"Hace ya años que hubo un debate entre politólogos de este
país (que tuvo nula visibilidad mediática en los medios españoles) sobre
si el régimen dictatorial existente en España desde 1939 a 1978 era un
régimen político meramente autoritario de tipo caudillista o era mucho
más, un régimen político totalitario, es decir, un régimen cohesionado
por una ideología totalizante que abarcara todas las
dimensiones del ser humano, impuesta por un Estado dictatorial que
instruyera y obligara a la población a hacerla suya, con todas las
consecuencias que ello acarreaba.
Tal ideología sería impuesta no solo
por los aparatos represivos del Estado, sino también por todos los
aparatos de reproducción de valores, desde las escuelas y centros
educativos hasta los medios de información, todos ellos controlados por
el Estado totalitario.
Según esta tipología, serían ejemplos de regímenes autoritarios los regímenes caudillistas populistas que han abundado en América Latina durante su historia. Y serían ejemplos de regímenes totalitarios los comunistas, el nazi o los fascistas. (...)
El régimen dictatorial español: ¿un Estado totalitario?
Frente a esta visión del régimen dictatorial como meramente autoritario, había otra visión, minoritaria, promovida por los herederos de los vencidos, que afirmábamos que el régimen había sido totalitario, con una ideología totalizante –el nacionalsindicalismo- merecedora de ser definida como fascista.
Las características de tal ideología eran un nacionalismo (los vencedores de la Guerra Civil se autodefinieron como los “nacionales”) extremo de carácter imperialista, promovido por un Estado muy centralizado represivo, dotado supuestamente de una supremacía racial (el día nacional se definía como el Día de la Raza), y que subsumía todas las clases sociales bajo la categoría de pueblo (negando la existencia de clases sociales con intereses opuestos), poniendo en los sindicatos verticales a la clase trabajadora bajo la dirección y dominio del empresariado
y del Estado, favoreciendo así a los grupos económicos y financieros
del país (que jugaron un papel esencial en su establecimiento).
Tal ideología tenía también una visión patrimonial del sector público (que facilitó una enorme corrupción dentro del sistema), con un canto a la fuerza física y a la virilidad, situando a la mujer en una situación servil y dependiente, carente de los valores varoniles exigibles a la clase dirigente.
Estas y otras características que aparecen desarrolladas en otro artículo mío (ver Franquismo o fascimo, Público,
15.12.17) definieron a los regímenes fascistas. El régimen dictatorial
español, así pues, tenía todas estas características desde el principio
hasta el final de su existencia.
De ahí que lo definiéramos como un régimen fascista,
pues el término correspondía mejor a lo que la abundante bibliografía
científica que se había escrito sobre fascismo definía como tal. Y
así fue también como se lo definió en las instituciones
internacionales, como las Naciones Unidas, y en la mayoría de medios de
información del mundo occidental. (...)
La nueva ultraderecha tiene las mismas características que la vieja
Cada una de las características del fascismo se presenta en esta
nueva derecha: su nacionalismo radial extremo, con bases supremacistas
de carácter racial, su canto a la fuerza y a la represión, su machismo,
su defensa del statu quo y su dependencia del apoyo del sector
reaccionario del mundo empresarial, de la jerarquía eclesiástica y de
gran parte del generalato.
Y es, como el fascismo anterior, apoyada por
los grupos financieros y económicos que promueven un ultraneoliberalismo
salvaje, ultraneoliberalismo que complementa su patrimonialismo Estatal
(más cercano a Trump que a Le Pen), y que encaja con gran parte de la
ultraderecha estadounidense, que la inspira. Su presencia ha
afectado a las derechas españolas (PP y C’s) de tal manera que hoy hay
un renacimiento de las características del fascismo en la vida política y
mediática del país.
La enorme atención que recibe por parte
los mayores medios es un indicador de ello, reproduciéndose en España lo
que ocurrió en EEUU con Trump. Su gran visibilidad mediática fue la
principal causa de su éxito. Por lo demás, este fascismo –una vez
reducida la parafernalia fascista del régimen dictatorial– es muy
semejante al anterior. (...)" (Vicenç Navarro, Público, 08/04/19)
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