"(...) Cuando los bancos alemanes se han librado de una buena parte de los
bonos griegos, Alemania acepta ampliar los fondos europeos para sortear
las dificultades de algunos países al borde del abismo, entre ellos
España. ...)
Para la prensa amarillista y el populismo de derechas prestar a
Grecia significaba tirar el dinero por la ventana, pero hoy los alemanes
reconocen que estas ayudas en realidad estaban destinadas, no tanto a
salvar a Grecia, que desde un primer momento se sabía que era
insalvable, como, al euro, y con él, son los alemanes los que a la
postre se salvan. Desde una impopularidad que iba en rápido aumento,
perdiendo una tras otra las elecciones en los Estados federados, a la
canciller hoy se la elevado a los altares. (...)
La cuestión que se plantea es cuándo y en qué condiciones Grecia ha
de salir de la eurozona. Al no existir mecanismos de expulsión, son los
griegos los que tienen que elegir entre seguir durante décadas sufriendo
recortes y más recortes para pagar una deuda impagable, o declararse en
quiebra, abandonando el euro, aunque permaneciendo en la Unión. Esto
significaría el hundimiento inmediato de la economía y las instituciones
con un fortísimo y fulminante descenso del PIB.
Este es el dilema que hoy divide a los griegos. Las clases
superiores, una vez colocado el dinero en el extranjero, prefieren
seguir dentro del euro, convencidas de que lo peor para sus intereses
sería abandonarlo. Las clases bajas, y una izquierda cada vez más
radicalizada, pretenden aprovechar el derrumbamiento para desde bases
más sólidas empezar a construir una nueva Grecia.
El riesgo es que la
democracia perezca en una operación que se mueve al borde de la
revolución social. La radicalización a que podría llevar el proceso no
sería tolerable para las clases superiores griegas, ni probablemente
para los demás socios comunitarios, y cabría que se justificase de
alguna forma una intervención militar." (
Ignacio Sotelo , El País, 6 MAR 2012)
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