"(...) El objetivo último de las políticas implementadas en diversos campos –económico, social, educativo, judicial,..- es tratar favorecer de manera permanente los intereses de la clase dominante,
mientras que abandonaban a los ciudadanos, especialmente a los más
pobres, en una sensación de impotencia y desesperación política.
Nunca
en la historia reciente las democracias habían caído tan bajo, con tanto
indocumentado al frente de distintos gobiernos de diferente pelaje. En
eso debemos reconocer que las élites lo han hecho muy bien.
Desde el lado económico, la superclase creó una nueva droga de diseño, la expansión monetaria de
los Bancos Centrales, de consecuencias tremendamente dañinas. Da una
sensación de tranquilidad y protección cuando en realidad lo único que
genera es un estado de nirvana, una mera ilusión óptica, vía inflación
de activos. Sin embargo su impacto en las rentas es inexistente.
Ya lo
hemos dicho, la ortodoxia no entiende aún qué es y cómo funciona el dinero, y qué papel juega la deuda. ¡Si Hyman Minsky
levantara la cabeza no daría crédito a lo sucedido! Eso sí, los premios
Nobel a individuos que justificaban y razonaban la toma de riesgos
excesivos en los mercados. ¡Paradojas del poder, ay disculpen, de la
vida!
Sin embargo estamos ya empezando la Segunda Fase de la Gran Recesión. Como señalan Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en “Financial and Sovereign Debt Crises: Some Lessons Learned and Those Forgotten”
lo peor no ha pasado. Todo lo contrario, las causas que han originado
la actual crisis económica no solo no se han corregido sino que han
empeorado.
La carga de la deuda en los países desarrollados se ha convertido en un evento extremo utilizando cualquier medida histórica y requerirán una ola de condonaciones de deuda, negociadas o no.
Y cuando los mercados financieros de una vez por todas se den cuenta de
ello, ahora simplemente han sacado la patita para ver el percal, la
caída de estos días será un juego de niños.
Al final, a las élites les va a salir muy cara su avaricia desmedida porque ahora con la que se nos avecina solo queda una opción. Son ellos quienes deberán pagar con su riqueza las consecuencias de la triple recesión en la que ya estamos inmersos.
Si se niegan, las tensiones sociales y el caos les acabarán devorando. Y todo por no aceptar en su momento algo obvio, una reestructuración bancaria a costa de la gerencia y acreedores. (...)" (Juan Laborda, Vox Populi, 15/10/2014)
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