"(...) Si las condiciones estructurales y de
ciclo económico no son las mismas en Alemania que en España, utilizar
una política monetaria uniforme para ambos países significa que en algún
momento uno de los dos países pagará un coste extra.
Ante esta
situación sólo caben dos opciones: o someter las economías a una férula
estructural que las sitúe en el mismo ciclo económico, o establecer, por
la vía de la política fiscal, mecanismos de compensación de los
desequilibrios entre ambas economías.
La segunda de las opciones,
conocida en el argot europeo como “unión de transferencias”, ha sido
categóricamente negada por los países del norte, en la medida en que
significaría que los ciudadanos alemanes de Baja Sajonia terminarían
pagando impuestos para financiar las prestaciones de desempleo del
Alentejo en Portugal.
Una hipótesis de la que el contexto político,
social y cultural de la Unión Europea está hoy más lejos que nunca.
Queda como alternativa la primera
opción, que es la efectivamente elegida por las instituciones europeas:
la vía de las reformas estructurales que tienden a equilibrar la
competitividad del sur con la del norte (...)
Nada garantiza que este camino llegue a buen término, y el coste social
que lleva implícito es enorme, como estamos experimentando, con
resultados más bien mediocres en términos económicos hasta el momento. (...)
¿Cuánto tiempo tardarán los europeos, tan dados a las luchas
fratricidas, en restañar las heridas de la impaciencia nórdica y el
resentimiento mediterráneo? ¿No ha llegado el momento de plantearse con
serenidad y sin miedos la conveniencia de terminar el experimento? (...)
¿qué opciones le quedan a España? Salir
del Euro hoy llevaría a la economía española a experimentar un impacto
enorme a corto plazo. La fuga de capitales sería considerable, lo cual
sin duda llevaría a un corralito bancario, la “nueva peseta” sería
rápidamente depreciada por el mercado y aunque el monto total de nuestra
deuda experimentaría –ya en términos de pesetas- un fuerte descenso en
relación con el PIB, nuestro acceso a los mercados internacionales se
restringiría en buena medida.
Subirían los precios, se encarecerían las
importaciones, y podríamos vender más barato al exterior, pero con una
importante pérdida de poder adquisitivo. En términos políticos, no cabe
duda de que para una generación –quizá la que nos llevó del franquismo
al euro- significaría un fracaso colectivo, un “volver a la España de
los 50”, como señalaron en su momento Santos, Garicano y
Fernández-Villaverde. Un nuevo 98.
A largo plazo, sin embargo, y pasado este primer shock,
España recuperaría competitividad, tendría acceso a una política
monetaria a medida de sus necesidades económicas, y si se mantuviera la
disciplina en una gestión monetaria y fiscal responsable, podría crecer a
buen ritmo. Este aspecto –el de la responsabilidad- no es menor.
Los
hispanopesimistas –como Santos, Garicano y Fernández-Villaverde- creen
que existe en España una fatalidad histórica que nos lleva a no saber
gestionar nuestra política económica, y que la España fuera del Euro
sería de nuevo la España de charanga y pandereta.
Creen, con otros
muchos, que el Euro nos proporciona esa férula disciplinaria que nuestra
laxa mentalidad necesita para gestionar correctamente las políticas
económicas. Nada indica que deba ser así. Aunque no nos lo parezca,
fuera del euro hay economías europeas que están bien gestionadas, es
más, buena parte de las normas de gobernanza económica de la Unión
Europea se aplica también a los países que no están en la zona euro.
En conclusión, la salida de España del
euro tendría un enorme impacto a corto plazo, y a largo plazo permitiría
una mayor autonomía en la gestión de la política económica. Sopesar
pros y contras no es fácil.
La alternativa factible a esta salida sería
rediseñar en profundidad la Europa del Euro, de manera que se
dotara de los instrumentos imprescindibles para corregir asimétricamente
los desequilibrios que de manera inevitable (sí, inevitable)
volverán a acumularse mientras las economías europeas no logren una
convergencia real en productividad, calidad de vida y ciclo económico. (...)
La alternativa inviable es el business as usual, esto es,
mantener la moneda única sin mecanismos de reequilibrio. Si no se
construyen, tarde o temprano volveremos a vivir crisis muy similares a
las que estamos viviendo en estos momentos. (...)" (Artículo inicialmente publicado en ctxt.es , José Moisés Martín Carretero, Economistas frente a la crisis, 12/05/2015)
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