18.9.14

La deuda odiosa del sur de Europa contra la Troika

"Imaginemos que despertamos mañana y leemos las declaraciones de Mariano Rajoy: “vamos a tomar el toro por las astas: anuncio que el Estado suspenderá el pago de su deuda externa” seguido de una  impetuosa exclamación: “¡lo primero es la vida, después la deuda!”. 

Algunos retirarían sus ahorros a la misma velocidad que Esperanza Aguirre huyendo de un agente de tráfico; otros -los que no tenemos tantos ahorros- nos pellizcaríamos hasta sangrar deseando que no fuera un sueño. De uno u otro modo, si nos atenemos a los antecedentes históricos de impago de la deuda, la idea de que España deje de pagar a sus acreedores internacionales no es tan descabellada como parece.

Para entender estos antecedentes es preciso conocer la teoría de la deuda odiosa o ilegítima, que sostiene que la deuda externa contraída por un gobierno y considerada como odiosa no tiene por qué ser pagada. 

En todo caso, ésta podría considerarse como contraída a título personal, con lo que serían el monarca, el presidente, el director del banco central nacional o los ministros los que deberían responder al pago. 

Para determinar si una deuda es odiosa o no lo es, la definición teórica más aceptada es la que estableció en 1927 el jurista ruso Alexander Sack, quien identificó 3 requisitos: 

(1) que se haya contraído sin el conocimiento ni la aprobación de los ciudadanos; 

(2) que se destinen a actividades no beneficiosas para el pueblo; y 

(3) que el acreedor conceda el préstamo aún siendo consciente de los dos puntos anteriores. (...)

4. La deuda odiosa de Argentina y Ecuador

Ya en el siglo XXI aconteció el mayor default de la historia. Es el caso de Argentina, donde el elevado déficit fiscal fue carne de cañón para un FMI que ofreció su apoyo a cambio de la imposición de severas medidas de ajuste. La aplicación de políticas neoliberales -que facilitó la especulación de bancos extranjeros y empresas multinacionales- yendo de la mano de una más que reprobable gestión por parte de los gobiernos del momento tuvo como consecuencia la suspensión de pagos de Adolfo Rodríguez Saá en el año 2001. 

Ecuador se encontró en una situación muy similar en 2008 y fue capaz de no someterse a presiones. El gobierno de Rafael Correa -que disponía de mayor independencia económica gracias a sus reservas de petróleo- se enfrentó a las amenazas del Banco Mundial y expulsó a los enviados del FMI del Banco Central de Ecuador, ganándose así el odio de las esferas neoliberales.  (...)

5. La deuda odiosa de George Bush en Irak

En 2002, previo a la Guerra de Irak y la invasión de los Estados Unidos, George Bush decidió que el primer gobierno provisional de Irak debía declarar la suspensión del pago de la deuda con la excusa de que no debía cargarse sobre los ciudadanos, aunque la verdadera razón fuera que no querían administrar un país con una enorme deuda que les impediría actuar con libertad y sacar el máximo beneficio económico a sus reservas de petróleo.

 Estados Unidos hizo todo lo posible para que no se utilizara el término deuda odiosa ya que su argumento en Irak podía ser utilizado en muchos otros países con conflictos similares.  (...)

6. La deuda odiosa del terremoto de Haití

En el año 2010 Haití fue protagonista de un nuevo argumento: el de los desastres naturales. El terremoto del 12 de enero puso en evidencia la imposibilidad del país para pagar la deuda externa contraída a lo largo de muchas décadas por gobiernos dictatoriales y corruptos como los de la familia Duvalier bajo el pleno conocimiento de sus acreedores.

 A raíz del terremoto, incluso el Club de París -que comprendía los principales países acreedores- alentó la condonación de la deuda externa haitiana ante las evidentes dificultades financieras de este país agravadas por la devastación del terremoto.

Atendiendo a estos 14 antecedentes, lo que evidencia la praxis es que a la hora de declarar una deuda como odiosa la definición original de Sack no es más que una coartada. 

Lo cierto es que los impagos de deuda externa han tenido éxito cuando han sido orquestadas 

 (a) por un imperio con mayor poder que sus acreedores; 

(b) bajo la custodia de un imperio con intereses económicos, políticos y estratégicos como el de los Estados Unidos o de instituciones del mismo calibre como el FMI; 

(c) con un anhelo de pasar página ante grandes guerras con consecuencias devastadoras; 

(d) gracias a la independencia económica que ofrece la posesión de recursos naturales; y 

(e) tras la miseria provocada por impredecibles desastres naturales.

Hay que reconocer que no es sencillo imaginar a Rajoy esgrimiendo las palabras con las que introducíamos este artículo (cuyos autores fueron Adolfo Rodríguez Saá en 2001 y de Rafael Correa en 2008). Lo que es cierto es que en el año 2011 Grecia, Portugal, Irlanda y España reclamaron la auditoría de su deuda externa ante la hostilidad del statu quo occidental y, consecuentemente, de la opinión pública. 

Y pese a no encontrarse ninguno de ellos en ninguna de las situaciones descritas anteriormente, la historia demuestra que el concepto de deuda odiosa es tan efímero que de forma natural estimula a estos países a querer escribir un nuevo capítulo en el libro de la deuda odiosa; un libro que se empezó a redactar en el siglo XIV y no dejará de hacerlo hasta que las sociedades humanas tomen una nueva forma aboliendo las relaciones de explotación a nivel tanto personal como institucional; un nuevo capítulo que nos gustaría titular como “7. La deuda odiosa del sur de Europa contra la Troika”.                  (Blai Colladonuevatribuna.es. en Público, 13 Septiembre 2014)

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