"(...) La derrota del acuerdo de paz de Colombia en las urnas ofreció en la
noche del domingo un primer dato llamativo. Lo contaba así la web de
Semana: “Un vistazo a las regiones más afectadas por el conflicto
permite ver una de las grandes paradojas de Colombia: quienes más muertos pusieron en la guerra
apoyaron más el Acuerdo”.
La noticia daba los nombres de lugares donde
se produjeron terribles matanzas: Cauca, Guaviare, Nariño, Caquetá,
Vaupés, Putumayo, Meta y Chocó. Esos crímenes fueron tanto
responsabilidad de las FARC como de los paramilitares. Allí, el sí al acuerdo alcanzó altos porcentajes, en algunos casos por encima del 70% u 80%.
Esos datos me llevaron a escribir
en Twitter algo que no sé correspondía con lo ocurrido, aunque sí con
otros conflictos: “Cuando la violencia no afecta a tu vida cotidiana, no
estás dispuesto a pagar un precio político por su fin”. “No estás
dispuesto” podría haber pasado a ser “se reducen las posibilidades de
que…”, porque la frase inicial más parece una relación causa-efecto que
no se puede sostener para todos los casos, aunque sí para algunos.
Los datos ofrecidos por Semana son significativos, pero no del todo
concluyentes. El recuento por provincias puede arrojar otras
conclusiones. Las dos grandes ciudades sufrieron las consecuencias de la
violencia política y del narcotráfico, pero su conducta no pudo ser más
opuesta. Bogotá estuvo por el sí. Medellín por el no.
El análisis por provincias, y dentro de ellas, arroja resultados que
no responden todos al mismo patrón, como se puede apreciar en la
descripción que hace El Espectador.
En el caso de Antioquia, provincia muy castigada por la guerra y donde
está Medellín, el 62% votó ‘no’, y eso a pesar de que el actual
gobernador de la provincia y el alcalde de Medellín estaban por el ‘sí’.
Es sobre todo el feudo del expresidente Álvaro Uribe, completamente
enfrentado al presidente Santos y el gran protagonista de la campaña del
‘no’.
Pero en la localidad de Apartadó, en Antioquia, donde hubo varias
matanzas, incluida la muy conocida de La Chinita, el ‘sí’ ganó (no con
gran diferencia, un 52%).
En la provincia de Valle del Cauca, ganó el ‘sí’, en buena parte por
la participación activa de las víctimas en la campaña. Pero en otros
lados donde viven muchos desplazados por el conflicto el resultado fue
otro. El Espectador comenta que eso incluye localidades donde nunca se
cumplieron las promesas hechas por los gobiernos a los refugiados
internos para que comenzaran una nueva vida.
Es el caso de Soacha, en la
provincia de Cundinamarca: “Este territorio vecino a la capital ha
sufrido de un abandono estatal que hoy fue recordado en las urnas.
Además, no hay que olvidar que la mayoría de casos de Falsos Positivos
ocurrieron allí y que hay una fuerte presencia de bandas criminales,
muchas de ellas constituidas por exparamilitares”.
Los mapas en los que se corresponden zonas de gran actividad de las
FARC con la victoria del ‘no’ no cuentan toda la realidad. Dejan fuera
zonas de presencia de los paramilitares o de otros grupos violentos.
Incluyen ciudades que sufrieron matanzas de civiles, pero que votaron
por el sí. Otras menos castigadas, que votaron no. (...)
Aquí es donde interviene un factor político actual, no del
pasado, que sí dice más cosas sobre las razones del resultado. Por
ejemplo, el hecho de que Uribe se opusiera al acuerdo en amplias zonas
del país donde sigue siendo muy popular.
Donde el Gobierno de Santos era
más fuerte o contaba con aliados locales de prestigio, pudo ganar el sí.
Es el caso de la provincia de Región Caribe, que votó a favor de Santos
en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y donde el
alcalde de Barranquilla estaba claramente por el sí.
Nos imaginamos siempre que en los referendos los ciudadanos se
limitan a dar su opinión sobre la pregunta planteada sin dejarse
contaminar por otras consideraciones, y eso no siempre es cierto. Ahí sí
que se parece Colombia a otros países del mundo en los que se ha
celebrado un referéndum sobre un asunto crucial. La popularidad del
Gobierno o de los partidos que apoyan una opción determinada influye
poderosamente en la decisión expresada en las urnas.
En los primeros meses de este año, la popularidad de Santos estaba en el punto más bajo
de su presidencia, en marzo en el 25%. La principal razón era la
situación económica. Un 80% decía que era mala o muy mala. Era
la primera vez desde 2012 en que la economía era el mayor motivo de
preocupación por encima de la inseguridad.
Por el contrario, la opinión sobre Uribe era mucho más positiva. Un
48% era favorable al expresidente. El mismo porcentaje estaba en contra,
pero eso no es inusual con la personalidad polarizadora de Uribe. Buena
parte de la presidencia de Santos se construyó bajo la premisa de que
Uribe estaba equivocada por su posición revanchista sobre el proceso de
paz. Está claro que eso no sirvió para minar su popularidad en amplias
zonas de la nación.
Al final, Santos se convirtió en un factor negativo para la campaña del sí.
Como mínimo, eso contribuyó a desmovilizar a votantes que podían haber
votado a favor y que contribuyeron a aumentar la abstención (del 62%) en
un país en el que un 50% no es inusual. Los llamamientos a una
convocatoria de carácter histórico no van a cambiar en unos meses
tendencias muy arraigadas en el electorado. (...)
Incluso hay que tener en cuenta otros factores políticos que nada tenían
que ver con la paz. Varios medios colombianos cuentan que las medidas
del Gobierno en favor de los derechos de la mujer y de la comunidad
LGTBi enfurecieron a los sectores más conservadores o ultracatólicos,
que se unieron a las filas de Uribe.
El expresidente vio esa tendencia y
la aprovechó con alianzas con iglesias evangélicas a las que no fue muy
difícil de convencer de que el acuerdo de paz era el prólogo que
conduciría al reforzamiento de las posiciones izquierdistas en la
sociedad colombiana gracias a la entrada de las FARC en el juego
político. (...)
El ciudadano debe ser consciente de que está ante una oportunidad que
quizá no vuelva a presentarse, pero tiene todo el derecho de ignorar
una convocatoria realizada por un Estado que le abandonó hace tiempo a
su suerte. Políticos, periodistas, combatientes y expertos tienen todos
los incentivos posibles para aceptar lo que se les propone.
La gente de
abajo no ve los incentivos por ningún lado y está acostumbrada a que les
digan desde arriba que ahora sí, este es el momento en que todo
cambiará.
En los referendos, como en las propias elecciones, compiten distintas
legitimidades. No está escrito que siempre que tengan que vencer las
mismas." (Guerra eterna, 05/10/16)
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