16.9.24

La crisis del costo de vida de África... los gobiernos africanos han aumentado indiscriminadamente los impuestos y recortado el gasto para cumplir con las obligaciones de los pagos de intereses de la deuda soberana, que hoy consumen un tercio de los ingresos de Kenia y más de dos tercios de los de Nigeria... El presidente keniata, William Ruto, hizo renunciar a todo su gabinete y retiró el polémico proyecto de ley de finanzas que, según se esperaba, recaudaría 2.700 millones de dólares en ingresos adicionales para cumplir con las metas fiscales fijadas por el Fondo Monetario Internacional. En Nigeria, el gobierno ha anunciado una suspensión de 150 días de los derechos de importación para ciertos alimentos

 "El creciente costo de vida en África ha desatado una ola de protestas en los últimos meses, lo que subraya los costos económicos y sociales desproporcionadamente más altos de la inflación en un continente con una pobreza generalizada persistente y una mayor vulnerabilidad a la volatilidad global. El mundo, al parecer, hoy vive una historia de dos inflaciones.

En un principio, el actual ciclo inflacionario -producto de los shocks de oferta pandémicos y de una escalada de las tensiones geopolíticas- afectó a los países desarrollados y en desarrollo por igual. Pero las presiones inflacionarias se han vuelto menos sincronizadas con el tiempo. Mientras que el crecimiento de los precios ha caído marcadamente en las economías avanzadas, en África sigue siendo persistentemente alto -y, en algunos casos, hasta está en alza-. Y aunque la inflación en muchos países desarrollados está bajando hacia la meta del 2% de los bancos centrales, ha alcanzado dos dígitos en casi un tercio de los países africanos (un ratio que es aún mayor si se excluye a los países que usan el franco CFA, donde la paridad con el euro ha contribuido a la estabilidad monetaria).

Por ejemplo, la tasa de inflación anualizada en Nigeria, una de las economías más grandes de África, alcanzó el 34% -un pico de 28 años- en mayo, y se pronostica que se mantendrá elevada en la segunda mitad del año, en gran medida debido a una disparada de la inflación de los alimentos, que se aceleró al 40%. Esto va a reducir el poder de compra de los hogares y hará subir aún más el riesgo de inseguridad alimentaria, especialmente para los ciudadanos afectados por la pobreza y más vulnerables de Nigeria, que cada vez son más. El país tiene la mayor población sumida en la pobreza del mundo después de India. Por su parte, las reformas gubernamentales, entre ellas la pronunciada devaluación de la naira -que ha perdido el 70% de su valor frente al dólar desde junio de 2023-, destinadas a atraer a los inversores extranjeros, no hicieron más que agravar las cosas para un país que depende marcadamente de las importaciones de alimentos y de otros productos esenciales.

En agosto, las protestas contra la penuria económica resultante se propagaron por varias ciudades grandes de Nigeria. A ellas les siguieron semanas de disturbios en Kenia contra el proyecto de ley de finanzas del gobierno, que propuso alzas de impuestos a productos básicos como el petróleo, el pan y las toallas sanitarias, a pesar de que a millones de personas ya les costaba llegar a fin de mes. Decenas de manifestantes en ambos países fueron asesinados durante los intentos oficiales por sofocar los levantamientos.

La inflación de los precios de los alimentos afecta más a los hogares de bajos ingresos que a sus contrapartes de altos ingresos porque gastan un porcentaje mayor de su presupuesto en necesidades. Hay que considerar que los costos de los alimentos representan el 16% del gasto de consumo en las economías avanzadas, pero alrededor del 40% en el África subsahariana (ASS). Esta diferencia en la composición del gasto explica la naturaleza más regresiva de la inflación en ASS, donde vive el 60% de las personas más pobres del mundo, y por qué la inflación allí conlleva un riesgo mayor de agitación política.

La falta de oportunidades de empleo formal también ha exacerbado la crisis del costo de vida de África. Sin duda, los salarios de los trabajadores de bajos ingresos con empleos formales no acompañan el ritmo de los aumentos de precios. Pero las actividades del sector informal -una forma solapada de desempleo y de acceso limitado a una prosperidad compartida- representan aproximadamente el 85% del empleo total en el continente, y estos trabajadores también deben lidiar con una volatilidad de ingresos y componentes inesperados de la inflación, lo que aumenta aún más la presión sobre los hogares.

Una investigación reciente que evaluó los efectos distributivos del ciclo inflacionario en los hogares en Estados Unidos detectó un fenómeno conocido como “desigualdad inflacionaria”: los precios han subido más rápidamente para quienes están en la parte inferior de la distribución de ingresos que para quienes están en la parte superior. La propagación de las protestas en África sugiere que se está gestando una dinámica similar en el continente, donde la subida desproporcionada de los precios de los alimentos causada por los traslados del tipo de cambio a los precios ha hecho subir drásticamente los costos de bienestar de este ciclo inflacionario.

Las políticas gubernamentales también han agravado la crisis del costo de vida. En lugar de apoyar a los grupos vulnerables a través de intervenciones dirigidas, los gobiernos africanos han aumentado indiscriminadamente los impuestos y recortado el gasto para cumplir con obligaciones externas. Los pagos de intereses sobre la deuda soberana hoy consumen alrededor de un tercio de los ingresos de Kenia y más de dos tercios de los de Nigeria. En ambos países, una política fiscal procíclica y medidas de austeridad han tenido un efecto dominó en los precios, atizando la inflación y agudizando la crisis del costo de vida.

Pero, en respuesta a las protestas, los gobiernos están revirtiendo algunas de sus políticas procíclicas o implementando medidas complementarias para mitigar su impacto. El presidente keniata, William Ruto, hizo renunciar a todo su gabinete y retiró el polémico proyecto de ley de finanzas que, según se esperaba, recaudaría 2.700 millones de dólares en ingresos adicionales para cumplir con las metas fiscales fijadas por el Fondo Monetario Internacional. En Nigeria, el gobierno ha anunciado una suspensión de 150 días de los derechos de importación para ciertos alimentos a fin de aliviar la presión sobre los hogares con dificultades.

De todos modos, debe hacerse más para achicar la brecha entre el crecimiento real y potencial, y para ampliar las oportunidades para los jóvenes. África es el continente más rico en recursos naturales del mundo y, sin embargo, los africanos enfrentan futuros lúgubres en países que carecen de suficientes ingenieros y voluntad política para transformar estos recursos, crear suficientes empleos bien remunerados y expandir la prosperidad. La excesiva dependencia de África de las importaciones como una alternativa para expandir la producción agregada ha mantenido desequilibrios externos y perjudicado el mercado laboral, haciendo que más gente caiga en la destitución.

Para satisfacer las aspiraciones de las poblaciones jóvenes, los gobiernos africanos deberían repensar las restricciones del gasto público y superar las crisis recurrentes de la balanza de pagos que han moldeado durante mucho tiempo la política en el continente. Una mayor inversión en crear una fuerza laboral que domine las tecnologías emergentes es esencial para fomentar la industrialización. Esto, a su vez, impulsaría al sector manufacturero de África, que en otras partes del mundo ha servido durante mucho tiempo como factor de movilidad social y acelerador del crecimiento, catalizando la convergencia con los países de altos ingresos. La transformación de las economías africanas también impulsará el desarrollo de cadenas de valor regionales, fomentará el comercio al interior de África (y, por ende, mitigará la exposición de la región a la volatilidad global) y creará grandes reservas nacionales para liberar a la región de la dependencia debilitante de la ayuda.

Los responsables de las políticas en África no solo deben invertir en capital humano para hacer subir a sus países en la escalera de valor en una economía global donde la tecnología se ha vuelto un motor clave de crecimiento. También deben esforzarse por igualar el acceso de oportunidades y alcanzar una prosperidad compartida para fortalecer el concepto del estado-nación y mejorar la seguridad nacional. Para citar a Samora Machel, el primer presidente de Mozambique, “Para que viva la nación, debe morir la tribu”. Durante demasiado tiempo, una estrategia de gobernanza tribal ha minado el desarrollo nacional, perpetuando la pobreza intergeneracional y exacerbando la desigualdad inflacionaria."

(Hippolyte Fofack, ex economista jefe y director de investigación del Banco Africano de Exportación e Importación, Project Syndicate, 12/09/24)

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