"En
un mundo en el que la demanda interna de muchas economías avanzadas y
mercados en ascenso es débil, las autoridades han sentido la tentación
de impulsar el crecimiento económico y el empleo inclinándose por el
crecimiento propiciado por las exportaciones. Para ello, hace falta una
divisa débil y políticas monetarias ortodoxas y heterodoxas que
provoquen la necesaria depreciación.
Desde el comienzo de este año, más de veinte bancos centrales de todo el
mundo han relajado la política monetaria, siguiendo el ejemplo del
Banco Central Europeo y del Banco del Japón.
En la zona del euro, los
países de la periferia necesitaban la debilidad de la divisa para
reducir sus décifits exteriores y hacer arrancar el crecimiento, pero la
debilidad del euro desencadenada por la relajación cuantitativa ha
aumentado aún más el superávit por cuenta corriente de Alemania, que ya
ascendía a un enorme ocho por ciento del PIB el año pasado. Como los
superávits exteriores están aumentando también en otros países del
núcleo de la zona del euro, el desequilibrio general de la unión
monetaria es grande y va en aumento.
En el Japón, la relajación cuantitativa fue el primer
“arco" de la “Abenomía”, el programa de reformas del Primer Ministro,
Shinzo Abe. Su lanzamiento ha debilitado profundamente el yen y ahora
está empezando a aumentar los superávits comerciales. (...)
Hasta
época reciente, las autoridades de los EE.UU. no estaban demasiado
preocupadas por la fuerza del dólar, porque las perspectivas de
crecimiento de los Estados Unidos eran mayores que las de Europa y del
Japón. (...)
Pero
ahora la situación parece diferente y las autoridades de los EE.UU. se
están poniendo cada vez más nerviosas respecto del tipo de cambio. El
dólar se apreció mucho más rápidamente de lo que se esperaba (...)
A
consecuencia de ello, los EE.UU. se han incorporado de hecho a la
“guerra de las divisas” para impedir una mayor apreciación del dólar.
Los funcionarios de la Reserva Federal han empezado a hablar
explícitamente del dólar como un factor que afecta a las exportaciones,
la inflación y el crecimiento netos.
Y las autoridades de los EE.UU. han
empezado a mostrarse cada vez más críticas con Alemania y la zona del
euro por adoptar políticas que debilitan el euro y eludir las que
impulsan la demanda interna: por ejemplo, el estimulo fiscal temporal y
un aumento más rápido de los salarios.
Además, a la intervención verbal seguirán medidas normativas, porque el
crecimiento más lento y la inflación baja –en parte, desencadenados por
un dólar fuerte– inducirán a la Reserva Federal a tardar más en
abandonar la política de tipo de interés cero y hacerlo más lentamente
de lo esperado (...)
Si
la mayoria de los gobiernos aplicaran políticas que impulsasen el
crecimiento mediante la demanda interna, en lugar de medidas
exportadoras encaminadas a empobrecer al vecino, el mundo sería más
próspero, pero, para ello, tendrían que depender menos de la política
monetaria y más de unas políticas fiscales apropiadas (como, por
ejemplo, un mayor gasto en infraestructuras productivas). Incluso las
políticas de ingresos que aumentan los salarios –y, por tanto, la renta y
el consumo de los trabajadores– son una fuente mejor de crecimiento
interno que las depreciaciones de las divisas (que reducen los salarios
reales).
La suma de todos los balances comerciales del mundo es igual a cero, lo
que significa que no todos los países pueden ser exportadores netos y
las guerras de divisas acaban siendo juegos de suma cero. Ésa es la
razón por la que la entrada de los Estados Unidos en la liza era sólo
cosa de tiempo." (Nouriel Roubini, Project Syndicate, en Jaque al neoliberalismo, 06/05/2015)
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