"(...) Ni que decir tiene que el movimiento a nivel europeo liderado por
Varoufakis es valiosísimo y, repito, no estoy en contra del DiEM25, como
tampoco estoy, por cierto, en contra de la RBU (lo que sí cuestiono es
que sea la mejor manera de reducir la pobreza y las desigualdades).
En
realidad, aplaudo la creación del Democracy in Europe Movement 2025
(DiEM25) a lo largo del territorio europeo, que intenta democratizar las
instituciones de gobernanza de la Unión Europea y de la Eurozona,
asumiendo correctamente que tales instituciones carecen de la más mínima
sensibilidad democrática.
La necesidad de que se alcance tal objetivo
viene marcada por la constatación de que dicha democratización es la
única vía posible para cambiar aquellas instituciones y con ello mejorar
Europa, pues la otra vía –la de separarse de la Unión Europea- es,
según Varoufakis, volver al esquema anterior de vivir y actuar a nivel
de los Estados, alternativa que él considera como profundamente
equivocada [5]. (...)
Los problemas con la estrategia de cambio propuesta por Varoufakis
Su estrategia es desarrollar y
posibilitar toda una serie de eventos que, de una manera escalonada,
vayan permitiendo –paso a paso y evento tras evento- alcanzar una Europa
auténticamente democrática para el año 2025. Estos pasos o eventos
incluyen:
- la demanda de total transparencia en las instituciones responsables del gobierno de la Eurozona, con la publicación de las notas y actas de sus reuniones y/o cualquier tipo de trabajo;
- la utilización de tales instituciones para responder a las necesidades populares; y
- la convocatoria de una Asamblea Constituyente que daría paso a la Europa democrática, con un Parlamento Europeo soberano en el año 2025.
Expresado a este nivel de generalidad, dudo que haya alguien
entre las fuerzas progresistas que esté en desacuerdo. El punto de
debate es cómo llegar ahí. Y es ahí donde surgen los desacuerdos.
Su objetivo, repito, es crear
movimientos paneuropeos que lleguen a alcanzar tales dimensiones que
–siguiendo el calendario citado- desarrollen un sujeto soberano, el
nuevo Parlamento Europeo, del cual derive todo el poder de decidir y
legislar, dirigiendo un gobierno ejecutivo (que sustituiría a la
Comisión Europea y al Consejo Europeo) sujeto y responsable ante dicho
parlamento.
Tal gobierno europeo tendría un presidente elegido
directamente por la población europea. De esta manera, el poder de dicho
Estado europeo sustituiría el poder de los Estados mediante
instituciones supranacionales que tendrían mayor poder que las
instituciones nacionales.
A primera vista parecería que se están
proponiendo unos Estados Unidos de Europa, aun cuando el escaso
protagonismo de los Estados parecería cuestionar tal analogía, pues el
Parlamento Europeo significaría una gran pérdida para la soberanía de
cada Estado.
¿La desaparición de los Estados?
Esta versión de Europa asume, sin
embargo, muchísimas cosas que son cuestionables, como históricamente se
ha visto y se ha demostrado. El más importante de estos supuestos es
creer que Europa, en sí, ya es una entidad que goza de la suficiente
cohesión e identidad para establecer el concepto de ciudadanía en ella.
Creo que es fácil de ver que este supuesto es altamente cuestionable en
la Europa de hoy.
De este supuesto se deriva otro, que asume que tal
entidad europea debe tener un Estado, que sería el Estado federal, algo
distinto (en realidad muy distinto) a una unión federal creada por la
agregación de varios Estados.
En todo este escenario no queda claro, sin
embargo, qué ocurrirá con los parlamentos nacionales. Es decir, no se
sabe si pintarán algo o no. En caso de que continuaran, ¿qué pasaría si
hay un conflicto entre un parlamento nacional y el Parlamento Europeo?
De esto ni se habla. ¿Qué pasa si el parlamento de Grecia no está de
acuerdo con el Parlamento Europeo?
Pero además de estos supuestos, y además
de estas incertidumbres, el Parlamento Europeo, punto final del
trayecto, estará basado en la enorme diversidad de sus distintos Estados
(tengan estos el poder que tengan). Es, por lo tanto, predecible que la
población de ciertas grandes naciones y Estados pueda llegar a dominar
el Parlamento Europeo a costa de los pequeños Estados y naciones. (...)
Y para complicarlo todavía más, el énfasis en la vía paneuropea
estimularía el polo opuesto, es decir, el nacionalismo de la
ultraderecha, que canalizaría fácilmente el probable descontento popular
que originaría la centralización del poder, anulando cualquier
posibilidad de construir otra Europa basada en una unión de todos los
Estados, con una división de fuerzas entre el centro y la periferia,
dando mayor poder de decisión a los niveles de autoridad más próximos a
donde vive la población.
En esta estrategia, que yo propongo, la lucha
para crear otra Europa pasa por un cambio progresivo a nivel de cada
Estado, que vaya sumando fuerzas que presionen para realizar tales
cambios a nivel europeo. Y ahí los movimientos transnacionales, sean
sociales o políticos, jugarán un papel de enorme importancia.
Pero dudo
que se desarrollen sin una activa participación de partidos políticos,
movimientos político-sociales y fuerzas sindicales, entre otros, basados
en los Estados que se junten en un proyecto común [6]. (...)"
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 8 de septiembre de 2016; en www.vnavarro.org, 08/09/16)
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