"Todos loan su “liderazgo”. “¿Qué será de Europa?”, se preguntan
tras el anuncio de Angela Merkel de dejar la presidencia de la CDU
-bien pronto- y la política, en un par de años.
El balance de esta
canciller fallida, servidora de los poderosos, en su país y en el mundo,
y sin más valores políticos que un fino sentido de la oportunidad, se
ha perdido por completo en esta anticipada hagiografía. (...)
Merkel no tiene nada que ver con los Brandt, Schmidt o Kohl, gente que
vivió la guerra (el primero de ellos hasta fue un raro y digno opositor
al nazismo). Como ciudadana del Este, no vivió los complejos de un
Estado, el de la RFA, fundado y levantado por ex nazis.
Así que,
consciente o no, recuperó la catastrófica idea de una “Europa alemana”
intrínseca a su establishment, algo que nunca ha funcionado,
porque no hay rastro de espíritu universal en la tradición del
nacionalismo alemán, sino un torpe supremacismo, organizado, ciego y
dogmático, que suele desembocar en ansias de dominio que acaban mal.
Sus tres desastres
Merkel, ha dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la
política alemana de posguerra: el Estado social, la integración de la
Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia conocida como Ostpolitik.
Merkel ha mantenido el desmonte del rechoncho Estado social alemán
emprendido por los socialdemócratas, cuyo sentido primero había sido
restar argumentos al socialismo cuartelario de la RDA. Anexionada la
Alemania del Este, ya no cabían restricciones solo quedaba lanzarse a
todo vapor y sin trabas a la conquista exportadora.
Recortes de
subsidios sociales, explosión de trabajo precario y unos 15,5 millones
de pobres y amenazados de exclusión, en un país que hasta los años
noventa se caracterizó por una condiciones sociolaborales bastante
decentes. (...)
Cuando estalló la crisis, hace diez años, ofreció una explicación
nacional en línea con la ortodoxia neoliberal a lo que era un problema
sistémico internacional. La austeridad que siguió al dumping salarial,
todo ello presentado en un envoltorio moralizante de Pigs y virtuosos,
destrozó la promesa de prosperidad y la perspectiva de nivelación entre
los Estados miembros de la Unión Europea, conduciéndola en una dirección
desintegradora.
El euroescepticismo, una ideología razonable y lúcida a
la luz de lo que ofrece el europeísmo realmente existente, ha quedado mayormente en manos de la extrema derecha (...)
El artificial conflicto con Rusia provocado por la ampliación de la OTAN y sus prolegómenos, ha enterrado la Ostpolitik,
el contrito imperativo de llevarse bien con Rusia, lo que significa no
ignorar sus intereses, para regresar a una dialéctica de tensión militar
y sanciones dictada desde Washington. (...)
Su aportación
La aportación de la merkeología a la política ha sido simplona, pero inequívocamente reaccionaria. Ahí está su concepto estrella: la marktkonforme demokratie, un cuadro en el que es la democracia la que se adapta al mercado y no al revés.(...)
Pocas ideas
En la RDA Merkel fue una ciudadana integrada, con responsabilidades y
funciones en el sistema. Con la caída del régimen supo adaptarse y
hacer carrera en el cuadro de la nueva Alemania. Sentido de la
oportunidad nunca le ha faltado. Pero, ¿qué hay más allá de eso?: muy
poca idea, y aun menos “valores”.
Lo suyo ha sido, y continuará siendo
en los dos años que le quedan, una administración de lo que hay: atender
a los intereses de los poderes fácticos (su industria del automóvil, el
mundo de las finanzas) y escuchar cuando se pueda el sentir mayoritario
del electorado para mantenerse en el poder. Vio en marzo de 2011 que el
accidente de Fukushima hacía electoralmente inviable su cerrada defensa
de las nucleares, y cedió (al precio de volver a quemar más carbón que
nadie).
Vio la avalancha autoorganizada de migrantes procedentes de los
desastres inducidos en Siria, Libia y otros lugares, y se puso, en otoño
de 2015, una engañosa medalla liberal que paliara su mala imagen en
Europa tras las protestas del verano de aquel año por el abuso del
referéndum griego.
Ahora Merkel anuncia su salida de la escena en dos
años, consciente de que cualquier tiempo futuro será peor. Claro que no
todo lo aquí apuntado es culpa de Merkel, pero ella ha sido la persona
política europea con más poder durante un periodo aciago." (Rafael Poch, blog, 07/11/18)
"La apodaron Reina de Europa y, después de la elección del presidente estadounidense Donald Trump, líder del mundo libre. (...)
Los trece años de Merkel en el cargo implicaron una Alemania a la deriva
y una Europa en decadencia. Mientras eso ocurría, Merkel hizo la
plancha: no encaró los crecientes problemas económicos y de seguridad de
Alemania, y permitió que las numerosas crisis de Europa se agravaran.(...)
A diferencia de muchos países europeos, en la última
década Alemania disfrutó un sólido crecimiento económico. Pero mal puede
Merkel atribuirse el mérito. Durante sus cuatro gobiernos no se
aprobaron reformas importantes procrecimiento.
Y la obsesión
con el superávit fiscal llevó a no invertir en las decrépitas
infraestructuras del país y en su sistema educativo. Merkel no hizo nada
para preparar a Alemania para la disrupción digital que amenaza con
hacerle a su corazón fabril (en particular, a la industria automotriz)
lo que el iPhone de Apple le hizo a Nokia. Alemania lamentará no haber
abierto el paraguas antes de que llueva.
La crisis de la eurozona reforzó la influencia
financiera de Alemania dentro de la unión monetaria. Eso dio a Merkel un
inmenso poder político, que podría haber empleado mejor. Pero en vez de
eso, priorizó los estrechos intereses inmediatos de Alemania como país
acreedor, lo que la llevó a tomar decisiones que agravaron dicha crisis, trasladaron los costos a otros e impidieron una solución duradera.
Merkel es responsable en última instancia de la
negativa de la UE a reestructurar las deudas de Grecia en 2010. Estuvo
detrás de la decisión de prestar dinero de los contribuyentes europeos a
gobiernos en problemas para el rescate de bancos alemanes. Y durante
sus mandatos, Alemania respondió al pánico financiero exigiendo una
austeridad extrema y dolorosos ajustes a los países deudores, mientras
el superávit de cuenta corriente alemán seguía creciendo. (...)
Es verdad que con Trump lanzado a demoler el orden internacional liberal
y unos nacionalistas fanáticos desbocados en el Reino Unido, Hungría,
Polonia, Italia y otros lugares, a Merkel hay que reconocerle que
ofreció una voz de moderación, sosegada y tranquilizante.
Su decisión de
recibir a más de un millón de refugiados fue un gesto humanitario
inusualmente audaz. Y mientras la primera ministra británica Theresa May
se humilló arrodillándose ante Trump, Merkel defendió los valores
internacionalistas liberales.(...)
Pero el tibio liderazgo de Merkel dejó a Alemania excepcionalmente vulnerable a la actual oleada nacionalista. (...)
Alemania no es, como afirmó el gobierno de Trump, una
trampa comercial. Pero con Merkel siguió una estrategia de crecimiento
mercantilista, de “empobrecer al vecino”, que reprime los salarios y
alienta las exportaciones a cualquier costo. Es verdad que el
proteccionismo es un error; pero el mercantilismo lo alienta.
Lo mejor
para los intereses alemanes, europeos y mundiales sería que Alemania
hiciera más por estimular la demanda interna.
Tampoco es posible culpar a Merkel por el Brexit, o
por muchos de los padecimientos de Italia (que son de hechura italiana).
Sin embargo, sus políticas para la eurozona son una de las principales
razones por las que ahora Italia tiene un gobierno populista
que jura impedir futuros acuerdos comerciales de la UE, que atiza la
crisis de los refugiados y que amenaza provocar otra debacle en la
eurozona.
La eurozona no estará segura hasta que Alemania e
Italia puedan convivir felices en una unión monetaria. Puede que a la
larga resulte imposible. Pero para que el sistema funcione se necesitan
grandes reformas, como las que propuso
el año pasado el presidente francés Emmanuel Macron. De modo que el
desinterés con que las recibió Merkel supone la trágica pérdida de una
oportunidad. (...)
De modo que en vez de una tragedia, la partida de Merkel es una oportunidad para los reformadores europeos. (...)" (Project syndicate, 02/11/18)
, a former economic
adviser to the president of the European Commission, is a visiting
senior fellow at the London School of Economics’ European Institute,
"(...) Angela Merkel ha sobrevivido 13
años al frente de la Cancillería alemana, 18 liderando la CDU y más de
una década impulsando la profundización tecnocrática y ordoliberal de la
UE.
Hay que alejarse para ver la película completa más allá de los últimos fotogramas.
Porque desde hace años la UE vive el mayor conjunto de crisis múltiples desde su nacimiento.
Y Merkel ha sido la dirigente nacional con mayor capacidad de decisión
sobre el devenir del proyecto europeo durante los años en los que se han
fraguado y agrandado todas esas grietas. (...)
Las desigualdades crecientes, la
lucha contra la pobreza infantil y de la vejez, la escasez de viviendas
sociales, el aumento del precio de alquiler y el empleo precario en el
país de los minijobs y los contratos por cero horas son todos asuntos encima de la mesa de la actualidad y sondeos en Alemania, pero han contado con la nula atención y dedicación por parte del gobierno Merkel. (...)
En la agenda medioambiental, Alemania,
que en su momento fue pionera y hasta modelo global en el impulso de las
energías renovables, la salida de la nuclear y la transición
energética, está hoy a años luz de cumplir los objetivos de protección
climática.
La reducción de emisiones de CO2 en al menos un 40% en el
horizonte 2020 que sus sucesivos gobiernos habían prometido hace tiempo
que quedaron hipotecadas ante las presiones del lobby empresarial,
especialmente del potente sector automovilístico y de la industria
energética y carbonera.(...)
Merkel anuncia que se va, pero deja
bastantes cosas bien atadas. Especialmente en lo que respecta al futuro
de la UE: el bávaro Manfred Weber, actual portavoz del Grupo Popular en
el Parlamento Europeo, fue elegido hace apenas unos días en el congreso
del Partido Popular Europeo como candidato a presidir la Comisión
Europea durante la próxima legislatura. (...)
Merkel busca así asegurarse el futuro
control alemán de la política económica y del poder ejecutivo
comunitario que escapa al casi nulo control que ejerce un Parlamento
Europeo donde su Gran Coalición perderá peso tras las próximas
elecciones de mayo de 2019. (...)" (Miguel Urbán, Público, 13/11/18)
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