivos. La UE había prometido suministrar un millón de proyectiles durante el año que acaba en marzo, pero solo proveerá la mitad. Rheinmetall, el contratista de defensa alemán, ha declarado que aumentará su producción actual en un 10% este año. El gran acelerón de la producción no llegará hasta 2025, cuando entre en funcionamiento una nueva fábrica. A corto plazo, lo más probable es que la situación en el campo de batalla empeore para Ucrania.

La UE podría adquirir municiones en los mercados mundiales, pero Emmanuel Macron lo impide, alegando que esto perjudicaría a sus contratistas de defensa. Alemania podría enviar misiles de crucero Taurus capaces de alcanzar el interior de Rusia, pero Olaf Scholz, el canciller alemán, teme que estos misiles desencadenen una escalada. Todo el mundo tiene un motivo para refrenarse. Pero Vladímir Putin lo ve como si Occidente estuviese retrocediendo.

Hace falta un esfuerzo grande y sostenido para ayudar a un aliado a librar una guerra prolongada contra una superpotencia militar. Parece como si Occidente, con sus innumerables expertos militares y geopolíticos, no lo hubiera pensado bien. Ha subestimado a Rusia.

La larga sucesión de errores de juicio comenzó justo al principio de la guerra con el paquete de sanciones occidentales. La idea era privar a Putin de medios para librar la guerra. En ese sentido, fue un completo fracaso. Irán le envía drones. Corea del Norte le envía misiles. China le envía productos de doble uso y componentes de alta tecnología. Los productos occidentales llegan a Rusia a través de Kazajistán.

A diferencia de Occidente, Rusia ha transformado su economía en una economía de guerra. El resultado es que el país creció más rápidamente que cualquiera de las grandes economías occidentales el año pasado a pesar de las sanciones. El FMI predice lo mismo para este año.

Una razón casi banal del error de apreciación colectivo de Occidente es una falacia estadística habitual. Nos hemos estado diciendo unos a otros que la economía rusa es minúscula, aproximadamente del tamaño de la española. Esto es cierto en términos de dólares. Pero carece de sentido desde que excluimos a Rusia de los mercados del dólar. Si medimos la economía rusa en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), nos encontramos con una imagen completamente distinta. En términos de PPA, Rusia es mayor que Alemania, y China mayor que Estados Unidos.

¿Cuáles son las opciones ahora? El primer paso —y el más importante— que debe dar Occidente ahora es abandonar la idea de la victoria total y empezar a pensar en objetivos bélicos no binarios. Los líderes occidentales no pueden ofrecer compromisos incondicionales más allá de su legislatura. Lo vemos ahora mismo en Estados Unidos. Joe Biden prometió más de la cuenta.

Un primer objetivo realista debería ser ayudar a Ucrania a detener el avance del Ejército ruso. Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, es potencialmente vulnerable a una insurrección rusa, o al menos las partes orientales de la región. En otras palabras, Occidente debería reorientar su apoyo para ayudar a Ucrania a librar una guerra defensiva y cambiar los suministros de manera acorde. El objetivo final a largo plazo debería ser llegar a un punto en el que ambas partes se den cuenta de que tienen más que ganar si llegan a un acuerdo. Ahora no estamos en ese punto.

Cuando termine esta guerra, la línea del frente militar se convertirá en la nueva frontera entre Ucrania y Rusia. Supongo que sería la mitad de ancha que cualquier provincia ucrania a la izquierda o a la derecha de la actual línea de combate. Ucrania occidental pasaría a formar parte de la OTAN y, con el tiempo, de la UE. La nueva línea del frente pasaría a formar parte de la frontera operativa de la OTAN a efectos del Artículo 5, su cláusula de defensa colectiva. Si Rusia cruzara esa línea, entraría en guerra con la OTAN.

Seguiría siendo un objetivo ambicioso. Requeriría más apoyo militar y financiero que el que proporciona actualmente Occidente, pero centrado en la defensa. En ese escenario, los misiles de crucero Taurus probablemente no entrarían en la lista de las tres cosas más importantes.

La realidad política en Occidente es que el apoyo político a la ayuda a Ucrania está disminuyendo. En Alemania, apenas la mitad de la población está a favor de suministrar armas, según una encuesta reciente. En Italia, el apoyo es todavía menor. Con la vuelta de la austeridad fiscal, la ayuda a Ucrania empieza a competir con las políticas internas. Y se puede llamar irresponsables a los republicanos del Congreso, pero no harían lo que han hecho si una gran mayoría del electorado estadounidense apoyara a Ucrania.

Lo ideal sería no empezar desde aquí. Cuando la victoria total deja de ser una opción realista, el segundo mejor desenlace es evitar la derrota. Es un objetivo que valdría la pena, pero desgraciadamente sería menos indicado para la política de alarde de virtudes y sesiones de fotos con Volodímir Zelenski, que es en lo que ha degenerado nuestra operación militar especial."                            ( Wolfgang Münchau , El País, 04/03/24)

Uno de los factores que más explican el disparatado crecimiento de los beneficios de Mercadona es su rentismo... con el dinero que cobra a sus clientes y que tarda en pagar a sus proveedores, lo coloca en el mercado financiero, donde haganado muchísimo dinero gracias a la elevación de los tipos de interés del BCE (Eduardo Garzón)

Eduardo Garzón @edugaresp

Poco se ha hablado de uno de los factores que más explican el disparatado crecimiento de los beneficios de Mercadona: su rentismo, es decir, que hace dinero sin hacer ni el huevo gracias al BCE con el dinero que cobra a sus clientes y que tarda en pagar a sus proveedores 

 Mercadona cobra inmediatamente a los clientes pero tarda en pagarle a sus proveedores 45 días de media. Esto implica que se queda durante todo ese tiempo con dinero que no es suyo. Pero no lo deja aparcado, lo invierte en el mercado financiero para obtener rendimientos.

 Y como el Banco Central Europeo elevó rápidamente los tipos de interés en 2022, lo que hizo más rentables las inversiones financieras, Mercadona ganó muchísimo dinero por la cara y básicamente con dinero ajeno. Fijaos qué locura el crecimiento de los ingresos financieros.

 Esto lo puede hacer en buena medida porque tiene una posición de poder frente a muchos de sus proveedores, pues estos tienen prácticamente como único cliente a Mercadona. Si Mercadona paga tarde, se fastidian, poco pueden hacer. Es el mercado, como diría uno.

 En resumen, la renta básica para ricos (elevar los tipos de interés) del BCE ha beneficiado muchísimo a una de las empresas más ricas y con mayor posición de dominio en el mercado, Mercadona, disparando sus beneficios sin hacer nada y básicamente con dinero ajeno. Toma injusticia

 10:35 a. m. · 18 mar. 2024 38 mil Reproducciones

Borrell: “Gaza ha pasado de ser la mayor prisión al aire libre del mundo a la mayor tumba del mundo”, una tumba también “para el derecho internacional y humanitario”... "Los palestinos están muriendo de hambre mientras que en el otro lado de la frontera hay comida acumulada para meses"... "Es inaceptable que el hambre se usa como arma de guerra. Digámoslo"

Beatriz Navarro @beanavarro

Borrell: “Gaza ha pasado de ser la mayor prisión al aire libre del mundo a la mayor tumba del mundo”, una tumba también “para el derecho internacional y humanitario”

10:36 a. m. · 18 mar. 2024 6.646 Reproducciones


"Si alguien se ha expresado sin filtros sobre la situación entre Israel y Palestina es Josep Borrell y el Alto Representante de la UE ha mantenido el mensaje este lunes. Para el español Gaza era hasta ahora "la mayor cárcel del mundo al aire libre", pero se ha convertido "en el mayor cementerio del mundo". Así lo ha dicho a su llegada a la cumbre de ministros de Exteriores de los 27. "Los palestinos están muriendo de hambre mientras que en el otro lado de la frontera hay comida acumulada para meses", expuso el jefe de la diplomacia europea, que volvió a señalar al Gobierno de Netanyahu. (...)

Borrell ya se había expresado antes en esa línea sobre Gaza durante un discurso en el Foro Humanitario Europeo. "Es inaceptable que el hambre se usa como arma de guerra. Digámoslo. No es una cuestión de falta de suministros, hay comida para meses que está retenida", sostuvo. En este sentido, llamó a que los pasos humanitarios "funcionen correctamente" y de manera urgente, dadas las necesidades de la población. Esa llegada de ayuda humanitaria es clave desde el punto de vista de la UE. (...)

Asimismo, recordó a otros actores internacionales -como Estados Unidos- que la guerra "no es un terremoto ni una inundación", por lo que no hay que quitarle importancia. Y tiene claro el Alto Representante que la llegada de ayuda por aire o por mar no debería ser la vía predilecta, aunque sí sea la viable ahora mismo. "Cuando buscamos formas alternativas de prestar ayuda tenemos que recordar que tenemos que hacerlo porque la forma natural de prestar ayuda a través de las carreteras se está cerrando artificialmente. Y se está utilizando el hambre como arma de guerra", reiteró. (...)"  (Emilio Ordiz, 20Minutos, 19/03/24)

Sionismo por encima de todo... El establishment político alemán ha abandonado la creencia de que el Holocausto le dio una responsabilidad ante la humanidad, y la reemplazó por una responsabilidad únicamente ante Israel... Alemania ha ido mucho más lejos que Estados Unidos en la persecución de manifestantes, artistas e intelectuales que expresan simpatía y solidaridad con el pueblo palestino. Esgrime su responsabilidad por un genocidio apenas lejano como una especie de autoridad moral... Neiman habla de un "macartismo filosemita", tal vez sea más exacto llamarlo "macartismo sionista"... la postguerra alemana lo explica ( Hans Kundnani, Un. Nueva York)

 "En los cinco meses transcurridos desde el 7 de octubre, personas de todo el mundo han contemplado con horror cómo Alemania ha esgrimido el recuerdo del Holocausto para silenciar las críticas a la guerra de Israel contra Gaza. La respuesta del gobierno alemán al conflicto en sí no ha sido muy diferente de la de Estados Unidos: ambos han aumentado su suministro de armas a Israel y han apoyado a Israel contra Sudáfrica en el Tribunal Internacional de Justicia. Pero Alemania ha ido mucho más lejos que Estados Unidos en la persecución de manifestantes, artistas e intelectuales que expresan simpatía y solidaridad con el pueblo palestino. Esgrime su responsabilidad por un genocidio apenas lejano como una especie de autoridad moral.

Esta invocación del Holocausto para vigilar las críticas a Israel está muy lejos de la Erinnerungskultur, o cultura de la memoria, que muchos observadores internacionales celebraron en su día como una forma ejemplar de afrontar el pasado. Incluso la filósofa Susan Neiman, que hace cinco años escribió un libro en el que celebraba la cultura de la memoria de Alemania como modelo para Estados Unidos, piensa ahora que se ha "desquiciado". Neiman habla de un "macartismo filosemita" particularmente alemán, aunque dado que a menudo también se ha dirigido contra judíos que critican a Israel, como la escritora del New Yorker Masha Gessen y la artista Candice Breitz, tal vez sea más exacto llamarlo "macartismo sionista".

 Aunque gran parte de la atención se ha centrado, con razón, en estos casos individuales de persecución, la génesis y evolución de la cultura de la memoria de Alemania se discute con menos frecuencia. Especialmente en Estados Unidos, muchos de los que imaginaban que Alemania era un país comparativamente progresista asumen ahora que su cultura de la memoria del Holocausto siempre ha estipulado un apoyo incondicional a Israel. Pero la realidad es más compleja y mucho más extraña. La memoria del Holocausto no se afianzó en la clase política de la República Federal hasta la década de 1980. Durante las dos últimas décadas, esta cultura de la memoria ha retrocedido, ya que Alemania ha abandonado la creencia de que el Holocausto le confería una responsabilidad ante la humanidad y la ha sustituido por una responsabilidad únicamente ante Israel.

Gran parte de la culpa de esta regresión corresponde a Angela Merkel, que dominó la política alemana durante gran parte de los últimos veinte años. En las últimas décadas, sin embargo, la convergencia de fuerzas políticas ha producido una extraña alineación entre el centro-izquierda alemán y la derecha estadounidense e israelí. En la actualidad, Alemania está dirigida por un gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y demócratas libres que, respecto a Israel, parece estar "en algún lugar a la derecha del AIPAC", como escribe Neiman.

 Para entender esta peculiar alineación, es necesario volver a los años sesenta, cuando la cultura de la memoria alemana surgió de una Nueva Izquierda que buscaba enfrentarse al pasado nazi, una historia que conté en mi primer libro, Utopía o Auschwitz. Estos activistas fueron los primeros alemanes que vincularon su identidad nacional a la responsabilidad del país en el Holocausto. Su enfoque, a diferencia del hipersionismo miope que prevalece en Alemania hoy en día, se basaba en una comprensión universalista de las lecciones del Holocausto, en lugar de un enfoque particularista en Israel, incluso cuando estaban preocupados por calmar la propia conciencia de Alemania.

 La generación de 1968 e Israel

Mientras que los baby boomers estadounidenses eran hijos de la generación que luchó contra los nazis -la llamada Generación de los Grandes-, sus homólogos de Alemania Occidental eran hijos de lo que ellos llamaban la "generación de Auschwitz". Para la generación de 1968, o Achtundsechziger, enfrentarse al nazismo y extraer lecciones morales del Holocausto era importante desde el punto de vista existencial y extremadamente personal. A medida que alcanzaban la mayoría de edad, empezaron a cuestionar el silencio sobre el no muy lejano pasado nazi de Alemania.

El primer canciller de Alemania Occidental, el democristiano Konrad Adenauer, había suprimido de hecho cualquier compromiso real con el nazismo. Muchos de los implicados en el régimen nazi fueron rehabilitados y reincorporados a sus antiguos cargos; a mediados de la década de 1950, la élite de la administración pública, el poder judicial y el mundo académico había vuelto en gran medida a la del Tercer Reich. Muchos jóvenes que crecían en Alemania Occidental se sentían "rodeados de nazis", como dijo una persona a la que entrevisté. A mediados de la década de 1960, habían empezado a ver no sólo continuidades personales, sino estructurales: la República Federal era un Estado fascista, o al menos "prefascista". El movimiento estudiantil surgió como protesta contra estas continuidades reales e imaginarias.

El 2 de junio de 1967, la policía de Berlín Occidental mató a un estudiante, Benno Ohnesorg, en una manifestación contra la visita del Sha de Irán a la ciudad. Tres días después, Israel inició la Guerra de los Seis Días. Hasta entonces, la Nueva Izquierda de Alemania Occidental había tendido a apoyar a Israel, al que veía como un proyecto socialista. Pero a medida que el movimiento estudiantil se radicalizaba en los días posteriores al asesinato de Ohnesorg, también se volvía contra Israel, que ahora entendía como una cabeza de puente del imperialismo estadounidense en Oriente Medio, una posición que era en parte una reacción al vehemente apoyo a Israel del odiado magnate de los medios de comunicación de derechas Axel Springer. (Durante la guerra, Springer bromeó diciendo que había publicado periódicos israelíes en alemán durante seis días).

Durante la década siguiente, a medida que se centraban en Israel y lo criticaban cada vez más, algunos miembros de la izquierda de Alemania Occidental cruzaron la línea que separa el antisionismo del antisemitismo. Este antisemitismo de izquierdas alcanzó su punto álgido en 1976, cuando dos palestinos y dos alemanes occidentales surgidos del movimiento estudiantil de Fráncfort secuestraron un avión de Air France, lo llevaron a Entebbe (Uganda) y separaron a los pasajeros israelíes y judíos de los demás, que fueron liberados. (Yonatan, el hermano de Benjamin Netanyahu, murió en la posterior incursión israelí para liberar a los rehenes, un acontecimiento que él cita como el inicio de su vida política).

Entebbe conmocionó a muchos miembros de la Nueva Izquierda de Alemania Occidental, incluido Joschka Fischer, figura destacada de un grupo de Frankfurt llamado Lucha Revolucionaria. Fischer conocía a uno de los secuestradores, Wilfried Böse, de la escena izquierdista de Frankfurt. Fischer contó más tarde a su biógrafo que el secuestro, y especialmente la separación de los pasajeros judíos y no judíos, le ilustró "cómo aquellos que se apartaban enfáticamente del nacionalsocialismo y sus crímenes habían repetido casi compulsivamente los crímenes de los nazis". En los años siguientes, el fracaso del proyecto político de la Nueva Izquierda, y en particular su enredo con el terrorismo, sacudió decisivamente la visión del mundo de Fischer, obligándole a replantearse muchas de sus posiciones políticas. El pasado nazi y la responsabilidad alemana por él seguían siendo fundamentales para él, pero las lecciones que extraía de él cambiaron.

En particular, Fischer se alejó gradualmente de su anterior antisionismo. Cuando Israel invadió Líbano en 1982, por ejemplo, lo defendió frente a las críticas del partido político al que acababa de afiliarse, Los Verdes. Junto con muchos de sus antiguos camaradas, también se reconcilió con la República Federal, que ahora aparecía ante los desilusionados activistas como un frágil baluarte democrático contra el fascismo. El historiador alemán Heinrich August Winkler llamó a esto la "izquierda adenaueriana póstuma", es decir, una izquierda que ahora había adoptado muchas de las posturas de Konrad Adenauer, la encarnación de lo que el movimiento estudiantil había considerado un Estado fascista.

Auschwitz y el Staatsräson alemán

A Fischer le preocupaban cada vez más las implicaciones del pasado nazi para la política exterior alemana. En 1985, en el cuadragésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, Fischer escribió un artículo para el semanario Die Zeit en el que concluía: "Sólo la responsabilidad alemana por Auschwitz puede ser la esencia de la Staatsräson de Alemania Occidental. Todo lo demás viene después". (El término Staatsräson, un tanto arcaico, se traduce a veces erróneamente como raison d'être, pero es mejor traducirlo como raison d'état, o algo así como el interés nacional). Fischer intentó deducir una visión de la política exterior alemana a partir del principio de responsabilidad por el Holocausto.

En aquel momento, creía que este principio significaba rechazar el uso de la fuerza militar. Pero abandonó esa postura tras la masacre de Srebrenica en 1995. Siguiendo a su amigo Daniel Cohn-Bendit, la estrella de las manifestaciones de mayo de 1968 en París, que luego se trasladó a Frankfurt y creó Lucha Revolucionaria, Fischer llegó a apoyar la idea de la intervención militar para impedir el genocidio. Hasta entonces, sólo el centro-derecha había defendido esta postura; los Verdes la veían como un pretexto para la remilitarización alemana. Pero si su generación no utilizaba todos los medios para evitar el genocidio, se preguntaba Fischer en una carta abierta a su partido, ¿no habrían fracasado de la misma manera que sus padres durante la época nazi?

Tres años más tarde, cuando Fischer se convirtió en Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno rojiverde dirigido por el socialdemócrata Gerhard Schröder -otro Achtundsechziger, aunque no compartía la preocupación de Fischer por el Holocausto- tuvo la oportunidad de poner en práctica sus ideas. La cuestión de las implicaciones de Auschwitz para la política exterior alemana llegó a un punto crítico casi inmediatamente con la cuestión de la intervención militar para evitar la limpieza étnica en Kosovo. El debate fue especialmente intenso entre los Verdes, comprometidos tanto con la idea de la paz como con la responsabilidad por el Holocausto. Parecían tener que elegir entre dos principios: "Nunca más la guerra", que llevó a algunos a oponerse a la intervención militar de la OTAN en Serbia, o al menos a la participación alemana en ella, o "Nunca más Auschwitz", que llevó a otros (como Fischer) a apoyar la intervención y la participación alemana.

Esta obsesión por Auschwitz desembocó en un debate narcisista sobre política exterior que a menudo parecía referirse menos a la región en cuestión -en este caso, los Balcanes- que a la propia Alemania. No obstante, aunque Fischer defendía ahora más a Israel que antes de Entebbe, su idea de "Nunca más Auschwitz" seguía siendo una aspiración universalista para evitar cualquier genocidio en cualquier parte del mundo.

Del universalismo al particularismo

Aunque Fischer ganó la discusión sobre Kosovo en 1999 -cuatro Tornados alemanes se sumaron a los bombardeos de la OTAN contra Serbia, con el apoyo de los Verdes-, posteriormente surgió el consenso de que había "instrumentalizado Auschwitz" con fines políticos. Cuando más tarde entrevisté a Wolfgang Ischinger, entonces secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán y más tarde director de la Conferencia de Seguridad de Múnich, me dijo que su antiguo jefe había "exagerado el argumento para ganarse el apoyo interno". A partir de entonces, Auschwitz dejó de ser invocado en los debates de política exterior alemana como lo había sido en la década de 1990.

Sin embargo, hubo una excepción en el caso de Israel. El apoyo alemán a Israel se remontaba a Adenauer, que había aceptado pagar reparaciones en 1952 y empezó a suministrar armas al país. Y cuando invocar Auschwitz en los debates de política exterior cayó en desgracia, algunos en la derecha empezaron a utilizar el término Staatsräson, que Fischer había revivido en su artículo de 1985, para dar un tono más duro a la responsabilidad de Alemania con Israel. Como escribió el periodista Patrick Bahners en el Frankfurter Allgemeine Zeitung en 2002, "es el Staatsräson alemán lo que no se puede permitir que Hitler gane póstumamente". El pueblo judío seguía rodeado de enemigos, y era tanto del interés nacional alemán que estos enemigos no triunfaran como evitar que los nazis se apoderaran de la propia Alemania.

El gobierno rojiverde llegó a su fin en 2005, cuando Merkel asumió el cargo de canciller alemana, en el que permanecería durante los dieciséis años siguientes. En un discurso ante la Knesset tres años después de asumir el cargo -el primero de una canciller alemana- afirmó que todos sus predecesores habían sido conscientes de la especial responsabilidad histórica de Alemania respecto a la seguridad de Israel. "Esta responsabilidad histórica forma parte del Staatsräson de mi país", declaró.

El discurso de Merkel parece haber estado influido por Rudolf Dreßler, embajador de Alemania en Israel de 2000 a 2005, quien en un ensayo de 2005 escribió que "una existencia segura para Israel es de interés nacional alemán y, por tanto, parte de nuestra Staatsräson". Aunque el término procedía originalmente de Fischer, según un reciente reportaje del Spiegel, el personal de Merkel pensó que sonaba a "lenguaje democristiano" de cabeza dura. También era típico de Merkel en otro sentido: conocida por su enfoque político de "no hay alternativa", trató de sacar la política alemana hacia Israel del espacio de la contestación democrática y hacer del compromiso con la seguridad israelí "un principio incuestionable, no alternativo", como ha dicho el historiador Jürgen Zimmerer.

Merkel lo consiguió: el compromiso con Israel como principio del Staatsräson alemán se ha convertido en consenso en todo el espectro político. En 2021, el nuevo gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y demócratas libres alcanzó un acuerdo cuidadosamente negociado que incluía una línea conocida: "Para nosotros la seguridad de Israel es Staatsräson". En su visita a Israel diez días después de los atentados del 7 de octubre -cuando Israel ya había lanzado miles de bombas sobre Gaza-, el canciller Olaf Scholz repitió la declaración. (Su consejero de seguridad nacional, Jens Plötner, trabajó en la embajada alemana en Israel mientras Dreßler era embajador).

Desde que Merkel dejó el cargo, se ha criticado cada vez más su legado en política exterior, especialmente con respecto a China y Rusia, donde dio prioridad a los intereses económicos por encima de la seguridad. Desde el 7 de octubre, ha quedado muy claro que Merkel también dejó un legado desastroso para la política alemana hacia Israel. En 2009, un año después de su discurso en la Knesset, Netanyahu volvió al poder por segunda vez, y desde entonces Israel se ha desplazado cada vez más a la derecha. Alemania se encuentra ahora completamente incapaz, o poco dispuesta, a criticar a Israel incluso mientras expulsa y extermina a la población de Gaza.

"Sionismo Über Alles" (Sionismo por encima de todo)

En la década de 2010, me pregunté si la disminución del apoyo público interno podría conducir a un debilitamiento del compromiso de Alemania con Israel. Se estaba produciendo un cambio generacional a medida que los Achtundsechziger, para quienes el pasado nazi era existencial y personal, eran sucedidos por alemanes con una actitud más distante e indiferente hacia él. (Un influyente libro, Opa war kein Nazi - "El abuelo no era nazi"- ilustraba cómo los miembros de esta generación no podían imaginar que sus abuelos pudieran haber participado en atrocidades). Además, la sociedad alemana también se estaba diversificando, y los inmigrantes tienen su propio sentido de las lecciones del pasado nazi.

Para mi sorpresa, lo que ha surgido en la última década no es tanto una Alemania postsionista como una Alemania hipersionista. Incluso cuando la memoria colectiva del Holocausto se complica por el cambio generacional y demográfico, las élites alemanas han redoblado su compromiso con Israel. De hecho, parte de la razón por la que parecen haberlo hecho es que temen que su comprensión de las lecciones del pasado nazi ya no sea ampliamente compartida, y quieren hacerla innegociable antes de que sea demasiado tarde.

Los sucesores de Joschka Fischer en el Partido Verde no sólo se han adherido al cambio de una comprensión universalista de las lecciones del pasado nazi a otra particularista, sino que se han convertido en sus defensores más agresivos. Destacados políticos verdes, como la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, y el ministro de Economía, Robert Habeck, se cuentan entre los más firmes partidarios de Israel y los más duros críticos de las voces antisionistas y propalestinas. Sin embargo, a diferencia de los conservadores estadounidenses, consideran su apoyo incondicional a Israel como una expresión de antinazismo, es decir, como una posición progresista. Fischer es recordado por su enfrentamiento con los neoconservadores estadounidenses en el periodo previo a la invasión de Irak en 2003, a la que se opuso. Pero hoy, algunos Verdes están más cerca de los neoconservadores que de la izquierda.

La postura de la corporación mediática Springer sobre Israel se ha convertido en la postura de toda la clase política alemana, incluidos los sucesores de los nuevos izquierdistas que se radicalizaron por el apoyo de Springer a Israel en 1967. Más recientemente, Springer ha encabezado varias cazas de brujas contra críticos de Israel, como la de Nemi El-Hassan, periodista palestino-alemana que finalmente fue despedida por la cadena pública alemana ZDF. Los empleados de la empresa están obligados a firmar una declaración de apoyo a Israel. En un estado alemán, los democristianos han hecho de un compromiso similar con Israel un requisito para la ciudadanía, y otros estados están proponiendo hacer lo mismo, como si todos los ciudadanos alemanes fueran ahora empleados de Springer.

El año pasado, Die Zeit publicó un impactante informe de investigación basado en correos electrónicos filtrados del director general de Springer, Mathias Döpfner. En uno de los correos electrónicos, Döpfner hace un resumen de sus creencias políticas, que termina con una frase extraordinaria y escalofriante que también describe acertadamente el consenso político que ha surgido en Alemania en las últimas décadas: "Zionism über alles"."

( , investigador invitado en el Instituto Remarque de la Universidad de Nueva York,  Dissent, March 15, 2024, traducción DEEPL)

El 11 de diciembre de 2006 el presidente Felipe Calderón ordenó los primeros operativos conjuntos de la policía y el ejército contra el crimen organizado... el saldo, a 18 años de distancia, se revela como un fracaso total: hoy, cualquier droga puede ser adquirida a precios no mucho más altos. Y la violencia ha aumentado a niveles jamás vistos: más de 350.000 muertes y unos 150.000 desaparecidos... una epidemia de violencia fuera de control... Tres sexenios, tres presidentes, tres partidos antagónicos y el mismo resultado: una catástrofe humana... no existe el Estado de derecho: menos del 0,5% de los delitos que se denuncian acaban por dirimirse, los cuales a su vez representan apenas un 10% de los que se cometen... reconocer que México es, en este punto, un Estado fallido debería ser un paso indispensable para siquiera abordar la cuestión... Cuando todo ha fallado, hay que rearmar el sistema desde sus cimientos, revisando todas nuestras normas y procedimientos. La legalización paulatina de las drogas es otro paso indispensable. Y se impone, sobre todo, mirar la violencia de otra forma: no como una salida ilógica, propia de criminales sin escrúpulos, sino como la única vía que han encontrado distintas fuerzas sociales para dirimir sus conflictos (Jorge Volpi, escritor)

 "Sin ninguna advertencia y mientras los seguidores de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) acampaban en el Paseo de la Reforma para protestar por los resultados electorales, el 11 de diciembre de 2006 el presidente Felipe Calderón ordenó los primeros operativos conjuntos de la policía y el ejército contra el crimen organizado. Meses después ya no dudaba en usar la consigna guerra contra el narcotráfico —calcada de la guerra contra el terror— para referirse al estado de excepción permanente en el que llevamos sumidos desde entonces. Si su objetivo era contener el mercado de estupefacientes, el saldo, a 18 años de distancia, se revela como un fracaso total: hoy, cualquier droga puede ser adquirida a precios no mucho más altos. Y la violencia ha aumentado a niveles jamás vistos: más de 350.000 muertes y unos 150.000 desaparecidos.

Genaro García Luna, el principal operador de esta estrategia —y brazo derecho de Calderón—, fue condenado por una corte en Nueva York por sus vínculos con los criminales que aseguraba perseguir; su visión, sin embargo, apenas ha variado en los gobiernos sucesivos. El de Enrique Peña Nieto se abstuvo de emplear la palabra guerra, si bien prosiguió con el enfoque punitivista de su antecesor; el de López Obrador, por su parte, ha optado por una supuesta política de abrazos, no balazos, cuando, como en incontables ocasiones, afirma una cosa para hacer la contraria: exacerbar la militarización hasta límites insospechados mientras día con día niega tercamente lo que padecen todos los demás ciudadanos: una epidemia de violencia fuera de control.

Tres sexenios, tres presidentes, tres partidos antagónicos y el mismo resultado: una catástrofe humana. Y acaso lo peor esté por venir: las dos candidatas a la presidencia se aprestan a repetir los yerros de quienes las precedieron. Hasta ahora, tanto Xóchitl Gálvez como Claudia Sheinbaum se mantienen fieles a la lógica de García Luna. Mientras la primera ha prometido aumentar a medio millón los efectivos de la Guardia Nacional y, en un siniestro guiño al presidente de Salvador, Nayib Bukele, construir una megacárcel, la segunda apenas se atreve cuestionar la estrategia de López Obrador e insiste en añadir más supuestos a la prisión preventiva oficiosa, una medida por la que México ya ha sido condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. 

Más grave es lo que no han dicho: ninguna ha convertido en una prioridad absoluta la reforma integral de nuestro sistema de justicia, contentándose con afirmaciones vagas o inanes o con ocurrencias que empeorarán su estado, como la elección por voto universal de magistrados y ministros. Como si fueran a gobernar un lugar imaginario, ninguna parece darse cuenta de lo que significa vivir en un país donde no existe el Estado de derecho: menos del 0,5% de los delitos que se denuncian acaban por dirimirse, los cuales a su vez representan apenas un 10% de los que se cometen. A ambas les resulta incómodo aceptar que los partidos que las apoyan son los responsables del caos: reconocer que México es, en este punto, un Estado fallido debería ser un paso indispensable para siquiera abordar la cuestión.

Construir un sistema en el que ningún crimen se resuelve no ha sido sencillo: es producto de un régimen autoritario que fraguó una justicia simulada para que los poderosos siempre se saliesen con la suya, así como de cuatro presidentes elegidos de forma democrática que prefirieron no tocarla. Nada funciona: nos hallamos ante un modelo mal diseñado —miles de normas contradictorias e incontables instituciones ineficientes—, en donde incluso las mejoras, como el sistema penal acusatorio, han sido mal implementadas —su impacto ha sido marginal—, dominado por la impericia de casi todos sus integrantes —policías, peritos, ministerios públicos, fiscales, defensores de oficio y juzgadores— y por litigantes que se aprovechan de sus resquicios, asediado por las presiones políticas y el crimen organizado, y donde la corrupción es parte indispensable de su trama. Por si no bastara, los febriles ataques al poder judicial de López Obrador solo acentúan la confusión: este sin duda debe ser transformado de manera drástica, pero sus propuestas no tienen la meta de volverlo más eficaz, sino más dependiente del Ejecutivo.

Cuando todo ha fallado, hay que rearmar el sistema desde sus cimientos, revisando todas nuestras normas y procedimientos, capacitando a cada eslabón del aparato, aumentando salarios e incentivos y cerrando el margen a la corrupción. La legalización paulatina de las drogas es otro paso indispensable. Y se impone, sobre todo, mirar la violencia de otra forma: no como una salida ilógica, propia de criminales sin escrúpulos, sino como la única vía que han encontrado distintas fuerzas sociales para dirimir sus conflictos. Lo que vivimos desde 2006 es una descontrolada epidemia de violencia y lo único que nos queda es tratarla como tal: una suerte de enfermedad social que se transmite de una persona a otra y de un grupo a otro conforme a los parámetros de una aguda enfermedad viral. 

Usar el ejército para combatirla, como han hecho desde Calderón hasta AMLO, es como emplear quimioterapia contra la covid: un falso remedio que solo destruye el precario tejido social. En vez de ello, se requiere virar hacia un enfoque epidemiológico: entender las cadenas de transmisión de la violencia y así tratar de controlarla. El objetivo de la inteligencia no es, por tanto, el espionaje, sino la identificación de grupos vulnerables y de los principales vínculos de contagio. Ello no significa permitir que cualquier algoritmo sea usado para predecir la incidencia delictiva, sobre todo en un país donde las bases de datos son poco confiables o inadecuadas, sino la necesidad de intervenir directamente sobre el terreno.

Las amenazas y castigos nunca han sido las mejores herramientas para combatir el crimen; más exitosos han resultado enfoques como los de la organización Cure Violence, que capacita personal para interrumpir las cadenas de contagio a través de pequeñas células contratadas a escala local, las cuales detectan, gracias al contacto cotidiano con la comunidad y al análisis de sus redes, los núcleos más endebles. 

Más que programas sociales generalizados como los de la Cuarta Transformación (4T), se necesitan acciones focalizadas, donde dotar de becas, apoyos o trabajo a ciertos individuos o comunidades en riesgo en efecto puede prevenir los brotes de violencia, sobre todo si se articulan mecanismos de justicia transicional. Este enfoque ha funcionado en varias partes del mundo y México debería sumarse al cambio: si bien algunas acciones incipientes han sido probadas en la Ciudad de México o Coahuila, la mayoría han acabado rebasadas por la tentación punitivista de los gobiernos federal o local.

Todas las encuestas indican que Claudia Sheinbaum, una física, será quien gane la presidencia. Nadie podría entender mejor la urgencia por transformar simultáneamente el sistema de justicia y la perspectiva sobre la violencia a partir de una nueva mirada científica. Si no se atreve a cambiar radicalmente el enfoque García Luna que ha prevalecido hasta ahora —es decir, el de Calderón, Peña Nieto y López Obrador—, ella también será culpable de que la epidemia de violencia desatada en 2006 continúe aniquilando sin freno a cientos de miles de mexicanos."                       (Jorge Volpi es escritor.El País, 12/03/24)

Tortura, ejecuciones, bebés abandonados a su suerte, abusos sexuales… Estos son los crímenes de Israel ¿Por qué los mismos medios de comunicación occidentales que recalientan obsesivamente acusaciones de hace cinco meses contra Hamás son tan reacios a centrarse en las horribles atrocidades actuales de Israel? (Jonathan Cook, Premio Martha Gellhorn)

 "Rehenes torturados hasta la muerte. Padres ejecutados delante de sus hijos. Médicos golpeados. Bebés asesinados. Agresiones sexuales convertidas en armas.

No, no son crímenes de Hamás. Esto forma parte de una lista cada vez mayor de atrocidades documentadas cometidas por Israel en los cinco meses transcurridos desde el 7 de octubre, aparte de los bombardeos de alfombra sobre 2,3 millones de palestinos en Gaza y la hambruna provocada por la obstrucción de la ayuda por parte de Israel.

La semana pasada, una investigación del periódico israelí Haaretz reveló que se sabe que unos 27 palestinos capturados en las calles de Gaza en los últimos cinco meses murieron durante interrogatorios dentro de Israel.

A algunos se les negó tratamiento médico. Pero es probable que la mayoría hayan sido torturados hasta la muerte.

Hace tres meses, un editorial de Haaretz advertía de que las cárceles israelíes «no deben convertirse en centros de ejecución de palestinos».

Los canales de televisión israelíes han llevado a los telespectadores a visitar los centros de detención, mostrando las terribles condiciones en las que se mantiene a los palestinos, así como los abusos psicológicos y físicos a los que son sometidos.

Un juez israelí calificó recientemente las jaulas improvisadas en las que se mantiene a los palestinos de «inadecuadas para los seres humanos».

Recordemos que gran parte de los cerca de 4.000 palestinos tomados como rehenes por Israel desde el 7 de octubre -probablemente la inmensa mayoría- son civiles, como los hombres y niños que desfilan por las calles de Gaza o que son retenidos en un estadio despojados de su ropa antes de ser arrastrados a una oscura celda en Israel.

Mujeres maltratadas 

Según los medios de comunicación israelíes, muchas decenas de mujeres palestinas -incluidas mujeres embarazadas- también han sido apresadas, pero en su caso fuera de cámara.

Presumiblemente, Israel ha querido evitar socavar su cuidadoso mensaje de que sólo Hamás utiliza la violencia contra las mujeres como arma.


Sin embargo, según expertos jurídicos de las Naciones Unidas, las mujeres palestinas sufren las formas más degradantes de abusos a manos del ejército israelí.

Los expertos observaron que, al parecer, las mujeres y niñas palestinas detenidas estaban siendo sometidas a «múltiples formas de agresión sexual, como ser desnudadas y registradas por oficiales varones del ejército israelí».

«Al menos dos mujeres palestinas detenidas habrían sido violadas, mientras que otras habrían sido amenazadas de violación y violencia sexual».

También se cree que los soldados tomaron fotos de mujeres detenidas en circunstancias degradantes y luego las subieron a Internet.

Las familias de mujeres y niñas palestinas de Gaza también han denunciado su desaparición tras entrar en contacto con el ejército israelí.

«Hay informes preocupantes de al menos una niña trasladada a la fuerza por el ejército israelí a Israel, y de niños separados de sus padres, que siguen en paradero desconocido», han manifestado.

Palizas y ahogamiento simulado 

Un informe separado de la ONU reveló la semana pasada que 21 miembros de su personal -trabajadores de ayuda humanitaria- habían sido secuestrados por Israel. A continuación fueron torturados para extraerles confesiones, muy probablemente falsas, de su participación en el atentado de Hamás del 7 de octubre. Las torturas incluyeron palizas, ahogamiento simulado y amenazas a familiares.

Esas confesiones fueron citadas por los aliados occidentales como motivo -de hecho, el único motivo conocido- para cortar la financiación a la agencia de ayuda de la ONU UNRWA, el último salvavidas para la hambrienta población de Gaza. Fueron estas afirmaciones, obtenidas mediante tortura, las que ayudaron a Israel a racionalizar la imposición de una hambruna en Gaza.

De los 1.000 detenidos liberados posteriormente, 29 eran niños, uno de tan sólo seis años, y 80 mujeres. Algunos padecían cáncer y enfermedades crónicas como Alzheimer.

Según la investigación de la ONU, los palestinos denunciaron graves palizas de castigo, haber sido enjaulados con perros de ataque y haber sufrido agresiones sexuales. Las pruebas físicas -como costillas rotas, hombros dislocados, marcas de mordiscos y quemaduras- seguían siendo visibles muchas semanas después.

Ejecuciones, escudos humanos 

Estos horrores, por supuesto, no sólo tienen lugar en celdas y salas de interrogatorio dentro de Israel. Gaza está siendo sometida a niveles asombrosos de brutalidad y sadismo por parte de las tropas israelíes, aparte de los bombardeos de alfombra y la inanición forzada de civiles.
Francotiradores israelíes han disparado contra los hospitales de Gaza, matando al personal médico y a los pacientes que allí se encontraban.

El ejército israelí ha utilizado a palestinos como escudos humanos, incluido un hombre enviado a un hospital, con las manos atadas, para anunciar una orden israelí de evacuar las instalaciones. Las fuerzas israelíes lo ejecutaron a su regreso.

Se ha disparado contra quienes trataban de seguir esas órdenes de evacuación, ondeando banderas blancas.

Las instalaciones médicas han sido invadidas repetidamente por el ejército israelí, en flagrante violación del derecho internacional. A quienes no podían ser evacuados, como los bebés prematuros, se les ha dejado morir sin atención, incluso mientras los soldados israelíes ocupaban el edificio.

Esta semana, la BBC entrevistó a personal médico que denunció haber sido torturado, golpeado salvajemente y atacado con perros de presa en el interior del hospital Nasser de Jan Yunis después de que los soldados israelíes lo asaltaran.

A uno de ellos, el Dr. Ahmed Abu Sabha, le rompieron las manos. Dijo a la BBC: «Me sentaron en una silla que parecía una horca. Oí ruidos de cuerdas, así que pensé que me iban a ejecutar».

En otra ocasión, él y otros detenidos fueron golpeados en la parte trasera de un camión, cuando sólo llevaban ropa interior. Los llevaron a una gravera, donde los obligaron a arrodillarse con los ojos vendados. Creyeron que iban a ser ejecutados.
Durante sus ocho días como rehén, Sabha nunca fue interrogado.

Se cree que hay decenas de médicos más desaparecidos, presuntamente detenidos por Israel.

Fotografías publicadas por la BBC muestran también a pacientes en el recinto del hospital Nasser en camas con las manos atadas fuertemente por encima de la cabeza.
Los soldados israelíes dejaron descomponerse a los que murieron. Un médico del hospital, el doctor Hatim Rabaa, declaró a la BBC: «Los pacientes gritaban: ‘Por favor, llévenselos [los cadáveres] de aquí’. Yo les decía: ‘No está en mis manos'».

A diario se documentan otros ejemplos de crueldad asesina. Soldados israelíes han matado a tiros a palestinos desarmados, incluidos los que ondeaban banderas blancas. Padres palestinos han sido ejecutados a sangre fría delante de sus hijos. Se han repetido episodios en los que las fuerzas israelíes han matado a tiros en masa a palestinos desesperados que trataban de conseguir ayuda, como ha vuelto a ocurrir esta semana.

Incluso rehenes israelíes que intentaban escapar de sus captores han sido asesinados por los mismos soldados israelíes a los que intentaban rendirse.

Estos son sólo algunos de los casos de sadismo y barbarie israelíes que han aparecido brevemente en la cobertura de los medios de comunicación occidentales, y que pronto caerán en el olvido.

Borrar a Gaza del mapa 

El estomagante doble rasero es imposible de ignorar.

Los medios de comunicación occidentales han estado repletos de las más escabrosas acusaciones de salvajismo dirigidas contra Hamás, a veces con escasas o nulas pruebas. Las afirmaciones de que Hamás decapitaba a bebés o los metía en hornos, que aparecían en las portadas de los periódicos, resultaron ser absurdas.

Las acusaciones contra Hamás se han recalentado sin cesar para pintar un cuadro de un grupo militante sumamente peligroso y bestial, racionalizando a su vez el bombardeo de alfombra y la inanición de la población de Gaza para «erradicarla» como organización terrorista.

Pero las atrocidades igualmente bárbaras cometidas por Israel -no en el fragor de la batalla, sino a sangre fría- se tratan como desafortunados incidentes aislados que no se pueden relacionar, que no pintan nada, que no revelan nada importante sobre los militares que los llevaron a cabo.

Si los crímenes de Hamás fueron tan salvajes y sádicos que todavía tienen que ser denunciados meses después de que tuvieran lugar, ¿por qué los medios de comunicación establecidos nunca sienten la necesidad de expresar el mismo horror e indignación ante los actos de crueldad y sadismo infligidos por Israel en Gaza, no hace cinco meses, sino ahora mismo?

Esto forma parte de un patrón de comportamiento de los medios de comunicación occidentales que sólo lleva a una deducción posible: No se está informando del ataque de Israel contra Gaza, que dura ya cinco meses. Más bien se está narrando de forma selectiva, y con los fines más obscenos.

Mediante fallos sistemáticos y evidentes en su cobertura, los medios de comunicación establecidos -incluidos los medios supuestamente liberales, desde la BBC y la CNN hasta The Guardian y el New York Times- han allanado el camino para que Israel lleve a cabo una matanza masiva en Gaza, lo que el Tribunal Mundial ha calificado de genocidio plausible.
El papel de los medios de comunicación no ha sido mantenernos informados a nosotros, su público, sobre uno de los mayores crímenes que se recuerdan. Ha sido ganar tiempo para que el presidente estadounidense Joe Biden siga armando a su más útil de los Estados clientes en Oriente Próximo, rico en petróleo, y hacerlo sin dañar sus perspectivas de reelección en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre.

Si el presidente ruso Vladimir Putin fue un loco y un bárbaro criminal de guerra por invadir Ucrania, como coinciden todos los medios de comunicación occidentales, ¿en qué convierte eso a los funcionarios israelíes, cuando cada uno de ellos apoya atrocidades mucho peores en Gaza, dirigidas en su inmensa mayoría contra civiles?

Y lo que es más, ¿en qué convierte eso a Biden y a la clase política estadounidense por respaldar materialmente a Israel hasta las últimas consecuencias: enviando bombas, vetando las peticiones de alto el fuego en las Naciones Unidas y congelando una ayuda que se necesita desesperadamente?

Preocupado por la óptica, el presidente expresa su malestar, pero sigue ayudando a Israel a pesar de todo.

Mientras los políticos y comentaristas occidentales se preocupan por alguna amenaza existencial imaginaria que esos breves acontecimientos de hace cinco meses suponen para el Estado de Israel, dotado de armas nucleares, Israel está literalmente borrando Gaza del mapa día a día, sin inmutarse.

Hamás «empezó» 

Ha habido dos defensas, en gran medida implícitas, para este flagrante desequilibrio en las prioridades occidentales. Ninguna de ellas resiste el más somero escrutinio.
Una es el argumento de que Hamás «empezó», insinuado en la interminable afirmación de que, al destruir Gaza, Israel ha estado «respondiendo» o «tomando represalias» por la violencia del 7 de octubre.

Se trata de una justificación para matar a decenas de miles de palestinos y dejar morir de hambre a otros dos millones que nunca deberían haber salido del patio de recreo. Pero lo que es peor, es un sinsentido patente. Hamás no inició nada el 7 de octubre, salvo dar a Israel un pretexto para destrozar Gaza.

El enclave ha estado sometido a un asedio aplastante durante 17 años, en los que su tierra, mar y aire eran patrullados constantemente por Israel. A su población se le negó lo esencial para vivir. No tenían libertad de movimiento, salvo dentro de su jaula.

Mucho antes de la actual hambruna inducida por Israel, las restricciones comerciales de Israel habían garantizado altos niveles de desnutrición entre los niños de Gaza. La mayoría mostraba también las cicatrices de profundos traumas psicológicos por los constantes y masivos ataques de Israel contra Gaza.

Biden cacarea sobre la construcción de un «muelle temporal» -a semanas o meses vista- para hacer llegar a Gaza la ayuda que ahora se necesita desesperadamente. Pero hay una razón por la que el enclave carece de puerto marítimo y aeropuerto. Israel bombardeó el único aeropuerto en 2001, mucho antes de que Hamás se hiciera con el control de Gaza. Lleva años atacando y matando a pescadores que faenan frente a la costa de Gaza.

Desde entonces, Israel se ha negado a permitir que Gaza se conecte con el mundo y se libere del control israelí.

Hamás no empezó nada el 7 de octubre. Fue simplemente una nueva fase, especialmente truculenta, de lo que han sido décadas de resistencia palestina a la beligerante ocupación israelí de Gaza.

Narrativa falsa 

La otra defensa implícita de las instituciones occidentales que destacan constantemente la barbarie de Hamás sobre la de Israel es que se dice que la naturaleza de esas atrocidades es categóricamente diferente, en el sentido de peras y manzanas.

Se supone que Hamás demostró un grado de sadismo en su matanza del 7 de octubre dentro de Israel que la distingue de la matanza mucho mayor de Israel en Gaza.

Esa ha sido la base de todas las entrevistas de los medios de comunicación que exigen a los invitados que «condenen» a Hamás antes de que se les permita expresar su preocupación por la matanza de palestinos en Gaza. A nadie se le pide que condene a Israel.

También es la base para permitir que los portavoces israelíes afirmen sin rechistar que Israel sólo ataca a Hamás, no a los civiles, incluso cuando alrededor de tres cuartas partes de los muertos de Gaza son mujeres y niños.

En las noticias de la noche de la BBC del pasado fin de semana, el presentador Clive Myrie hizo precisamente esta absurda afirmación al entonar que desde el 7 de octubre «Israel lanzó una implacable campaña de bombardeos dirigida contra miembros de Hamás».

Pero las últimas revelaciones sobre las 27 muertes registradas en centros de tortura israelíes y los testimonios de médicos golpeados del Hospital Nasser confirman lo falso de toda esta narrativa enmarcada por los medios de comunicación occidentales, una narrativa destinada a engañar y desinformar al público.

Israel afirma que está atacando a Hamás, pero sus acciones cuentan una historia totalmente diferente. La hambruna acabará con los enfermos y vulnerables mucho antes que con los combatientes de Hamás.

La verdad es que Israel no está erradicando principalmente a Hamás. Está erradicando Gaza. Sus crímenes son al menos tan crueles y salvajes como todo lo que Hamás hizo el 7 de octubre, y sus atrocidades se han llevado a cabo a una escala mucho mayor y durante mucho más tiempo.

Las instituciones occidentales y sus medios de comunicación han estado librando una gigantesca campaña de distracción durante los últimos cinco meses, como lo han hecho contra los palestinos en años y décadas anteriores. Se ha animado a la opinión pública occidental a mirar en la dirección equivocada.

Hasta que eso cambie, los hombres, mujeres y niños de Gaza seguirán pagando el precio más alto a manos de un ejército israelí vengativo y sádico."

(Jonathan Cook, Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn, Middle East Eye, 15/03/24, traducción DEEPL, enlaces en el original)

Perder la casa dos veces: primero fue el banco, ahora el fondo buitre

 "Hay una cosa peor que perder tu casa: que te pase dos veces. Nilda Risueño se dio el primer resbalón en 2012. Hipotecada hasta las cejas por 50 años, pidió a su banco que le perdonara la deuda a cambio de entregar su casa, un pequeño piso de una habitación en el barrio madrileño de Ópera que había comprado con su pareja en 2007 por 240.000 euros. Tenía una letra de 1.300 euros y ganaba 900. Había intentado todo para seguir pagando en solitario después de separarse. La entidad –el banco Sabadell– atendió finalmente a su demanda en 2017 y le proporcionó un alquiler social en otro barrio. Siete años después, esa casa ya no es del banco sino de un fondo de inversión, Promontoria Coliseum Real State, que no quiere a inquilinos como Nilda.

Ni como Penélope. Nereira Penélope López –da su nombre completo, dice, porque ya no le teme “a nada”– pagó una hipoteca durante más de una década hasta que un día de 2015, tras años al límite, ya no pudo más. El banco, también Sabadell, le permitió quedarse en su casa con un alquiler reducido junto a sus dos hijos y su marido. Respiraron. Nueve años después, la rueda vuelve a girar: no hay posibilidad de renovar el contrato, le dice el fondo al que pertenece la vivienda. Se van a la calle.

Esta es la historia de cómo aquellas daciones en pago, una salida desesperada para familias ahogadas en préstamos imposibles de asumir, han desembocado en nuevos desahucios. Las consecuencias de la anterior crisis, la de 2008, siguen azotando la vida de hoy y los que están al otro lado ya no son bancos, sino fondos de inversión “con los que es mucho más difícil negociar”, asegura José Sigüenza, uno de los coordinadores de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Pinto (Madrid).

“El sistema inmobiliario se reorganizó tras la burbuja con la llegada de un conglomerado de agentes inversores que acumulan patrimonio sin que sea muy importante si está o no habitado. Entran en juego unos nuevos actores, los fondos y las socimis, con los que no hemos tratado antes porque estábamos acostumbrados a otro tipo de promotoras”, explica Raquel Rodríguez, profesora de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid, que lleva veinte años investigando sobre políticas de vivienda.

El año que Penélope selló la paz con su banco, 2015, otras 10.317 personas en España firmaron una dación en pago. Así se conoce la operación en términos hipotecarios. Se quitaron la losa de la deuda pagando el peaje de quedarse sin casa y de perder lo que habían invertido en ella.

En 2023, 1.144 personas llegaron a un acuerdo de este tipo con su entidad, apenas un 10% de las que lo hicieron hace casi una década, según los datos del Colegio de Registradores de la Propiedad. “Nunca supimos qué fue de toda aquella población que sufrió un traspiés tan gordo en su vida. Ahora podemos preguntarnos qué pasó, si han salido adelante o han consolidado situaciones de vulnerabilidad”, sostiene Rodríguez.

“Cuando la gente llega a este punto está ya muy tocada. Son procesos muy largos, de años, que se viven con mucha tensión. Es revelador ver la euforia cuando se consigue la dación y después el gran bajón”, cuenta Sigüeza, que lleva 12 años mirando con lupa hipotecas y contratos de alquiler para ayudar a quien no puede pagarlos. El local donde hacen las asambleas está forrado con fotos de escenas felices de cuando aquel compañero logró la dación o aquella otra consiguió por fin el alquiler social.

A la PAH de Pinto siguen llegando personas que necesitan asesoramiento para negociar una dación en pago. “Estamos viendo casos en que estaban muy avanzadas pero al producirse una fusión de bancos, como Bankia y Caixabank, se han parado y nos están poniendo problemas”, describe Sigüenza. No obstante, las plataformas de afectados, los expertos y las cifras acreditan un cambio en la morfología de los desahucios en España, como puede verse en el gráfico siguiente. “El perfil de desahuciado ha cambiado. Las ejecuciones hipotecarias se dan en mucho menor medida, pero existe una amenaza constante de subida de tipos”, expone Rodríguez.

La situación no es baladí. De hecho, ha exigido medidas gubernamentales. El Gobierno de España aprobó en 2022 un paquete de ayudas para proteger a los hipotecados más vulnerables. La Asociación Española de Banca responde, a preguntas de este medio, que “la disposición de los bancos es clara para ayudar a las familias en la medida de sus posibilidades en los problemas que tengan” y recuerda las medidas aprobadas por el Ejecutivo en colaboración con las entidades.

“Quieren volver a especular con estas casas”

La sensación, comparten Risueño y López, es que la historia es interminable. Que la vida las vuelve a poner de nuevo al límite. “A Promontoria les he pedido muchísimas veces que me renueven el contrato, estoy dispuesta a pagarles, pero no les interesa”, explica Nilda, cuya última renovación de los papeles se produjo a finales de 2020. La justicia paralizó un primer intento de desahucio. Ahora espera la demanda del segundo. “El acoso es espectacular. Me llaman tres días a la semana, me pasan notas por debajo de la puerta, me dejan cosas en el buzón o me visitan un sábado a las diez de la mañana”.

Solvia, la gestora que se encarga de los alquileres de Promontoria, ha preferido no hacer declaraciones para este reportaje, mientras el Banco Sabadell –la entidad que se hizo cargo de los alquileres sociales de las dos inquilinas– asegura que esas viviendas ya no son de su propiedad.

El traspaso entre estas dos empresas no es extraño. Muchos bancos han vendido parte de sus activos más tóxicos –las casas procedentes de desahucios, desalojos o daciones en pago– a fondos buitre especializados en gestionar el riesgo de esos productos. Sabadell, por ejemplo, se deshizo de una gran parte de su capital inmobiliario en 2019 al venderlo a Promontoria, una sociedad en la que la entidad todavía tiene una participación del 20% (aunque está en peleas legales para desvincularse).

Risueño, que ha cumplido ahora los 40, tiene un salario un poco más alto que hace unos años, unos 1.300 euros. “Para ellos no cumplo los criterios de vulnerabilidad, pero ¿sabes cómo está el patio? Quieren volver a especular con esta casa, que habrán comprado por un precio de mierda. Siempre –afirma– quieren ganar”.

Penélope, cuya vivienda está en Pinto, asegura que le han ofrecido 3.000 euros por marcharse. Ella sigue transfiriendo 166 euros mensuales al fondo aunque su contrato también está caducado desde 2021. “Sigo pensando que, pese a lo que ha pasado, dejar la hipoteca fue la mejor decisión. Me ofrecieron carencia, quita, préstamos personales... y fui capaz de ver que todo era engordar la deuda. Pagamos 80.000 euros que han ido a ningún sitio durante diez años, pero no podíamos seguir así. Metí, con 23 años que tenía cuando me hipotequé, toda mi juventud en esta casa”, recuerda. Risueño firmó su préstamo con 25.

Cuando mira atrás, López sitúa el resbalón definitivo en una deuda inesperada de 6.000 euros de su madre que tuvo que asumir. Llegó en un momento en el que tenían la vida cogida por pinzas. “Esto nos ha llevado a un brote de depresión familiar, casi comunitario, nos ha colocado en nuestro propio límite”, interviene José Piguabe, el marido de Penélope.

Ambas familias tienen una situación mejor que la que vivieron hace unos años, pero la incertidumbre no ha dejado de morderles. Penélope está en búsqueda de empleo tras estudiar un grado de formación profesional para abrirse nuevas puertas después de un accidente laboral. La vida de Nilda sigue con el horizonte lleno de interrogantes."         (Sofía Pérez Mendoza , eldiario.es, 17/03/24)

Zapatero puede ser más útil aún. Si las elecciones europeas adquieren carácter de urgencia para el PSOE, sería un buen candidato socialista. Representaría, con la legitimidad de quien los ha sufrido y combatido, los tres mensajes en que el PSOE basará sus campañas: el PP de la mentira, el del 11-M, que sigue bien vivo; la idea de una articulación de España que desanime las tentativas independentistas; y la lucha contra la extrema derecha, esa que amenaza los derechos sociales adquiridos... un expresidente que regresa a la política para apoyar a su partido en un momento complicado (y que no lo hace para disputar el poder a Sánchez, sino para colaborar) y que defiende su legado al mismo tiempo que combate a los viejos enemigos en el presente, puede colgarse un broche a su trayectoria política muy tentador... Sánchez está ahora flanqueado, por un lado, amable, el de Zapatero, y por uno duro, el de Óscar Puente (Esteban Hernández)

 "El PSOE tiene que afrontar tres elecciones cruciales en apenas tres meses. Cataluña y País Vasco, los dos territorios que fueron decisivos para conseguir la investidura por el apoyo electoral que brindaron al PSOE y por el sostén parlamentario de sus partidos nacionalistas, tienen que pasar por las urnas. Tras ellos, llegarán los comicios europeos, y la UE ha sido uno de los principales valedores del Gobierno de Pedro Sánchez. Los vientos soplaban favorables para el progresismo, por el ciclo ligado a la salida del covid y a la guerra de Ucrania, y un Ejecutivo socialista en España era funcional en esos momentos.

Estamos ya en otro instante, interno y externo, cuya dirección está por definirse. A priori, de las tres citas electorales, las vascas serán las que menos influencia tengan en el panorama político español. Se da por supuesto un gobierno del PNV apoyado por el PSE, una alianza sólida durante mucho tiempo, y cualquier otro resultado sería una sorpresa. Los comicios se presentan como un pulso entre dos partidos nacionalistas, los jeltzales y Bildu, pero también habrá que estar atentos a los resultados de PSOE y PP y al nivel de caída de Sumar y Vox.

Cataluña es la etapa decisiva. En teoría, la legislatura se jugará en unas elecciones cuyos resultados auguran pocos efectos positivos en Madrid. Al PSC de Salvador Illa no le llega la convocatoria anticipada en el mejor momento, ya que la amnistía no termina de agradar a una parte de sus simpatizantes, pero eso quizá sea lo de menos. Lo más complicado serán las perturbaciones que pueda producir en el bloque de investidura. Entre otras posibilidades: si el partido socialista gana las elecciones y se apoya para gobernar en ERC dejando fuera a Junts, las posibilidades de que los de Puigdemont dinamiten la legislatura serían elevadas.

La relevancia de Europa

Las elecciones europeas serán importantes, mucho más de lo que parece. En primera instancia, servirán para definir el tipo de Europa que se dibujará en la próxima etapa. El auge de los partidos de derecha populista y de extrema derecha, así como las brechas abiertas en el Partido Popular Europeo, apuntan hacia una posible coalición que desplace a los liberales y los socialistas del lugar central.

Si las elecciones catalanas complicasen la continuidad de esta legislatura, las europeas se convertirían en una suerte de primarias

Rusia y la Europa de la defensa están al fondo, la reconstrucción verde se ha frenado. El viernes pasado, Olaf Scholz, el presidente alemán, apuntaba ese nuevo marco al afirmar en un tuit "Francia, Alemania, Polonia. En el corazón de Europa, el Triángulo de Weimar es un signo esencial de nuestra cohesión. Más que nunca, nuestra unidad es nuestra fuerza", lo que indica hacia dónde se está girando. El mapa definitivo lo tendremos en noviembre, cuando se celebren las elecciones estadounidenses. En ese momento sabremos el encaje real que tendría un gobierno progresista en España en el nuevo reparto de cartas occidental.

En segundo lugar, si los comicios catalanes generasen consecuencias complicadas para la continuidad de esta legislatura, las elecciones europeas se convertirían en una suerte de primarias. Si se adivinasen unas generales en el horizonte, las urnas del 9-J tendrían un componente simbólico muy significativo, que ayudaría a fijar el reparto de fuerzas y de posiciones para la siguiente convocatoria.

En este circuito con tres obstáculos se van a mover las estrategias de los partidos. Por más que Cataluña sea determinante, las otras dos tendrán influencia, especialmente las europeas, para dibujar la hoja de ruta de los partidos. Es fácil suponer cuáles serán los marcos discursivos en los que se moverán las elecciones vascas y catalanas, y aún más las europeas.

La reconversión de Zapatero

La presencia de José Luis Rodríguez Zapatero en el congreso del PSC en el que Illa será nombrado candidato a la Generalitat no es inesperada. El expresidente ha estado muy activo en las últimas fechas, y más aún con el aniversario del 11-M. Tampoco es sorprendente que vaya a tener una presencia significativa en las elecciones catalanas. Con él en Moncloa se llevó a cabo esa reforma del Estatut con la que se quería ofrecer un mejor encaje a los nacionalistas en España.

La sentencia del TC en la que se le declaró inconstitucional fue la chispa que encendió el giro hacia el independentismo que culminó en el procès. Nadie mejor que Zapatero, dentro del partido socialista, para defender el mensaje de reconciliación con el que se ha revestido la amnistía y para mostrar que en España hay sensibilidades distintas a las del PP y Vox.

Pero Zapatero puede ser más útil aún. Si las elecciones europeas adquieren carácter de urgencia para el PSOE, sería un buen candidato socialista. Representaría, con la legitimidad de quien los ha sufrido y combatido, los tres mensajes en que el PSOE basará sus campañas: el PP de la mentira, el del 11-M, que sigue bien vivo; la idea de una articulación de España que desanime las tentativas independentistas; y la lucha contra la extrema derecha, esa que amenaza los derechos sociales adquiridos.

Zapatero salió del Gobierno por la puerta de atrás y fue tratado, en los años siguientes, como una figura de segunda fila. Ahora es al contrario

Desde Ferraz afirman que quienes mantienen esas especulaciones abiertas "tienen menos fuentes que sentido". Zapatero también ha señalado que no es una posibilidad que esté valorando.

Zapatero salió del Gobierno por la puerta de atrás y fue tratado, en los años siguientes, como una figura de segunda fila. La sensación de que no había sabido manejar la crisis, y de que incluso no la había visto venir, unida al desgaste al que el PP le sometió durante sus dos legislaturas, acabaron pasando factura. Al partido, que cayó sustancialmente en las elecciones de 2011, y a él mismo, por la escasa consideración que se le dispensó en los años posteriores a su marcha.

Más de una década después, su rehabilitación pública entre el electorado progresista está siendo notable. Es una de las figuras que más aceptación provoca por todo lo que significó en su etapa como presidente, con la salida de Irak, el matrimonio homosexual, los niveles muy bajos de paro y el fin de ETA. Si en épocas anteriores se resaltó su etapa final, marcada por la crisis y por la llamada de Obama, ahora ocurre justo al contrario.

En este contexto, una candidatura socialista a las elecciones europeas encabezada por Zapatero sería una opción pragmática

En este contexto, una candidatura socialista a las elecciones europeas encabezada por Zapatero sería una opción pragmática: una figura conocida, que simboliza aquello que quieren representar como programa y que es apreciada por muchos votantes progresistas, también de Sumar. Sería una candidatura que le permitiría movilizar a los suyos y ampliar espacios.

Para el expresidente, los incentivos para encabezar la lista son escasos, y más cuando las encuestas aseguran que lo más probable es que el PSOE quede segundo en esos comicios, por detrás del PP. Sin embargo, podría haber una recompensa personal: un expresidente que regresa a la política para apoyar a su partido en un momento complicado (y que no lo hace para disputar el poder a Sánchez, sino para colaborar) y que defiende su legado al mismo tiempo que combate a los viejos enemigos en el presente, puede colgarse un broche a su trayectoria política muy tentador.

En cualquier caso, y más allá de quién encabece la lista, lo que sí resulta evidente es que el marco discursivo de nuestra época parece la continuación de aquella de Zapatero: se señalará al PP como el partido de la crispación y de las mentiras, se insistirá en que la otra opción es la extrema derecha que quiere recortar derechos y se abogará por un encaje territorial diferente en España. Veremos si es bastante en un momento complicado en lo interno y que puede serlo más aún en lo externo. En todo caso, el PSOE actual no es el de la primera década del siglo: Sánchez está ahora flanqueado, por un lado, amable, el de Zapatero, y por uno duro, el de Óscar Puente."              (Esteban Hernández, El Confidencial, 17/03/24)

Cómo estos dos años de guerra en Ucrania han demostrado, derrotar a Rusia es imposible, sólo queda una solución disponible: prolongar el conflicto todo lo posible. Sin embargo, las fuerzas armadas ucranianas están agotadas... Por lo tanto, se hace necesario sustituir a Ucrania por otra fuerza, capaz de ocupar su lugar y mantener ocupado a Moscú durante los próximos años... está demasiado claro que ese lugar estará formado por todos los ejércitos europeos... mientras Washington se centra en su enfrentamiento con China... y es que la industria naval china produce buques de guerra a un ritmo 3/4 veces superior al de EEUU.

 "Al contrario de lo que afirmaban sus defensores, la guerra por poderes de la OTAN contra Rusia en Ucrania no salió como estaba previsto. La intención de Washington, largamente preparada, era desgastar y aislar a Moscú, desencadenando un conflicto –sobre cuyo resultado militar final el Pentágono apenas podía hacerse ilusiones– que permitiera a las fuerzas armadas rusas participar en una guerra de desgaste, que a su vez debería haber proporcionado el pretexto para el estrangulamiento económico y el aislamiento internacional. Nada de esto ocurrió. El resultado fue una situación estratégica cuando menos embarazosa, ya que Washington se encontró ante la perspectiva concreta de una derrota en suelo ucraniano –derrota militar y política– que habría comprometido seriamente la capacidad de disuasión de los ejércitos occidentales, alentando a aquellos países que pretenden escapar de la asfixiante esfera de dominación de las barras y estrellas.

Mientras Estados Unidos se encontraba ante la amenaza de una debacle en el frente de Europa Oriental, la repentina apertura de un segundo frente en Oriente Medio complicó aún más las cosas. De hecho, la repentina escalada del conflicto palestino-israelí ha creado nuevos problemas para las estrategias de control global de EEUU. En primer lugar, arruinó la intensa y larga labor diplomática para estabilizar las relaciones entre Israel y los países árabes, haciendo fracasar la ratificación saudí de los Acuerdos de Abraham. Un revés que, además, llega tras los éxitos de la acción rusa y china en esta zona estratégica; la intervención de la primera (y de Irán) hizo saltar por los aires el proyecto de subvertir Siria utilizando al ISIS, mientras que la segunda trajo la paz entre Ryad y Teherán (con la consecuencia del fin de las hostilidades en Yemen, y el regreso de Damasco a la Liga Árabe).

Además, y no secundariamente, obligó a Estados Unidos a precipitarse en ayuda de su aliado estratégico Israel, apoyando su esfuerzo bélico, en un momento en que el apoyo a Kiev ya había consumido la capacidad de los arsenales occidentales. Además, el actual gobierno extremista de Tel Aviv se muestra muy reacio a seguir los deseos de Washington y sigue avergonzando a Estados Unidos con sus indefendibles tácticas genocidas.

En este contexto, por tanto, era necesario desarrollar una nueva línea de conducta que les permitiera salir indemnes de las turbulencias inesperadas y de los errores estratégicos cometidos. Además, teniendo en cuenta el escenario Indo-Pacífico, donde Washington cree que debe operar para contener lo que considera la mayor amenaza para su hegemonía global, es decir, China.

La cuestión central es, como repiten obsesivamente los dirigentes occidentales, impedir la victoria de Rusia. Pero dado que, como todo el mundo sabe bien y como estos dos años de guerra en Ucrania han demostrado claramente, derrotar a Rusia es imposible, sólo queda una solución disponible: prolongar el conflicto todo lo posible. Sin embargo, las fuerzas armadas ucranianas están agotadas, todo el aparato del Estado –sacudido por la guerra y consumido por la corrupción– está al límite; todo el mecanismo de guerra por delegación establecido por la OTAN corre el riesgo de derrumbarse en cualquier momento. Por lo tanto, se hace necesario darse prisa y equiparse (material y psicológicamente) para que el proxy ucraniano pueda ser sustituido por otro, capaz de ocupar su lugar y mantener ocupado a Moscú durante los próximos años.

Y si hasta no hace mucho ese sustituto podía imaginarse que sería Polonia, tal vez con el apoyo de los países bálticos, ahora está demasiado claro que en su lugar estará formado por todos los ejércitos europeos. Somos los nuevos proxies.

En el contexto de las respuestas que Estados Unidos intenta dar a la crisis mundial, que él mismo ha militarizado, se trata de una estrategia conveniente. De hecho, por un lado les permite reducir el apoyo económico y militar a Kiev (manteniendo un estricto control sobre las operaciones y la inteligencia) y se distancian de una posible derrota y por otro profundizar la brecha entre Rusia y Europa, haciéndola irreparable para las próximas décadas.

Uno de los aspectos poco tenidos en cuenta de la nueva estrategia imperial estadounidense, especialmente en el viejo continente, es el cambio de paradigma en la relación histórica entre las dos orillas del Atlántico. Si hasta ahora ésta se ha caracterizado por ser colonial, sí, pero sobre todo cooperativa, aunque de forma accesoria, con el cambio del marco geoestratégico global el papel de Europa se ha visto rápidamente degradado al de una marca fronteriza, encargada de la tarea de mantener a los bárbaros alejados del corazón del imperio.

A este respecto, merece examinarse lo que podríamos llamar el factor Trump. En la narrativa centrada en la OTAN, el magnate es representado como alguien que pretende abandonar a los aliados europeos, incluso disolver la OTAN. Obviamente, esta narrativa es en gran medida el resultado de la actual administración estadounidense, que tiene todo el interés (electoral pero no sólo) en retratar negativamente al oponente de Biden.

Teniendo en cuenta que, en cualquier caso, el presidente de Estados Unidos no es un soberano absoluto y que debe tratar no sólo con el Congreso sino también con una serie de poderes diversamente distribuidos, dentro del aparato federal y fuera de él, hay que considerar que aunque ser sustancialmente heterogéneo al aparato del GOP da a Trump una cierta autonomía, por otra parte lo hace en parte más débil de lo que parece. En cualquier caso, sin embargo, él representa una corriente interna del dominus global, y de un modo u otro responde a esos intereses superiores.

En términos de metaestrategia geopolítica, los intereses estadounidenses son unívocos y sólo cambian las formas en que se expresan. En este sentido, no hay diferencia sustancial entre el plan del bloque neocon-demócrata, que pretende claramente externalizar la contención y el desgaste de Rusia a los proxies europeos y el que se refiere a Trump, que más brutalmente quiere volcarlo sobre nosotros. En ambos casos, esto responde a la necesidad estratégica de EEUU de ahorrar recursos (económicos, militares y humanos) para afrontar retos considerados más importantes. Retos para los que, como se ha subrayado reiteradamente aquí, EEUU requiere una profunda revisión organizativa, estratégica y doctrinal de sus fuerzas armadas. Algo que –como explica la Secretaria del Ejército, Christine Wormuth– significa esencialmente que «nos estamos alejando de la lucha antiterrorista y la contrainsurgencia. Queremos estar preparados para operaciones de combate a gran escala». Y esto requiere tiempo e inversión.

Los problemas cruciales que Estados Unidos debe afrontar, en esta perspectiva, son: el fortalecimiento del aparato industrial, haciéndolo capaz de afrontar el estrés de un conflicto con alto consumo de recursos; la modernización de las fuerzas armadas, especialmente la marina y la fuerza aérea, y el poder nuclear estratégico; el reclutamiento de personal en cantidad y calidad suficientes para la comparación que se vislumbra en el horizonte (China).

A nivel industrial, la situación estadounidense (y europea) es cualquier cosa menos halagüeña. En primer lugar, la industria militar estadounidense (toda privada) se centra actualmente en la producción de sistemas de armas tecnológicamente avanzados y de alto valor añadido que garantizan elevados beneficios a un ritmo de producción relativamente bajo. Mientras que el nuevo modelo de conflicto que se avecina requiere una producción masiva, menos costosa y más rápida y sobre todo sistemas de armas menos sofisticados pero más robustos. La experiencia de la guerra de Ucrania ha demostrado cómo muchos sistemas occidentales causan una gran impresión en las páginas brillantes de las revistas comerciales o en los desfiles de moda, pero suelen tener una vida corta en el campo de batalla.

Además, mientras que el sistema industrial occidental sufre estos problemas (que requieren una reconversión ni fácil ni rápida), al ruso-chino le va bien. Como escribe Ben Aris en Intellinews[1], «China es ahora ‘la única superpotencia manufacturera del mundo’ y la capacidad de producción de Rusia es mayor que la de Alemania, según recientes estudios sobre los cambios en la composición manufacturera mundial. (…) tras analizar su poder manufacturero, la imagen que emerge es que China es el productor más potente del mundo y Rusia el más productivo de Europa. Ganar una guerra no es cuestión de cuánto dinero tienes; es cuestión de cuántas bombas y aviones puedes fabricar y con qué rapidez».

Librar una guerra en el teatro de operaciones europeo (como hemos visto) significa producir drones, tanques, vehículos blindados y munición en cantidades gigantescas. Una posible guerra en torno a Taiwán significa una gran flota de barcos potentes y modernos, constantemente tripulados. Y hoy China ya tiene más barcos que la US Navy (aunque esta última sigue predominando en términos de tonelaje), casi todos ellos más modernos que los estadounidenses. Y la industria naval china produce buques de guerra a un ritmo 3/4 veces superior al de EEUU.

Por último, las fuerzas armadas estadounidenses tienen grandes problemas de reclutamiento, no sólo por el descenso de la motivación, sino porque el nivel psicofísico de los jóvenes estadounidenses está bajando considerablemente y ni siquiera la consiguiente rebaja de las exigencias ha sido suficiente. Recientemente, el ejército norteamericano ha iniciado un programa de redistribución funcional de su personal, en la lógica ya mencionada de pasar de un modelo orientado a conflictos asimétricos a otro para conflictos simétricos. Pero, como está demostrando la experiencia de la guerra de Ucrania, aunque la cantidad y calidad de los sistemas de armas son importantes, en cualquier caso las tropas son fundamentales. De ahí la necesidad de desplegar fuerzas subsidiarias, reclutando para ello a los ejércitos coloniales.

En una fase económica no especialmente floreciente y expansiva, y con perspectivas cada vez más complicadas, Estados Unidos también corre el riesgo de encontrarse en una situación similar a la de la URSS en vísperas del colapso: un gasto militar gigantesco[2], que de alguna manera debe reducirse, racionalizarse, repartirse entre múltiples economías (véase la presión sobre los europeos para que destinen el 2% del PIB a la OTAN). Lo que, entre otras cosas, significa un replanteamiento de la exorbitante red de bases militares en el exterior, que en una fase de riqueza económica y supremacía tecnológica era funcional al control global del territorio, pero hoy además de ser una pesada carga financiera se ha transformado sobre todo en una extensa serie de objetivos posibles.

La capacidad de mantener una presencia militar global era un elemento fundamental de la hegemonía estadounidense, pero ahora que la capacidad de proyectar poder está disminuyendo, Estados Unidos se verá obligado a renunciar a su influencia sobre diversas potencias regionales y a centrarse más en los problemas internos.

Todo esto conduce estratégicamente de nuevo a una cuestión militarmente esencial. Desde la Segunda Guerra Mundial, el supuesto fundamental ha sido mantener la capacidad de dirigir y ganar dos guerras simultáneas en diferentes teatros. El llamado «constructo de las dos guerras» se mantuvo, sustancialmente sin cambios, durante unos sesenta años. Pero ya en 2018, con la publicación de la Estrategia de Defensa Nacional (NDS) cuatrienal, el Pentágono adoptó el concepto de «una guerra» o «una guerra y media»; entrando en una perspectiva de choque simétrico con potencias emergentes como Rusia y China, la idea de dos guerras se hizo insostenible. Pero, una vez más, el conflicto ucraniano (y en menor medida el palestino) han demostrado que, en ausencia de una supremacía tecnológica abrumadora –que Occidente ya no tiene–, una guerra entre iguales resulta terriblemente sangrienta y derrochadora y requiere una movilización considerable de recursos humanos.

Además, la política agresiva de la administración estadounidense en las últimas décadas no sólo no ha logrado dividir a los dos principales adversarios mundiales –Rusia y China–, sino que incluso les ha empujado a estrechar lazos y a formar esencialmente un bloque con otras dos potencias menores como Irán y Corea del Norte. En consecuencia, es necesario volver a la capacidad de sostener simultáneamente (al menos) dos conflictos de alta intensidad en distintos teatros, siguiendo el modelo de la Segunda Guerra Mundial. Con una diferencia fundamental: las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) tenían una capacidad industrial limitada o escasa, y carecían esencialmente de fuentes de energía propias, mientras que Rusia y China tienen capacidades de producción gigantescas y son muy ricas en energía y materiales en primer lugar. Por no mencionar el hecho de que la victoria en la guerra del 39/’45 también fue posible gracias a la enorme contribución, sobre todo en términos de tropa, de la Unión Soviética…

La estrategia global a largo plazo, por tanto, debe hacer frente a una serie de condiciones objetivas y subjetivas, que no dejan mucho margen de elección. Recientemente, Raphael Cohen[3], politólogo de la RAND Corporation (un centro de investigación muy influyente en el mundo militar estadounidense), propuso una tercera vía: librar una guerra directamente y otra por delegación. Él lo llama el «modelo Ucrania». Y está bastante claro que, una vez más, las condiciones objetivas determinan las orientaciones. Los miembros europeos de la OTAN se consideran suficientemente capaces al menos de contener a Rusia, enfrentándola en un conflicto prolongado en el teatro de operaciones europeo, mientras que los aliados de la ASEAN no serían en absoluto capaces de competir solos con China, a la que por tanto tendrá que enfrentarse directamente Estados Unidos.

Esta división del trabajo no es simplemente un proyecto, sino que lleva en marcha activamente más de un año y ahora se está acelerando. Esto se hace evidente no sólo por las declaraciones cada vez más belicosas de los líderes europeos (que, como buenos vasallos, se alinearon rápidamente con los designios estadounidenses), sino por una serie de acciones concretas y operativas, que van desde la incorporación a la OTAN de países históricamente neutrales como Suecia y Finlandia hasta el llamado Schengen militar, desde las inversiones en la adaptación de las redes de comunicación por carretera y hierro a las necesidades militares (especialmente en los países del Este, que tienen un ancho de vía diferente, como España y Portugal) hasta la adopción explícita de un modelo industrial de «economía de guerra».

Sin embargo, para avanzar eficazmente hacia esta perspectiva, todavía son necesarios algunos pasos, no todos fáciles. En primer lugar, debe lograrse una centralización del mando político, es decir, una transferencia creciente de competencias y autoridad a organismos supranacionales, especialmente a la Comisión Europea. La integración/subordinación de los ejércitos nacionales individuales a la OTAN ya existe de hecho, como demuestra la historia de los altos oficiales alemanes que planificaron intervenciones en la guerra de Ucrania, incluso en explícita disonancia con los gobiernos de turno. Es evidente la necesidad de rearmar-reorganizar los ejércitos europeos, que en las condiciones actuales no durarían ni un mes en un posible conflicto con Rusia. Hoy en día, el ejército occidental más fuerte de Europa es el ucraniano, en número y en experiencia de combate, y esto lo dice todo. Al igual que es necesario reforzar la industria bélica. Pero, sobre todo, dada la evidente reticencia de las poblaciones europeas a implicarse directamente en un conflicto, es necesario poner en marcha herramientas de control eficaces para evitar levantamientos pacifistas.

La cuestión crucial, evidentemente, no es tanto la de los efectivos, dado que en la actualidad las distintas fuerzas conjuntas de los países europeos disponen de personal suficiente para desplegarse en un eventual frente oriental (aunque se extienda a lo largo de miles de kilómetros, desde el Ártico hasta el Mar Negro), como el hecho de que los países europeos –todos ellos, no sólo los situados en primera línea– se convertirían en objeto de ataques con misiles, sobre bases militares, asentamientos industriales, infraestructuras de comunicaciones estratégicas, etcétera.

El modelo ucraniano, en resumen, significa que las ciudades en disputa a lo largo de la línea de contacto se convertirán en muchos Bajmuts y Avdeevkas, y detrás de esa línea –con una profundidad cada vez mayor– habrá una destrucción significativa y generalizada. El peligro real, de hecho, no es tanto el agitado coco nuclear (al que sería muy difícil recurrir en caso de conflicto en el teatro europeo), sino la devastación sistemática y prolongada, mucho más concreta, de una guerra de desgaste.

Esta perspectiva es muy concreta, y en la actualidad hay factores que por un lado aceleran su calendario (como la cada vez menor capacidad de resistencia de los ucranianos) o que lo ralentizan (como el conflicto en Oriente Medio), pero sigue teniendo un horizonte corto, quizás incluso de unos pocos años. Y es fundamental comprender que esta perspectiva es parte integrante de un plan estratégico desesperado, que EEUU considera absolutamente vital para mantener su papel de hegemonía mundial, y por el que está dispuesto a sacrificar a sus vasallos; «cueste lo que cueste» (y la cita no es casual).

Se trata de una gran carrera contrarreloj, en la que Washington debe tratar de derrotar a sus adversarios antes de que se vuelvan demasiado fuertes para ser derrotados, lo que al mismo tiempo ahora es incapaz de hacer. Del mismo modo, como para nosotros los europeos no hay otra esperanza que una movilización popular masiva antes de que estalle la guerra, se trata de adquirir la conciencia necesaria de lo que está en juego, más rápidamente de lo que avanza la preparación de la guerra misma. Es necesario que se alcance una masa crítica en un par de años como máximo, de lo contrario corremos el grave riesgo de vernos desbordados, una vez más, por los acontecimientos."              (Enrico Tomaselli , El Viejo Topo, 17/03/24)