El populismo es una vieja y conocida plaga de las democracias, y los colapsos económicos son su caldo de cultivo preferido. En otras décadas parieron monstruos.
"Yo creo que el mayor impacto de la crisis actual consiste en una profunda transformación interna a los regímenes democráticos", argumenta Krastev. "Somos testigos de un colapso de la confianza en las élites políticas y empresariales y de la emergencia de una nueva oleada populista global. Ahora, las tensiones estructurales en las democracias modernas no son tanto entre izquierda y derecha, sino entre pueblo y élite. Las elecciones están perdiendo su significado de opción entre alternativas y se transforman en procesos a las élites. Así, la democracia ya no es una cuestión de confianza, sino más bien de gestión de la desconfianza", concluye Krastev. (...)
"No es que haya un nuevo entusiasmo por el autoritarismo, pero después de la crisis mucha gente cree que el capitalismo autoritario tiene sus ventajas", considera Krastev. "Aun así, creo que incluso los admiradores del modelo chino tienen sus dudas en imitarlo", coincide.
En el pasado, algunos analistas han considerado provocativamente la diferencia en la tasa de crecimiento de China (10% anual de media en la última década) y de India (6%) como el precio de la democracia. (...)
Las opiniones son volátiles, y un leve cambio de viento económico soplará sin duda hacia arriba ciertas encuestas. Pero hasta entonces, será necesario cuidar un sentimiento más profundo e importante para las sociedades: la pérdida de la sensación de progreso. La revista The Economist le dedicó en diciembre un interesante artículo de portada.
"La idea de progreso es la espina dorsal de una sociedad. En el extremo, sin la posibilidad de progreso, el avance de uno es la pérdida de otro", escribía el rotativo británico. El problema es acuciante en una etapa de alto paro y recorte de derechos sociales. La falta de progreso agudiza el instinto de mors tua, vita mea sobre el que juegan xenófobos y populistas. Quienes intentan dividir las sociedades entre "nosotros" y "ellos", sobre la base de la raza, o de la clase social.
"Esta crisis económica, como todas, dará un nuevo impulso al populismo", comenta en una conversación telefónica Michael Kazin, profesor de Historia de la Universidad de Georgetown. "Lo bueno, en esta ocasión, es que no hay alternativas tan preocupantes como las de los años treinta. Pero incluso si contenidos en el seno de los regímenes democráticos, los movimientos populistas pueden tener efectos sensibles. El Tea Party, en EE UU, creo que afectará sobre todo al Partido Republicano. Pero a través de esa influencia, polarizará la escena política nacional, y cobrará resultados, como ya está haciendo con la reforma de la sanidad", dice Kazin, autor de The populist persuasion: an American History." (El País, ed. Galicia, 27/02/2010, p. 34/5)
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