5.8.24

¿Quién se lleva la gran parte de la tarta turística? Para empezar, las infraestructuras de movilidad: puerto y aeropuerto. Representan los grandes intereses de los lobbies que controlan los flujos. Hasta que no se gobiernen las infraestructuras de entrada, será difícil encontrar solución a estos problemas... Después, el hotelero... y la gran especulación inmobiliaria de los grandes propietarios y del capitalismo rentista... y el gremio de la restauración, que privatiza el espacio público... y todos los beneficiados por la gran explotación de la mano de obra turística... No es casual que reconocidos destinos turísticos como Benidorm o Torremolinos o Lloret de Mar sean de los municipios más pobres de España... Cuando hablamos de saturación turística u overtourism, es cuando las ciudades comienzan a depender en gran medida de la economía turística, lo que inevitablemente genera desequilibrios en la propia convivencia. Por ejemplo, la crisis de la vivienda, la privatización de espacios públicos, la gestión de residuos, y la precarización del trabajo en las ciudades turísticas... El turismo lo que hace es apropiarse de bienes comunes (paisaje, recursos naturales, culturales…) para fines e intereses privados (Claudio Milano)

 "Overtourism, ¿nuevo término global para definir qué?

Cuando hablamos de saturación turística u overtourism, en inglés, nos referimos a una excesiva dependencia del turismo en las economías urbanas. Es cuando las ciudades comienzan a depender en gran medida de la economía turística, lo que inevitablemente genera desequilibrios en la propia convivencia. Por ejemplo, la crisis de la vivienda, la privatización de espacios públicos, la gestión de residuos y el deterioro de la calidad del aire debido al gran aumento de cruceros. También, y no menos importante, existe el problema de la precarización del trabajo en las ciudades turísticas.

¿Es extensible el problema, más allá de las ciudades, a territorios, zonas naturales, espacios cada vez más visitados?

Inevitablemente, el turismo ocupa cada vez más espacios y parques naturales, generando masificación y los problemas que se derivan. Eso lo hemos visto recientemente con la pandemia, en los alrededores naturales de Barcelona. Debemos recordar las manifestaciones y protestas que hubo en el Montseny, que empezó a recibir grandes flujos turísticos. De hecho, esa gran masificación ha creado una ola gentrificadora que se extiende a las áreas metropolitanas de las grandes ciudades turísticas. Este es, por ejemplo, el caso de L’Hospitalet y otras poblaciones cercanas a Barcelona, ​​que han empezado a albergar grandes infraestructuras turísticas y, con ello, a sufrir las externalidades del turismo.

¿La crisis, digamos, del turismo es algo de hoy o viene ya de lejos, y lo que hace ahora es aflorar en la comunicación, la política y el debate público?

El litoral del Mediterráneo español es la cuna del turismo de masas. La urbanización de la Costa del Sol, la Costa Blanca y la propia Costa Brava ha sido estudiada, desde los años 70, como un fenómeno de masificación y especialización turística. Hasta la crisis de 2008 y la forma en que salimos (con el capitalismo de plataforma y la digitalización de la economía), no habíamos conocido el fenómeno que hoy en día podemos llamar de «turistificación» de la vida cotidiana.

¿Turistificación que actualmente ya tiene nombres propios?

El turismo ha entrado en nuestra vida diaria con Airbnb, que nos promociona apartamentos turísticos en nuestros propios edificios. En la movilidad urbana hemos conocido aplicaciones como Uber y Cabify, que han generado una competencia desleal para un servicio público, como el del taxi. También empresas como Glovo y Uber Eat, que han irrumpido en la movilidad de la vida en las ciudades. De todas formas, en las ciudades hay muchos agentes y fuerzas generadoras de cambios. No sólo hay turistas, sino migrantes por estilo de vida, nómadas digitales, estudiantes internacionales, expats… Hoy en día no podemos contemplar el turismo sólo desde una perspectiva binaria. Las ciudades están hechas de diferentes movilidades privilegiadas y otras forzosas con poderes asimétricos. Una ciudad como Barcelona ejemplifica un lugar en el que las controversias sobre el poder adquisitivo de quien vive y quien la visita se manifiestan en las grandes desigualdades sociales.

En cualquier caso, en unos años hemos pasado de alabar el turismo (la industria sin chimeneas), a la turismofobia… ¿Por qué?

Cuando empezó a usarse el concepto «industria sin chimeneas», era para promocionar el turismo como gran solución a otros sectores con los que no se contaba y, además, muy contaminantes. Pero el turismo no puede considerarse una industria. Las industrias producen algo. El turismo lo que hace es apropiarse de bienes comunes (paisaje, recursos naturales, culturales…) para fines e intereses privados.

Refiriéndote al turismo, sostienes que no se puede disociar de la economía y la explotación del conjunto de recursos, de la insaciabilidad capitalista…

El turismo refleja el capitalismo financiarizado, que mercantiliza todo lo que puede ser transformado en valor de cambio. Todo puede convertirse en mercancía. Ya en los años 60 y 70, el movimiento hippy acabó en parte transformándose en lo que se llamó turismo alternativo. En los 80, con la toma de conciencia ambiental, ocurrió algo parecido con el turismo de naturaleza y el ecoturismo, y en los 90 con el turismo voluntario y el solidario. En los mismos años empezó a hablarse de desarrollo sostenible (con el Informe Brundtland) y aparecieron las etiquetas de turismo sostenible y turismo responsable. Más recientemente se ha promovido el turismo de bienestar y el turismo lento, al calor de las propuestas de decrecimiento. Incluso esto se ha convertido en una experiencia y un atractivo turístico.

Da la sensación de que el debate, en la escalera del común de los mortales, parece girar en torno a las «molestias» que genera el turismo, cuando la cosa parece mucho más profunda y trascendente…

Las molestias son el aspecto perceptible del problema. Cuando hablamos de overtourism, no nos referimos tanto al volumen de personas, sino a cuestiones tan determinantes como la sustitución en el uso de las viviendas residenciales, la conversión de las tiendas locales, y la promoción y comercialización turísticas de espacios dedicados a intercambio social, como es el caso de algunas fiestas de barrios en la ciudad de Barcelona, ​​como las Fiestas de Gràcia. Otra gran preocupación es la externalización y precarización laboral en el turismo. Aquí están algunas de las raíces del problema, que hacen visible la erosión de derechos básicos.

¿Quién se lleva la gran parte de la tarta turística, específicamente en el caso de Barcelona?

Para empezar, las infraestructuras de movilidad: puerto y aeropuerto, fundamentalmente. Representan los grandes intereses de los lobbies que controlan los flujos. Hasta que no se gobiernen las infraestructuras de entrada, será difícil encontrar solución a estos problemas. Después, quien más recibe y participa en toda gestión turística es el hotelero. Hay que tener también en cuenta a los grandes propietarios y al capitalismo rentista que ha generado en estos años una gran especulación inmobiliaria. En la sustitución de la vivienda residencial en viviendas turísticas participan los grandes rentistas de clase media y alta, en el caso de Barcelona. Pero no son los únicos. Cuando hablamos de privatización del espacio público, uno de los protagonistas es el gremio de la restauración, que en Barcelona ha jugado un gran papel en el aumento de las licencias de las terrazas. También habría que hablar de los regímenes laborales. Sabemos que el empleo en el sector del turismo es el peor pagado, comparado con otras actividades. Existe una gran explotación de la mano de obra, y no ha habido una gran respuesta sindical fuerte capaz de hacerle frente.

¿Las tasas turísticas juegan algún papel corrector en esta deriva?

Si hablamos de quien se beneficia de las tasas turísticas, debería apuntarse a los ayuntamientos y los gobiernos locales. La tasa turística en ciudades como Venecia o Barcelona no hace sino que legitimar que el turismo está aportando algo, cuando estas tasas han sido utilizadas para seguir promocionándolo. Los 5 euros de la tasa turística de Venecia han sido un fracaso. La gestión de los ayuntamientos en este terreno es sobre todo obra de tecnocapitalismo. Cuando nos hablan de descentralizar, lo que hacemos es crecer en otros espacios. Cuando nos dicen desestacionalizar es crecer en otros momentos del año. No estamos gobernando el sector, sino gestionando el crecimiento en otros espacios y tiempos.

¿A qué te refieres cuando hablas del turismo como «economía del despojo»?

La economía turística lo que hace es acumular y despojar de bienes comunes. Se explotan bienes comunes y las ganancias se les queda en el sector privado. Por eso el turismo debe ser definido como un sector extractivo. Esta acumulación a expensas de bienes comunes es lo que denominamos «economía del despojo». Se habla también del «turismo de calidad»; es decir, turistas con mayor poder adquisitivo. Lamentablemente, sabemos que turistas con mayor poder adquisitivo generarán más desigualdades y mayor concentración de capital en manos de muy pocos. Tener menos turistas que más paguen no es otra cosa que seguir perpetuando las desigualdades sociales que genera el capitalismo turístico. No es casual que reconocidos destinos turísticos como Benidorm o Torremolinos o Lloret de Mar sean de los municipios más pobres de España."                     (Claudio Milano, eltriangle, 04/08/24)

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