27.6.24

Wolfgang Streeck: Las elecciones europeas de 2024 pueden haber sido el primer e irreversible paso en el inminente declive histórico de los Verdes... fueron percibidos como arrogantes tecnócratas al servicio de una próspera clase media y olvidadizos de las necesidades y los problemas de la gente corriente. Con ellos, su construcción política favorita, la Unión Europea, también perdió apoyo popular... Con la desaparición del SPD, junto con el eclipse de la socialdemocracia en casi toda Europa, la BSW es ahora el único partido de izquierda realmente existente en la política parlamentaria alemana... la BSW apela a los votantes que son a la vez económicamente progresistas y «socialmente conservadores»... su línea es preservar un orden internacional pacífico, defender el Estado del bienestar contra la nueva ola de austeridad, e insiste en la necesidad de limitar el número de nuevos migrantes hasta que las infraestructuras nacionales –escuelas, guarderías, sanidad, vivienda, etcétera– se hayan mejorado y ampliado lo suficiente... Para tener una perspectiva de futuro progresista en la política alemana, será imprescindible que la BSW consiga abrirse paso entre los potenciales votantes del SPD, los Verdes y AfD, de modo que pueda superar a los Verdes o al SPD, o a ambos, en el Bundestag

"Como en el resto de Europa, las elecciones al Parlamento Europeo en Alemania se celebraron en el actual contexto del declive inexorable de la confianza en los gobiernos y los partidos políticos verificado durante la última década. Sectores cada vez mayores de las sociedades europeas viven su vida cotidiana en medio de innumerables cambios rápidos e impredecibles, impulsados por crisis recíprocamente articuladas entre las que se cuentan el estancamiento económico, el aumento de la deuda pública, el incremento de la inflación, el aumento de la desigualdad, el trabajo y el empleo precarios, la escasez de vivienda, el deterioro del medio ambiente y el abandono de las infraestructuras públicas con efectos devastadores en el transporte, la sanidad pública, la educación primaria, la seguridad social y la atención a las personas mayores. Todo ello ha creado una sensación generalizada de incertidumbre y ansiedad ante el futuro y ha propiciado un respeto cada vez menor por la política tradicional tal y como se ha practicado durante las últimas décadas, que se considera incapaz de proteger la vida de los ciudadanos de a pie frente a la actual caterva de riesgos individuales y colectivos realmente existentes, cuyo cariz es cada vez más amenazador. No son tiempos fáciles para los gobiernos ni para los partidos que los dirigen.

Los resultados más significativos de las elecciones del 9 de junio al Parlamento Europeo en Alemania son la relativa estabilidad de la alianza conservadora CDU/CSU; las desastrosas pérdidas sufridas por los tres partidos de la coalición gobernante, el SPD, Los Verdes y el FDP; las correspondientes ganancias de Alternative für Deutschland (AfD); y el ascenso de un nuevo partido, la Bündnis Sahra Wagenknecht–Vernunft und Gerechtigkeit (Alianza Sahra Wagenknecht–Razón y Justicia, BSW), que es una escisión de Die Linke, fuerza política en estos momentos cada vez más insignificante.

Los partidos que sufrieron las mayores pérdidas (los Verdes y el SPD) fueron también los más «proeuropeos», es decir, partidos más favorables que otros de transferir la responsabilidad de los Estados nacionales sobre sus sociedades a una remota tecnocracia supranacional, la Unión Europea. Los votantes que hace cinco años podrían haber confiado en que era posible un modelo de «resolución de problemas» de corte despolitizado, como el practicado por la Unión Europea, capaz de poner fin a la cadena de crisis que se cierne sobre ellos, han llegado a la conclusión de que esta no ha superado la prueba. Incluso entre los sectores más centristas de la política nacional alemana parece haber disminuido la voluntad de exigir «más Europa», así como su confianza en la posibilidad de que pueda acudir en su rescate un super Estado supranacional aún inexistente y que no rinde cuentas democráticamente. Un indicio de ello podría detectarse en el hecho de que, incluso en los programas electorales de los partidos predominantes, brillaran por su ausencia las referencias a la misteriosa «unión cada vez más estrecha de los pueblos de Europa».

La pérdida de confianza en el establishment político, caracterizado por su tradicional compromiso con la «integración europea», fue más pronunciada en Alemania Oriental. En los cinco estados orientales, o Länder, AfD, el partido «euroescéptico», fue la fuerza política más votada, al igual que la CDU/CSU lo fue en los Länder occidentales, dividiendo claramente el país en dos mitades a lo largo de la antigua frontera entre la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. En septiembre habrá elecciones regionales en tres de los cinco estados orientales: Turingia, Sajonia y Brandemburgo. Aunque es poco probable que AfD consiga la mayoría absoluta en ninguno de ellos, formar gobiernos de coalición sin ella será sumamente difícil para los partidos del centro, sobre todo porque es probable que el SPD y los Verdes juntos no sumen más del 15 por 100 de los votos.

La etnología popular, inspirada por el ancien régime de Alemania Occidental y por sus medios de comunicación, afirma que los alemanes orientales son desproporcionadamente más fascistas que los alemanes occidentales, porque han sido desproporcionadamente más comunistas; al igual que postula que la población alemana oriental no se ha mostrado agradecida por todo lo bueno que Occidente le ha dado a cambio de nada. Explicaciones más realistas ponen de relieve el hecho de que las crisis que erosionan la confianza en las instituciones democráticas convencionales están afectando más a los alemanes orientales que a los occidentales; que las instituciones políticas de Alemania Occidental dispusieron de más tiempo y de circunstancias más favorables para crear lealtades en esta parte del país que en la parte oriental del mismo; y que las exhortaciones neoliberales a ser flexibles y adaptarse a los cambios estructurales y culturales recuerdan a la población alemana oriental las convulsiones económicas que experimentó durante la década de 1990 de las que se libraron los alemanes occidentales. Instada por sus nuevos gobiernos a prepararse para otro Zeitenwende [cambio de época], en nombre y por el bien de la globalización y la modernización y sin duda, necesariamente, bajo los auspicios de «Europa», la población alemana oriental obviamente se muestra menos inclinada a asumir que, puesto que las cosas han ido bien en el pasado, también esta vez todo saldrá bien. Dada la policrisis actual, no puede excluirse que en el futuro la perspectiva de la población alemana occidental se asemeje más a la asumida hoy por la población alemana oriental y no viceversa.

Tras su fundación en 2013, los partidos situados en el centro del espectro político alemán, incluidos los Verdes, declararon conjuntamente la guerra a AfD, un partido que desde la crisis de los refugiados de 2015-2016 no ha dejado de crecer en afiliados y votos. El punto de inflexión se produjo cuando los democristianos determinaron que, en adelante, su enemigo público número uno ya no era la vieja izquierda, sino la nueva derecha, dado que AfD se había convertido en la única fuerza que podía suponer una amenaza seria para el sistema de partidos establecido. Tras la inauguración en 2021 de la coalición formada por el SPD, los Verdes y los liberales del FPD, se utilizaron todos los instrumentos disponibles para librar lo que se denominó der Kampf gegen Rechts (la lucha contra la derecha). A ella se unieron al instante todos los ciudadanos y organizaciones de derecha, desde el servicio de seguridad interior del Estado, el Verfassungsschutz, hasta los medios de comunicación, las iglesias, las escuelas, las asociaciones deportivas y, de hecho, con igual derecho que todo el mundo, el antifascismo como doctrina de Estado o, mejor, como la doctrina de Estado.

La primera mitad de 2024 ha sido testigo de una implacable guerra cultural entre los dos partidos del 15 por 100, los Verdes, por un lado, y AfD, por otro, mientras el resto de los mismos luchaban por una posición ubicada en algún lugar situado entre ambos contendientes en el espectro de la corrección política «democrática de valores». El resultado de las elecciones europeas, dirigidas por el 85 por 100 restante bajo el lema «Nosotros o el caos» («caos» significa el retorno al fascismo de 1933), muestra que el ataque colectivo contra AfD como «enemigo interno» designado por el gobierno (como habría dicho Carl Schmitt) básicamente ha producido resultados contrarios a lo esperado. Esto ha sido absolutamente cierto en los Länder de la antigua RDA, donde los ciudadanos inevitablemente recordaban el bloque de partidos del antiguo régimen comunista, y en el caso de los jóvenes, que en general odian que se les presione moralmente para hacer lo que otros dicen que es bueno para ellos.

Una de las razones del fracaso de der Kampf gegen Rechts ha sido la creciente aversión de los votantes de todas las edades mostrada contra los Verdes. Las elecciones europeas de 2024 pueden haber sido el primer e irreversible paso en su inminente declive histórico. Una vez en el gobierno, encargados de luchar contra el cambio climático e implementar el «giro energético» (Energiewende), fueron percibidos como arrogantes tecnócratas al servicio de una próspera clase media y olvidadizos de las necesidades y los problemas de la gente corriente. Con ellos, su construcción política favorita, la Unión Europea, que se halla lo suficientemente alejada de la gente como para poder ceñirse a la agenda verde, también perdió apoyo popular. (Probablemente, a los jóvenes les recordaban demasiado también a sus profesores verdes del colegio como para votarles).

Con el declive de los Verdes, no solo aumentó el número de miembros y el apoyo a AfD, sino también a la BSW. Con la desaparición del SPD, junto con el eclipse de la socialdemocracia en casi toda Europa, y la completa absorción de los Verdes en los círculos que giran en torno al Foro Económico Mundial (FEM) y la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC), así como en los circuitos de la UE y la OTAN, la BSW es ahora y puede seguir siendo en el futuro próximo el único partido de izquierda realmente existente en la política parlamentaria alemana. Esto es cierto a pesar de que Wagenknecht haya evitado etiquetar a su partido de «izquierda» o «socialista», dado el giro identitario de la izquierda y su consiguiente pérdida de atractivo más allá de pequeños grupos de la clase media universitariamente formada.

En términos electorales, la BSW apela a los votantes que son a la vez económicamente progresistas y «socialmente conservadores», tratando así de romper el estancamiento de la política alemana en la guerra cultural librada entre los Verdes y AfD. Con respecto a la actual militarización de la política nacional e internacional, la BSW se sitúa sin concesiones del lado del derecho internacional, es decir, del deber de los Estados de construir y preservar un orden internacional pacífico. En cuanto a la política social, la línea es defender el Estado del bienestar contra la nueva ola de austeridad, que deberá implementarse, entre otras cosas, de la mano de la aplicación de nuevos recortes en las partidas de gasto social y de infraestructuras y ello para cumplir los objetivos de rearme de la OTAN y, en particular, para prolongar la guerra en Ucrania. En cuanto a la inmigración, la BSW insiste en la necesidad de limitar el número de nuevos migrantes hasta que las infraestructuras nacionales –escuelas, guarderías, sanidad, vivienda, etcétera– se hayan mejorado y ampliado lo suficiente. En cuanto a la Unión Europea, la BSW insiste en reafirmar la responsabilidad de los gobiernos nacionales por el bienestar de sus ciudadanos y afirma inequívocamente que debe impedirse a estos que demanden «soluciones europeas» como excusa para no cumplir con su deber.

En entrevistas concedidas tras la celebración de las pasadas elecciones europeas, Wagenknecht ha confirmado que su partido estará abierto formar a coaliciones, si los resultados sustanciales de las conversaciones correspondientes son convincentes. Ello está en consonancia con el hecho de que es poco probable que los votantes de la BSW apoyen la abstención del gobierno por una cuestión de principios, y también con la convicción de Wagenknecht de que las nuevas políticas que se necesitan con urgencia requieren las herramientas de un gobierno democrático. Por el momento, esto es especialmente relevante en los tres estados del este de Alemania que celebrarán elecciones este otoño. Una coalición con AfD está fuera de discusión para la BSW, y hallándose en una situación tan penosa tanto el SPD como los Verdes en el este del país, ello significa una coalición, o algún otro tipo de poder compartido, con la CDU, en la que la BSW operaría como socio menor o mayor, dependiendo de los resultados electorales. Para asombro general, sin embargo, Friedrich Merz, presidente de la CDU y líder parlamentario de la CDU/CSU, hizo saber inmediatamente después de las elecciones europeas que su partido aplicaría el mismo «cortafuegos» en relación con la BSW que con AfD. Será interesante ver cómo responderán los líderes de la CDU en el este del país a esta decisión, especialmente allí donde una alianza con el SPD y los Verdes no sea suficiente para elegir a un primer ministro de la CDU frente a AfD y la BSW.

¿Qué significa el resultado de las elecciones europeas para las elecciones al Bundestag de 2025? Nada menos que el 14 por 100 de los votos fueron a parar a minipartidos, que todo el mundo sabe que nunca superarán el umbral del 5 por 100 para tener representación en el Bundestag. La mayoría de estos votos irán a partidos más grandes en 2025. A pesar de todo, si no se produce una catástrofe como la de 2021 (¿quizá una batalla interna por el cortafuegos impuesto por Merz?), los cristianodemócratas deberían salir de las elecciones federales de 2025 como el partido más votado, capaz de elegir entre dos socios de coalición: los Verdes y el SPD; todo indica que preferirán a este último, también porque los mejores años de los Verdes pueden haber pasado (aunque, a diferencia del SPD, aún necesitan tiempo para darse cuenta de ello). Existen gobiernos estatales solidos de una u otra composición: la CDU gobierna con los Verdes en el estado de mayores dimensiones de Alemania, Renania del Norte-Westfalia, y lo hace con el SPD en el adyacente y próspero estado de Hesse. En caso necesario, el FDP estaría disponible para completar la mayoría, siempre que acabe por encima del 5 por 100.

Dependiendo de cómo resuelvan los democristianos sus eternas rivalidades personales, el canciller más probable tras la salida de Olaf Scholz será Friedrich Merz. En la oposición estarían AfD y la BSW, junto con los Verdes o el SPD. Para tener una perspectiva de futuro progresista en la política alemana, será imprescindible que la BSW consiga abrirse paso entre los potenciales votantes del SPD, los Verdes y AfD, de modo que pueda superar a los Verdes o al SPD, o a ambos, en el Bundestag. Para ello tendrá que construir una base sólida también en Alemania Occidental, que se extienda más allá de las ruinas de Die Linke y de lo que ha quedado del antiguo movimiento pacifista."           (Wolfgang Streeck , El Salto, 27/06/24)

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