"Casi 200 años después, el iberismo va en serio. Los
partidarios de avanzar en la integración política, económica y cultural
de España y Portugal llevan más de un año reuniéndose para coordinar su
estrategia y ganar músculo.
Su objetivo: presentar candidatura para las
elecciones al Parlamento Europeo de 2019. El reto: convencer primero a
los electores y luego a la clase política de que la creación de una Comunidad Ibérica de Naciones,
formada por España, Portugal y Andorra, es la única herramienta no solo
para superar la crisis, sino para convertirnos en potencia mundial.
Los impulsores son el Partido Ibérico Íber en España y el Movimento Partido Ibérico (MPI) en Portugal. El pasado 1 de octubre celebraron la Cumbre de Lisboa,
un acto que según sus organizadores "marca un punto de inflexión" en la
historia del movimiento iberista. Y lo hace porque pone negro sobre blanco la
alianza a ambos lados de la frontera y presenta un ideario muy
específico, mojándose acerca de la estructura territorial, las
instituciones financieras o la diplomacia.
Ser la quinta potencia de la
Unión Europea por PIB y ubicarnos a las puertas del selecto club de países del G8 es, dicen, cuestión de voluntad política.
"Lo que planteamos es una unión de intereses comunes, no una fusión de los dos estados", advierte Paulo Gonçalves,
fundador del MPI. Gonçalves corre a aclarar este punto porque sabe que
unificar España y Portugal no solo es una utopía política, sino que
genera altísimos porcentajes de rechazo, particularmente en el lado portugués.
"Lo que promovemos es una confederación de países ibéricos.
Si luego la gente está satisfecha y quiere avanzar hacia la
integración, nosotros lo vamos a apoyar. Pero hoy no es nuestro
objetivo".
Rebajar un punto de ideología y añadirlo a cuestiones prácticas como la
eficiencia económica en la península y la defensa de los intereses
comunes ante la Unión Europea es el puntal del nuevo iberismo. "Cada
país tiene sus cuestiones propias, pero la mayoría de asuntos nos afectan por igual a ambos.
La política marítima es un ejemplo clarísimo. Portugal y España
conforman la mitad del Atlántico Norte, y sin embargo no nos unimos para
proteger nuestros intereses.
O nuestra relación con el Banco Central
Europeo: sus políticas suelen afectarnos de igual forma, pero al no
hacer frente común perdemos mucha influencia, lo que nos suele llevar a
decisiones desastrosas para nuestras economías. Nosotros proponemos la
creación de un Banco Central Ibérico que reformule las
competencias, fiscalice a los organismos financieros y estudie, entre
otras cosas, si nos interesa seguir dentro del euro. Tener este músculo
bancario nos daría mucho más peso a la hora de negociar".
En el lado español, el primer paso está claro: anular el efecto frontera
y unificar servicios públicos para reducir costes. "Algo tan sencillo
como crear un Sistema Ibérico de Emergencia permitiría reducir el impacto de los incendios forestales", indica Casimiro Sánchez Calderón,
fundador del Partido Íber y alma mater del movimiento.
"Pero el primer
paso es el conocimiento mutuo entre españoles y portugueses. Medidas
como la unificación del espacio radioeléctrico, la homologación de
títulos educativos o la creación de comisiones y organismos comunes en
materias de pesca, descarbonización o agricultura ecológica, ayudarían a
romper el hielo y rebajar el recelo entre España y Portugal", prosigue
Sánchez, que fue alcalde de Puertollano por el PSOE entre 1993 y 2003.
Sorprende, de hecho, la implicación de Puertollano en el nuevo iberismo. El actual líder del partido es Ramón Martín-Lara, también puertollanero, y es en este municipio de Ciudad Real donde radica la sede de la formación.
El iberismo es, en realidad, un un auténtico misterio
político. Cada vez que se hace una encuesta sobre estrechar lazos entre
España y Portugal el grado de aceptación mutuo es abrumador, y sin
embargo el asunto está totalmente fuera de la agenda política. Para casi todo el mundo, hablar de iberismo es una extravagancia, cuando no un debate intelectual de sobremesa.
La encuesta más reciente, el Barómetro de la Imagen de España realizado por el Real Instituto Elcano
entre mayo y junio de 2016, indica que un 68% de portugueses cree que
ambos países "deberían avanzar hacia alguna forma de unión política
ibérica", y un unánime 83% considera que ambos países "tienen intereses
comunes en política internacional".
En el último Barómetro de Opinión Hispano-Luso, publicado en 2011 también por el Real Instituto Elcano, un 39,8% de españoles y un 46,1% de portugueses apostaba por una Federación de Estados. Pocas cuestiones suscitan un consenso social tan amplio sin haber pasado siquiera por el rodillo de la opinión pública. (...)
Para el historiador luso José Miguel Sardica, autor del
ensayo 'Iberia - La relación Penínsular en el siglo XX', la principal
frontera entre ambos países es mental. "Ni la geografía, ni los
recursos, nada individualiza un Estado en relación al otro.
Los ríos que nacen en España acaban en Portugal. Geográficamente, nada
haría adivinar que dentro del espacio ibérico podrían existir dos
estados soberanos y no solo uno".
El momento para la confluencia, según
este historiador, es idóneo. "En una Unión Europea cada
vez más confusa, tal vez demasiado burocratizada, incapaz de dar una
voz común a los problemas comunitarios (moneda única, política de
defensa, discurso y actitud frente a los refugiados y ahora la
incertidumbre del Brexit), los dos países ibéricos tienen mucho que
ganar si actúan de forma coordinada ante Bruselas. Hay áreas en las que eso está muy claro, como la explotación de recursos marinos y energéticos o las negociaciones entre gobiernos, a modo de ‘lobby ibérico’”. (...)
El punto más conflictivo del iberismo es saber ubicar el límite de la unión
entre países. O dicho de otro modo, saber cuánta soberanía están
dispuestas a compartir ambas sociedades. Mientras el MPI se limita a una
confederación de Estados, el Partido Íber apuesta por unificar algunos ministerios
y acometer una reestructuración territorial que borre definitivamente
las fronteras.
Los primeros ministerios comunes: el de Medio Ambiente
(protección de la fauna ibérica y creación de un Plan Hidrológico
Ibérico), el Ministerio Ibérico del Mar y el Ministerio Ibérico de
Administración, cuyo objetivo es gestionar al mismo nivel las 17
comunidades autónomas, las cinco grandes regiones portuguesas y Andorra.
Las provincias (y sus diputaciones) serían eliminadas y
se reforzaría el municipio como unidad administrativa. Los ministerios
que no se tocan son los de Justicia, Defensa y, en un principio,
Hacienda. Tampoco la jefatura de Estado.
"No creo que debamos ni podamos borrar la alteridad que el tiempo y la
geografía han forjado en la península (dos estados diferentes con
identidades diferenciadas) avanzando hacia un Estado Ibérico. Sería muy difícil unificar las instituciones,
no solo por la resistencia nacionalista que sin duda se levantaría,
sino por razones prácticas: las reglas en muchos sectores son
distintas", advierte Sardica.
"Pero sí se pueden armonizar muchas
posturas, algunas ya en marcha: el mercado ibérico de la electricidad,
una política pesquera común mejor, una relación más estrecha entre las
universidades y las instituciones culturales o la creación de amplias
redes de cooperación regional transfronteriza que ya hoy desempeñan un
papel muy importante. Incluso se puede avanzar hacia la creación de una compañía ibérica de aviación o la integración de Renfe y Comboios de Portugal. El futuro dirá si esto es posible y conveniente". (El Confidencial, 16/10/16)
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