"(...) España realmente sólo tendrá dos opciones políticas, ambas muy difíciles.
Madrid puede provocar confusión en el
consenso de la élite y moverse agresivamente hacia la reestructuración
de la deuda externa de España, mientras redefine su participación en el
euro, por ejemplo, abandonando la unión monetaria al tiempo que
comprometiéndose de manera creíble (con apoyo de Alemania) a
reintegrarse en una fecha determinada.
En tal caso, España sufrirá un
año de caos antes de que las reformas puestas en práctica, irónicamente,
por Mariano Rajoy puedan generar el retorno a un crecimiento rápido.
Alternativamente, España puede seguir
sufriendo muchos más años de alto desempleo y, con ello, una carga
creciente de la deuda. La reciente mejora anémica de la economía
española, anunciada a bombo y platillo, no ayudará casi nada a resolver
cualquiera de estos problemas, sobre todo con Alemania y Francia
debilitándose.
El desempleo se mantendrá elevado durante muchos años y
la combinación de desempleo prolongado, la emigración de muchos de los
mejores y más brillantes profesionales, la infraestructura deteriorada
del país, y una erosión en el panorama político consolidarán a España
como una de las naciones enfermas de Europa durante décadas. (...)
La alta tasa de desempleo de España, la
deuda excesiva y el estancamiento del crecimiento son el resultado
indirecto de las políticas puestas en práctica por Alemania dirigidas a
reducir la participación de los salarios alemanes en el PIB y reducir la
inversión nacional. Estas políticas han creado en España los mismos
problemas que afectaron simultáneamente a Portugal, Francia y al resto
de la Europa periférica.
Desde el año 2001, con el consumo y la
inversión decreciente en relación con la producción de bienes y
servicios de Alemania, la única forma de que Alemania pudiese evitar un
aumento del desempleo era conseguir un superávit creciente en su cuenta
corriente.
Las restricciones impuestas por el euro, que garantizaron las
exportaciones masivas de capital alemán al resto de Europa, permitieron
a Alemania obtener este superávit, mientras que sus vecinos europeos,
sin control de su política monetaria e incapaces de impedir que las
importaciones de capital alemán provocaran la subida del precio de los
activos y de los productos de consumo, se vieron obligados a sufrir
fuertes déficits exteriores.
Estos países tenían sólo dos posibles
respuestas a los desequilibrios alemanes.
En primer lugar, los tipos de
interés bajos y las importaciones de capital creciente de Alemania
desencadenaron un auge del consumo, no sostenible, y elevaron los costes
internos en relación con Alemania; esto es lo que pasó antes de 2008.
En segundo lugar, la renovada competitividad obtenida por la industria
alemana obligaría a los vecinos europeos de Alemania a absorber el
desempleo que debería haber afectado Alemania; esto es lo que hicieron
después de 2008, una vez agotado el auge del consumo.
Su compromiso real con Europa hizo
difícil a los políticos la tarea de reconocer que la crisis fue causada
por muchas de las políticas, incluyendo la creación del euro, que
parecían fundamentales para la unificación europea, por lo que se culpó a
las distorsiones internas, y sobre todo a los altos salarios, de la
crisis. (...)" (Ernesto Ekaizer, El País, 25/08/2014)
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