8.10.15

No es difícil encontrar en España, como pasa en EEUU, a miles de trabajadores con jornadas de 12 y 16 horas

"El análisis del mercado laboral en España se restringe a elucubraciones mensuales sobre las cifras trucadas que publica el SEPE y que cada vez esconden a más trabajadores que están fuera del circuito laboral.

Un buen ejemplo es el espectáculo circense que montan las cadenas de televisión los sábados por la noche, enfrentando a supuestos economistas con una corte de periodistas, en muchos casos enviados por los partidos políticos, para escenificar un vodevil de perogrulladas trufadas de ideología rancia y anticuada.  

(...) lo que hoy tenemos es fruto de una concienzuda apuesta por desmantelar al trabajador/a de la mayor parte de sus derechos, y alejar el carácter de ser humano de las decisiones sobre el factor trabajo.

Este posicionamiento, que es denostado como radical por los miopes del sistema, es ya objeto de análisis en países serios e incluso profundamente capitalistas como EEUU o Suecia, en los que se han dado cuenta del daño que se estaba haciendo a la población, con la organización del tiempo de trabajo, la caída de la productividad y el deterioro de las relaciones familiares, y por ende de la natalidad y asistencia a los mayores.

 La máxima del núcleo duro de la economía capitalista y desregulada, con ciertos tintes ácratas, nos sacuden sistemáticamente con la falsa idea de que hay que trabajar más horas para ser más competitivo. 

En aras a cumplir esta máxima, la reforma laboral en España otorgó una discrecionalidad a la empresa, vía descuelgue de convenio, a fijar la jornada laboral que la empresa decida en cada momento, por supuesto sin remunerar. Por ello, no es difícil encontrar, como pasa en EEUU, a miles de trabajadores y trabajadoras que llevan a cabo jornadas de 12 y 16 horas sin parar, para jolgorio de la ortodoxia liberal. (...)

Las consecuencias de este absurdo mercado laboral, es que siguen creciendo los casos de enfermedades profesionales ligadas al estrés, ya que lo que no acaban de entender los economistas austriacos y afines, es que los ciclos circadianos empeoran significativamente el rendimiento laboral a partir de las seis horas de trabajo continuado.

 Pero su estrechez de miras y su negacionismo, les hace despreciar la estrecha relación que tiene la economía con la psicología o la física, por no hablar de la sociología o la política. Si son capaces de negar el cambio climático, cómo no van a negar la correlación negativa entre rendimiento o productividad y jornada laboral.

Este tipo de jornada laboral, además, entorpece el desarrollo profesional de colectivos enteros de personas, como las mujeres, pero también de aquellos, hombres y mujeres, que tienen que cuidar de ancianos o discapacitados. 

¿Quién se hace cargo de ellos?, ¿cómo se conjuga esta jornada laboral con la educación de hijos, y/o cuidado de ancianos? Estas preguntas ya se las están haciendo en EEUU, pero obviamente no en España, donde estamos mucho más preocupados por la propaganda que irradian esos maravillosos seriales de los sábados noche. 

 En EEUU han notado que, en este mundo anormalmente competitivo, sólo jóvenes con dinero suficiente para no tener que cuidar familiares son los que acaban triunfando, algo que comparten las compañías de seguros. El resultado de esta cultura del éxito y de la competitividad infernal, es que la sociedad se va vaciando de talento y se reduce el crecimiento potencial. 

Jornadas infernales de trabajo, abandono de la educación de los hijos (niños llave), salarios depauperados, mayores sin cuidados suficientes y desprecio por los discapacitados, hacen una selección muy cuidada de quién puede triunfar en el mundo laboral de corte anglosajón. 

Con la reducción y abandono de los salarios de los cuidadores, la ausencia absoluta de programas de conciliación personal y laboral, y el desprecio de las empresas a atender las necesidades médicas y asistenciales de sus trabajadores, cada vez seremos más pobres y más enfermos.

Los experimentos de las jornadas reducidas de 6 horas en Suecia, por ejemplo, han demostrado que mejoran la competitividad y productividad, pero especialmente han devuelto la alegría a los trabajadores en sus respectivas empresas. Aquí se intentó algo en la Administración con programas pilotos de teletrabajo y funcionó, hasta que llegó la ministra Salgado y lo abortó.   (...)

Hay otra forma de esclavitud, por ejemplo, las grandes consultoras y auditoras, que reclutan trabajadores sin vida propia para explotarles con el señuelo de llegar a ser socios de la firma. Esta esclavitud VIP –solo llegan a estos puestos la elite del país– es aceptada y subsumida por ellos, alejando la posibilidad de un cambio de paradigma en el factor trabajo.

Pero el gran problema es que cuidar a los mayores o a los hijos es considerado por las empresas como una rémora y responde a un deseo de escaquearse del trabajo. Si diéramos prestigio a la asistencia, no pensaríamos que cuidar a un padre o a una madre, o a un discapacitado es un agujero negro en nuestra vida profesional, como lo hacen millones de mujeres en el mundo. La vieja idea de que la mujer cuida y el hombre trabaja se debería acabar, pero nadie tiene intención en cambiarlo de verdad.  "             (Alejandro Inurrieta, Vox Populi, 04/10/2015)

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