2.3.17

El mensaje del odio de la ultraderecha alemana crece... gracias a la prensa sensacionalista, una policía extrañamente ineficiente, complicidades judiciales y la división de la izquierda.

"(...) En esta segunda y última entrega nos detendremos especialmente en la estrategia mediática que ha catapultado electoralmente a la formación de extrema derecha. Pasaremos revista, además, a otros factores no menos importantes para entender su crecimiento, en concreto, una serie de fallos policiales difícilmente explicables en uno de los sistemas de seguridad más eficientes del mundo (...)

Órgano oficial del anticomunismo en la Alemania Occidental y siempre hostil al extranjero, en el apogeo de la llegada de refugiados (octubre de 2015) publicó un titular que pasará a la historia de la manipulación periodística. 

Con calculadora en mano y grandes dosis de imaginación, Bild cifró en su portada en siete millones el número de refugiados que llegarían a Alemania en unas pocas semanas. La cifra shock, situada en el centro de una primera página que los editores tiñeron de negro y bajo el titular sensacionalista: “Dosier secreto: Refugiados”, dio la vuelta al país. 

Sólo al final de la noticia, en las páginas interiores del diario, se explicaba a los lectores más pacientes que, para hacer sus cálculos, los ‘contables’ del Bild habían procedido a sumar a la cifra de refugiados que realmente se esperaba que llegarían a Alemania, su futura descendencia y la caterva de familiares que atraerían al país aprovechándose del derecho (humano, no está mal recordar) a la reagrupación familiar. (...)

Aparte del apoyo explícito que la AfD encuentra en el Bild Zeitung y de las buenas relaciones que sus fundadores trabaron durante décadas con los principales diarios conservadores alemanes, es sabido que el partido y movimientos afines (como Pegida) invierten buena parte de sus recursos económicos en una estrategia de permeación ideológica directa a través de las redes sociales. En ellas se alimentan sistemáticamente bulos destinados a exacerbar el odio contra diversas comunidades de migrantes y provocar incluso pogromos violentos contra éstas.

Entre los bulos que mayores reacciones suscitaron el pasado año destaca una telenovela patriarcal protagonizada por una niña ruso-alemana de 13 años, presuntamente secuestrada y violada por varios hombres árabes en Marzahn (barrio de la zona este de Berlín y, curiosamente, uno de los caladeros de votos de la AfD) entre el 11 y el 12 de enero de 2016, justo en el momento de mayor afluencia de refugiados árabes a Alemania.

 La investigación policial llevada a cabo en los días posteriores en medio de un ambiente enrarecido (se registraron ataques violentos de manifestantes contra ciudadanos de origen árabe y turco y contra los periodistas que cubrían las protestas, acusados de ser parte integrante de una Lügenpresse que ocultaba el secuestro y violación de la pequeña Lisa) concluyó que tras el caso Lisa no había más que la fuga de una adolescente con su novio mayor de edad para disfrutar de relaciones (afectivas o sexuales) consentidas. 

La mentira ‘inocente’ de una niña, hábilmente vehiculada por los propagandistas xenófobos de la AfD, se transformó de esta manera en una calumnia ‘enfermiza’ que hubiera podido desatar una oleada de violencia racial aún mayor si las contradicciones existentes en el discurso de la niña no hubieran caído por su propio peso. Se trata del intento más logrado hasta la fecha por producir esa situación límite de violencia generalizada y guerra civil social y racial por la que suspira la extrema derecha. (...)

Aunque los niveles de violencia no han llegado a la altura del pogromo incontrolado, los ataques contra centros de refugiados (con bombas incendiarias, piedras y palizas a los refugiados mientras intentan escapar de los centros) se multiplicaron en 2015 y 2016, alcanzando una cifra cercana a los mil ataques por año. Se cuentan además más de dos mil agresiones anuales contra extranjeros impulsadas por motivaciones racistas. 

Se trata de una situación de auténtico terrorismo social supremacista que parece no interesar al Bild ni a los grandes medios de comunicación alemanes. No sólo es la prensa la que calla (y otorga) en este caso, sino también un establishment judicial, que, al rechazar la ilegalización del NPD, no tuvo en cuenta la implicación de varios miembros del partido en el grupo terrorista Nationalsozialisticher Untergrund (Clandestinidad Nacionalsocialista), responsable del asesinato de, al menos, diez inmigrantes, en los últimos años.

 Sorprendentemente, la existencia de esta banda criminal pasó también desapercibida durante más de diez años a la policía alemana. Conforme avanza la investigación sobre el asunto, se van descubriendo insospechadas y vergonzantes conexiones entre este grupo terrorista de extrema derecha y el aparato represivo del Estado. 

Según informaciones publicadas por el periódico Die Zeit, avalado por el rigor informativo del que carece el Bild, la organización NSU contó con la colaboración activa de altos funcionarios de instituciones como la Oficina Federal para la Defensa de la Constitución y sus homólogas en Turingia, Brandemburgo y Hesse. Policías del servicio secreto dieron además empleo y armas a los neonazis, escondiéndolos y llegando a destruir pruebas fundamentales para evitar que fueran localizados. (...)

Es innegable que el partido seguirá creciendo en la medida en la que la demanda de seguridad crezca y tienda a convertirse en una preocupación importante para los ciudadanos alemanes. Se trata, en efecto, de la única demanda verdaderamente populista de su programa.

 Capaz de aglutinar a cualquier tipo de colectividad que se siente amenazada, la seguridad funciona como el significante vacío en la coyuntura política que necesitan y ayudan a crear (en la medida en que requieren de ella) los imaginarios violentos de Petry, Gauland y compañía (por no hablar de Trump, Le Pen o Wilders). 

Para hacerse con el control del Estado, la AfD deberá presentarse como la salvadora de una Alemania amenazada en un contexto de psicosis generalizada. Para generar, a su vez, este contexto de terror, Petry y sus colaboradores necesitan contar no sólo con la colaboración habitual de los medios, sino con errores policiales de bulto que alimenten una continua sensación de peligro ante atentados islamistas inminentes. (...)

La confusión política en Alemania ante el crecimiento de la AfD crece día tras día. Lo hace, como dijimos, en la medida en que se incrementa un sentimiento de inseguridad omnipresente en los medios y espoleado por las misteriosas cadenas de errores en uno de los servicios policiales mejor financiados y preparados del planeta. (...)

Como en otros países en los que la extrema derecha xenófoba se ha hecho con el control del Estado (Israel, Estados Unidos, Rusia,…) o aspira a tenerlo, la izquierda alemana aparece dividida y ausente. Se trata de una no-presencia fundamental en la medida en que la no tematización de los conflictos de clase abre la brecha que los partidos del odio necesitan para colar sus propuestas y bulos en el debate y agenda públicos. 

Unidos a la santificación de la libertad de opinión en los códigos y sentencias judiciales, a los misteriosos errores policiales y al sensacionalismo de los medios de comunicación, en los que la violencia y el racismo se incorporan como una más de las varietés que desfilan ante un lector-espectador atraído por supuestos escándalos y evidentes banalidades, suponen las cuatro grandes patas sobre las que se construye el sillón elitista de la AfD. 

Ni populista, ni popular, ni antisistema. La ‘nueva’ AfD es un producto de laboratorio cuyos miembros provienen del sistema que, pretendidamente, quieren abolir y que, como he mostrado, crece y crece al amparo de ese mismo sistema. Por otro lado, su propuesta no tiene que ver, ni mucho menos, con unir al pueblo, sino todo lo contrario.

 La vieja estrategia conservadora y xenófoba de dividir al gran pueblo mundial en pueblos enfrentados vuelve adecentada con meros retoques estéticos. Regresa también acompañada por un sentido del humor perverso y nihilista que el nacionalsocialismo (pre-posmoderno) no pudo explotar a fondo por su incompatibilidad con la severidad militar y la retórica marcial. (...)"                  (José Luis Egido, CTXT, 21/02/17)

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