15.8.24

Thomas Piketty: Para reconstruir la izquierda... las inversiones indispensables en sanidad, formación, investigación, infraestructuras de transporte y energía van a aumentar fuertemente... y hay dos maneras de financiarlas. O bien proclamamos que entramos en un nuevo ciclo de socialización creciente de la riqueza, impulsado por subidas de impuestos a los más ricos... o bien, por ideología, rechazamos cualquier subida de impuestos, poniéndonos así en manos de la financiación privada, sinónimo de desigualdad de acceso y de una eficacia colectiva más que dudosa... hasta que no se demuestre de forma incontrovertible que por fin se consigue que los multimillonarios y las multinacionales contribuyan, es impensable pedir a nadie más que haga un esfuerzo adicional... es necesario implicar a la sociedad civil y a los sindicatos en la defensa de estos ingresos y de las inversiones sociales que los acompañan... sólo el trabajo colectivo permitirá avanzar, lo que requiere la creación de una auténtica federación democrática de la izquierda capaz de organizar la deliberación y resolver las disputas. Estamos muy lejos de eso

 "A pesar de la mayoría relativa obtenida por el Nouveau Front Populaire (NFP, alianza de izquierdas) en las elecciones legislativas, el panorama político francés sigue marcado por las divisiones y la incertidumbre. Seamos claros: los avances de la izquierda en votos y escaños son en realidad muy limitados, y reflejan un trabajo insuficiente tanto en el plano político como en el estructural. Los partidos de izquierda sólo podrán superar el periodo de turbulencias y de gobiernos minoritarios que se avecina abordando con determinación estas carencias, y obtener algún día la mayoría absoluta que les permita gobernar el país a largo plazo.

La plataforma política adoptada por el CCN pocos días después de la disolución de la Assemblée Nationale tenía el inmenso mérito, frente a las demás, de identificar dónde encontrar los recursos para invertir en el futuro: sanidad, formación, investigación, infraestructuras de transporte y energía. Estas inversiones indispensables van a aumentar fuertemente, y hay dos maneras de financiarlas. O bien proclamamos que entramos en un nuevo ciclo de socialización creciente de la riqueza, impulsado por subidas de impuestos a los más ricos, como propone el CCN, o bien, por ideología, rechazamos cualquier subida de impuestos, poniéndonos así en manos de la financiación privada, sinónimo de desigualdad de acceso y de una eficacia colectiva más que dudosa. Impulsado por unos costes privados asombrosos, el gasto sanitario se acerca al 20% del PIB en Estados Unidos, incluso cuando los indicadores son desastrosos.

Sin embargo, las cantidades mencionadas por el PFN pueden haber asustado a algunos: unos 100.000 millones de euros de nuevas exacciones y gastos en los tres próximos años, es decir, el 4% del PIB. A largo plazo, estas cantidades no son excesivas: Los ingresos fiscales han pasado en Europa occidental y nórdica de menos del 10% de la renta nacional antes de 1914 al 40-50% desde 1980-1990, y es este auge del Estado social (educación, sanidad, servicios públicos, protección social, por citar algunos) el que ha permitido un crecimiento sin precedentes de la productividad y del nivel de vida, digan lo que digan los conservadores de cualquier época.

Sin embargo, el hecho es que existe una gran incertidumbre en cuanto al calendario y el orden de prioridades de un gobierno de izquierdas que llegue al poder. Aunque la demanda de justicia social es fuerte en el país, la movilización de nuevos recursos sigue siendo un proceso frágil del que los ciudadanos pueden retirar su apoyo en cualquier momento. En concreto, hasta que no se demuestre de forma incontrovertible que por fin se consigue que los multimillonarios y las multinacionales contribuyan, es impensable pedir a nadie más que haga un esfuerzo adicional. La plataforma política del PFN sigue siendo demasiado vaga en este punto crucial.

Esto es tanto más problemático cuanto que los gobiernos de izquierda de las últimas décadas, al carecer de un programa suficientemente preciso y de una apropiación colectiva suficientemente fuerte del mismo, se encontraron siempre cediendo ante los lobbies en cuanto llegaron al poder, por ejemplo eximiendo del ISF [impuesto sobre el patrimonio] a los llamados patrimonios profesionales y a la práctica totalidad de las grandes fortunas, lo que se tradujo en unos ingresos ridículamente bajos en comparación con lo que podrían y deberían ser. Para no repetir estos errores, es necesario implicar a la sociedad civil y a los sindicatos en la defensa de estos ingresos y de las inversiones sociales que los acompañan. En estas y otras cuestiones, los eslóganes no sustituyen al trabajo duro y a la movilización colectiva.

La cuestión de las pensiones plantea dificultades similares. No tiene mucho sentido adoptar el eslogan de la jubilación para todos a los 62 años, o incluso a los 60, cuando todo el mundo sabe que el tiempo de cotización para obtener una pensión completa también es un requisito en el sistema francés. Un eslogan como « 42 años de cotización para todos » sería mejor comprendido por el país, y dejaría claro que las personas con estudios superiores no se jubilarán antes de los 65 o 67 años, insistiendo al mismo tiempo en la injusticia inaceptable de la reforma de Emmanuel Macron que eleva la edad de jubilación a los 64 años, lo que obliga, por ejemplo, a quienes empezaron a trabajar a los 20 años a cotizar 44 años.

Hay muchos ejemplos. Está muy bien anunciar la supresión de Parcoursup, el portal que gestiona las solicitudes universitarias desde 2018, pero habría estado aún mejor describir con precisión el sistema alternativo, más justo y transparente, que lo sustituiría. Está muy bien denunciar los medios de Vincent Bolloré, pero sería aún mejor comprometerse con una ley ambiciosa para democratizar los medios y desafiar a los todopoderosos accionistas.

También está la propuesta de dar a los representantes de los trabajadores un tercio de los puestos en los consejos de administración de las empresas. Se trata de la reforma de mayor alcance y más genuinamente socialdemócrata del programa del CCN, pero se beneficiaría de un marco aún más amplio. Para permitir la redistribución del poder económico, tendríamos que llegar hasta el 50% de los escaños en las grandes empresas, limitando al mismo tiempo los derechos de voto de los mayores accionistas y comprometiéndonos con una auténtica redistribución de la riqueza. En lugar de regodearse en radicalismos retóricos, es hora de que la izquierda vuelva a describir el sistema económico alternativo al que aspira, reconociendo al mismo tiempo que las cosas sucederán por etapas.

En todas estas cuestiones, sólo el trabajo colectivo permitirá avanzar, lo que requiere la creación de una auténtica federación democrática de la izquierda capaz de organizar la deliberación y resolver las disputas. Estamos muy lejos de eso: En los últimos años, La France Insoumise ha intentado constantemente imponer su hegemonía autoritaria a la izquierda, a la manera de los socialistas de antaño, sólo que peor, dado el rechazo de todo procedimiento de votación por parte de los dirigentes de LFI. Pero el electorado de izquierdas no se deja engañar: sabe muy bien que el ejercicio del poder exige ante todo humildad, deliberación y trabajo colectivo. Es hora de responder a esta aspiración."

(Thomas Piketty, Le Monde, 16/07/24, traducción DEEPL)

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