1.7.20

La degradación francesa. Se han desvanecido cuatro ideas engañosas: la convicción de que el sistema de salud francés era uno de los mejores del mundo; la certeza de ser un país desarrollado que dominaba las tecnologías avanzadas; la fe en el Estado a la hora de gestionar las crisis y tranquilizar a la nación, y la existencia de un equilibrio de poder con Alemania. El resultado es una desconfianza en las instituciones y los dirigentes, que se refleja en la multiplicación de querellas criminales contra ellos. ¿De qué me suena esto?

"Las epidemias, como las grandes crisis y las guerras, son elementos aceleradores de la historia que redefinen la jerarquía de personas, empresas y naciones. 

La covid-19 ha puesto de relieve la degradación de Francia, que acumula tres crisis. El fracaso de la sanidad pública, con 30.000 fallecidos y la incapacidad, todavía hoy, de hacer pruebas, aislar y curar, lo que deja el país a merced de una segunda ola (...)

A la recesión más profunda del mundo desarrollado, con previsiones de una caída del PIB del 12,5%, un paro masivo de casi el 12% de la población activa y una deuda pública del 121% del PIB a finales de 2020, hay que añadir la quiebra de las libertades públicas y la suspensión de facto de la justicia durante el estado de emergencia sanitaria.

Los franceses se consideraban protegidos por un Estado que absorbe el 56% del PIB y han pasado del pasmo ante el confinamiento, que creían reservado a China o Italia, a la cólera. Se han desvanecido cuatro ideas engañosas: la convicción de que el sistema de salud francés era uno de los mejores del mundo; la certeza de ser un país desarrollado que dominaba las tecnologías avanzadas; la fe en el Estado a la hora de gestionar las crisis y tranquilizar a la nación, y la existencia de un equilibrio de poder con Alemania. 

El resultado es una desconfianza en las instituciones y los dirigentes, que se refleja en la multiplicación de querellas criminales contra ellos.

Francia no es, en absoluto, la única democracia occidental que ha negado la evidencia ante las derivas de la globalización, la dependencia cada vez mayor del capitalismo totalitario chino, el capitalismo de burbujas y el ascenso de amenazas como las que suponen el yihadismo y las democracias iliberales. (...)

La situación de Francia tiene características concretas porque combina la incapacidad de responder a las conmociones y los riesgos del siglo XXI con las consecuencias de cuatro décadas de abandono. Las expectativas de crecimiento y los incrementos de productividad son ya casi inexistentes. El pleno empleo no se ha recuperado desde mediados de los setenta, mientras que la deuda pública ha pasado del 20% a más del 120% del PIB en 40 años. El Estado está hipertrofiado e incapacitado, con sus funciones soberanas devoradas por las transferencias sociales.

 El país está hecho jirones, socavado por el comunitarismo, el odio de clase y el aumento de la violencia, que estalló con el movimiento de los chalecos amarillos y las huelgas contra el proyecto de reforma de las jubilaciones. El legítimo compromiso con una Europa poderosa pierde credibilidad por la deriva del país, lo que proporciona un amplio margen y grandes esperanzas a los demagogos.La epidemia de la covid-19 se inscribe en una larga serie de crisis que, desde las conmociones relacionadas con el petróleo, han hecho que Francia no solo no se haya restablecido, sino que haya bajado un peldaño más con cada golpe: durante las recesiones de los años ochenta y noventa (...)

Francia se encuentra hoy en la situación que vivía Italia en vísperas de la epidemia de coronavirus. Corre peligro de perder definitivamente las riendas de su destino, con una población envejecida, un estancamiento prolongado, un paro estructural masivo y una deuda pública descontrolada que se acercará rápidamente al 180% del PIB. Y constituye, aún más que Italia, un riesgo sistémico para la UE y la eurozona.

El país no tiene más remedio que pedir prestado, por segunda vez en 12 años, el 20% del PIB, para intentar modernizar su economía y su sociedad. También podrá beneficiarse del plan de recuperación de la UE, que refleja una saludable con cien ciación y movilización de Europa. Pero es su última oportunidad. 

 (...) la solidaridad de los países del norte de la Unión solo tiene sentido si sirve para el desarrollo de los países del sur, y no para que prosigan su caída; es decir, que estos deben abordar sus males estructurales. En el caso de Francia, eso implica la transformación de su modelo económico y social y la recon fi gu ración del Estado, que se ha convertido en un multiplicador de riesgos. 

En definitiva, Francia, como en 1945, se encuentra frente a una elección crucial (...)

La catástrofe sanitaria y económica debe servir de sacudida que obligue a tomar conciencia tanto a los dirigentes como a los ciu da danos. Los primeros tienen la res pon sabi li dad de contar la verdad sobre la inestabilidad del mundo del siglo XXI, la vulnerabilidad del país y los requisitos de la recuperación, que incluyen dar prioridad a la producción, la seguridad y la integración. Los segundos tienen la obligación de movilizarse y unirse en defensa de los cambios imprescindibles para la recuperación de Francia, que, a su vez, condicionará el futuro de Europa frente a los imperios que se disputan el poder en el siglo XXI."                 (Nicolas Baverez, historiador, El País, 29/06/20)

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