28.10.16

Caos sistémico: fin de la hegemonía norteamericana, problemas de deuda privada y pública, débil inversión y reducida rentabilidad

"(...) desde el fin de la II Guerra Mundial entramos en el ciclo sistémico de acumulación estadounidense, cuya estructura hegemónica estaba asociada a las instituciones de Bretton Woods y las alianzas clave de Alemania y Japón como potencias regionales. 

Después de varias décadas de expansión material, en los años setenta entramos en una etapa de transición que se caracterizó fundamentalmente por la ruptura del patrón oro-dólar que imperaba en el sistema monetario internacional desde los inicios de dicha hegemonía. Así, durante dicha década, se gestaban las bases de la expansión financiera que se viviría a partir de los años ochenta. 

Esta nueva expansión se cimentaba en tres pilares: 

El primero, era la libre flotación del dólar, que proporcionaba a EE.UU. un poder adicional que le permitía evitar restricciones macroeconómicas tales como el déficit público o el déficit en la balanza por cuenta corriente. 

El segundo, las políticas neoliberales caracterizadas por los ajustes salariales, el control estricto de la inflación y del gasto público, así como por la privatización del sector público y la liberalización de los sectores comerciales y financieros. 

El tercer pilar es la financiarización de la economía, que venía empujada por los dos elementos anteriores y que facilitaba una vía de escape a la crisis de la expansión material.

En consecuencia, en las últimas tres décadas hemos vivido una expansión de los canales financieros de la economía, hecho se puede constatar simplemente atendiendo a varios datos. Por ejemplo, atendiendo a la economía estadounidense, si el crédito al sector privado como porcentaje del PIB representaba un 87 % en 1970, en el año 2007 significaba el 20 6% del PIB; la capitalización bursátil pasó de un 41 % del PIB en 1975 a un 137 % en 2007; la participación en los beneficios totales del sector financiero pasó del 20% al 40 % entre la década de los ochenta y la de los dos mil. 

A nivel mundial, los activos financieros (sin incluir los derivados) crecieron anualmente más del doble de la inversión no financiera o del PIB per cápita entre 1982 y el 2004. En este contexto, en los países de la OCDE, la deuda de las familias aumentaba mientras la participación de los salarios en el PIB cayó 10 puntos entre la década de los ochenta y la de los dos mil.

 En efecto, todos los sectores de la economía estaban directa o indirectamente afectados por la progresiva financiarización de la economía. 

Por consiguiente, en el año 2007 la expansión financiera alcanza sus límites y da comienzo la crisis económica más grande desde la acontecida en la década de los treinta del siglo XX. Dicha crisis pone patas arriba las contradicciones que asumió la potencia hegemónica durante los últimos treinta años, además de acelerar la crisis de legitimidad que se venía labrando desde la invasión de Irak a principios de la primera década del siglo XXI.

 A su vez, durante los últimos años, en el panorama internacional se labró el desarrollo de varios actores de peso, fundamentalmente India, China y Rusia. Estos dos últimos aprovecharon las rendijas que empezaba a mostrar la hegemonía estadounidense para imponerse como actores determinantes de la geopolítica mundial.

 En este sentido, todas estas contradicciones pusieron de manifiesto que las estructuras hegemónicas levantadas en la década de los cuarenta ya no se correspondían con la correlación de fuerzas actual y, además, no permitían una base sólida para retomar una expansión económica. En consecuencia, la crisis no sólo es económica o financiera, sino que, ante todo, es una crisis de hegemonía.  (...)

Por lo tanto, vivimos en un momento histórico en el que las viejas estructuras hegemónicas levantadas en Bretton Woods no permiten un liderazgo firme y consensual ni una base sólida para asegurar un relanzamiento del ciclo económico. 

Así, las características que representaron el último ciclo económico (1980-2007) siguen siendo las mismas en la actualidad y los problemas de deuda privada y pública, de débil inversión así como de reducida rentabilidad siguen acuciando incluso en mayor medida que al comienzo de la crisis. 

Mientras tanto, China y Rusia emergen como actores de peso que reclaman una reconfiguración del orden mundial, aunque por el momento no existe una alternativa fuerte a la vieja estructura. Con este contexto, no cabe duda de que vivimos una etapa de lo que Giovanni Arrighi llamaba caos sistémico, en el que el viejo mundo no acaba de morir y el nuevo no acaba de nacer. (...)"                 (Juan Vázquez Rojo , Rebelión, 27/10/16)

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