"(...) reseño el libro The Curse of Cash, que Kenneth Rogoff acaba de publicar (...)
La conclusión de los capítulos 3 y 4 de Rogoff es lapidaria. La
inmensa mayoría del dinero en metálico no se emplea en las transacciones
de la economía “legal”: se emplea para defraudar al fisco o para
actividades ilegales.
Y, esto la añado yo, según los pagos electrónicos
se generalicen más y más, el metálico se empleará cada vez menos y menos
en la economía “legal”. Yo, de hecho, tengo 105 dólares porque mi
cajero tiene como “default” en la tecla rápida sacar 200. Pero saqué 200
al volver de España a finales de Agosto y voy tirando con ellos a pesar
de varios viajes.
Si me lo propusiera, estoy convencido que podría
llegar a Noviembre sin sacar otra vez. Hasta en McNeil,
el edificio de mi departamento en Penn, en las máquinas de Coca Colas y
de chucherías del segundo piso se puede pagar con tarjeta y es más
cómodo que con metálico para no ir arrastrando monedas sueltas en el
bolsillo.
Llegado a este punto hay dos conclusiones: la débil y la fuerte. La
débil es que no existe argumento alguno para no eliminar YA los billetes
de más de 20 euros o dólares.
Los billetes de 10 euros o dólares y
menores denominaciones permiten seguir efectuando pagos de pequeñas
transacciones y protegen la anonimidad de aquellos más preocupados por
la misma (que, sin embargo, dejan alegremente todos sus datos en el
servidor de NadaEsGratis cuando comentan o llevan el Iphone a todos
sitios para que la National Security Agency
sepa dónde están).
Y estos billetes pequeños también pueden servir para
tener una “reserva de emergencia” si, como algún lector aventuraba hace
una semana, alguna desgracia ocurre: un sobre con 20 billetes de 10
dólares no ocupa mucho espacio escondido en casa y es más del doble de
lo que tienen las personas medias para TODOS los usos.
Aunque el dinero
en metálico permite en principio estar preparado para una catástrofe, en
la práctica casi nadie tiene esa “reserva de emergencia” y los que la
tienen podrían seguir haciéndole a un coste ligeramente más alto (de
hecho, es mejor tener billetes en bajas denominaciones para una
emergencia, donde el cambio puede escasear).
Billetes de 20 euros y
superiores son solo una puerta abierta a comportamientos a erradicar,
desde el fraude fiscal, el tráfico de drogas, el lavado de dinero, la
corrupción o la falsificación de dinero.
El eurosistema podría, por ejemplo, anunciar que va a dejar de emitir
denominaciones superiores a 10 euros (como ya ha dejado de emitir los
de 500) y dar un plazo de 5 años para redimir los billetes de más de 10
euros antes de eliminar completamente su validez (los billetes de 500,
por el momento, tendrán vida ilimitada; habría que cambiar esta
política).
Además, si imponemos modestos requisitos de justificación del
metálico a cambiar (por ejemplo, por encima de 1000 euros) muchos euros
escondidos no saldrán jamás a la luz, metiéndole así una buena mordida
ex post a mucho caradura.
Por supuesto no todos los comportamientos
ilegales se erradicarían: hay otros medios de pago y subterfugios mil
(Rodrigo Rato, cuando salga de la prisión en la que probablemente
termine pasando unos añitos, podrá abrir una academia al respecto) pero
la vida de muchas personas que no nos gustan se complicaría mucho. Sin
ir más lejos, falsificar billetes de 10 euros es mucho menos rentable
que falsificar los de 200.
Rogoff va más lejos y propone sustituir en el
medio plazo incluso los billetes de 5 y 10 euros (dólares) por monedas.
Se mantiene la anonimidad y casi nadie va a ir a defraudar, como en una
película mala de piratas, con un cofre de monedas de 5 euros (un ejemplo de lo engorroso que sería es esta noticia).
Y Rogoff sugiere que incluso con tipos nominales negativos de nivel
modesto (-3%) la mayoría de la gente no va a liquidar sus depósitos y
llevarse a casa un saco de monedas.
La conclusión fuerte es que si ya el 86% (y subiendo) del valor de
las transacciones en Estados Unidos se realiza sin metálico, llegar al
100% es perfectamente factible en 10 años. En China, por ejemplo y como
disfrute enormemente en Diciembre pasado, se puede pagar con WeChat
incluso comida por 25 céntimos en un tenderete de la calle.
De hecho,
los vendedores lo prefieren para no tener que gestionar metálico y
evitar robos. Rogoff sugiere que el objetivo de eliminar el metálico
puede requerir un esfuerzo adicional con aspectos como cuentas
corrientes baratas o teléfonos móviles con apps de pago para gente de
menores ingresos.
Uno podrá estar más o menos convencido de la conclusión fuerte pero
la conclusión débil es casi imposible de rechazar. Y, sinceramente, creo
que en 10 años estaremos ahí, le guste a uno o no." (José Fernández Villaverde, Nada es gratis, 19/09/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario