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Sostiene
que hemos pasado de un debate derecha-izquierda a un debate de
ciudadanía-élites, y no solo en España; lo hemos visto en las elecciones
europeas con distintas formas de protesta. Hay una ruptura ciudadana.
Esa
fisura concreta es consecuencia de la crisis y de producir malos
resultados sin tener en cuenta la opinión de las mayorías. En democracia
eso es gravísimo, porque le quita sentido.
Este
cambio radical, de un debate horizontal a otro vertical, siguen sin
captarlo las élites; de ahí viene la sorpresa de Podemos.
Dos años antes, en julio de 2012 escribí en El País un artículo titulado Regreso del futuro
en el que hablaba de unas hipotéticas elecciones generales en 2016
ganadas por un nuevo partido, al que llamaba el Partido Radical —y
que visto lo visto es Podemos y en las que se hundía el bipartidismo,
más el PSOE que el PP. Explicaba que el nuevo partido nacía desde la
ciudadanía para ofrecerse soluciones a sí misma.
El partido estaba
compuesto por personas que no eran políticos profesionales, sino gente
de la universidad y distintas asociaciones. Nacía de dos fisuras: la
generacional entre unos mayores con derechos sociales garantizados y
unas nuevas generaciones sin derechos sociales y una crisis política e
institucional enorme. Algo de eso es lo que ha pasado con Podemos.
Y eso
fue hace dos años. En los indicadores de opinión pública ya se veía que
existía esa fractura entre la élite y la ciudadanía, y que si no se
tomaban medidas el resultado iba a ser el nacimiento de un nuevo
partido, que se situaba en la izquierda aunque en otros países ha sido
en la derecha.
Podemos gana porque sabe hacer un diagnóstico que
coincide con el de los ciudadanos, no porque tenga soluciones. Los dos
grandes partidos no han hecho el diagnóstico para saber cómo está la
sociedad y qué necesidades tiene. Parece mentira, porque es el punto
de partida básico de cualquier hoja de ruta de cualquier equipo
político, luego ya verá cuáles son las soluciones.
El diagnóstico es
clarísimo: una desigualdad creciente, pobreza creciente y deterioro de
una democracia que se vacía de contenidos y la sensación de no formar
parte de los procesos. Ese diagnóstico, que es el que hace Podemos, lo
vemos todos pero nada de esto está en boca de los grandes partidos.
Hacen discursos sobre austeridad y desigualdad, pero no forma parte del
núcleo central de lo que debaten.
El
bipartidismo sigue sin entender; ataca y desprecia a Podemos. Les están
haciendo una campaña tremenda. Parece que la élite de IU tampoco ha
entendido el mensaje del todo.
Podemos
compite más con el PSOE que con un IU. Según los datos, la media
ideológica de Podemos es un 3,7; esa es la posición del electorado del
PSOE. Los primeros análisis sobre el electorado de Podemos permiten
decir que procede de varios sitios: de IU, de la abstención, del PP…
Pero el grueso viene del PSOE. A la derecha le conviene el surgimiento
de Podemos, si son cortoplacistas. Nadie le conviene a largo plazo. Hay
demasiados factores sorpresa en una organización como Podemos. Puedes
compartir sus principios generales, pero de esos principios a medidas
políticas concretas hay un camino enorme del que todavía no tenemos
pistas.
A largo plazo, el crecimiento de Podemos es un riesgo para la
democracia española, una aventura. Puede salir bien, pero también puede
salir mal. La derecha debería entenderlo así, debería ver que más vale
cambiar el sistema por dentro que introducir
un elemento que no sabemos por dónde va a salir. A corto plazo, Podemos
beneficia a la derecha porque implica un factor de fragmentación en la
izquierda. Puede suponer que el PSOE sea incapaz de ganar elecciones
mientras Podemos esté instalado en una cuota parecida a la que tiene o
superior.
A corto plazo, el PP tiene incentivos para presentar a Podemos
como un partido radical, porque el electorado más moderado va a tender
hacia el PP ante la amenaza de un Podemos que no se sabe muy bien qué es
y que, aunque su electorado esté en las posiciones cercanas al PSOE, la
gente lo percibe como un partido más radical. La derecha tiene
incentivos a corto plazo para criminalizar a Podemos, pero a largo plazo
no debería hacerlo.
Por la izquierda, ha impedido a IU crecer todo lo
que debería; puede empujarles a su posición de origen, muy minoritaria.
Pero al PSOE le puede impedir ganar elecciones. Está situado en su
hueco. Es como el juego de las sillas, Podemos se ha sentado en la silla
del PSOE y el PSOE de momento se ha quedado de pie.
El
15-M fue la escenificación del hartazgo y el rechazo masivo de la
ciudadanía. Se basó en movimientos asamblearios sin líderes. Todo es muy
puro. Tras ocupar Sol, despareció, se trasladó a los barrios donde
empezaron a activarse las asociaciones de vecinos y otras. La PAH nace
del 15-M. Tiene objetivos muy concretos, una estructura, un discurso
potente y una causa justa. Lo mismo se podría decir de los
preferentistas. Podemos sale de ese magma. Su gran reto ahora es cómo
mantener el movimiento asambleario que les da fuerza y les permite
conocer el pulso de la calle y crear una estructura política con unos
liderazgos claros que permita ganar elecciones.
Sí,
es difícil porque la política tiene leyes universales, que son las de
la naturaleza humana: hay gente buena y gente mala que tienen que
convivir en una organización. Además, la política exige una cierta
disciplina. Toda organización necesita una posición y para llegar a ella
hay que hacer negociaciones y renuncias. Es inevitable. El éxito de
Podemos depende en gran medida de lo que haga el PSOE y de su capacidad
para convertirse en una organización ágil y capaz sin renunciar del todo
a los principios que defienden. (...)
Ada
Colau se presenta a la alcaldía al frente del movimiento ciudadano
Guanyem Barcelona, en el que podrían estar Podemos y otros grupos.
Sí,
es lo que contaba en ese artículo hace dos años, un partido con esas
características, y Ada Colau es su fichaje estrella. Para mí esto
simboliza la evolución de la sociedad en la que se han producido dos
grandes cambios con la crisis económica: por un lado la fractura entre
la élite y la ciudadanía; por el otro, una sociedad que en lugar de
volverse apática y encerrarse en su pequeña vida para sobrevivir como
pueda, decide volverse activa y buscar dentro de sí misma las soluciones
a los problemas que la élite no es capaz de dar. Por eso desde la
crisis ha crecido el interés por la política.
Es una sociedad que como
aprende de política y economía, y participa en movimientos sociales, se
siente preparada para ofrecer soluciones. En realidad Podemos y el
movimiento de Ada Colau son productos de una sociedad que no se ha
quedado pasiva, sino todo lo contrario. Se ha vuelto activa y solidaria,
dispuesta a dar con las soluciones. Si no se las ofrece la élite
política, las crea por sí misma. De ahí pueden nacer cosas positivas
para la sociedad española, puede nacer una sociedad más vibrante. (...)
La cuestión esencial es lo que está detrás: una democracia secuestrada.
El primer paso para la izquierda es reconocer que la democracia está
secuestrada, y que eso tiene difícil solución, pero puede tenerla. Lo
que no puedes es negar que existe ese problema, porque si no estás
permanentemente jugando con un lenguaje de cartón y hablas de cosas que
no son las cuestiones centrales.
Ese ejercicio de sinceridad es el
primer paso para intentar buscar soluciones. El segundo es entender las
prioridades ciudadanas, que son tres: empleo, desigualdad y pobreza. Me
llama la atención que en los discursos de líderes salientes y entrantes
no reconozcan que los asuntos centrales son una democracia secuestrada y
tres problemas mal resueltos que han producido mucho daño.
Abramos el
debate sobre posibles soluciones, en España y fuera. En lugar de hacer
ese diagnóstico hablamos de Cataluña, que no es un asunto prioritario
para los ciudadanos.
¿Ni siquiera para los catalanes?
Para
ellos sí, pero no para el resto de los españoles. Es un problema
político, no ciudadano. Si haces de ese asunto el centro de tu discurso
no pretendas que los ciudadanos se identifiquen con lo que dices.
Si
estuviese en política daría el paso de reconocer que hay cosas que no
tienen solución o que se ha de empezar a trabajar en ella. Hay una
mezcla de diagnóstico mal hecho con la de actitud de «Yo resuelvo todo».
Hay cosas que no se pueden resolver así. (...)" (Entrevista a Belén Barreiro, Jot Dow)
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