"(...) Cuando estamos dispuestos a pagar un precio elevado por la
supuesta mayor calidad de un producto sin que tengamos una idea
fehaciente de sus verdaderas características, en esos casos estamos
hablando de los bienes superiores. La demanda de bienes superiores crece
a pesar de que sus precios se incrementen, lo que pone en cuestión la
ley de oferta y de demanda.
El ejemplo más utilizado es el del mercado de los coches
de segunda mano. Si un vendedor de vehículos usados baja los precios de
sus coches lo más probable es que venda menos, ya que la mayor parte de
los posibles compradores pensará que la reducción de precios tiene que
ver con una peor calidad de los coches ofertados. (...)
Para crear mercados de bienes superiores las empresas desarrollan
innovadoras “tecnologías de comercialización” cuyo principal objetivo es
crear valor emocional para sus productos, mediante la valorización de
la marca, la creación de intangibles o la diferenciación del producto.
Cuando un producto consigue “algo de valor de obra de arte” ello
significa que los consumidores dejamos de tener criterios
objetivos-racionales sobre la relación precio-calidad de dichos
productos. Cuando el principal criterio para comprar un bien es
subjetivo-emocional -“lo compro porque me gusta”-, los precios de venta,
como en las obras de arte, se desconectan de los costes de producción.(...)
En las Sociedades de la Abundancia de los países
desarrollados consumimos un porcentaje creciente de productos y
servicios cuyos precios no vienen determinados por los costes de
producción, sino por nuestra capacidad de gasto, y por la confianza
emocional que depositamos en su supuesta calidad.
Resulta obvio que los mercados de bienes superiores no
pueden crecer si de forma paralela no se incrementa el volumen de
consumidores con una creciente demanda sofisticada, esto es, la clase
media. (...)
En países con un elevado porcentaje de consumo de bienes superiores las
bajadas de los salarios no reducen sustancialmente el desempleo, ya que
el resultado de esas políticas será el empobrecimiento de la clase media
y una consiguiente contracción de la demanda sofisticada, lo que
generará más desempleo, principalmente en sectores cualificados. A la
vez puede producirse un incremento de la importación de productos low cost para los nuevos consumidores empobrecidos. Es lo que ha sucedido en España
(...) las políticas de devaluación salarial aplicadas a partir de mayo de 2010
han incrementado la desigualdad y la pobreza en España, la consecuencia
del empobrecimiento global de la sociedad española ha sido que la tasa
de desempleo se ha mantenido por encima del 20% durante más de cinco
años.
(...) las políticas que empobrecen a los trabajadores nacionales y reducen la
demanda sofisticada nacional, terminan angostando la complejidad
económica del país, esto es, disminuyen su capacidad de producción de
bienes superiores y, por tanto, de mejorar su productividad por esta
vía.
Este es un proceso inverso al que impulsó Henry Ford hace 103 años
cuando dobló el salario, hasta los 5 dólares la hora, de sus
trabajadores de la planta de montaje de Michigan que fabricaban el
famoso modelo T de Ford. Dicha subida salarial incrementó la demanda
sofisticada entre sus propios trabajadores, permitiéndoles comprar los
mismos coches que fabricaban. (...)
Lo más relevante en la actualidad en estos países es el nuevo tipo de
“productividad emocional” generada en los mercados de bienes superiores,
en la que es más importante vender caro que fabricar barato. (...)
El caso del valor de Iphone es paradigmático: en 2009, con un precio de
venta al público de 500 dólares, el valor de la producción que se
retribuía a los fabricantes chinos de piezas y componentes era de tan
solo de 7 dólares, un 1,5% del valor final del producto, mientras que
EE.UU. se quedaba con el 64% del valor del teléfono, 320 dólares, donde
apenas se producía nada físicamente del teléfono móvil.
(...) las ventajas competitivas obtenidas mediante las
“tecnologías de la comercialización” son mucho más efímeras y volátiles
que las obtenidas en el pasado a través de las inversiones en
“tecnologías de la producción”.
Asimismo para los trabajadores, y para sus sindicatos,
resulta mucho más difícil disputar los incrementos de productividad en
la actualidad, en procesos productivos muy segmentados y localizados en
varios países, que en las grandes fábricas fordistas donde la mayor
parte del proceso productivo estaba integrado verticalmente y donde la
propia homogeneidad del trabajo incorporado al proceso productivo era
mucho mayor.
No obstante, donde se ha conseguido, como puede observarse
en el gráfico 3 en el caso de Suecia, los incrementos de los salarios
reales (líneas discontinuas) han sido superiores a los de la
productividad (línea continua).
En Suecia esto ha sucedido ¡!Durante los
últimos veinte años!!, sin que se haya visto afectada la competitividad
de su economía, que durante la última década se ha mantenido entre los
diez países más competitivos del mundo, según el Índice de
Competitividad Global del Foro Económico Mundial de Davos. (...)
Es imprescindible reforzar el mermado poder de negociación de los
sindicatos, pero no se trata solo de recuperar capacidad de negociación
pérdida, sino de afrontar una profunda modernización de las relaciones
laborales que democratice la empresa, con el objetivo de incrementar la
participación, y corresponsabilidad, de los trabajadores en su gestión. (...)
El problema de las empresas españolas no es tanto una especialización en
sectores con bajo valor añadido, sino que, independientemente de que en
qué sector operen, tienen muchas dificultades para producir bienes
superiores. No obstante, la creación por parte de las empresas de
intangibles emocionales mediante la utilización de “tecnologías de la
comercialización” es una condición necesaria, pero no suficiente, para
incrementar de forma sostenible la productividad de las empresas de los
países desarrollados. (...)
Un país con un elevado volumen de empresas capaces de
crear bienes superiores, con una política industrial que facilite que
esas empresas retengan su poder de mercado, y con unas relaciones
laborales más democráticas y modernas, entrará en un círculo virtuoso
que permitirá una mejora de las condiciones salariales del conjunto de
sus trabajadores y de las condiciones de vida de sus ciudadanos.
Por el contrario, en un país cuya estructura productiva se
caracterice por un creciente peso de empresas precio-aceptantes
posicionadas en mercados low cost, en los que el elemento
determinante de la competitividad sea el precio y que estén
caracterizadas por un modelo autoritario de relaciones laborales donde
se haya cercenado gran parte de la capacidad negociadora de los
trabajadores, entrará en un círculo vicioso en el que se incrementará
extraordinariamente la cantidad de trabajadores, y ciudadanos, pobres. (...)
La creciente especialización productiva de las empresas
españolas en aquellas partes de los procesos que menos complejidad
incorporan, que menos productividad añaden, está haciendo que estemos
saliendo de la crisis asemejándonos cada vez más a los países emergentes
y no al club de los países desarrollados, al que aún creemos
pertenecer.
Una crisis internacional, como la vivida en 2007,
significa también una alteración de las relaciones de poder, esto es, de
la capacidad de imponer precios que hasta ese momento han tenido
determinadas empresas y países. La evolución de nuestro país dentro del
contexto internacional indica que la recuperación de España no va por el
camino adecuado para garantizar el bienestar presente y futuro de sus
ciudadanos.
Como hemos visto, en los últimos veinte años la
productividad en Suecia se ha incrementado en más de un 40%, y los
salarios reales cerca de un 50%, mientras que en España el aumento de la
productividad ha sido inferior al 20% en ese mismo periodo, y el de los
salarios reales no ha llegado al 10%." (Bruno Estrada, CTXT, 19/09/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario