"Que esta crisis no iba a ser como otras anteriores fue algo que
pudimos constatar ya desde sus primeros compases, hace ahora siete años.
La intensa depreciación de los activos financieros, las quiebras
generalizadas en el corazón del sistema –la banca de los países
desarrollados–, los elevadísimos niveles de endeudamiento privado, el
cortocircuito del crédito y el rápido crecimiento del desempleo hacían
prever una recesión de enorme magnitud.
No obstante, también cabía
pensar en ese momento que, dadas las importantes similitudes de esta
crisis con la que sacudió al mundo en 1929, no se cometerían los mismos
errores de política económica. Y sin embargo, se han vuelto a cometer, y
se sigue persistiendo en ellos. (...)
Con ello, las dos crisis dejaron sumidas a las economías desarrolladas
–y de ahí la especificidad y profundidad de ambas– en unas arenas
movedizas particularmente peligrosas: el enorme endeudamiento de hogares
y empresas.
Por eso estas crisis terminaron dando lugar a lo que Irving
Fisher (1933) denominó “deflación por endeudamiento”, situación en la
cual empresas y hogares posponen indefinidamente sus gastos de inversión
y consumo, dado que cualquier nuevo ingreso es dedicado
prioritariamente a desendeudarse. Las caídas de precios se generalizan
por tanto y la economía se adentra en la deflación. (...)
A la luz de la crisis actual, poco parece haber aprendido la ciencia
económica de la historia, particularmente en la Unión Europea. En el
curso de los últimos años Bruselas y los distintos gobiernos nacionales
han impuesto –de nuevo en plena crisis– las políticas de austeridad
fiscal, con efectos depresivos similares a los de los años treinta. Las
devaluaciones competitivas –esta vez vía recortes salariales, dada la
existencia de la moneda común– han contribuido a hundir aún más la
demanda en la zona euro.
Las masivas inyecciones de liquidez del BCE,
dado el contexto de austeridad fiscal y salarial, no sólo no han
restaurado el crédito sino que están llevado nuevamente a una situación
de sobrevaloración y riesgo a los mercados financieros europeos, con
volúmenes y cotizaciones que en algunos casos se acercan a los valores
previos a la crisis. Y no tenemos ningún avance significativo, más allá
de los discursos, en el control efectivo del sector financiero. (...)
Es comprensible por tanto que en este contexto asistamos a
un escenario de crisis prolongada, en el que presenciaremos dobles,
triples y múltiples recesiones, e incluso posibles episodios de
inestabilidad financiera. La política económica de la Troika y del
Gobierno de Rajoy fracasa hoy igual que dichas políticas fracasaron en
la década de 1930. La historia es tozuda.
Mientras no decidamos aprender
del pasado, impugnar la lógica financiera dominante y cambiar el rumbo
de la política económica, la crisis seguirá siendo una realidad para
millones de familias en Europa, particularmente en las economías más
débiles.
Reestructurar la deuda pública y privada de
las economías periféricas –reduciendo su volumen–; proceder a una
reforma tributaria que garantice, sobre una fuerte progresividad, la
suficiencia fiscal de las administraciones públicas; impulsar una
expansión significativa de los servicios públicos y de los decrépitos
Estados de Bienestar de estas economías, así como de las inversiones
necesarias para acometer la modernización, descarbonización y transición
energética de los tejidos productivos; establecer salarios mínimos
suficientes y derogar las reformas laborales legisladas en los últimos
años para reforzar así la capacidad de negociación de los asalariados;
estas son sólo algunas de las medidas que podrían permitir que Europa
empiece a superar el escenario actual de hundimiento de la demanda y de
deflación. (...)" (Deflación, recesión y política económica: las lecciones que no aprendimos, de Nacho Álvarez en Zona Crítica de eldiario.es, en Caffe Reggio, 28/09/2014)
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