"Si existe un paradigma de lo mal que ligan la política y las finanzas, ese es Bankia. (...)
La coincidencia de política, ladrillo y falta de gestión profesional,
aliñada con la mayor crisis desde la II Guerra Mundial, ha dado lugar a un fiasco que ha costado 23.000 millones a los ciudadanos y grandes pérdidas a 380.000 accionistas. (...)
El exvicepresidente económico en el Gobierno de José María Aznar y ex
director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha
protagonizado la mayor injerencia de la política en una institución
financiera. Su nombramiento fue político, su gestión fue política y su
salida fue política, resume un ejecutivo cercano.
Rato estuvo dos años y
cuatro meses como presidente de Bankia, durante los que le tocó capear
los momentos más complicados que ha vivido el sector en décadas. “No se
puede jugar con dos barajas al mismo tiempo: la política y la
financiera, sobre todo cuando tienes problemas.
Él no tenía la cabeza en
la entidad; ya era difícil sacar adelante Bankia dedicándose al 100%,
así que si estás distraído… No debía haber estado en el balcón de la
sede del PP en Génova, en las citas electorales”, concluye este
ejecutivo.
Lo cierto es que Rato heredó una entidad envenenada. Según exgestores
de Caja Madrid, desde mediados de 2008 el balance empezó a deteriorarse
al tiempo que dejó de recibir grandes plusvalías de Endesa y otras
participaciones. “El último año y medio del expresidente Miguel Blesa
fue fatal”, dicen estas fuentes, que piden el anonimato.
La entidad
perdió fuerza comercial, se metió en negocios de baja rentabilidad y
sembró la semilla de los problemas inmobiliarios al prestar mucho dinero
a promotores. En paralelo, Esperanza Aguirre, presidenta de la
Comunidad de Madrid, inició una campaña contra Blesa para reemplazarlo
por un colaborador suyo, Ignacio González. En la pugna, apareció Rodrigo
Rato como la opción menos descabellada. La política tomó el mando para
despolitizar Caja Madrid, dijo el PP. Curioso.
Blesa acabó sus 13 años de mandato con el peor resultado desde que
llegó, lo que indicaba un claro cierre de ciclo. “He reforzado el
balance ante un 2010 muy difícil”, advirtió entonces, y reconoció tener
ya 1.200 millones en inmuebles adjudicados.
Y Rato, que en 2005 había advertido desde el FMI sobre los puntos
débiles de las cajas, sabía que la situación era delicada. A principios
de febrero envió una realista carta a los principales cargos: “Nos
enfrentamos en 2010 a un entorno económico complicado. La fase recesiva
del ciclo aún no ha tocado suelo”.
Y puso el dedo en la llaga, en la
falta de capital, que acabaría siendo la tumba de Bankia. “La regulación
financiera nos va a obligar, no solo a preservar, sino a aumentar
nuestra capitalización y a mejorar nuestro perfil de riesgo”.
El 29 de mayo de 2010, Rato comunicó al Consejo de Caja Madrid la
fusión con cinco cajas pequeñas: Laietana, Ávila, Rioja, Insular de
Canarias y Segovia. Para esta operación dijo necesitar 3.000 millones de
ayudas del fondo de rescate bancario, el FROB. Sin embargo, 11 días
después, Rato y Olivas, ambos, anunciaron que Bancaja se incorporaba al
proyecto.
¿Por qué? Los que se fusionaron cuentan que tuvieron el apoyo
y/o empuje del Banco de España y del Ministerio de Economía de Elena
Salgado. Además tuvieron informes favorables de AFI y Deloitte. Otras
voces críticas creen que se hizo para favorecer al PP, que intuía que la
Generalitat Valenciana, junto con la CAM, Bancaja y el Banco de
Valencia podían convertirse en Grecia, con una suspensión de pagos
apoteósica. Al Gobierno socialista le interesó colaborar.
Firmaron la fusión con solo 4.465 millones de ayudas, 1.465 millones
más de lo previsto al principio, pese a que incorporaron a Bancaja, un
monstruo de casi 100.000 millones de activos, muchos tóxicos. Europa
limitó la cuantía de las ayudas y las cobró casi al 8%, un precio
difícil de pagar para entidades en crisis. El BFA acabó 2010 realizando
un refuerzo de 9.000 millones en provisiones, cargados contra capital.
Pero, probablemente, el mayor error de gestión de Rato fue la salida a
Bolsa. El Gobierno exigió una ratio de capital del 10% a las entidades
que no cotizaran y un 8% a las que sí. Rato decidió salir al parqué
cuando su cociente era del 7,5%. Si no se alcanzaba el mínimo, el Estado
entraría en la entidad.
En los consejos de Bankia se justificó la
operación “por imperativo legal, para evitar que las cajas perdieran su
patrimonio”. Con pocos profesionales y muchos políticos en los consejos,
la salida a Bolsa de Bankia se convirtió en “cuestión de Estado”.
Zapatero y el Banco de España ayudaron a Bankia forzando a muchas
empresas del Ibex 35 a comprar sus acciones. Consiguió 3.000 millones de
los inversores.
¿Sabía Rato que Bankia tenía los pies de barro? Altos
ejecutivos dicen: “Creó una entidad demasiado grande para caer como
seguro de vida. Se sentía inmune. Pero se equivocó”. La cotización —muy
apoyada— se mantuvo en línea con la banca hasta la dimisión de Rato.
Desde entonces, ha perdido el 75% de su valor. Todo en Bankia es a lo
grande, incluso su estrepitosa caída." (
Íñigo de Barrón
, El País, Madrid
1 JUL 2012 )
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