"(...) desde el fin de la II Guerra Mundial entramos en el ciclo sistémico
de acumulación estadounidense, cuya estructura hegemónica estaba
asociada a las instituciones de Bretton Woods y las alianzas clave de
Alemania y Japón como potencias regionales.
Después de varias décadas de
expansión material, en los años setenta entramos en una etapa de
transición que se caracterizó fundamentalmente por la ruptura del patrón
oro-dólar que imperaba en el sistema monetario internacional desde los
inicios de dicha hegemonía. Así, durante dicha década, se gestaban las
bases de la expansión financiera que se viviría a partir de los años
ochenta.
Esta nueva expansión se cimentaba en tres pilares:
El primero,
era la libre flotación del dólar, que proporcionaba a EE.UU. un poder
adicional que le permitía evitar restricciones macroeconómicas tales
como el déficit público o el déficit en la balanza por cuenta corriente.
El segundo, las políticas neoliberales caracterizadas por los ajustes
salariales, el control estricto de la inflación y del gasto público, así
como por la privatización del sector público y la liberalización de los
sectores comerciales y financieros.
El tercer pilar es la
financiarización de la economía, que venía empujada por los dos
elementos anteriores y que facilitaba una vía de escape a la crisis de
la expansión material.
En consecuencia, en las últimas tres
décadas hemos vivido una expansión de los canales financieros de la
economía, hecho se puede constatar simplemente atendiendo a varios
datos. Por ejemplo, atendiendo a la economía estadounidense, si el
crédito al sector privado como porcentaje del PIB representaba un 87 %
en 1970, en el año 2007 significaba el 20 6% del PIB; la capitalización
bursátil pasó de un 41 % del PIB en 1975 a un 137 % en 2007; la
participación en los beneficios totales del sector financiero pasó del
20% al 40 % entre la década de los ochenta y la de los dos mil.
A nivel
mundial, los activos financieros (sin incluir los derivados) crecieron
anualmente más del doble de la inversión no financiera o del PIB per
cápita entre 1982 y el 2004. En este contexto, en los países de la OCDE,
la deuda de las familias aumentaba mientras la participación de los
salarios en el PIB cayó 10 puntos entre la década de los ochenta y la de
los dos mil.
En efecto, todos los sectores de la economía estaban
directa o indirectamente afectados por la progresiva financiarización de
la economía.
Por consiguiente, en el año 2007 la expansión
financiera alcanza sus límites y da comienzo la crisis económica más
grande desde la acontecida en la década de los treinta del siglo XX.
Dicha crisis pone patas arriba las contradicciones que asumió la
potencia hegemónica durante los últimos treinta años, además de acelerar
la crisis de legitimidad que se venía labrando desde la invasión de
Irak a principios de la primera década del siglo XXI.
A su vez, durante
los últimos años, en el panorama internacional se labró el desarrollo de
varios actores de peso, fundamentalmente India, China y Rusia. Estos
dos últimos aprovecharon las rendijas que empezaba a mostrar la
hegemonía estadounidense para imponerse como actores determinantes de la
geopolítica mundial.
En este sentido, todas estas contradicciones
pusieron de manifiesto que las estructuras hegemónicas levantadas en la
década de los cuarenta ya no se correspondían con la correlación de
fuerzas actual y, además, no permitían una base sólida para retomar una
expansión económica. En consecuencia, la crisis no sólo es económica o
financiera, sino que, ante todo, es una crisis de hegemonía. (...)
Por lo tanto, vivimos en un momento histórico en el que las viejas
estructuras hegemónicas levantadas en Bretton Woods no permiten un
liderazgo firme y consensual ni una base sólida para asegurar un
relanzamiento del ciclo económico.
Así, las características que
representaron el último ciclo económico (1980-2007) siguen siendo las
mismas en la actualidad y los problemas de deuda privada y pública, de
débil inversión así como de reducida rentabilidad siguen acuciando
incluso en mayor medida que al comienzo de la crisis.
Mientras tanto,
China y Rusia emergen como actores de peso que reclaman una
reconfiguración del orden mundial, aunque por el momento no existe una
alternativa fuerte a la vieja estructura. Con este contexto, no cabe
duda de que vivimos una etapa de lo que Giovanni Arrighi llamaba caos
sistémico, en el que el viejo mundo no acaba de morir y el nuevo no
acaba de nacer. (...)" (Juan Vázquez Rojo , Rebelión, 27/10/16)
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