17.5.21

15M: Posada: no engaño a nadie si digo que yo en 2011 creí que estaba haciendo la revolución, asistiendo al fin del individualismo y del capitalismo. Pensé que saldríamos con un proceso constituyente en marcha. Pero pronto se intensificó la brutalidad policial. Al final no podía una ni sentarse en el Retiro a celebrar una asamblea... Taibo: Aunque esperaba más, ha dado un impulso innegable a la construcción de espacios autónomos autogestionados, desmercantilizados... Doy por seguro que llegarán nuevos 15-M

 "(...) Lidia Posada tenía 26 años entonces y militaba en Democracia Real Ya, el colectivo que convocó la manifestación aquel 15 de mayo. En la acampada participó en la Comisión de Comunicación y Extensión. También en StopDesahucios, el origen de la Oficina de Vivienda. Entonces era, y sigue siendo, abogada. 

El escritor y divulgador Carlos Taibo contaba 55 años y tres días cuando dirigió unas palabras al final de la manifestación. “Lo hice cargado de dudas, por cuanto el manifiesto de convocatoria era más bien moderado. Aunque pensé que lo que tenía previsto decir podía resultar en exceso radical, el problema quedó rápidamente resuelto: apenas se oía nada”, recuerda. 

Poco tiempo después publicaría Nada será como antes. Sobre el movimiento 15-M y El 15-M en sesenta preguntas (los dos con Catarata en 2011). Diez años después, los dos personajes comparten su experiencia .

El 15-M fue una demostración de alegría y de entusiasmo contagiado. ¿Qué recordáis de aquellos primeros días en las plazas?

Lidia Posada: Yo pienso que el 15-M nació el 17-M cuando todas esas personas volvieron a aparecer por la plaza para mostrar solidaridad con las detenidas y persistencia contra el régimen.

Recuerdo sentir mucha ilusión y una creciente confianza en el resto de la gente. Todos los días conocías a decenas de personas nuevas. También recuerdo mucho cansancio porque yo trabajaba hasta las 18:00 y hacía mis tareas de la Asamblea hasta las 3:00. Estuve semanas durmiendo muy poco.

Carlos Taibo: Recuerdo sí, la alegría y el entusiasmo, que revelaban que por fin habían estallado de forma creativa muchas tensiones. Pero por encima de todo lo que recuerdo es la irrupción de un discurso y de unas prácticas radicales, que, asentadas en la asamblea, hasta entonces habían sido privativas de determinados cenáculos propios del mundo libertario y de algunas instancias de la izquierda de siempre. Ahora alcanzaban, de manera casi milagrosa, a mucha gente. Yo fui, en cualquier caso, el primer sorprendido.    (...)

¿Qué acampadas presenciasteis? ¿Visteis alguna diferencia entre ellas?

LP: Acampadas físicas sólo vi la de Madrid. Visité otras ciudades durante 2012 pero ya no era lo mismo. Como curiosidad, diré que existía un documento en tomalaplaza.net llamado Cómo hacer una acampada con consejos básicos materiales y legales.

CT: En mi condición de charlista inmoderado estuve en un par de centenares. Las había de todos los pelajes. Y ello tanto en el terreno generacional como en lo que respecta a la ubicación espacial o a la profesional. En unas predominaban las activistas de los movimientos sociales y en otras lo que se dio en llamar, a mi entender con poco criterio, jóvenes indignados. La abrumadora mayoría eran, en cualquier caso, asambleas urbanas, algo que no dejó de ser un problema en el marco general del 15-M, que, por otra parte, y desgraciadamente, apenas acogió inmigrantes. 

En las más de 200 acampadas en España, el único órgano soberano de decisión era la asamblea ¿Alguna vez habíais visto algo parecido en vuestra vida? ¿Lo habíais imaginado?

LP: Durante los meses anteriores yo ya había practicado el asamblearismo. Todo lo que sé lo aprendí en el Patio Maravillas y del libro Asambleas y Reuniones. Pero la magnitud del 15-M no la hubiera podido pronosticar ni en el mejor de mis sueños. Sobre esto quiero ensalzar la figura de las compañeras de la Comisión de Dinamización y lo mucho que nos enseñaron a todas sobre cómo formular y reformular una idea cuando de verdad se busca un consenso.

CT: Lo había visto pero siempre en pequeños circuitos y al amparo de lo que en los hechos eran activistas con años de experiencia. Ya he dicho que en modo alguno entraba dentro de mi cabeza que eso iba a suceder. Por momentos tengo la impresión de que lo ocurrido entonces ha sido para mí un estímulo para buscar la lucidez y el coraje de muchas gentes comunes que tienen que estar en el núcleo de cualquier proyecto emancipador.   (...)

La transversalidad del 15-M se vio en el grito mudo del día 21, desafiando la legalidad y en el que participaron 20.000 personas. ¿Qué podríamos aprender de ello en una actualidad repleta de extremismos y odio?

LP: El grito fue mudo por algo. Yo quisiera distinguir entre transversalidad de los y las participantes y la verdadera transversalidad del contenido de lo que se pide. No creo que el 15-M tuviera un contenido especialmente transversal. De hecho, uno de los retos principales fue cómo establecer mecanismos de participación más justos que huyeran del maniqueísmo.

Lo que sí posibilitó el 15-M fue el espacio y el clima adecuados para debatir contenido y no limitarse a reaccionar con virulencia a lo que otro ha dicho, como pasa ahora, que es diferente. Yo opino que al fascismo hay que odiarlo y, sobre todo, que, cada tanto, hay que recordar por qué. También echo de menos un espacio en el que debatir nuevos modelos de sociedad, incluso radicales o extremos. Ambas cosas no deberían ser incompatibles pero hemos perdido la paciencia y la actitud.

CT: No creo que podamos aprender mucho. Lo ocurrido en la última década demuestra, a mi entender, que cuando hablamos de ‘la izquierda’ empleamos un concepto muy vaporoso y manipulable. Mi ‘izquierda’ la configuran las gentes que creen en la autogestión y la practican, y que son conscientes del riesgo de un colapso general. Hablo de una izquierda anticapitalista, decrecentista, antipatriarcal e internacionalista, que no es abrazada, en los hechos, por la mayoría de las gentes que se sitúan en lo que convencionalmente se entiende por izquierda. Un poco de extremismo no me parece mal.

El impulso que supuso la toma de las plazas en la primavera de hace una década se vio después en las mareas por los servicios públicos, la PAH, los Yayoflautas, el 15MpaRato, Rodea el Congreso, etc. ¿Qué puede decir de la forma en que la ciudadanía adquirió conciencia?

LP: No me atrevo a decir que el 15-M hiciera adquirir conciencia a determinados grupos. Los Yayoflautas, por ejemplo, son personas que llevan danzando ya varias décadas. Pero el intercambio de ideas en las plazas sí sirvió, deduzco, para nutrir el repertorio de ideas y acciones de esos grupos. También para tejer una red de solidaridad y sinergias entre colectivos, de tal manera que la Marea Verde sabe que cuenta con la Marea Blanca y ambas con LegalSol.

CT: Aunque efímero, fue un soplo de aire fresco que desnudó las miserias de lo que con alguna liberalidad voy a llamar ‘izquierda tradicional’. Hablo de su culto a los líderes, las jerarquías y los liberados, de su lenguaje a menudo incomprensible, de su desprecio de la gente común, de una escasa voluntad de revisar conceptos y certezas, de un sectarismo sin límite y, al cabo, de la aceptación soterrada, vía socialdemocracia o vía leninismo, de la miseria existente. Cierto es que el 15-M no permitió dejar atrás todo eso. Se limitó a señalar que había otros caminos y que sobraban los motivos para recorrerlos.    

La acampada de Madrid se terminó el 12 de junio y la de Barcelona seis días antes. Aunque estas dos grandes ciudades atrajeran la mayor parte de los focos, fue un movimiento totalmente descentralizado en el territorio español y muy similar entre sí. ¿Qué compartían los activistas para que esto sucediera?

LP: Yo identifico dos claves. La primera es que las manifestaciones del 15-M eran una especie de coronación de un ciclo de protestas que cada vez eran más multitudinarias. Así que todo el mundo estaba en la misma página reivindicativa, por decirlo así. La segunda es que durante las acampadas había muchísimo flujo de comunicación. En el caso de Madrid, la Comisión de Extensión se encargaba de este contacto con otras ciudades. Las Acampadas tenían mucho curro entre bambalinas.

CT: Padecían problemas similares, producto de la crisis sin fondo del régimen de la transición y del desvarío capitalista que se revelaba en la trastienda. Pero diferencias, las hubo. Me limitaré a señalar, por un lado, que, no sin paradoja, donde los movimientos sociales alternativos eran fuertes, el 15-M se desarrolló con menor poderío. Y, por el otro, que en aquellos lugares en los que había problemas vinculados con la cuestión nacional, la presencia y la deriva del 15-M fueron distintas. Tal y como lo señalas, y en cualquier caso, el 15-M fue un movimiento felizmente descentralizado.    

Con el tiempo, el movimiento viró hacia otras posiciones. Una de ellas es la creación de Podemos. ¿Qué tiene Podemos del 15-M y qué tenía el 15-M que no tiene Podemos?

LP: Yo no he participado en Podemos, por lo que puedo caer en algún juicio injusto opinando desde la periferia. Me parece que Podemos y el 15-M guardan una identidad parcial en sus integrantes y, en consecuencia, Podemos ha mantenido contenido, códigos y expresiones del folclore quincemayista. Pero no me parece que Podemos sea el producto del viraje del movimiento. Fue otra cosa nueva. Otros participantes iniciaron proyectos laborales integrados en el Mercado Social o propuestas autogestionadas de economía como el Nodo de Producción o de apoyo mutuo como el Sindicato del Barrio de Hortaleza. Estos también son descendientes pero ninguno es el sucesor. Todo son metonimias de aquella otra ciudad dentro de la ciudad.

CT: Es difícil responder, siquiera sólo sea porque en los hechos hubo varios 15-M distintos. El que yo defendí y defiendo, asambleario, horizontal, antiautoritario, autogestionario, anticapitalista y con voluntad de rechazo de liderazgos y personalismos, nada tenía que ver con Podemos, que es la representación mayor de lo contrario. Cuando muchas gentes, hoy, añoran la reaparición del 15-M, creo que en la mayoría de los casos buscan ese 15-M que acabo de mencionar y expresan en un grado u otro su desdén por lo que ha supuesto, en forma de integración en un sistema lamentable, Podemos. 

Ya en el plano más personal, ¿qué sentíais al ver lo que estaba consiguiendo el 15-M hace diez años? Y en retrospectiva, ¿qué sentís ahora?

LP: No engaño a nadie si digo que yo en 2011 creí que estaba haciendo la revolución. Con todas las letras. Creí que estaba asistiendo al fin del individualismo y del capitalismo. Pensé que saldríamos de 2012 con un proceso constituyente en marcha. Pero pronto se intensificó la brutalidad policial. Al final no podía una ni sentarse en el Retiro a celebrar una asamblea. Pasé mucho miedo durante algunos meses, la verdad. Algunos culpan a Podemos de la desarticulación de la lucha en la calle pero lo cierto es que ya estaba tocada de muerte por la represión. Rocío Lanchares lo retrata muy bien en su novela Hotel Madrid, historia triste. Hoy sé que éramos un poco inocentes pero, como Édith Piaf, no me arrepiento de nada.

CT: Aunque esperaba más del 15-M, creo que su legado no es despreciable, pues ha permitido reabrir debates que estaban cerrados y en ese sentido ha invitado a cuestionar la naturaleza del sistema –el capitalismo, la explotación, la alienación, la plusvalía, la sociedad patriarcal, las guerras imperiales, la crisis ecológica, el colapso– y ha otorgado un relieve limitado a las disputas relativas al régimen que tanto interesan, por ejemplo, a Podemos. 

También ha dado un impulso innegable a la construcción de espacios autónomos autogestionados, desmercantilizados y, ojalá, despatriarcalizados. Doy por seguro que, lejos de elecciones, instituciones y separaciones, llegarán nuevos 15-M."                 (Guillermo Martínez, CTXT, 15/05/21)

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