"(...) cuando uno lee lo que se publica en los medios de comunicación patrios
uno no sale de su asombro.
Últimamente nos inundan de páginas donde se
constata que España ha salido de la crisis, pero más adelante muestran
su enorme preocupación por la pirámide poblacional, el futuro de las
pensiones, el estancamiento de los salarios, el crecimiento de la deuda,
la temporalidad y precariedad del empleo generado, el precio de la
energía, la creciente desigualdad, el aumento de la pobreza...
¿En qué
quedamos? El problema es que no se ofrece un relato que permita explicar
de manera integrada lo que está sucediendo en nuestra querida España.
Permítanme detallarles el mío.
En primer lugar constatar lo obvio, España desde 2014 está creciendo.
Como ya hemos detallado hasta la saciedad, la mayor parte del
crecimiento económico patrio obedece a factores que no tienen nada que
ver con la hoja de ruta diseñada en los despachos del actual ínclito
monclovita.
Los motores de crecimiento patrios son, por un lado, la
relajación del ajuste presupuestario, con el consentimiento expreso de
Bruselas -desde 2014 se ha producido un incremento del déficit
estructural-. Por otro, la entrada de flujos financieros derivados de la
política monetaria del Banco Central Europeo.
Inicialmente fueron inyecciones directas de liquidez al sistema
bancario, vía préstamos a largo plazo a coste irrisorio; ahora, a través
de la expansión cuantitativa, mediante la compra en mercado secundario
de deuda pública por parte del regulador patrio (están en el balance del
Banco de España). A ello hay que añadir la bajada no prevista del
precio del petróleo y otras materias primas.
A pesar de todo ello, la mejora de las cifras macroeconómicas no ha
servido de acicate para arreglar la situación económica de las familias
españolas. Los salarios continúan estancados; los empleos generados no
garantizan salir de la pobreza; sigue habiendo bastantes deudas que
pagar; la vivienda es cada día más inalcanzable para muchas familias,
especialmente las más jóvenes; el déficit de la Seguridad Social
crece exponencialmente; se pagan pensiones con deuda….
Todo ello se
puede resumir en una afirmación: los grandes damnificados de una
ausencia total de una guía clara de política económica durante las
últimas décadas son los jóvenes. Solo conocen el desempleo, salarios
miserables, desesperación, marginación, exilio... Y además, sin que
ellos lo sepan, están subsidiando a los rentistas patrios.
Por un lado,
con el hundimiento de sus salarios. Por otro, mediante la financiación
de rescates a terceros y el pago de las pensiones con deuda. Y todo ello
sin recibir nada a cambio, ni una mísera política pública de vivienda.
Pero echemos la vista atrás. España desde mediados de los 80, justo con
la entrada en vigor del Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea, es
un ejemplo de por qué el libre mercado y la globalización, tal como se ha diseñado, no funciona.
Se exigió a España una reconversión industrial
y una liberalización y apertura de sus mercados de bienes y servicios,
que unidos a la libre movilidad de capitales, ha acabado siendo
absolutamente nefasto para nuestro devenir futuro.
El papel que nos
“asignaron” implicaba una desindustrialización masiva, una tercerización
de la economía y una bancarización excesiva. Y dejémonos de tonterías,
solo la industria garantiza salarios altos; todo lo demás, pamplinas.
¡Inmenso Nicholas Kaldor!
España, salvo el País Vasco, no aplicó una política industrial activa.
En esos mismos años, Corea del Sur optó exactamente por lo contrario
que nuestro país. Hizo crecer diversas industrias nacientes gracias a
aranceles, subsidios y otras formas de apoyo hasta que fueron lo
suficientemente fuertes para soportar la competencia internacional.
Todos los bancos estaban en poder del gobierno, por lo que podía dirigir
el crédito a los distintos sectores productivos. Algunos grandes
proyectos fueron ejecutados directamente por las empresas estatales,
aunque el país tenía un enfoque pragmático, más que ideológico, en lo
que respecta a la propiedad estatal de los medios de producción. Si las
empresas privadas trabajaban bien, perfecto.
Pero si no invertían en
sectores importantes, el gobierno no tenía ningún reparo en crear
empresas estatales. Y si las empresas estaban mal dirigidas, el gobierno
las adquiría, las reestructuraba, y por lo general luego las vendía. El
gobierno coreano también tenía el control absoluto sobre el comercio exterior.
También controlaba fuertemente la inversión extranjera, acogiendo con
los brazos abiertos las inversiones en algunas áreas y cerrando
completamente sus puertas a otras, de acuerdo con los imperativos del
plan nacional de desarrollo.
Pero de manera sorprendente, y a pesar de la ausencia de un cuadro de
mando de política económica, básicamente industrial, en nuestro país se
fue tejiendo una red de pequeñas y mediana empresas exportadoras muy
competitivas, a partir de las miles de ideas que bullían en la cabeza de
auténticos emprendedores. España, frente a la verborrea oficial, jamás
ha perdido competitividad en los últimos 25 años.
Nuestro país ha mantenido e incrementado su cuota de exportaciones,
ya no solo por margen intensivo, sino también por aumentos en el margen
extensivo, la exportación de nuevos productos y hacia nuevos destinos.
Nuestras élites políticas de tanto hablar con los rentistas patrios, el
Ibex 35, siempre confundían productividad aparente del trabajo con
competitividad.
España tenía una baja productividad por que el modelo de
crecimiento propuesto por las élites patrias –políticas, financieras,
inmobiliarias, y oligopolistas- era intensivo en mano de obra, pero muy
lucrativo para ellas.
Pero tras la Gran Recesión,
y frente a la inopia de nuestras autoridades económicas, la situación
de nuestro sector exterior se ha empezado a torcer por un hecho que ha
pasado desapercibido para la opinión pública: el asalto del capital
foráneo a las joyas de la corona.
En un momento donde la rentabilidad
ex-ante de la inmensa mayoría de los activos financieros de riesgo
globales es muy baja, sino negativa, los negocios de actividad real
ofrecen rentabilidades muy atractivas y competitivas.
En este contexto
distintos vehículos de inversión -fondos de inversión, capital-riesgo…-,
fundamentalmente foráneos, volvieron su mirada sobre la propiedad de
empresas familiares españolas de tamaño medio, además de otras de gran
tamaño, buscando rendimientos ex ante atractivos.
Como consecuencia se
disparó la solicitud de concentraciones donde el comprador era o es, o
bien un fondo extranjero, o bien una compañía mediana controlada en
último término por un fondo de capital-riesgo, generalmente foráneo. Y
aquí, nuestras autoridades políticas y económicas aún no se han enterado
que es vital mantener la propiedad de los distintos negocios
exportadores en manos de capital español.
Por que cuando pasan a manos
extranjeras, la realidad es que acabamos subsidiando a los trabajadores
del país de la empresa que finalmente controla el capital. ¡Que se lo
digan a los trabajadores de las empresas automovilísticas instaladas en
nuestro país! Son meras mulas de carga. Perdonen, igual no he sido
políticamente correcto, solo son meros ensambladores.
En
resumidas cuentas, la ausencia de una política industrial activa, la
orientación de nuestra economía hacia sectores intensivos en mano de
obra -turismo y construcción- muy ligados a la especulación en torno al
suelo, y la pérdida paulatina de la propiedad patria de nuestras
empresas exportadoras, son los grandes rasgos que determinan el devenir
de nuestro país." (Juan Laborda, Vox Populi, 10/12/17)
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