23.11.17

En lugar de poner el foco sobre el capital y sus desmanes, Trump logró situarlo sobre dos reos mucho más fáciles de atacar: China y los inmigrantes. La construcción de un muro fronterizo con México trata de restañar las heridas de una soberanía lesionada por el asalto neoliberal. Levantamos una barricada para proteger nuestra existencia civilizada y purificada, sitiada por riadas de inmigrantes no deseados, drogas y todo lo demás

"(...) el magnate perfiló un discurso exaltado, que situaba los males de EE.UU. en una conspiración liderada por inmigrantes indocumentados y potencias extranjeras decididas a destruir el país. Los inmigrantes y los chinos, Mexico and China, se convirtieron en mantras de un Trump encendido, que los repetía hasta la saciedad, para deleite de sus seguidores.

Pero, ¿cómo logró abrirse camino ese discurso? 

Para David Harvey, legendario geógrafo y teórico marxista, la respuesta es simple, y se remonta a la salida de la última gran crisis financiera. “Los únicos que verdaderamente se han beneficiado de la crisis de 2007-2008 han sido el 1% más rico, y el 0,1% más rico, mientras que todos los demás salían perdiendo”. 

Harvey va más allá; en la primera entrevista de la serie, señala que el ascenso de Trump es inseparable de la “enorme desilusión” que han generado décadas de políticas neoliberales. “Las poblaciones cada vez se sienten más alienadas en sus puestos de trabajo. Encontrar un trabajo digno, con significado, se ha vuelto cada vez más difícil. La vida cotidiana se ha hecho cada vez más agobiante”.  

En lugar de poner el foco sobre el capital y sus desmanes, sostiene Harvey, Trump logró situarlo sobre dos reos mucho más fáciles de atacar: China y los inmigrantes.

Wendy Brown está de acuerdo. La politóloga californiana señala que el elemento clave del discurso de Trump –las referencias a la construcción de un muro fronterizo con México— trata de restañar las heridas de una soberanía lesionada por el asalto neoliberal. 

La idea del muro, sostiene Brown, “sirve para construir un imaginario de nación. Imaginamos que somos una nación blanca sitiada por riadas de inmigrantes no deseados, drogas y todo lo demás, y que levantamos una barricada contra eso para proteger nuestra existencia civilizada y purificada”. 

De modo que ‘Make America Great Again’ era, en realidad, ‘Make America White Again’. 

Para la filósofa Susan Buck-Morss, lejos de reafirmar la soberanía supuestamente agraviada de EE.UU., la elección de Trump fortalece el control político de las oligarquías, a nivel internacional: “Con la elección de Trump, el capitalismo global ha tomado el control”, señala Buck-Morss. 

“Estados Unidos es simplemente un instrumento del capital. Ya no hay imperialismo, y esto nos sitúa finalmente más cerca de los países del tercer mundo, que ya vienen viviendo esto desde hace tiempo”.

Otro factor para entender tanto el ascenso político de Trump como las correas de transmisión de poder en los Estados Unidos de hoy es la comunicación digital, que se detienen a analizar tanto el jurista Bernard Harcourt como el crítico de medios Douglas Rushkoff.

 El goce y el deseo de autoexponerse debilitan a los ciudadanos, explica Harcourt, y permiten a las corporaciones obtener datos para fines comerciales o de espionaje. En lugar de observarnos contra nuestra voluntad, lo hacen aprovechándose de nuestro deseo de retransmitir nuestras vidas.

 Rushkoff va un paso más allá, al señalar que esas mismas empresas, y políticos como Trump, no se limitan a predecir nuestra conducta o intentar aprovecharse de ella, sino a tratar directamente de manipularla. 

En Trump convergen los vectores de la comunicación digital, dando lugar a lo que la teórica política Jodi Dean llama “capitalismo comunicativo”: Trump, sostiene Dean, “no se debe al significado de lo que dice. Eso no le importa a nadie. 

Lo que importa es la sensación general que proyecta: ‘Soy un hombre fuerte, no me gustan las élites, apelo a la gente que está enfadada’, y entonces el contenido se desvanece. Puede decir falsedades sin parar. No creo que el problema aquí sea Trump. Es la manera en la que funciona la comunicación en el ‘capitalismo comunicativo’”.   (...)

En neoliberalismo no murió con la elección de Trump. Si acaso, apuntan tanto David Harvey como Wendy Brown, estamos ante una nueva fase del proyecto. Los objetivos no han cambiado, pero sí en cierta medida la modulación del mensaje, o su implementación. Brown habla de un neoliberalismo “nacionalista”, mientras Harvey prefiere poner el énfasis en una predecible deriva autoritaria. (...)"                (I. G-S. / Á. G. B. / H. M. ·, CTXT, 09/11/17)

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