"(...) Además, una de las cosas que marca al neofascismo es la nostalgia. Y en
España se han resuelto muchas cosas con los impuestos. En España ha
habido dinero suficiente para pagar a los franquistas y a los progres
peludos.
Y eso derivó en que todo el mundo se quedara contento durante
la Transición. También en ese fenómeno que es la plaza de Oriente llena y
la plaza de Oriente vacía en un plazo de sólo tres años.
En el momento
en que se supo que el Movimiento iba a cobrar su pensión, se acabó el
tema.(...)
Lo que ocurre es que estamos reviviendo el
panorama de los años treinta. Abrimos el diario cada día y decimos: “No,
no, no podrá ser, hemos llegado hasta aquí pero no se llegará más
allá”. Y pumba.
Vemos al grupo de Visegrado y pensamos: “Está lejos, son
polacos, son checos”. Pero ahora Kurz es el canciller de Austria. Y
luego están los italianos. Y los bávaros, que parece que van
directamente a por Merkel. (...)
Los gobiernos
citan esas cifras macroeconómicas y la tendencia global de la economía
va muy bien. Pero a nivel de calle va mal. La universidad española está
por los suelos. Los jóvenes doctores no tienen futuro si no están en el
campo correcto y ganan sueldos de miseria.
Yo nací en
los Estados Unidos, en el 48, y el choque que supuso para mí llegar a
España y a Francia en el 53 fue enorme. Todo estaba lleno de agujeros y
no había agua caliente. Ese mundo, que parecía superado, ha vuelto con
una ferocidad tremenda y con centenares de miles de pobres asaltando los
espacios ricos.
En el mismo momento, además, en el que una gran parte
de la población de esos espacios supuestamente ricos se siente
empobrecida. Y el fenómeno de reacción que se produce es extraño,
difícil y peligroso. Da miedo.
Los cambios se están produciendo ya.
Y no les
damos importancia. Que llegue la derecha de Kurz o la Liga Norte al
poder implica que están colocando a su gente, que están controlando la
policía, que están controlando los servicios secretos, y que están
quitando a los otros. Son dinámicas muy extrañas.
Es algo muy extraño
para alguien como yo, que nació en el siglo XX, en Nueva York, una
ciudad judía, y que se encuentra a sus setenta años con todas las
pesadillas de sus padres que se creían felizmente superadas.
En España no estamos todavía, sin embargo, en ese punto.
Yo en España
me encuentro -y cuando digo esto me dicen que estoy loco- con una
ruptura social preguerracivilista. Recuerda los felices años veinte
españoles, a pesar de Primo de Rivera. Los salarios estaban bien, el
problema del terrorismo estaba aplastado y la guerra de Marruecos estaba
pacificada.
En el 31 todavía había un recuerdo de buen rollo. Pero los
meses pasan muy rápidamente y se genera una mala leche soberana. La
religiosidad se acentúa, el anticatolicismo se acentúa. La obra de Lorca
en el 31 ya decía “de aquí a cinco años todos al hoyo”. Y en cinco
años, efectivamente, todos se fueron al hoyo.
Y yo ahora
noto, sutilmente, elementos de ruptura. Las mismas cosas que hace cinco o
diez años hacían que este ambiente no tuviera trascendencia -estamos en
la OTAN, el ejército está civilizado, formamos parte de Europa, el
mundo es pacífico- no representan hoy un freno.
Estamos condenados a repetir la historia.
Yo hace unos
años di con una ley histórica y me quedé horrorizado. Desde 1808 hasta
hoy, no ha habido régimen español que haya durado más de cincuenta años.
La Restauración alfonsina cumplió los cuarenta y ocho, pero no más. Son
tonterías de historiador. No tiene más significado. Pero nadie dice que
el régimen actual vaya a aguantar. Y eso me inspira respeto. (...)"
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