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9.4.24

Gangsterización e intervención imperialista en Haití... La crisis refleja tanto la lumpenización de la burguesía haitiana como el fracaso de décadas de intervención militar y política imperialista... La ONU admite en informes recientes que las bandas gangsteriles controlan el 80% de Puerto Príncipe, incluyendo la mayor parte del sistema de suministro de agua, las principales carreteras y en distintos momentos edificaciones estatales, terminales de suministro de combustible y zonas de producción agrícola. Son alrededor de doscientas pandillas, algunas con un origen vinculado a funciones paramilitares al servicio de sectores empresariales y políticos a cambio de impunidad, armas y dinero... Dos décadas después del inicio de la ocupación por parte de la MINUSTAH, con apoyo estadounidense, el resultado es un aumento de la pobreza y del control gangsteril. Una burguesía haitiana descompuesta se encuentra en un callejón sin salida político... Haití es uno de los pocos países del mundo con un PIB per cápita similar al de hace seis décadas

"A inicios de marzo, mientras el gobernante de facto Ariel Henry se encontraba en Kenia negociando un acuerdo para el envío de tropas a una misión de ocupación de Haití, las bandas armadas que controlan Puerto Príncipe lanzaron una ofensiva: sitiaron el aeropuerto y el puerto de la ciudad, liberaron más de cuatro mil presos de las principales cárceles y exigieron la renuncia de Henry. Al no lograr retornar al país, Henry finalmente perdió el apoyo de sus jefes estadounidenses. El 11 de marzo aceptó renunciar y dar paso a la conformación de un Consejo Presidencial, un gobierno interino designado por EEUU, Francia y la Comunidad del Caribe, con la misión de organizar unas elecciones, algo que Henry no logró en tres años. Pero todavía hoy los miembros de este Consejo no han logrado ponerse de acuerdo para su instalación.

El propio Henry había sido impuesto a la cabeza del Estado haitiano por el Core Group en 2021, una especie de consejo colonial encabezado por EEUU, Francia, España, Alemania, Brasil y Canadá, luego del asesinato del presidente Jovenel Moïse. La crisis refleja tanto la lumpenización de la burguesía haitiana como el fracaso de décadas de intervención militar y política imperialista en el primer país independiente del Caribe, emblema de la revolución antiesclavista. Estos elementos han conducido a un virtual colapso del Estado haitiano y el vacío lo han llenado decenas de grupos armados del crimen organizado.

Desde 2021, el imperialismo estadounidense intenta impulsar una nueva ocupación militar, pero sin emplear sus propias tropas. No pudo convencer a Canadá o a Brasil de encabezar la ocupación, emulando a la MINUSTAH, la tristemente célebre misión de la ONU encabezada por Lula en 2004 y que se extendió hasta 2017. Finalmente, en octubre de 2023, EEUU logró la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, con la abstención de China y Rusia, para avalar el despliegue de tropas en Haití.

Sobornó con financiamientos a gobiernos africanos y caribeños para proveer las tropas, con Kenia a la cabeza. Sin embargo hay indecisión y contradicciones en Kenia, lo que obligó a Henry a viajar en marzo y tratar de amarrar el acuerdo. Al caer Henry, el gobierno keniano supeditó el envío de las tropas a la conformación del Consejo Presidencial. EEUU, por su parte, estableció como requisito para los aspirantes a integrar ese gobierno provisional la aceptación de la intervención militar.

La ONU admite en informes recientes que las bandas gangsteriles controlan el 80% de Puerto Príncipe, incluyendo la mayor parte del sistema de suministro de agua, las principales carreteras y en distintos momentos edificaciones estatales, terminales de suministro de combustible y zonas de producción agrícola. Son alrededor de doscientas pandillas, algunas con un origen vinculado a funciones paramilitares al servicio de sectores empresariales y políticos a cambio de impunidad, armas y dinero.

Aunque distintas coaliciones pugnan por el control territorial, todas tienen en común su carácter económico parasitario, financiándose mediante el narcotráfico, la extorsión, el secuestro y la piratería, cobrando peajes e impuestos informales en los territorios bajo su control. Utilizan métodos terroristas contra la clase trabajadora y los sectores populares, perpetrando masacres y saqueos, desplazando a más de 300 mil personas en la capital.
Se constata un círculo vicioso. La ruina del campo tiene causas estructurales en políticas aplicadas por EEUU y sus gobiernos títeres en Haití, como la importación masiva de arroz estadounidense subsidiado. Esa ruina a su vez es una de las causas de una emigración sin freno hacia la capital y el exterior, en los últimos cuarenta años, y genera condiciones en las cuales ha prosperado el crimen organizado en los barrios urbanos. La extorsión de las bandas al campesinado obstaculiza la producción agrícola, agravando el hambre y la pobreza.

También existe una relación histórica entre gobiernos y bandas armadas: éstas son un síntoma de la debilidad del régimen político. La dictadura duvalierista tuvo un aparato represivo paramilitar durante casi tres décadas, hasta su caída en 1986. En la década del 90, al ser restituido en el poder por EEUU luego de haber sufrido un golpe de Estado, el presidente progresista Aristide desmanteló el ejército, pero no pudo evitar el desarrollo de las bandas armadas.

En 2004, Aristide sufrió un nuevo golpe de Estado apoyado por EEUU, que fue complementado con la intervención de la MINUSTAH. Esa ocupación dejó una estela de crímenes represivos y un legado político de elecciones fraudulentas, de las que surgieron los gobiernos neoduvalieristas del PHTK. Michel Martelly y Jovenel Moïse, además de sus vínculos con el narcotráfico y con EEUU, se beneficiaron ampliamente con el festín de la corrupción de Petrocaribe, el esquema de financiamiento petrolero que, sin el conocimiento de Venezuela, desembocó en uno de los mayores desfalcos de la historia de Haití.

Moïse tuvo que lidiar con la salida de las tropas de la MINUSTAH y el fin inmediato de los subsidios venezolanos. El FMI presionaba por un aumento drástico de los precios de los combustibles, pero el primer intento en julio de 2018 fue derrotado por las protestas masivas. Acorralado por el auge de las protestas, con una base social cada vez más precaria, Moïse optó por métodos desesperados. En 2019 contrató a mercenarios estadounidenses y serbios para asaltar el Banco Central y hacerse con 80 millones de dólares del fondo de Petrocaribe. Fracasó, los mercenarios fueron detenidos y expulsados a EEUU. Aumentaba la violencia mafiosa, los secuestros y las huelgas policiales. Entonces Moïse se alió a un ex policía que dirigía una pandilla en el barrio de Delmas, Jimmy Cherizier, señalado por su responsabilidad en las masacres de Grand Ravine en 2017 y La Saline en 2018, mejor conocido como Barbecue.

En 2020 Barbecue anunció la creación de una federación de pandillas denominada G9. La representante de la oficina de la ONU para Haití (BINUH), la diplomática estadounidense Helen La Lime, llegó a celebrar y atribuir una reducción coyuntural de los homicidios a la creación de esta federación. La pax mafiosa duró poco. La guerra por territorios se intensificó.
Moïse, ya sin el apoyo de los principales burgueses ni de Martelly, intentó huir hacia adelante, disolviendo el parlamento. Maniobró para imponer un cambio de la constitución, la creación de un organismo de inteligencia bajo su control directo y unas elecciones tuteladas por las pandillas aliadas a él. Antes de que pudiera llevar a cabo estos proyectos, fue liquidado por mercenarios colombianos y agentes de la DEA, en un golpe palaciego propinado por sus ex aliados. Pocos días antes de su asesinato, incluso Barbecue había roto públicamente con Moïse. Con Henry, la situación económica y social llegó a su punto más bajo y las pandillas continuaron copando los vacíos dejados por el Estado.

Dos décadas después del inicio de la ocupación por parte de la MINUSTAH, de una persistente intromisión del Core Group y de la BINUH, el resultado es un aumento de la pobreza y del control gangsteril. Una burguesía haitiana descompuesta se encuentra en un callejón sin salida político. Como consecuencia del tutelaje imperialista, Haití es uno de los pocos países del mundo con un PIB per cápita similar al de hace seis décadas.

Es urgente una campaña internacional de solidaridad con el pueblo trabajador haitiano, por el reconocimiento de su derecho a la autodeterminación, por la anulación de la deuda externa y el pago de reparaciones por parte de EEUU, Francia y la ONU. Un nuevo gobierno de facto impuesto por EEUU quizás será inevitable en las actuales circunstancias, pero no tiene ninguna legitimidad y no solucionará ninguno de los problemas fundamentales del país." (Simón Rodríguez, La Haine, 07/04/24)

3.4.24

Žižek: Si medimos un Estado fallido por las grietas en el edificio de su poder, reflejadas en guerras civiles ideológicas en ebullición, asambleas estancadas y espacios públicos cada vez más inseguros, debemos reconocer que Estados Unidos no es tan distinto de Haití. Ambos han dado lugar a bandas violentas con ambiciones políticas... se encuentra ante una trágica disyuntiva: la continuación del gobierno de una élite "democrática" corrupta, o el gobierno directo de unas bandas que se presentan como "progresistas"... Haití es un caso extremo de un fenómeno más amplio. Bandas violentas también han ocupado partes de ciudades en Ecuador y México; y, por supuesto, una banda de partidarios del presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, asaltó el Capitolio en Washington... una de las bandas eran los Proud Boys, una organización neofascista exclusivamente masculina que promueve y ejerce abiertamente la violencia política... Los Estados fallidos ya no se limitan a unos pocos rincones del Sur Global. Si medimos el fracaso de un Estado por la evidencia de guerras civiles ideológicas en ciernes, debemos reconocer que Francia, el Reino Unido y Estados Unidos se encuentran claramente en el espectro

 "Si medimos un Estado fallido por las grietas en el edificio de su poder, reflejadas en guerras civiles ideológicas en ebullición, asambleas estancadas y espacios públicos cada vez más inseguros, debemos reconocer que Estados Unidos no es tan distinto de Haití. Ambos han dado lugar a bandas violentas con ambiciones políticas.

Tal y como van las cosas en Haití, las bandas violentas podrían no sólo adquirir un papel oficial en el gobierno, sino convertirse en el gobierno. Tras la toma de infraestructuras críticas por parte de las bandas y la dimisión del Primer Ministro Ariel Henry, Haití presenta todas las características familiares de un Estado fallido. Su pueblo se encuentra ante una trágica disyuntiva: la continuación del gobierno de una élite "democrática" corrupta, o el gobierno directo de unas bandas que se presentan como "progresistas".

 Tras el colapso de la ley y el orden, CARICOM, la organización intergubernamental regional del Caribe, ha anunciado un acuerdo para crear un consejo de transición que represente a una amplia gama de agrupaciones políticas y de la sociedad civil haitiana. El consejo ejercería algunos poderes que normalmente corresponden a la oficina (vacante) del presidente, incluida la facultad de nombrar a un primer ministro interino. Se espera que el gobierno resultante convoque elecciones, con lo que se lograría un restablecimiento político completo. Pero, ¿a quién incluirán estos nuevos acuerdos? Haití se encuentra en estado de emergencia desde que grupos armados atacaron la mayor prisión del país a principios de mes, matando e hiriendo a policías y personal penitenciario, y permitiendo la fuga de casi 4.000 reclusos. 

El líder de la banda Jimmy "Barbecue" Chérizier -ex policía- se atribuyó el ataque y pidió el derrocamiento del gobierno. Las bandas controlan ahora el 80% de Puerto Príncipe, la capital de Haití, y han tomado el principal aeropuerto del país para impedir el regreso de Henry de una misión diplomática a Kenia, donde esperaba conseguir refuerzos policiales. El acuerdo de la CARICOM prohíbe el acceso a cualquier persona con condenas penales previas o sanciones en su contra, lo que inhabilita a Chérizier. Pero Chérizier es conocido desde hace tiempo por albergar aspiraciones políticas. 

No solo es el líder de una banda, sino también un político populista, que en 2019 dijo a un entrevistador: "Nunca masacraría a personas de mi misma clase social." A principios de este mes, dijo: "No mentiremos a la gente, diciendo que tenemos una revolución pacífica. No tenemos una revolución pacífica. Estamos iniciando una revolución sangrienta en el país".

Chérizier se ha comparado con Martin Luther King Jr., Malcolm X, Che Guevara, Fidel Castro e incluso Robin Hood. Pero también admira a François "Papa Doc" Duvalier, el dictador de derechas que gobernó Haití con mano de hierro de 1957 a 1971 (y que también aterrorizó a la sociedad haitiana con grupos paramilitares armados, dirigidos por los tristemente célebres Tonton Macoutes).

En una advertencia emitida a última hora de la noche del 11 de marzo, Chérizier anunció que la alianza de bandas conocida como Viv Ansanm no reconocería a ningún gobierno resultante del acuerdo CARICOM, argumentando que "corresponde al pueblo haitiano designar a las personalidades que dirigirán el país". Del mismo modo, un asesor de Guy Philippe, líder rebelde haitiano que regresó recientemente al país, advierte que Puerto Príncipe será incendiada si el próximo gobierno no incluye a Philippe.

La historia de Haití es una larga tragedia. Durante más de 200 años ha sido castigado por la exitosa rebelión de esclavos (que comenzó en 1791) que le permitió emerger como la primera república negra del mundo. Obligada a pagar reparaciones a Francia, su antiguo señor colonial, la única oportunidad que tuvo de prosperar fue cuando Jean-Bertrand Aristide y su partido Lavalas tomaron el poder hace un par de décadas. Pero Aristide, una espina clavada en el costado de Estados Unidos, fue derrocado en un golpe de Estado en febrero de 2004.

Haití es un caso extremo de un fenómeno más amplio. Bandas violentas también han ocupado partes de ciudades en Ecuador y México; y, por supuesto, una banda de partidarios del presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, asaltó el Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021. Trump promete ahora que uno de sus primeros actos oficiales, si es reelegido, será indultar a todos los condenados por su participación en aquel asalto. La más fuerte de las bandas que organizaron la insurrección del 6 de enero son los Proud Boys, una organización neofascista exclusivamente masculina que promueve y ejerce abiertamente la violencia política. Recordemos que cuando le preguntaron sobre su llamamiento a los grupos supremacistas blancos y paramilitares en un debate presidencial en 2020, Trump respondió infamemente: "Chicos Orgullosos, retrocedan y manténganse al margen." 

Desde entonces, los líderes del grupo han sido condenados por conspiración sediciosa y otros delitos contra Estados Unidos por su intento de bloquear el traspaso del poder presidencial prescrito por la Constitución. Curiosamente, los Proud Boys tienen un proceso de iniciación que incluye novatadas físicas, como recibir puñetazos a menos que respondas correctamente a preguntas de trivialidades sobre cultura pop, y los miembros deben "abstenerse de la pornografía". Por extraños que parezcan estos rituales, son mecanismos familiares. 

Los rituales fraternales desempeñan el papel de la poesía, tal y como los describió Ernst Jünger, un reacio compañero de viaje nazi que, al igual que los Proud Boys, celebraba el efecto purificador de la lucha militar: "Toda lucha por el poder va precedida de una verificación de las imágenes y de la iconoclasia. Por eso necesitamos poetas: ellos inician el derrocamiento, incluso el de los titanes".

 Los Estados fallidos ya no se limitan a unos pocos rincones del Sur Global. Si medimos el fracaso de un Estado por las grietas en el edificio de su poder -es decir, por la evidencia de guerras civiles ideológicas en ciernes, asambleas estancadas y espacios públicos cada vez más inseguros-, debemos reconocer que Francia, el Reino Unido y Estados Unidos se encuentran claramente en el espectro. El teórico político noruego Jon Elster estaba en lo cierto, en 2020, cuando escribió: "Podemos invertir el dictado común de que la democracia está amenazada, y afirmar que la democracia es la amenaza, al menos en su forma populista a corto plazo".

 La experiencia reciente ofrece señales claras de lo que ocurrirá si Trump gana las elecciones presidenciales de noviembre. Se podría parafrasear apropiadamente un viejo chiste de Alemania del Este: Vladimir Putin, Xi Jinping y Trump tienen una audiencia con Dios y se les permite una pregunta a cada uno. Putin empieza: "Dime qué le pasará a Rusia en las próximas décadas". Dios responde: "Rusia se convertirá gradualmente en una colonia de China". Putin se da la vuelta y empieza a llorar. Xi hace la misma pregunta sobre China. Dios responde: "Acabado el milagro económico chino, tendrá que volver a una dictadura de línea dura para sobrevivir, mientras pide ayuda a Taiwán". Xi se da la vuelta y empieza a llorar. Finalmente, Trump pregunta: "¿Y cuál será el destino de EEUU después de que yo vuelva a tomar el poder?". Dios se da la vuelta y empieza a llorar."

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15.3.24

Haití: 200 pandillas criminales que luchan por imponerse en los territorios, en guerra entre ellas, y contra el Estado... Hay otros países de América Latina donde las bandas del crimen organizado, dueñas de verdaderos arsenales, controlan territorios que ponen bajo su soberanía, imponen candidatos en las elecciones, tienen en planilla a las autoridades civiles y a la policía, cobran impuestos a agricultores y comerciantes, asesinan periodistas, y erigen su propio sistema judicial en el que impera la pena de muerte. Pero aún no disputan el poder nacional, desde la capital... En Haití, sí... Jimmy Chérizier, alias Barbecue, caudillo de la G-9 y Familia, una banda, o federación de nueve poderosas bandas, desafía al primer ministro de facto, Ariel Henry, que no puede regresar al país porque su Gobierno no controla el aeropuerto de Puerto Príncipe, mientras las instituciones se disuelven... El 80% del país se halla en manos de la delincuencia beligerante... quienes en la comunidad internacional vuelven la cabeza para mirar la catástrofe, lo hacen no sin fastidio... Barbecue, el nuevo caudillo, se prepara para reinar en un país en vías de extinción (Sergio Ramírez)

 "Imaginemos un paisaje de desolación y ruina, como el que Corman McCarthy describe La carretera, o vemos en esas películas distópicas del día después. Pero no se trata de un escenario sin nombre, sino de un país real, Haití, que ha vivido un desastre continuado a lo largo de décadas, dictaduras militares, huracanes, terremotos, líderes mesiánicos, gobiernos fallidos, conspiraciones, asesinatos políticos, cofradías de narcotraficantes, oligarquías sordas y mudas; y hoy, 200 pandillas criminales que luchan por imponerse en los territorios, en guerra entre ellas, y contra el Estado.

Hay otros países de América Latina donde las bandas del crimen organizado, dueñas de verdaderos arsenales, controlan territorios que ponen bajo su soberanía, imponen candidatos en las elecciones, tienen en planilla a las autoridades civiles y a la policía, cobran impuestos a agricultores y comerciantes, asesinan periodistas, y erigen su propio sistema judicial en el que impera la pena de muerte. Pero aún no disputan el poder nacional, desde la capital.

En Haití, sí. Jimmy Chérizier, alias Barbecue, caudillo de la G-9 y Familia, una banda, o federación de nueve poderosas bandas, desafía al primer ministro de facto, Ariel Henry, que no puede regresar al país porque su Gobierno no controla el aeropuerto de Puerto Príncipe, mientras las instituciones se disuelven y el ejército y la policía son incapaces de imponerse frente al caos. El 80% del país se halla en manos de la delincuencia beligerante.

Barbecue es un antiguo policía de élite, que cuando estaba en activo ya se había visto envuelto en asesinatos. Debe su nombre de guerra, según él mismo, a que su madre vendía pollos asados por las calles de Puerto Príncipe; según otras versiones, a que suele quemar las casas con la gente que se asa adentro. Nada ajeno a la tradición del país. El dictador vitalicio Papa Doc Duvalier mandaba decapitar a sus enemigos y hacía que le llevaran sus cabezas al palacio presidencial para practicar ritos de vudú.

Barbecue habla como el jefe de un partido en armas, y sus reclamos son políticos.

“Hemos elegido tomar nuestro destino en nuestras propias manos. La batalla que estamos librando no sólo derrocará al Gobierno. Es una batalla que cambiará todo el sistema”, proclama. Y se ofende de que lo consideren un criminal. “Este sistema tiene mucho dinero y tiene el control de los medios. Ahora me hacen parecer como si fuera un gánster”.

El presidente Jovenel Moïse fue asesinado por sicarios colombianos en julio de 2021, víctima de los capos de una poderosa red de narcotraficantes. Pero según los investigadores de InSight Crime, Moïse financiaba una parte sustancial de las operaciones de Barbecue, quien completaba sus ingresos con el dinero proveniente de secuestros y extorsiones. Este apoyo habría cesado cuando Ariel Henry, el primer ministro, se quedó al mando.

La exigencia de Barbecue se concentra ahora en que Henry, varado en Puerto Rico, y que permanece en su cargo sin que haya habido nuevas elecciones, sea depuesto por la policía y el ejército: “que asuman su responsabilidad y arresten a Ariel Henry. Una vez más, repetimos, la población no es nuestro enemigo”, dice en la arenga transmitida desde su canal de YouTube.

Se comporta como un millenial que conoce las ventajas de la tecnología digital, y presenta videos de los cadáveres de quienes han sido ejecutados por órdenes suyas, por negarse a pagar los rescates.

Para apoyar su demanda de la destitución de Henry, llevó a cabo un asalto concertado a la Penitenciaría Nacional y a la cárcel Croix de Bouquets, que hizo vigilar previamente con drones, de donde liberó a 3.700 prisioneros, con un saldo de 12 muertos.

En el año 2009, recién pasados dos huracanes devastadores, y antes del terremoto que en enero del año siguiente destruyó Puerto Príncipe, estuve una semana en Haití para escribir un reportaje por encargo de EL PAÍS, dentro de la serie Testigos del horror.

Entonces me tocó entrevistar al jefe de la Misión de Estabilización de la ONU, Hédi Hannabi, en el Hotel Cristopher, donde tenía su cuartel general, y que se derrumbó con el terremoto, con el propio Hannabi entre las víctimas mortales.

“Esta no es la clásica misión de paz, porque no hay dos partes en conflicto; lo que tenemos es anarquía, la presencia de las pandillas, la ausencia de instituciones. Si nos fuera hoy de aquí, lo que vendrían sería el caos”.

Eso fue hace 15 años. El caos ha sobrevenido. Y quienes en la comunidad internacional vuelven la cabeza para mirar la catástrofe, lo hacen no sin fastidio. Kenia se comprometió a enviar una fuerza policial de mil soldados, que otros países deben financiar, desde luego Kenia está en la cola en los índices mundiales de desarrollo humano. Y en esas gestiones se hallaba Henry en Nairobi cuando se dio el asalto a las cárceles, y ya no ha podido volver.

Mientras tanto, el escenario distópico se afirma con sus colores sombríos. Y Barbecue, el nuevo caudillo, se prepara para reinar en un país en vías de extinción."            (Sergio Ramírez , El País, 12/03/24)

28.10.21

El nuevo orden mundial... Narcoestados: El temido ‘Barbecue’ somete a Haití a un dilema: escasez de gasolina o la dimisión del primer ministro

 "Haití vive en medio de un extraño silencio. La huelga general convocada por los transportistas y el desabastecimiento de combustible han reducido la actividad en las calles a lo mínimo y el bullicio habitual ha sido sustituido por la escasez y el temor. De nuevo, la imagen de la capital es la de las de calles desiertas o gente caminando por los laberínticos caminos de la ciudad intentando conseguir los productos básicos. 

Mientras tanto, las pandillas confirmaron que mantienen bloqueado el servicio nacional de reparto de gasolina en la terminal de Varreux de Cité Soleil y el poderoso Jimmy Cherisier, alias Barbecue, exigió la dimisión del primer ministro Ariel Henry para levantar la asfixia sobre la capital. Su estrategia golpea ya infraestructuras básicas como la telefonía celular o la precaria red de hospitales que está a punto de dejar de funcionar incluso en atención primaria.

“Las áreas bajo el control del G9 están bloqueadas por una sola razón: exigimos la renuncia de Ariel Henry”, dijo este lunes en una entrevista en Radio Mega el líder de la coalición de pandillas G9 que controla el área metropolitana de la capital. Barbecue dijo que permitirá el paso seguro de los camiones de combustible si Henry deja el cargo. “Si Ariel Henry dimite a las 8.00 am, a las 8.05 desbloquearemos la carretera y todos los camiones podrán pasar a buscar combustible”, dijo el líder mafioso más poderoso del país.

“El primer ministro Ariel Henry debe responder a las demandas de justicia. Él debe responder porque habló el día que fue asesinado Moïse con Joseph Badio Felix”, dijo en referencia al que es considerado por la Policía Judicial como el autor intelectual del magnicidio. “Estamos teniendo una batalla política. Somos un grupo político armado”, advirtió.

Sus declaraciones confirman cómo las pandillas han asumido un papel cada vez más político tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio. Barbecue ha dicho que Henry debe “responder a las preguntas” que lo vinculan con el asesinato del mandatario. Precisamente el primer ministro Henry fue denunciado por la viuda de Moïse como parte del asesinato aunque este ha negado cualquier implicación. “Después de su renuncia, participaremos en la seguridad del país, comenzando por nuestras zonas. Nadie podrá secuestrar en nuestros vecindarios”, señaló en la entrevista. (...)

“El país cada día va un poco más abajo. He tardado casi dos horas en llegar a pie al trabajo y tendremos que cerrar si no llega pronto la gasolina. El aire acondicionado ha dejado de funcionar y estamos administrando la energía para intervenciones médicas básicas”, dijo este martes una enfermera de una clínica del barrio Petion Ville. (...)"                    (Jacobo García, El País, 27/10/21)

6.8.21

Haití: la trama internacional del magnicidio. El presidente Jovenel Moïse fomentó la expansión de las pandillas, que se ofrecieron como garantes de su victoria fraudulenta en las elecciones... y un golpe fallido en mayo de 2020 en Venezuela involucró de manera similar a hombres de seguridad contratados en Florida... La empresa que contrató a los mercenarios es propiedad del opositor venezonalo Antonio Intriago, muy próximo al autoproclamado 'presidente' de Venezuela Juan Guaidó... y Reginald Boulos —con intereses en los sectores financiero, farmacéutico, de medios de comunicación y en la distribución comercial, entre otros—, dueño de una de las mayores fortunas del país, junto con el también empresario Dimitri Vorbe, son sospechosos de haber actuado como cerebro de la trama local en el asesinato

 "El asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse el pasado 7 de julio, ejecutado por comandos de mercenarios extranjeros, sacudió bruscamente a todo el mundo, provocando una inmensa ola de repudio. Acaso por primera vez tras el terremoto de 2010, Haití volvía a ocupar las portadas de los informativos. 

El ataque contra la residencia presidencial, llevado a cabo por un grupo paramilitar integrado por 26 colombianos y cinco estadounidenses de origen haitiano, contratados por una empresa de seguridad de Miami vinculada al exilio venezolano y colombiano, ha encendido todas las alarmas de la comunidad internacional.

Evoquemos los hechos. Los comandos de ex militares colombianos ingresaron a la residencia presidencial con chalecos de la DEA y gritando que eran funcionarios de la agencia antinarcóticos de Estados Unidos. Intimidados por sus amenazas de disparar, los responsables de seguridad del presidente se replegaron sin oponer resistencia ni intercambiar disparos. Jovenel Moïse fue asesinado con visible ensañamiento, tenía varios huesos fracturados, un ojo arrancado y recibió más de diez disparos en distintas partes del cuerpo. 

La esposa del presidente fue herida en las extremidades y trasladada inmediatamente a Miami. Antes de huir, los asaltantes sustrajeron varios objetos de valor que encontraron a su alcance. Extrañamente, Martine Moïse, la viuda del presidente, manifestó cuatro días después desde Estados Unidos su intención de continuar la “batalla” de su marido, y a su regreso declaró que sólo había podido ver las botas de los sicarios que lo acribillaron.

El presidente haitiano no tenía una amplia base social ni demasiados partidarios en su apoyo. Empresario rural y ex secretario general de la Cámara de Comercio e Industria de Haití, Jovenel Moïse se presentó en 2016 como candidato del partido de derecha Tet Kale, enfrentado ideológicamente a la corriente de centroizquierda que lidera Jean-Charles Moïse (Pitit Desalin), próxima al ex presidente Jean-Bertrand Aristide, derrocado en dos ocasiones a instancias de Estados Unidos. 

El partido Tet Kale venía gobernando el país con candidatos del agrado del Departamento de Estado desde el terremoto de 2010 y la posterior intervención de la ONU liderada por Washington. El predecesor de Jovenel Moïse, Michel Martelly, fundador de ese partido político, fue elegido fraudulentamente en 2010 bajo presiones de la OEA y de Estados Unidos, que forzaron su paso a la segunda vuelta a pesar de haber quedado en tercer lugar, para bloquear la participación del líder izquierdista Jude Celestin, que había obtenido un mejor resultado.

Una situación similar se produjo en las elecciones de 2016. Tras denuncias de fraude que llevaron a repetir las elecciones un año más tarde, Moïse fue elegido con una representatividad muy baja, y su gestión estuvo caracterizada por múltiples conflictos con la oposición, entre otras razones por no haber convocado elecciones legislativas para renovar el Congreso. Al final de su mandato el Senado solo contaba con diez de sus miembros y la Corte Suprema estaba descabezada.

 Moïse gobernó el país con rigor y talante autoritario. Durante su gobierno se produjeron estallidos sociales que reprimió sin compasión, y hubo un descomunal despliegue de las bandas criminales que de forma creciente aterrorizan a la población de la capital y el interior del país. El presidente Jovenel Moïse fomentó la expansión de las pandillas, que durante el último año secuestraron a más de mil personas, principalmente en barrios populares y zonas marginales, para exigir rescates millonarios a los familiares, según ha informado la organización de derechos humanos haitiana Défenseurs Plus.

A mediados de 2020, nueve pandillas de la capital crearon una federación conocida como G9, dirigida por Jimmy Cherizier, alias Barbecue, “un expolicía que fue retirado de esa institución en diciembre del 2018, bajo graves acusaciones de violaciones de derechos humanos”. La impunidad con la que actúan ha forzado la salida de la ONG Médicos sin Fronteras de Martissant, un barrio de Puerto Príncipe abandonado por las autoridades y convertido en zona de guerra desde hace dos meses. 

 Además, estas pandillas suelen perpetrar masacres en los barrios de mayoría política opositora para acallar las protestas, tienen comunicación fluida con los jefes de la policía y se ofrecieron como garantes de una victoria fraudulenta de Moïse en las elecciones.

 Por otra parte, desde febrero de 2021, el propio Jovenel Moïse se sentía amenazado, evitaba salir de su residencia y denunció que se fraguaba un atentado en su contra. Acusó como inductores a un importante grupo empresarial que controla el monopolio de la electricidad y a la “oligarquía corrupta”, de la que él mismo formó parte, acusado de haber dilapidado en beneficio propio los ingresos de Petrocaribe, la compañía impulsada por Venezuela para abastecer de petróleo subsidiado a los países caribeños.

 En febrero de 2019 una auditoría del Tribunal de Cuentas reveló irregularidades entre 2008 y 2016 que comprometen a 15 ex ministros y funcionarios, así como a una empresa que dirigía Jovenel Moïse antes de convertirse en presidente. Paradójicamente, su alineamiento con Donald Trump lo convirtió a su vez en un acérrimo enemigo político de Venezuela. Al conocerse esos hechos, la población de Haití estalló enfurecida ocupando las calles y exigió su renuncia. Previamente, en 2018, una manifestación de cientos de miles de personas ya había reclamado su destitución. (...)

El jefe de la policía colombiana confirmó que los 26 mercenarios de esa nacionalidad habían pertenecido al Ejército, del cual se retiraron entre 2018 y 2020. Entre ellos había varios oficiales y suboficiales, y se supo que al menos siete mercenarios sabían cuál sería el desenlace final de la operación. (...)

Durante la última década, el fenómeno de la “seguridad privada” como tapadera del reclutamiento de mercenarios floreció en Maimi, con Colombia como principal cantera de ex militares, y las mismas empresas que formaron a esos comandos con técnicas de contrainsurgencia de la CIA empezaron a reclutarlos como mercenarios para realizar operaciones terroristas en el exterior. El negocio de la seguridad privada con caladero en Colombia prosperó y rápidamente se internacionalizó, ya que contratar mercenarios norteamericanos o europeos resulta mucho más caro. (...)

El costo de la operación, estimado en unos 30 millones de dólares, es otro elemento a favor de la hipótesis de un golpe inducido. (...)

La empresa que contrató a los mercenarios, CTU Services (Counter Terrorist Unit Federal Academy), registrada en Doral Beach (Miami), es propiedad del opositor venezonalo Antonio Intriago, muy próximo al autoproclamado 'presidente' de Venezuela Juan Guaidó. Intriago se jacta de haber pertenecido a la oficialidad de la policía venezolana y de “tener vínculos o haber trabajado directamente para agencias de inteligencia de Estados Unidos”. 

Su compañía vende servicios, cursos de formación y armamento a personal de seguridad de países latinoamericanos. Y es una más de las que actúan desde Florida en operaciones políticas tenebrosas, amparadas en una legislación muy permisiva, a veces en concomitancia con los organismos de seguridad estadounidenses.

Por otra parte, el medio digital venezolano La Tabla reveló que Intriago “es miembro y tesorero de la Fundación Latino Americanos Unidos, organización de derecha con amplia presencia política, social y mediática en toda Florida” y “forma parte de una cofradía llamada ‘Hombres de la Guerra Crisol’. Es una especie de hermandad de participantes de un programa bélico y filosófico de formación de ‘guerreros’ entrenados por exagentes de Navy Seals, Comandantes SWAT, emprendedores Élite y expertos en artes marciales”. (...)

El periódico El Nuevo Herald de Miami recuerda en su edición del pasado 10 de julio que “un golpe fallido en mayo de 2020 en Venezuela involucró de manera similar a hombres de seguridad contratados en Florida”, refiriéndose a la operación Gedeón, patrocinada por Estados Unidos para sabotear Venezuela y derrocar a Nicolás Maduro, a la que también optó sin éxito la empresa de Intriago. El periódico estadounidense concluye: “Miami y el enclave de Doral se han convertido en una especie de taberna de Star Wars para los aspirantes a libertadores y guerreros a sueldo”.

A su vez en la prensa colombiana aparecen los nexos entre Antonio Intriago, el “reclutador de militares-sicarios colombianos”, con el presidente Iván Duque, con quien organizó en 2019 el macroconcierto de Cúcuta contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Intriago, propietario de la marca organizadora “Venezuela somos todos”, se reunió en diversas ocasiones con el presidente de Colombia, previamente durante su campaña electoral y después en ese concierto internacional patrocinado por el gobierno de Estados Unidos, en presencia de la estrella fugaz Juan Guaidó. (...)

La periodista colombiana María Jimena Duzán completa este análisis: “Muchos de los militares que fueron entrenados bajo el Plan Colombia, la estrategia de Washington para ganar la guerra contra las drogas y contra las guerrillas de izquierda, se están retirando a la edad de 40 años luego de haber prestado 20 años de servicio. 

Eso ha ido creando un mercado de mercenarios de bajo precio que parecen estar dispuestos a todo. Se estima que hay cerca de 6.000 mercenarios colombianos en el Medio Oriente, unos cuantos han montado compañías de seguridad y otros han terminado prestando sus servicios para secuestrar y/o asesinar a presidentes. Así de simple”. (...)

Según la policía colombiana, en la planeación y organización del ataque también habría participado el ex capitán del Ejército colombiano Germán Rivera, quien sí ha facilitado información sobre los autores intelectuales del crimen. En sus declaraciones a la policía aseguró que hubo reuniones previas a la operación donde se planificó el relevo presidencial, y que “el programa de gobierno lo hizo todo [el empresario colombiano] Gabriel [Pérez] porque Sanon no tenía ni idea”. Gabriel, el ya citado Arcángel Pretel, habría digitado y financiado el cambio de régimen a cambio de asegurarse millonarios contratos con el nuevo gobierno haitiano que esperaba imponer por la fuerza y es ahora la persona más buscada del hemisferio.

Por su parte el jefe de seguridad de la residencia presidencial, Dimitri Hérard, con antecedentes de narcotráfico en los registros de la DEA, declinó declarar ante la Fiscalía de Haití a los pocos días del magnicidio y se ordenó su captura. También quedó detenido por negarse a declarar Jean Laguel, el coordinador de seguridad del presidente. Añadiendo más intriga a esta historia, si cabe, pocos días después del atentado se supo que varios de los ex militares colombianos que intervinieron en la misión delictiva son confidentes de la DEA —que lo admitió en un comunicado —y del FBI. Así pues, todo cobra un giro inesperado cuando el jefe de la Policía de Colombia ‘revela’ que el comando paramilitar pretendía en realidad 'retener' al presidente Jovenel Moïse para entregarlo a la DEA. (...)

El móvil en este caso saltaría a la vista. El presidente Jovenel Moïse acababa de sustituir a Joseph designando un nuevo primer ministro, Ariel Henry, ex ministro del Interior de talante supuestamente aperturista con la oposición, rechazado por las élites derechistas del Tet Kale. El momento del crimen podría haber sido perfectamente calculado para que Henry no llegase a jurar el cargo.

 Cabe preguntarse finalmente si la policía de Estados Unidos no debería estar bien informada por sus confidentes de quién actuó como cerebro de la operación. Según opinión generalizada entre muchos haitianos, en el país nada se mueve sin que lo sepa Estados Unidos. ¿Cómo podrían ignorar sus servicios de inteligencia que se estaba gestando un hecho de esa magnitud, con semejantes ramificaciones internacionales? (...)

El caso Moïse ha adquirido una gran relevancia internacional. Antes de haber transcurrido la primera semana desde el atentado, ya aparecen implicados ciudadanos e instituciones de cinco países: Colombia, Venezuela, Estados Unidos, República Dominicana (como país facilitador del tránsito de personas y armas) y Taiwan (en cuya embajada se refugiaron 11 de los mercenarios detenidos). (...)

Un duro pronunciamiento del Colegio de Abogados de Puerto Príncipe muestra el ánimo de los letrados haitianos. Afirman que se trata “de unas prácticas infra-estatales que ilustran el nivel de colapso planificado del Estado mismo”. Para esta entidad, se trataría de un signo de decadencia que pondría de manifiesto la claudicación del Estado ante fuerzas ajenas a sus intereses.   (...)

Con todo, no pocos activistas haitianos se oponen a la narrativa del caos como estado permanente (y actual) de su sociedad, ya que esta mirada a la que consideran sesgada es lo que permitiría que el país sea ocupado militarmente de forma continuada por tropas estadounidenses y/o internacionales. Además de los tremendos atropellos reportados durante las prolongadas estadías de militares extranjeros en el país, como los abusos sexuales denunciados contra niñas por cascos azules de la ONU, con más de 2.000 casos documentados entre 2004 y 2017, o la propagación de epidemias de cólera, hay entre los haitianos clara conciencia de que cualquier intervención exterior en tiempo de elecciones solo puede servir para consagrar a un nuevo gobierno derechista en el poder. (...)

Hace ahora 30 años Haití pudo haberse convertido, por primera vez en su historia, en un país democrático. Esta esperanza se vio truncada con el derrocamiento del presidente Jean Bertrand Aristide, que triunfó en las elecciones de 1990 con el respaldo de grandes mayorías populares (67 % de los votos). Aristide fue derrocado por el general Raoul Cédras siete meses después de llegar al gobierno con apoyo implícito de Estados Unidos. (...)

La represión dictatorial que impuso el general Cédras produjo cerca de 4.000 muertos y generó un enorme caos, hasta que una coalición internacional tuvo que forzar su dimisión en 1994 y restituyó a Aristide en la presidencia. Después de entregar el poder en 1995 al presidente electo René Préval, Aristide volvió a ser elegido en 2001, pero en 2004 volvió a ser derrocado, esta vez con intervención directa de Estados Unidos, cuyas tropas lo trasladaron a un exilio forzado en la República Centroaficana. Tras su destierro, Aristide quedó excluido de participar en las elecciones.

Uno de los promotores de ambos golpes contra Aristide fue el influyente empresario haitiano Reginald Boulos —con intereses en los sectores financiero, farmacéutico, de medios de comunicación y en la distribución comercial, entre otros—, dueño de una de las mayores fortunas del país. Boulos creó en 2018 un nuevo partido político para optar a la presidencia, el llamado Movimiento Tercera Vía (MTV), con fuertes vínculos en el Congreso de Estados Unidos, y ahora es, junto con el también empresario Dimitri Vorbe, sospechoso de haber actuado como cerebro de la trama local en el asesinato de Jovenel Moïse. (...)

Boulos y Vorbe pertenecen a un puñado de empresarios haitianos de origen blanco y árabe que controlan los principales recursos de un país con un 95 % de población negra, y que se disputan la nominación a la presidencia compitiendo por los favores de Washington. Estas élites conforman lo que se ha denunciado desde la izquierda haitiana como un sistema de appartheid, que excluye a los empresarios negros del control de sectores estratégicos de la economía nacional.

La primera consecuencia internacional del golpe de Estado en Haití y de la inestabilidad política que este agudizó es una tragedia humanitaria de dimensiones continentales. A pocas semanas del magnicidio de Jovenel Moïse, decenas de miles de haitianos están abandonando la isla, la mayor parte con destino a Estados Unidos y en menor medida a Canadá. La mayoría de ellos no se dirigen allí directamente, sino a través de un largo recorrido por seis países de Centroamérica y México, que empieza precisamente en Colombia, el primer eslabón de esta nueva explosión migratoria.  (...)

La paradoja de esta situación es que Colombia, que ha exportado a Haití los mercenarios que participaron en la generación de este caos, sufre ahora —aunque solo como país de tránsito— un flujo desorbitado de migrantes, de haitianos desahuciados que atraviesan parte del territorio colombiano en el largo rodeo que los llevará a su destino norteamericano. Estados Unidos, como país receptor, debería prepararse para acogerlos de manera digna, por haber creado, tanto ahora como históricamente, las condiciones de ingobernabilidad que propician que esto ocurra."                   (Eduardo Giordano, El Salto, 04/08/21)

13.7.21

Haití... la ley de los narcoestados... Mandan las mafias y las pandillas. Un mercado magnífico para las empresas de seguridad... No ha habido golpe de Estado tras el magnicidio. Para qué debiera haber golpe si no hay Estado. Una violencia privada y sin banderas políticas empuja al país hacia el agujero negro donde solo impera la ley de la selva

 "(...) Una violencia privada y sin banderas políticas ha empujado a Haití hasta el borde del agujero negro donde solo impera la ley de la selva.

  La historia truculenta de los magnicidios políticos acaba de incorporar a la lista sangrienta el perpetrado en la noche del pasado martes al miércoles contra el presidente de Haití, Jovenel Moïse, por un comando paramilitar formado mayoritariamente por exmilitares colombianos, ante la pasividad o quién sabe si la complicidad de la guardia presidencial.

Son confusas e inquietantes las circunstancias del crimen: era un presidente de mandato caducado, su sucesor constitucional —el presidente del Tribunal Supremo— también ha fallecido hace poco a causa de la covid. El asesinado ha tenido seis primeros ministros en cuatro años y había nombrado un séptimo que todavía no había tomado posesión: ahora el entrante y el destituido todavía en ejercicio se disputan la primacía.

Sería un problema menor si el caos se acotara meramente al territorio constitucional. Pero solo es un paso más en el descenso de Haití a los infiernos, demostración de que todo es empeorable. El primer ministro ya ha pedido la intervención militar a Washington y Naciones Unidas para asegurar el control de las infraestructuras. Una forma de decir que en Haití no hay un Estado que controle el territorio y la población y que merezca tal nombre.

Mandan las mafias y las pandillas. Un mercado magnífico para las empresas de seguridad que florecieron desde Estados Unidos hasta Rusia con las teorías privatizadoras de la guerra del difunto Donald Rumsfeld. Tienen a su disposición en Colombia a los ejércitos jubilados de la prolongada guerra contra las FARC, preparados por sus colegas del norte, y con amplia experiencia en todo el mundo, especialmente en la guerra del Yemen a sueldo de Emiratos Árabes.

No ha habido golpe de Estado tras el magnicidio. Para qué debiera haber golpe si no hay Estado. Una violencia privada y sin banderas políticas empuja al país hacia el agujero negro donde solo impera la ley de la selva."                (Lluís Bassets, El País, 11/07/21)