13.9.24

Harris se ve ganadora de las elecciones... Cuando Trump contestaba, Harris, con el cuello girado hacia su derecha, le miraba permanentemente; le observaba con severidad, inclinaba levemente el mentón, sonreía, negaba con la cabeza: Harris estaba juzgando a Donald Trump. Y fue efectivo. Eran la profesora y el alumno... ahora es Harris quien representa lo nuevo frente a Trump... dos marcos recorrieron subterránea e insistentemente el debate. El peligro exterior, el declive estadounidense que precisa de una reacción contundente, de Trump... frente al peligro interior, el que lleva a la desaparición de la democracia, de Harris... hay dos mensajes: EEUU va bien, lo que está mal es la división interna que ha traído Trump, frente a EEUU va mal, hay que arreglarlo, y los demócratas empeoran las cosas. El marco que se imponga decidirá las elecciones... Harris señaló que era la hora de pasar página, de buscar la unidad y de mirar hacia el futuro en lugar de regresar al pasado; prometió un plan (por definir) a la altura de los sueños, aspiraciones y ambiciones de los estadounidenses, que crease una economía de la oportunidad y protegiese las libertades fundamentales, entre ellas la de mantener el aborto. Trump, de manera atropellada, insistió en que Harris debería haber hecho lo que promete en los años en que ha sido vicepresidenta, y en que son una nación fallida, de la que el mundo se ríe, para acabar mencionando la posibilidad de una III Guerra Mundial. El declinismo hiperbólico suele asustar más que movilizar, y eso es parte de la pérdida de fuerza del mensaje de Trump (Esteban Hernández)

 "Trump desaprovechó la mitad de su tiempo en pantalla. La imagen dividida, que permitía ver al mismo tiempo al candidato que intervenía y a su oponente, fue un factor clave del debate: buena parte de la ventaja que Harris logró estuvo en lo que no dijo con palabras, pero transmitió con su expresión. Cuando Trump contestaba, Harris, con el cuello girado hacia su derecha, le miraba permanentemente; le observaba con severidad, inclinaba levemente el mentón, sonreía, negaba con la cabeza: Harris estaba juzgando a Donald Trump. Y fue efectivo. Harris adoptó una posición de superioridad, sugiriendo, en silencio y de manera permanente, que el candidato republicano era claramente inadecuado. Eran la profesora y el alumno; la declaración del acusado monitorizada por la fiscal.

La estrategia de Trump se ha debilitado tras la desaparición de escena de Biden. No solo por el cambio de candidato, sino porque el dúo Harris-Walz cambió el paso de los demócratas, prometiendo una renovación, una diferencia significativa con la etapa anterior, y han puesto mucho entusiasmo en la tarea. El giro también ha sido cualitativo: la novedad la suelen aportar los aspirantes, mientras que lo conocido es representado por el presidente en activo. El mensaje de Harris, repetido en el debate, es nosotros somos el futuro, Trump es el pasado.

En realidad, es al revés: Harris es vicepresidenta, Trump aspira a la Casa Blanca. Trump significaba un cambio frente a Biden; sin embargo, ahora es Harris quien representa lo nuevo frente a Trump. Esa modificación del eje no han sabido combatirla los republicanos, que habían diseñado tácticas para enfrentarse a un tipo de candidato, y que no las han variado cuando no solo les cambiaron el rival, sino el mensaje. Desde entonces, los republicanos han vivido un momento de parálisis del que no han logrado salir, y el debate es el mejor ejemplo.

El riesgo de las exageraciones

El intento republicano de evitar la efervescencia de Kamala se ha encaminado hacia la senda menos provechosa: redoblar la apuesta. No solo a la hora de descalificar a la candidata, lo que apareció en el debate en su versión más banal, repitiendo el marco de la Camarada Kamala (“es marxista, su padre lo era y la enseñó bien”), sino con las alertas desmesuradas sobre un probable futuro de EEUU con un gobierno demócrata (“nos convertiríamos en una Venezuela con esteroides”).

Estas exageraciones, utilizadas por ambas partes (Harris subrayó repetidamente que Trump aspira a ser desde el primer día un dictador) perjudican más a los republicanos. Ahora están obligados a recuperar terreno, y las hipérboles y descalificaciones ya utilizadas no añaden votantes: lo que no ha ganado con esa táctica hasta ahora, no le servirá a partir de este momento. En segunda instancia, elevar la apuesta (esos inmigrantes que se estaban comiendo a los perros) permite que, como ayer, Harris no solo le mire con suficiencia o desdén, sino que le provoque lanzándole pullas acerca de su inadecuación para el cargo, su falta de apoyo (“la gente se va de sus mítines por aburrimiento”) o de sus orígenes (“Su padre le dio cientos de millones de dólares”).

Ante el cambio de escenario, Trump ha reaccionado refugiándose en el manual de instrucciones del republicanismo neoliberal. Sus alertas en el debate (Harris quiere confiscar las armas, prohibir el fracking, permitir la entrada masiva de inmigrantes") son parte de una época muy diferente de la actual. Necesita algo muy distinto para recuperar terreno.

Los dos peligros

Las elecciones se jugarán en seis o siete Estados con problemas específicos, y en varios de ellos la percepción de decadencia económica es clave. Este aspecto es relevante no solamente porque el descenso en el nivel de vida suele perjudicar al gobierno existente y favorecer al nuevo candidato, sino porque la decadencia económica ha sido la llama que ha prendido el fuego de las nuevas derechas. Ha sido la condición de posibilidad de su crecimiento. Trump puso el foco en la inflación, la inmigración y los aranceles como asuntos clave en el inicio de la campaña, pero ayer en el debate poco de eso apareció.

Kamala Harris sale victoriosa del primer cara a cara con Donald Trump

Este es el asunto que decidirá las elecciones. En el fondo, no se trata del mal momento económico que viven muchos ciudadanos, que es relevante, sino de la identificación clara de cuáles son los peligros que se deben afrontar. Dependiendo del marco que domine públicamente, dependiendo del enemigo que se identifique, el resultado del 5 de noviembre será uno u otro. Desde el punto de vista de Trump, EEUU está en declive, sufre una crisis en su hegemonía y necesita recuperar una posición fuerte si no se quiere ver seriamente amenazado. Una economía estadounidense poderosa y la defensa contundente contra las amenazas exteriores, comenzando por China, es la esencia de su programa. El mensaje de Trump es que es un hombre fuerte al que respetan y temen los líderes de otros países, en especial los Estado rivales o enemigos, respetan y temen. Los demócratas son endebles (ni siquiera reconocen el delicado momento americano) y los líderes extranjeros les menosprecian.

Para los demócratas, el peligro es muy diferente: el enemigo que se debe combatir es otro. EEUU está fuerte, cuenta con aliados y los rivales rebeldes serán derrotados. El verdadero problema es la división interior que Trump fomenta, sus tendencias autoritarias y la puesta en riesgo de la democracia.

Lo que decidirá las elecciones

Esa oposición entre los dos marcos recorrió subterránea e insistentemente el debate. El peligro exterior, el declive estadounidense que precisa de una reacción contundente, frente al peligro interior, el que lleva a la desaparición de la democracia.

Trump, en su intervención final, aseguró que EEUU es una nación fallida de la que el mundo se ríe; acabó mencionando una III GM

La intervención final de los candidatos refuerza esa divergencia en cuanto a la identificación del enemigo. Harris señaló que era la hora de pasar página, de buscar la unidad y de mirar hacia el futuro en lugar de regresar al pasado; prometió un plan (por definir) a la altura de los sueños, aspiraciones y ambiciones de los estadounidenses, que crease una economía de la oportunidad y protegiese las libertades fundamentales, entre ellas la de mantener el aborto. Trump, de manera atropellada, insistió en que Harris debería haber hecho lo que promete en los años en que ha sido vicepresidenta, y en que son una nación fallida, de la que el mundo se ríe, para acabar mencionando la posibilidad de una III Guerra Mundial. El declinismo hiperbólico suele asustar más que movilizar, y eso es parte de la pérdida de fuerza del mensaje de Trump.

En esencia, hay dos mensajes: EEUU va bien, lo que está mal es la división interna que ha traído Trump, frente a EEUU va mal, hay que arreglarlo, y los demócratas empeoran las cosas. El marco que se imponga decidirá las elecciones. De momento, en el cuartel general de Harris, la victoria se ve al alcance de la mano. Al menos, han conseguido generar entre las filas republicanas la sensación de que van por detrás, y eso es mucho."

(Esteban Hernández, El Confidencial, 11/09/24)

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