"(...) Una tendencia común en las economías avanzadas que, a
juicio de Santiago Niño Becerra, catedrático de Estructura Económica de
la Universidad Ramón Llull, señala que «vamos hacia un mundo que va a
ser mucho más eficiente y productivo, pero menos amable» para sus
habitantes.
Asegura el economista, que ayer participó en una jornada
sobre financiación organizada por la Cámara de Comercio de A Coruña, que
la nuestra es quizás «la primera generación de la historia que va a
vivir el fin de un modelo económico, la transición y el nacimiento de
uno nuevo».
De momento, explica, todavía estamos en la fase transición.
Durará al menos hasta el 2020 aunque, según los cálculos del instituto
IFO alemán, para él el más fiable, la salida de la crisis podría
demorarse hasta el 2025.
Pero ya nada será igual. «Estamos en un escenario de
escasez: de empleo, de crédito...», a la que hay que unir otros factores
de inestabilidad, como la inseguridad económica, una creciente
regulación o la competencia feroz en un sistema con exceso de capacidad
productiva.
Solo en la industria del automóvil -recordó citando al
consejero delegado de Fiat-Chrysler, Sergio Marchionne- las fábricas
están preparadas para construir un 20 % más de coches que los que
demanda el mercado, el equivalente a la producción de las 17 plantas
españolas.
¿Y cómo será la economía que viene? Niño Becerra
pinta un futuro con escasez de recursos, desde financieros hasta
conocimientos; una capacidad de endeudamiento prácticamente nula -«sobra
dinero en el mundo, pero dinero de bits, por cada dólar que se mueve en
la economía real se mueven 300 en la economía financiera»- y
expectativas decrecientes de renta.
En ese sentido, el economista
asegura que si el consumo está repuntando no es por la subida de los
sueldos, sino porque «se ha desahorrado», una práctica peligrosa para
estimular la economía.
En este escenario, asegura sin inmutarse, «la clase
media ya no es necesaria». Recuerda que ese estrato social se estimuló a
mediados del siglo pasado «para proteger la producción y el consumo,
pero ahora los tiros van por otro lado». Ahora la producción la aseguran
las máquinas, que permiten adaptar el ritmo de fabricación a las
necesidades del mercado, incluso con plantillas cada vez menores, y el
consumo se ha polarizado. Para el común de los mortales, se limitará a
lo «necesario, útil y barato», mientras que, para los más afortunados,
quedará el mercado de lo lujoso y lo exclusivo. La gama media, como en
la sociedad, parece que pintará cada vez menos.
Esa economía del futuro, que ya se está esbozando en
el mercado laboral -aunque Niño advierte que la temporalidad no será
solo cosa de los asalariados, sino que también los directivos deben
acostumbrarse a que los contraten por proyectos-, tendrá su impacto
también en la financiación de las empresas, que «es difícil y cada vez
va a serlo más», por lo que apostó por modelos colaborativos entre
empresas y particulares. (...)" (Santiago Niño Becerra, / La Voz, 24 de junio de 2015)
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